lunes, 9 de marzo de 2015

Apocalipsis 3


Aquí les tengo un capítulo que me encantó escribir. Nótese que no me demoré demasiado en actualizar, así es que me estoy comportando como una autora responsable.
Yyyyyy… A cambio de mi buen comportamiento, NECESITO que me den sus opiniones, ya que estoy tomando un rumbo no explorado (por mí) en esta historia.
Y no lo olviden! En mi página de Facebook encontrarán álbumes de fotos de cada historia ordenados por capítulos. Les recomiendo irlas chequeando, les ayudará a hacerse una idea más concreta de las personas y lugares que describo.
Y si aún no somos amigas… Qué esperan?
Abrazos.
A
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Capítulo 3
Understand She's a Force of Nature
Contraband hiding deep inside her soul
Exercising her will to lose control
she lets go
Common Man he don't stand a chance no
Wonderland pulling Alice in the hole
no way to save someone who won't take the rope
and just let's go
Force of nature / Pearl Jam

BELLA POV
El dolor más intenso que he sentido en mi vida pareció irradiar de la mordedura. Sentía como si hubieran vertido ácido en mis venas, y me estaba corroyendo desde el interior.
La creatura que me mordió soltó mi cuello y pasó la lengua por la herida, y entonces tomó mis muñecas y mordió y lamió primero una y luego la otra. Era extraño que a pesar de la violencia del dolor y las heridas infringidas su actitud era… Reverente…

Había visto en la tele lo que esas cosas eran capaces de hacer y ciertamente estaba dentro de sus habilidades el desmembrarme sin el más mínimo esfuerzo.
Pero él no me mordió para dañarme, ya que no desgarró mis músculos o rompió mis huesos… Tampoco lo hizo para alimentarse, porque no succionó, sino más bien sentí como si me inyectara algo en la sangre… Esa sustancia me he hacía retorcerme de dolor.
Un grito infrahumano me asustó. Quién podía producir semejante sonido de agonía? Estaban habilitando una sala de tortura?
La quemazón se estaba extendiendo por mi cuerpo lento y seguro como lava, pero aun sufriendo esa tortura pude discernir el invalidante dolor en mi cuello… Mi tráquea aplastada y mis cuerdas vocales forzadas al máximo… Los gritos de agonía los estaba produciendo yo…
Traté de tener alguna noción de la realidad, de contar el tiempo de alguna manera, de escuchar las conversaciones a mi alrededor… Pero era imposible. Para cuando el ardor abrazador se extendió por todo mi cuerpo no pude ni siquiera abrir los ojos para saber si era de día o de noche.
Grité, grité y grité hasta que mis cuerdas vocales se desgarraron y quedé totalmente muda, pero seguí luchando, retorciéndome, sabiendo que no podía ganar, pero tratando de dejarles en claro que lo que fuera que me estuvieran haciendo no lo aceptaba. Moriría peleando.
Lo único que me proveyó algún grado de alivio fue que mi verdugo se mantuvo a mi lado. Era normal desarrollar Síndrome de Estocolmo tan rápido? Era su culpa… Él me estaba torturando… Era por él que me quemaba viva… Pero mi cabeza en su regazo y sus manos frías en mi cuello y mejillas eran lo único que me anclaba al mundo. Sentía que si no me aferraba a él simplemente me esfumaría en medio de una oleada de dolor.
Se mantuvo todo el tiempo a mi lado. Sosteniéndome, hablándome, acariciándome…
Las otras presencias iban y venían, pero él se mantuvo firme en su puesto.
Me esforcé por entender las conversaciones, pero la agonía me impedía enfocarme. A veces captaba una palabra suelta aquí y allá, pero no era capaz de concentrarme en formar una frase.
Pasaron días, meses, años, no lo sé, pero sentí como si el tiempo se hubiera extendido, alargándose como un chicle, convirtiéndose en un concepto abstracto, totalmente relativo, tal como decía Einstein.
Y de pronto, cuando creí imposible resistir enfocándome sólo en mi agonía,  comencé a percibir otras cosas.
El dolor seguía siendo lo más predominante en mi mente, pero de pronto comencé a percibir olores extremadamente complejos, sonidos imposibles de identificar, e incluso vibraciones que nunca supe que existieran… Sol… Supe que el día estaba soleado, no porque pudiera verlo, ya que ya no era capaz de abrir los ojos, sino por la presión atmosférica. Podía percibir cambios en la presión atmosférica.
Y podía oler la clorofila del pasto calentándose y el pavimento ardiente del estacionamiento… Cómo sabía reconocer esas sensaciones y olores precisamente si no los había experimentado nunca antes? No lo sé… Simplemente lo supe.
Y luego pude distinguir otros aromas… Los aromas de esos seres.
Aún no podía entender sus palabras, aún no me podía concentrar, pero aprendí a reconocerlos por su olor particular.
Eran como plantas carnívoras, pensé en un corto momento de lucidez. Cuerpos perfectos, rostros hermosos y aromas invitantes. Y por supuesto, todos eran letales.
A mi asesino ya lo había catalogado desde antes de que me mordiera… Galletas de navidad. Poco a poco fui reconociendo nuevos matices en la receta, pero el aroma se enmarcaba en eso. Galletas de navidad.
Era delicioso, reconfortante y me provocaba acurrucarme para envolverme en el aroma, pero no me dejé engañar. Era un sádico… Un sádico que había decidido de alguna manera extender mi vida para prolongar mi sufrimiento.
Qué placer podía ganar al torturar a una insignificante chica como yo?
Por qué se quedaba a mi lado? Es que no quería perder ningún detalle?
Por qué me tocaba como si le importara mi dolor?
Y por qué sentía yo cada vez más intensamente que si él me dejaba la agonía sería aún peor?
Bastardo…
Luego estaba la mujer de voz sensual, ella olía a rosas. Y no solo un poco, era como si se hubiera bañado en el perfume “Anais Anais” de Cacharel. Una pisca hubiera sido tolerable, pero tanta esencia floral hacía que me picara la nariz.
El otro hombre olía intensamente masculino. La mejor manera en que lo puedo describir es que olía como a una mezcla de buen tabaco, el perfume “Boss” de Hugo Boss y la bencina blanca de un encendedor Zippo… Olía como un chico malo, tremendamente atractivo pero peligroso. Él me daba miedo, pero me producía curiosidad.
Me recordé de inmediato que él era un monstruo y que por su voz de barítono sonaba grande y fuerte, y que probablemente una vez que el chico que olía a galletas de navidad terminara conmigo el grandote tomaría su turno para violarme, torturarme o comerme. Tal vez todas las anteriores.
Finalmente estaba la hermosa chica rubia, la que había ordenado que me “salvaran” (sería eso un código para la palabra “torturarla hasta la locura”?). Ella olía maravillosamente. Su fragancia era suave y delicada, tremendamente femenina, como ella: verbena y limón.
Me dieron ganas de restregarme contra su piel para ver si se me pegaba algo de su aroma, como hacía a veces con esas cartulinas perfumadas que vienen en las revistas de chismes de papel couche.
Y horas más tarde pude distinguir el aroma de mi violador. No estaba cerca, por eso me demoré más en percibirlo. Estaba abajo, en el primer piso, pero era inconfundible: Cuero limpio y manzanas verdes.
Qué hacía allá abajo? Estaba esperando por mí?
Y a medida que se afinaron mis sentidos y comenzó a disminuir el dolor, mi mente se fue esclareciendo hasta que fui recuperando la capacidad de pensar racionalmente. No era que no sintiera el dolor, pero de pronto mi mente fue capaz de procesar varias cosas a la vez. Podía sufrir y planear al mismo tiempo.
Mi plan era sencillo. Si el dolor llegara a pasar en algún momento, correría a perderme. Y ojalá me mataran en la captura, porque no quería volver a ser su prisionera.
El dolor se fue retirando de mis extremidades hacia mi torso y finalmente se centró en mi corazón. Lo sentí palpitar tan fuerte que temí una taquicardia, pero justo en el momento en el que creí que se me escaparía del pecho, todo acabó.
Aspiré profundamente, notando por primera vez que mi garganta parecía haberse recuperado, porque el aire circulaba normalmente, y arqueando mi espalda, por fin pude abrir los ojos. La luz me cegó por un momento… Era multicolor, no amarilla como estaba acostumbrada. Algo le habían hecho a mis ojos… Veía todo distinto, más claro, más nítido… Como pasar de ver la película “Avatar” en un televisor de catorce pulgadas con pantalla en blanco y negro a verla en una tele con pantalla gigante HD.
Pestañeé varias veces y de pronto pude enfocar… Lo primero que vi fue a mi asesino… Bueno, supongo que no era mi asesino, al menos no aún, pero si era mi torturador. Yo seguía en su regazo, y no bien pasó por mi cabeza la idea de que debía alejarme de él,  cuando ya me encontraba con la espalda contra la gran pared de vidrio que daba hacia el estacionamiento.
Instintivamente adopté una posición de lucha agachándome, y notando que alguien había tenido la gentileza de cubrir mi desnudez con una solera floreada… Seguro me veía ridícula con un vestido y mis Converse negras, pero agradecí que no me las hubieran quitado… Estaba lista para atacar, e hice inventario de mis enemigos.
Frente a mí estaba el chico galleta, que me miraba con una intensidad estremecedora. Mis ojos lo consumieron por completo, era perfecto, irreal… Quería tocarlo, saber si era posible que alguien de carne y hueso de verdad se viera como él, oliera como él… Moví la vista de inmediato, negándome a dejarme afectar por él.
A su lado estaba la chica rubia, y tenía su mano en el hombro de mi torturador en una muestra de silencioso apoyo… Ella no debía tocarlo! Nadie debía tocarlo. Podía ser un bastardo psicópata, pero era mí bastardo psicópata y ya me las arreglaría yo con él… Quise arrancarle el brazo a la hermosa chica.
La mujer que olía a rosas estaba asomada detrás del otro hombre, el grandote, como si tuviera miedo… Miedo a qué? A mí?
El chico galleta dio un paso hacia mí y de mi garganta salió un sonido temible. Un gruñido amenazador que me aterró más a mí que a él, que sonrió forzadamente.
Qué me estaba pasando? Me habían…? No! Realmente me habían convertido en uno de ellos? No! No podía ser! Yo no era una asesina! No! No, no, no, no! No lo sería! Nunca mataría a nadie, antes prefería…
-Tranquila – Dijo el chico galleta, con un tono de voz bajo y dulce, nada que me hubiera podido esperar de alguien que me había hecho tanto daño, y me descolocó.
No respondí, sino que mantuve un gruñido bajo, algo así como un ronroneo, pero que en vez de indicar contento indicaba que estaba dispuesta a morir y a matar.
-Tranquila – Repitió - No te vamos a hacer daño – Dijo mirándome a los ojos. Resoplé y casi me carcajeé en su cara. Daño? O sea que las horas de agonía ya sufridas no contaban como daño? Jódete chico hermoso y trastornado!
Dio otro paso hacia mí y los otros no se acercaron, pero se movieron lo suficiente hacia los costados para cerrarme el paso si es que se me ocurría tratar de huir.
-Tranquila – Siguió diciendo el chico, y por primera vez noté que a pesar de que su inglés era perfecto, tenía un leve acento que lo hacía alargar algunas palabras. Su voz era maravillosa en su pureza… Quise escucharlo cantar algo triste, un lamento… Algo de Damien Rice… Maldito hijo de perra, me estaba embrujando! Sacudí mi cabeza para despejar mi mente y me negué a mirarlo a los ojos, sino más bien estudié al resto – Soy Alec – Dijo mirándome expectante.
Como si yo fuera a entablar conversación con él. Pfffff! Fruncí el ceño.
Otro paso más. Si daba otro paso y estiraba los brazos me podría tocar.
No! Nadie me tocaría.
Mi gruñido se hizo tan fuerte que creo que sentí los cristales vibrar detrás de mí.
Y entonces él cometió el error.
Trató de tomar mi mano, y yo como un animal acorralado reaccioné con puro instinto. Una oleada de energía fue irradiada por toda mi piel, lanzándolo lejos a él y a las otras creaturas y destrozando los cristales a mis espaldas. No me detuve a pensar en cómo lo había hecho, simplemente vi mi oportunidad de acabar con todo y la aproveché. Me lancé al vacío con la intención de suicidarme, ya que me negaba a la posibilidad de vivir como una garrapata, pero para mi sorpresa el instinto tomó nuevamente las riendas y el salto que me debería haber hecho aterrizar como un saco de papas, se convirtió en una caída grácil, casi en cámara lenta.
Mierda! No sería fácil morir.
Miré hacia arriba y vi que el tal Alec se asomaba por el agujero donde alguna vez estuvo el muro de cristal, luciendo medio atontado. No lo dudé. Aproveché mi ventaja y corrí.
Corrí como no había corrido jamás. Rápido y con paso seguro, sin tropezar jamás. No sé a qué velocidad llegué, pero creo que fue fácilmente sobre los cien kilómetros por hora, y lo más increíble, no sentí cansancio, no se aceleró mi respiración ni el palpitar de mi corazón.
Un momento...
Mi corazón no palpitaba para nada.
Estaba muerta?
En qué me habían convertido exactamente?
Supe que me seguían, no trataron de ocultarlo, de hecho me rogaron a gritos que me detuviera, pero yo era más rápida. Mucho más rápida.
Mi primer instinto fue el de regresar por la camioneta e ir a casa, pero lo descarté de inmediato. Si realmente me había vuelto uno de ellos no podía volver a acercarme a mamá o Phil, mucho menos arriesgar que mi rastro guiara a las creaturas hacia dos humanos sanos y bien alimentados.
Estaba sola… Sola… Y ahora qué?
Piensa Bella, piensa, usa ese nuevo cerebro para algo útil…
Hambre… Moría de hambre y sed… Tenía que conseguir agua y cazar algo, tal vez poner algunas trampas en el bosque… Sí… Lo haría cuando perdiera de vista a mis perseguidores.
Cambié el rumbo y en vez de ir al este giré hacia el norte. La población humana en general había emigrado hacia los lugares más soleados, por lo que en el norte la población humana debía ser insignificante. Si no me cruzaba con un humano no le podía hacer daño, verdad?
De todos modos extremé las precauciones tomando caminos indirectos, que cruzaban el bosque, y me cuidé de no tocar nada para no dejar un rastro de mi esencia. Asumí que así como ellos olían de una manera tan particular para mí, ellos me percibirían de la misma manera.
Pasé varios días haciendo zigzag por el centro del país hasta que junto con la creciente sed y hambre comencé a sentir un enorme peso en mi pecho, como un montón de ladrillos justo sobre mis costillas. Al principio lo ignoré, pero cada vez me estaba haciendo más débil y se me hacía más difícil respirar, lo cual era insólito porque no necesitaba respirar.
El paisaje fue cambiando y aunque mi única brújula era el sol, supe que estaba cerca de mi destino… El único otro lugar que he conocido como mi hogar: Washington.
El estado estaba plagado de bosques donde podría encontrar agua y comida, estaría alejada de la población humana y sobre todo, podría descansar… Hacía días que no escuchaba ni veía a mis perseguidores y mi pecho me estaba matando…
Corrí un par de días más en círculos, sólo para asegurarme de que nadie me perseguía, y siguiendo el cantar de un arroyo, encontré el primer punto de mi lista: Agua.
Me lancé de cabeza a beber apoyando mis manos y mis rodillas en el barro, como si fuera un animalito, y tragué grandes sorbos tratando de apagar el ardor de mi garganta, pero mientras más bebía peor me sentía… Mi estómago estaba pesado y me sentía mareada. El agua estaba contaminada? Dios no! Aunque no olía raro… Ni se veía teñida de algún color. Sospechoso…
Estaba envenenada?
Y sin embargo seguía teniendo hambre y sed, así es que hice lo único que pude pensar en el momento, y me metí dos dedos a la garganta para inducirme el vómito. Curiosamente me fue más difícil de lo que pensé, porque mi reflejo nauseoso se había reducido hasta ser casi inexistente… Pero después de varios intentos, logré expulsar toda el agua, y de inmediato me sentí mejor.
Comida. Necesitaba comida.
No era época de bayas, pero sí de callampas, nueces, almendras y castañas. No es que hubiera demasiados nogales, almendrales o castaños por ahí, pero mis nuevas habilidades me permitían recorrer más terreno en menos tiempo, así es que comencé a recolectar.
Las callampas fueron terribles. Me hicieron vomitar y me produjeron dolorosas arcadas secas durante horas. Quise recostarme a dormir, me sentía débil y enferma, pero ese no era un lujo que me pudiera dar. Mi cuerpo ya no podía dormir.
Oh… Tenía tanta hambre!
Encontré un nogal y lo trepé sin dificultad, sacudiendo sus ramas para soltar las nueces y cuando tuve suficientes me senté en el suelo a comer. Tomé una piedra para ayudarme a partir la cáscara y pulvericé las primeras tres nueces. Mi fuerza se había incrementado enormemente y aún no dimensionaba mi poder.
Finalmente y después de muchos intentos logré romper la cáscara con mi dedo índice y pulgar, aplicando una cantidad mínima de presión. Una vez que tuve aproximadamente un kilo de nueces peladas, comencé a comerlas desesperada por saciar el vacío en mi estómago.
El resultado fue aún peor que los anteriores. Las nueces raspaban mi garganta al devolverse y eso me producía una angustia enorme. Cualquier cosa que amenazara mi garganta era horrible, después de todo morí con la tráquea aplastada y durante mi transformación grité tanto que desgarré mis cuerdas vocales. No quería volver a arriesgarla, y si eso significaba no volver a hablar, no lo haría. De todos modos no tenía con quién hacerlo, y no es que pudiera hablar por teléfono con Renee o Phil… Ya no existían los teléfonos.
Cazar. Mi última esperanza. Me sentía como una cavernícola viviendo en el bosque sin refugio ni herramientas, y sorprendentemente no me incomodaba tanto como habría esperado, aunque claro, para cazar necesitaba al menos un cuchillo para despellejar y destripar a mi cena. Puaj!
Pasé un par de días tallando en piedra un cuchillo afilado, totalmente prehistórico, sin mango, pero funcional.
Eché varias piedras pequeñas en mis bolsillos y practiqué un par de veces mi puntería. Era perfecta, y la fuerza con la que podía lanzar! Wow!
Y salí a cazar animales a piedrazos.
Sonreí por primera vez en días, aliviada de que al menos nadie me vería en ese ridículo predicamento.
Apuntarle a mis víctimas fue sorprendentemente fácil, y en menos de media hora tenía tres conejos. Los llevé junto al arrollo que había convertido en mi campamento base y usando la piedra/cuchillo, les corté el cuello y los hundí en el agua para que éste se llevara la sangre. Nunca había podido lidiar con sangre cómodamente, y además no quería ensuciar mi nueva casa ni la quería llena de moscas o predadores mayores. Hice lo mismo con las tripas y la piel, todo lo hice bajo el agua porque me moría de asco y los olores eran simplemente repugnantes. Con la corriente desaparecieron todas las vísceras y pude volver a mirar lo que hacía. Ugh!
Una vez que tuve los tres conejos despellejados, destripados y lavados, los aparté y prendí el fuego frotando dos trozos de madera. Esto no me habría resultado de ser humana, pero ahora mi fuerza y velocidad aumentaban la fricción, así es que no me demoré nada en armar una fogata y poner a asar los conejos.
Sabía que quedarían duros y desabridos, pero mi hambre y debilidad actual eran tales que el sabor era lo de menos. Estaba en serio riesgo de inanición, y me extrañaba ser capaz de moverme con todos los días que había pasado sufriendo, enferma y desnutrida.
Una hora después mi cena estaba lista, retiré del fuego la carne y comencé a engullir.
Alcancé a comer el equivalente a la carne de dos conejos, devorándolos como un animal salvaje, cuando las náuseas comenzaron nuevamente. Mi estómago se contrajo y comencé a expulsar la carne violenta y dolorosamente.
No sé cuánto tiempo estuve vomitando hasta que sentí que mis entrañas estaban limpias, pero fue bastante, porque la carne era más grasosa que las setas, el agua o las nueces, y parecía adherirse a mis tripas.
Cuando terminé de vomitar gateé hacia el arroyo para lavarme y eliminar los restos de grasa y jugo de la carne de mis manos, y una vez que estuve relativamente limpia me acurruqué bajo un árbol y me puse a llorar desolada.
Por qué me estaba pasando esto a mí? Por qué no podía simplemente morir? Por qué me dolía el pecho? Por qué no podía comer?
Por un segundo casi deseé que mis perseguidores me encontraran, pero descarté la idea de inmediato. No, ellos no eran humanos… Y ellos me habían hecho lo que soy.
oooOooo
El tiempo pasó y seguí en la misma posición, tan inmóvil que pensé que eventualmente terminaría petrificada. A veces lloré, otras simplemente cerré los ojos, y en general me retiré hacia mi interior, reviviendo los mejores recuerdos de mi vida como una chica normal.
Las horas dieron paso a los días y mi desolación no hizo sino aumentar… Estaba sola… Para siempre sola.
oooOooo
Un ruido de pasos me sacó de mi festival de autocompasión. Nuevamente estaba llorando sin lágrimas, una manera de llorar que no proporciona alivio. Tal vez mi cuerpo estaba demasiado deshidratado como para derrochar líquido botándolo por los ojos.
Los pasos no correspondían a los de un animal, pues eran firmes y sigilosos, y lo más importante, pertenecían a alguien que andaba sobre dos pies.
Ni siquiera me molesté en mirar. Si era un predador ya me había dado cuenta de que no me podía hacer nada, y si era uno de ellos, ojalá tuviera compasión y me matara rápido.
-Hola – Dijo una profunda voz masculina sonando legítimamente preocupado – Te encuentras bien?
Me negué a mirar y seguí sollozando, completamente derrotada.
-Hey… tranquila? Estás herida? Te puedo ayudar? – Preguntó acercándose despacio, muy cuidadosamente.
Olisqueé el aire buscando pistas, y percibí el aroma del café y el caramelo… Uno de esos aromas deliciosos que sólo podían pertenecer a uno de ellos.
Abrí los ojos alarmada y entonces lo vi.
Alto.
Hermoso… Sé que los hombres son “apuestos”, pero él era hermoso.
Y a pesar de que olía como uno de ellos no se veía exactamente como uno de ellos… Me demoré un momento en distinguir la razón… Sus ojos. Sus ojos no eran rojos como los de esos monstruos, eran del color de la miel derretida, un dorado lleno de matices. Qué era este tipo?
Nuevamente mi instinto me hizo actuar. A pesar de que intelectualmente me había rendido mi parte animal se negaba a darse por vencida, y si bien sabía que no podía pelear, al menos podría huir… Al menos durante unos kilómetros…
Di un salto hacia atrás y me preparé para correr, sin dejar de mirarlo, a la espera de un movimiento que me indicara sus intenciones.
-Me llamo Edward – Dijo suavemente – Te prometo que no te voy a hacer daño – Dijo levantando las manos en gesto de rendición – Me quieres decir tu nombre?
Negué con la cabeza. Nunca volvería a hablar.
-Está bien… Estás sola? Donde está tu familia? – Preguntó.
Me encogí de hombros cautelosa. No quería entablar conversación, por silenciosa que esta fuera, pero parte de mí necesitaba sentirse protegida, contenida en este nuevo mundo hostil.
Y él no parecía tan malo…
-Eres nueva, verdad? – Preguntó sentándose en el suelo, como para demostrar que no tenía intenciones de acercarse más.
Volví a asentir, y me tiritó el labio tratando de contener la pena. Por mucho que lo quisiera negar yo sabía que era una de esas cosas.
-Hey…No! No llores – Me rogó – No me gusta verte llorar…
Mordí mi labio tratando de contenerme, y lo miré fijamente, totalmente vulnerable. Podía ser que él de verdad me quisiera ayudar?
-Tus ojos están muy oscuros – Comentó.
Me encogí de hombros. Qué significaba eso?
-No te has alimentado, verdad? – Preguntó.
Negué con la cabeza y abracé mi estómago.
-Tu creador no ha cuidado de ti – Afirmó duramente, en un tono totalmente distinto, haciéndolo sonar peligroso.
Me encogí un poco, con miedo, y bajé la vista.
-No me temas – Dijo endulzando su tono – No estoy enojado contigo, sino con el bastardo que te hizo esto…
Volví a mirarlo y vi que seguía sentado, con el rostro sereno, pero reflejando preocupación. Por mi?
-Te abandonaron? – Preguntó.
Negué con la cabeza, avergonzada.
-Escapaste? – Preguntó.
Asentí.
-Te están buscando? – Preguntó.
Asentí otra vez, lentamente. Me entregaría a mis perseguidores? Podía confiar en él?
-Yo puedo ayudarte – Dijo – Prometo no hacerte daño…
Lo miré a los ojos buscando signos de un engaño. No los encontré.
-Mi familia y yo… - Dijo e inmediatamente me puse en alerta nuevamente. Había más? Otros me podían hacer daño… A lo mejor él no, pero otros…
Comencé a mirar hacia todos lados y afiné el oído, esperando una emboscada.
-Mi familia no te va a hacer daño, te lo prometo… - Dijo rápidamente, posiblemente preocupado de que huyera sin más.
Lentamente levanté un dedo hacia mi rostro, señalando mis ojos. Por qué sus ojos eran dorados?
-Mis ojos son dorados – Dijo él comprendiendo de inmediato – Porque soy vegetariano.
Eso capturó mi atención. Yo quería ser vegetariana, o lo que fuera, estaba literalmente muriendo de hambre… Tal vez él me podía mostrar los vegetales adecuados?
Señalé algunas nueces descascaradas que había junto a mi fogata.
-Trataste de comer nueces? – Preguntó como sin poder creer lo que escuchaba.
Asentí tristemente.
-Dios! – Exclamó – Amor, nadie te ha enseñado nada, verdad? – Preguntó.
Pasé por alto el “amor” y negué con la cabeza.
-No puedes comer nueces, ni ninguna otra cosa en realidad. Ahora eres una vampira, y eso significa que te alimentas de sangre – Explicó.
Arrisqué la nariz y me negué.
-Es por eso que estás aquí? Para no dañar a los humanos? – Preguntó suavemente.
Asentí.
-Hay una alternativa – Dijo – Animales. Mi familia y yo nos hacemos llamar “vegetarianos” como un broma, es simplemente que elegimos no dañar a los humanos, y suplimos nuestra necesidad con sangre animal… No es ideal, pero nos permite llevar una vida mucho más pacífica.
No estaba segura de si debía creerle. Traté de comer conejo y casi vomité las entrañas.
Le señalé mi fogata con los escasos restos del asado.
-Trataste de comer carne cocida – Afirmó.
Asentí.
-Debe haber sido asqueroso – Afirmó.
Asentí.
-Amor, tú no puedes comer – Me dijo con ternura, tan dulcemente que olvidé molestarme porque me llamara “amor” otra vez – Y menos comida cocida! Sangre es lo único que tu cuerpo puede procesar.
Fruncí el ceño.
Hice una mueca de desagrado y él sonrió. Se veía aún más guapo cuando sonreía.
-Déjame ayudarte – Me dijo – Te voy a enseñar a comer, y si no te gusta te dejo en paz, te parece?
No me parecía. No quería que me dejara en paz. No quería estar sola y él era dulce y amable, y parecía saber lo que hacía.
Pero asentí. No valía la pena perder el tiempo en explicaciones.
-Dame un minuto, quédate donde estás – Dijo poniéndose de pié, entusiasmado.
Yo asentí y él desapareció.
Volvió a los cinco minutos con dos animales muertos en sus brazos. Un zorro pequeño y un conejo.
A ambos les había roto el cuello.
Me extendió el zorro sin acercarse demasiado y yo lo tomé.
-Ahora le tienes que arrancar un trozo de piel en el cuello y morder directamente a la vena – Dijo enseñándome como lo hacía con su conejo. Dios! Qué asco!
Bebió un par de sorbos y me miró. Yo tenía la nariz arriscada y sujetaba al zorro lo más lejos de mí que pude.
-Trata amor, sé que se ve asqueroso, pero es lo que somos… Y es mil veces mejor que matar a personas inocentes no crees? – Preguntó.
Ugh! Yo como humana ni siquiera comía carne medio cocida y él pretendía que pusiera mis labios en la carne aún tibia de un animal y le hincara los colmillos? Puaj!
Él bebió un par de tragos más y soltó su conejo. Se lamió los labios para eliminar la evidencia de la sangre y se acercó muy lentamente a mí.
-Así – Dijo y arrancó un trozo de piel al zorro. Un hilo de sangre recorrió su pelaje y aunque la visión era repulsiva el aroma era increíblemente tentador… Sobre todo para alguien al borde de la inanición como yo.
Me humedecí los labios hambrienta, pero me negué a comer.
Él suspiró frustrado y se agachó para recoger mi cuchillo prehistórico, y de un tajo abrió la arteria principal del cuello del zorro. La sangre fluyó libremente y no me pude resistir… Algo en mí, más poderoso que la razón, me impulsó a beber, y lo más increíble pasó.
No me dio más asco. El calor y bienestar que obtenía al beber esta sangre era la mejor sensación del mundo… Sentí como el ardor de mi garganta se aliviaba poco a poco, y sentí cómo el líquido era irradiado a todo mi cuerpo, energizándolo,
El sabor no era agradable, tenía un dejo amargo, pero eso era un pequeño detalle en relación a los beneficios.
Mi zorro se secó demasiado pronto y dejé caer la carcasa, jadeante y feliz.
Le sonreí a Edward en agradecimiento, y él se acercó un poco más.
-Comes como una niña pequeña – Dijo sonriendo de vuelta – Hay más sangre en tu ropa que en tu estómago – Señaló y sacó un pañuelo de su bolsillo. Un pañuelo de lino con un monograma bordado. Aún existían esas cosas?
Con mucho cuidado limpió mi rostro, mirándome fijamente a los ojos.
-Eres preciosa – Afirmó y ordenó un mechón de mi cabello.
Yo bajé la mirada, avergonzada.
-Ven conmigo – Dijo él tomando mi mano – Vamos a cazar y luego te presentaré a mi familia.
Yo me quedé en mi lugar. No quería ver a su familia! No quería conocer a otros vampiros. Qué tal si eran malos? O yo no les gustaba?
Negué con la cabeza.
-Quieres cazar conmigo? – Preguntó sin soltar mi mano.
Afirmé con la cabeza.
-Pero no quieres conocer a mi familia? – Preguntó.
Negué con la cabeza.
-Ellos son buenas personas, ninguno te haría daño, y aún si lo intentaran yo estaré ahí para protegerte… - Argumentó.
Levanté la mirada y me sumergí en un mar dorado.
Él decía la verdad, lo supe.
-Y si no te sientes bien, nos podemos ir juntos un tiempo – Agregó – Hasta que te hayas acostumbrado a ser una vampira. Yo te quiero ayudar, te voy a enseñar todo lo que sé… Llevo bastante tiempo en esta vida, voy a ser un buen maestro, ya verás.
Asentí apenas. Creía en él, y si él estaba dispuesto a separarse de su familia por una perfecta desconocida yo al menos podía intentar encajar con los de mi nueva especie.
Él sonrió feliz y besó mi mano.
-No te vas a arrepentir – Prometió.
oooOooo
Corrimos por el bosque y él me enseñó a identificar el rastro de una presa, a asechar y a atacar.
Al principio seguí sus pasos con recelo, pero pronto el instinto y la necesidad se hicieron presentes y me dejé llevar. Él cazó para mí un castor y otro conejo, y una vez que vio que yo estaba dispuesta a comer, me llevó hacia un rebaño de ciervos y me impulsó a atacar por mí misma.
Me lancé sobre un gran macho antes de que éste supiera lo que sucedía, y mientras el resto del rebaño escapaba, le rompí el cuello tal como Edward me indicó.
Pensé que sería difícil, pero mi fuerza era mucho más grande que lo que podía dimensionar, así es que sus huesos se quebraron como si fueran cerillos.
Arranqué un trozo de su piel y bebí.
Bebí un montón, hasta que ya no pude más.
Pero aún no estaba satisfecha, y traté de forzarme a seguir tragando. Edward se acercó poniéndose justo frente a mi ángulo de visión y me dijo muy despacio
-Para amor, ya no puedes más.
Yo fruncí el ceño y porfiadamente no solté mi mordida, aunque no seguí succionando.
-Estás llena pero no satisfecha, verdad? – Preguntó caminando hacia mí.
Asentí una vez.
-Y tienes miedo de volver a tener hambre? – Preguntó arrodillándose a mi lado.
Asentí avergonzada, solté mi agarre del ciervo, y este cayó al suelo, desparramando el resto de la sangre. Que desperdicio, casi me agaché a lamer la hierba, y sólo el pudor de hacer el ridículo ante mi héroe me lo impidió.
-No vas a volver a tener hambre amor – Dijo él, y sonó como una promesa – Ahora me tienes a mí, y a mi familia. Nosotros vamos a cuidar de ti, ya vas a ver. Te voy a ayudar a superar esta etapa, me crees, verdad? – Preguntó.
Asentí. Si había algo en lo que podía creer en ese momento era en sus buenas intenciones.
-Vamos – Dijo extendiendo su mano para tomar la mía. Lo acepté y nos internamos otra vez en el bosque.
-Mi casa está por aquí – Me guió hacia el noroeste.
Yo me detuve en mi sitio y él se detuvo conmigo.
-Qué pasa? Tienes miedo? Te juro que nadie te va a atacar… - Dijo tomando mi barbilla para que lo mirara a los ojos.
Negué con la cabeza.
-No tienes miedo? – Preguntó.
Negué otra vez.
-Entonces…? – Preguntó frustrado. Ya se estaría aburriendo de mi negativa a hablar? Seguro que sí, y me abandonaría.
Tomé la falda de mi solera y se la mostré. Estaba andrajosa y ensangrentada, y la zona del pecho se adhería a mi piel en una corteza de sangre seca y fresca.
Me pasé una mano por el cabello y aunque conservaba la trenza que me hizo Renee formando un medio moño, las puntas estaban tiesas como un pincel sin lavar… Y además tenía hojas y ramitas por todas partes.
Seguro parecía una creatura criada por lobos, no una chica que le presentas a tus padres.
-Mis hermanas te pueden prestar ropa, dios sabe que tenemos bastante – Dijo sonriendo aliviado – Y llegando a la casa te puedes dar una ducha, o mejor aún, qué tal un baño de espuma?
Abrí mucho los ojos. Existía tal paraíso? Placeres de la civilización extinta? Dios! Un baño de tina! Agua caliente!
Asentí despacio pero apunté a su pantalón. Al principio él no entendió qué le estaba pidiendo, ya que apunté a la zona general de su entrepierna, pero ante mi insistencia finalmente comprendió y sacó su pañuelo de lino. Apunté a mi rostro, que sentía pegajoso de sangre.
-Quieres que te ayude a asearte? – Preguntó divertido. Lo empujé despacio con mi hombro para que dejara de burlarse de mí, y ese gesto lo hizo soltar una carcajada.
-Vamos, el arroyo está por acá – Me indicó.
Caminamos unos minutos en cómodo silencio y de pronto levantó la cara entusiasmado.
-Tenemos que darte un nombre!
Fruncí el entrecejo. Yo ya tenía un nombre.
-Recuerdas como te llamabas? – Preguntó.
Asentí.
-Me vas a decir tu nombre? – Preguntó – Si ya no quieres usar el antiguo está bien, muchos vampiros cambian su nombre al entrar a esta nueva vida… Yo no, sólo cambié mi apellido…
Ladeé la cabeza, confundida. Por qué querría cambiar mi nombre? Me gustaba mi nombre.
Dibujé una letra “I” en el aire.
Él pareció no entender a la primera y repetí el ejercicio.
-“I”… “I”? Tu nombre empieza con “I”? – Preguntó entusiasmado como si le hubiera regalado algo increíble.
Asentí con una sonrisa.
- Iris – Dijo.
Negué con una sonrisa.
-Ivy! – Exclamó.
Negué.
-Irene – Dijo y negué - Ingrid – Negué - India – Negué - Isla – Puse cara de WTF y negué.
-Me quieres dar una pista? – Pidió.
Sonreí y negué. Me estaba divirtiendo por primera vez en muchísimo tiempo!
-Ida – Negué - Iliana – Negué - Irma – Negué - Indira – Como la Primer Ministro de India? Negué - Ivana – Nopppp - Ilse – Negué - Ivonne – Negué - Imogenia! – Le di un empujón, reí y sacudí mi cabeza.
-Tienes una risa increíble – Murmuró deteniéndose – Deberías reír más.
Bajé la vista, nuevamente tímida.
-Ianira – Continuó como si no hubiera dicho nada.
Negué.
-Si sigues sin darme pistas y sigues negando con la cabeza te vas a marear – Me advirtió. Le saqué la lengua pero señalé un número dos con mis dedos y dibujé en el aire la letra “S”.
-La segunda letra es “S” – Afirmó. Yo asentí – Isobel!
Reí y moví mi mano en el gesto universal de “más o menos”.
-Isabel? – Preguntó.
Le hice un gesto para que continuara.
-Ishabel… - Balbuceó, lo que le ganó otro gesto de WTF.
-Isabel… Isabel… Isabelina?
Negué. No adivinaría jamás.
-Isabel… Isabela… Isab… - Siguió pensando en voz alta.
Yo salté y aplaudí.
-Isabela? Ese es tu nombre? Isabela? – Preguntó entusiasmado. Yo asentí frenética y él me abrazó y me dio una vuelta en el aire – Por fin tengo un nombre! Ahora si te quiero invitar a una cita sólo necesito tu número y una línea telefónica que funcione – Dijo sonriente.
En ese momento llegamos al arroyo y me acerqué al agua de inmediato tratando de lavar la mayor cantidad de sangre posible. Deshice mi trenza y remojé mi cabello para luego comenzar a desenredarlo con los dedos. Me llevó un tiempo, pero lo arreglé lo mejor que pude en una larga trenza cola de pez y me concentré en lavar mis brazos, piernas, cuello y rostro restregándome muy concienzudamente. Con mi solera no había nada que hacer, así es que no me molesté en intentarlo. Debía confiar en Edward… Su familia no me juzgaría por mi apariencia, ellos comprenderían…
Mientras yo hacía todo esto Edward me observaba atentamente apoyado en un árbol. Él no se había ensuciado como yo, así es que no necesitaba asearse para regresar.
Una vez que estuve lista, limpia pero estilando, él secó mi rostro con la parte limpia de su pañuelo y tomó mi mano.
-Quieres correr? – Preguntó. Dudosa, accedí, y él salió despedido como un misil. Wow! Corría igual o más rápido que yo!
Me lancé en su persecución, riendo porque él a ratos me hacía perder su rastro para reaparecer detrás de mí y asustarme. La última vez que me hizo eso tomé su mano y no la solté. Estaba cada vez más nerviosa de llegar a su casa… Qué tal si no les gustaba? Esta era una oportunidad única de vivir con mi nueva condición sin dañar a nadie, siendo aceptada por una pequeña sociedad… Tal vez no era mi destino estar sola después de todo… Pero mi futuro dependía de esta primera impresión.
-No tengas miedo – Dijo apretando mi mano – Yo estoy contigo.
Caminamos de la mano unos minutos más y de entre el follaje pareció emerger una enorme casa de madera y vidrio, de un diseño ultra-moderno, pero a la vez tremendamente invitante.
No alcancé a procesar mis pensamientos cuando escuché un agudo chillido de una chica gritando desde una ventana del tercer piso.
-Jas! Esme! Edward está aquí! Y tenemos visita!
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Chan!
Espero les haya gustado tanto como a mí… Debo confesar que esta historia me tiene muy entusiasmada!
Opiniones?
     


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