martes, 22 de septiembre de 2015

Apocalipsis 10

Ooookay, creo que me falta uno o do capítulos para terminar este fic… Probablemente dos… Espero que les guste nuestro Chico Galleta con su Bella, y si pueden escuchen la canción de este capítulo, que es muy bonita.
Cariños,
A.
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Capítulo 10
Soy, el que quererte quiere como novia soy,
El que te llevaría el sustento día a día, día, día,
El que por ti daría la vida, ese soy.
Aquí estoy a tu lado,
Y espero aquí sentado hasta el final,
No te has imaginado,
Lo que por ti he esperado pues eres,
Lo que yo amo en este mundo eso eres,
Cada minuto en lo que pienso eso eres,
Lo que más cuido en este mundo eso eres.
Eres / Café Tacuba

BELLA POV
Me desplomé en el suelo como una muñeca de trapo… Creo que de haber sido humana me habría desmayado, pero como vampiro simplemente fui drenada de toda mi energía al lanzar un escudo físico que empujó a los extraños a una distancia considerable y destruyó todos los árboles a decenas de metros a la redonda. Lo único que se mantenía en pie era Alec, inafectado por mi poder, y que inmediatamente se agachó para tratar de recogerme.
-NO!- Le dije en lo que pretendía ser un grito, pero mi garganta estaba apretada de puro terror y me salió casi un chillido. Rodeé mi cuello con una mano y con la otra le señalé a los intrusos, desesperada. Él miró por sobre su hombro al trío que se ponía de pie torpemente, como aturdidos y sin darles más que una mirada de desprecio, los afectó con su don.

Los tres quedaron paralizados en su lugar.
-Ven Isabella, ponte de pie, nadie nunca más te va a hacer daño… Ahora estoy yo para protegerte – Dijo acariciando mi rostro.
“Cansada”, modulé. No me podría mantener de pie  a menos que me apoyara en algo, y lo sabía… Mejor quedarme tranquila en el suelo y estorbar lo menos posible. Estaba claro que Alec sabía lo que hacía.
-Está bien – Concedió arreglando un mechón de mi cabello – Lo que va a pasar a continuación no te va a gustar… Si me dejas puedo evitar que escuches y tú puedes cerrar los ojos o mirar hacia otro lado… Puede ser?
Podría bajar aún más mis defensas? No es como si yo supiera manejar mi escudo a voluntad, pero si había un momento en el que estaba vulnerable y exhausta era precisamente ese, cuando no tenía energía ni para sentarme derecha.
Cerré mis ojos y me concentré en Alec. Él era mi creador… Mi Pareja… Él me protegería… Él sería quien se hiciera cargo de todo, nadie podría llegar a mí… Él olía a cosas buenas… A Galletas de Navidad…
Poco a poco mis barreras fueron cayendo una a una, como las capas de una cebolla, hasta dejarme desnuda, más frágil que nunca antes. Lo miré a los ojos buscando reafirmación y él me sonrió, me besó suavemente en los labios y así nada más, el mundo se quedó en silencio.
Alec me tomó en sus brazos y me acercó al río dando la espalda a nuestros atacantes, quienes seguían paralizados.
Una vez que me acomodó besó mi mejilla y tomó mis manos y me cubrió los ojos con ellas, señalándome que podía decidir qué ver y qué no.
Yo asentí y haciendo un esfuerzo enorme encogí mis rodillas y las abracé. Fijé mi vista en el río y no la desvié ni un centímetro del punto elegido. No quería ver nada, la violencia me aterraba, y no quería ver ni imaginar a mi Chico Galleta haciendo algo tan horrible como lo que imaginé que estaba sucediendo tras de mí.
Pasaron los segundos… Trescientos veintisiete para ser exacta, y Alec entró en mi rango de visión, caminando cautelosamente para no asustarme. Era un gesto considerado, pero él no podía asustarme, ya que antes de verlo ya lo presentía. Las vibraciones en el aire cambiaban cuando él estaba cerca de mí.
Su ropa estaba manchada con el equivalente vampírico de la sangre, y yo lo recorrí con la mirada frenética en busca de señales de alguna herida.
-No me pasó nada, Bella – Dijo y lo escuché perfectamente – Este veneno no es mío.
Asentí.
Ok… Alec era un asesino, eso ya lo sabía.
Me asustaba, pero lo sabía.
Y me di cuenta de que finalmente lo único importante era que él no hubiera sido herido…
Debía acostumbrarme a la idea de que mi chico era un soldado. Estos no eran sus primeros cadáveres y ciertamente no serían los últimos.
Mientras él no se convirtiera en uno podría aprender a sobrellevarlo.
Entonces Alec me tomó en sus brazos y me dijo
-Cierra los ojos Isabella, descansa… Te llevaré a casa.
Acomodé mi cabeza bajo su mentón y obedecí.
Alec corrió extremadamente rápido, pero aun así nos demoramos un buen rato en regresar.
-Ya estamos aquí – Me dijo en un susurro contra mi cabello, y yo abrí los ojos para ver que nos encontrábamos en el bosque que rodeaba la mansión de los Cullen.
Entramos en la casa sin golpear y vimos que todos estaban en el living, más o menos tal como los habíamos dejado al irnos, sólo que más cómodos y haciendo distinta actividades:
Jane estaba acostada sobre su estómago en la alfombra, hojeando un enorme libraco de aspecto antiguo. Capté algunas palabras y vi que estaba escrito en alemán.
Heidi, Rosalie y Alice estaban sentadas conversando amigablemente, rodeadas de viejas revistas de moda.
Jasper, Emmett y Félix jugaban a las cartas, y evidentemente hacían trampas, de acuerdo a los insultos y amenazas que se proferían mutuamente.
 Edward por su parte tocaba las Nocturnas de Chopin en el piano de cola.
Y Carlisle y Esme armaban un puzle de unas dos mil quinientas piezas  con la foto de unos molinos suizos, en la mesa del comedor.
Agh! Si esto era ser inmortal me moriría de aburrimiento.
Hasta mi rutina humana en la cabaña de Phil era más entretenida y gratificante…
Pero nuestra abrupta entrada lo revolucionó todo.
-Jane! Félix! – Llamó Alec – Fuimos atacados por el vampiro de la Biblioteca de Phoenix y su clan!
-Por dios, están bien? – Preguntó Esme.
-Ninguno de los dos estamos heridos – Respondió Alec depositándome con cuidado en el sillón más grande – Pero Bella lanzó su escudo con mucha fuerza y la dejó exhausta. Necesitamos alimentarla de inmediato.
-Nosotros podemos ayudar… – Dijo Carlisle mirando a Edward de reojo.
-Gracias Carlisle, pero Isabella necesita sangre humana, la sangre animal es demasiado débil para alguien con sus habilidades – Dijo Alec sin soltar mi mano.
-Alec? – Preguntó Félix esperando instrucciones.
-Río abajo, corran una media hora hacia el sur y se encontrarán con nuestro rastro, me encargué de dejar señas – Respondió Alec.
-En qué condiciones los dejaste? – Preguntó Jane.
-Cuerpos apilados, cabezas enterradas a cien metros de distancia, el sitio es inconfundible porque Bella hizo volar todos los árboles a nuestro alrededor – Dijo él oscuramente – Si los quieres volver a armar y jugar, lo dejo a tu criterio.
-Por supuesto que los voy  volver a armar – Dijo mi cuñada con una sonrisa adorable y maléfica a la vez, casi relamiéndose de la anticipación.
Y con eso, ella y Félix desaparecieron. No estoy segura de si Heidi los acompañó o simplemente salió de la casa para no molestar.
-Alec lo que te ofrezco es sangre de donante, tengo una pequeña reserva congelada para casos de emergencia… - Dijo Carlisle en cuanto pudo volver a hablar.
-No! – Exclamó Edward muy alterado – No! Bella no puede beber sangre humana! Ella no quiere ser una asesina!
-No te atrevas a tratar de hablar por mi mujer, Cullen – Gruñó Alec – Y menos cuando está en juego su salud!
-Te estás aprovechando de su estado de vulnerabilidad – Acusó Edward – Para hacerla beber sangre humana y convertirla en alguien como tú.
-No hablen de mí como si no estuviera presente! – Susurré soltando a Alec y cubriendo mi garganta con ambas manos. Mi voz para un humano habría sido apenas audible, pero los vampiros me entendieron perfectamente
Se hizo el silencio y todos se voltearon a verme.
-Así es que después de todo hablaba la mudita… - Dijo Rosalie con una mueca de satisfacción – Solo que no con Edward.
-Tienes razón Isabella, eres tú quien debe tomar sus decisiones – Dijo Alec mirándome intensamente. Este era el momento clave. Si optaba por la sangre humana estaría aceptando a Alec y a nuestro lazo. Pero si me negaba e insistía en la “opción vegetariana” sería el equivalente a elegir a Edward y escupirlo en el rostro… En público.
-No me gusta la idea de la sangre humana – Dije muy despacio, esforzándome en sacar cada palabra de mi garganta – Pero estoy muy débil y la sangre animal no me satisface lo suficiente, mi escudo me demanda demasiada energía… Alec tiene razón - Carlisle asintió sin palabras y desapareció.
-Pero te podemos ayudar a satisfacerte! – Exclamó Edward – Podemos cazar más seguido…
-No Edward – Susurré tratando de ignorar a los demás, que escuchaban atentos el desarrollo de los acontecimientos – Acabaría con la fauna local en un mes… Además… - Agregué - Mi lugar está junto a mi Pareja.
-No! Tienes alternativas! Eres libre de contemplar tus opciones – Dijo Edward acercándose a mi sillón.
Alec gruñó de manera amenazante y feral, y me aferré nuevamente a su mano tratando de serenarlo. Yo no quería que le sucediera nada malo a Edward, porque el que yo le gustara no era un pecado, y él no había sido más que amable y atento conmigo.
-Mi lugar está con Alec – Repetí casi afónica – Es mi Pareja y lo necesito. Les agradezco mucho su hospitalidad, pero ya no les seguiré causando problemas…
-Bella… - Murmuró Edward.
-He sido paciente, Cullen – Dijo Alec comenzando a sulfurarse – Pero no sé cuánto más pueda resistir tus avances. Isabella es mía…!
-Alec! – Tironeé de su mano hasta que se sentó en la alfombra quedando con su cabeza junto a la mía – Basta! – Acaricié su cuello y nuca, adivinando que el contacto físico lo serenaría.
-Vamos Jazz! – Dijo Alice súbitamente, arrastrando a Jasper. No entendí por qué hasta que vi a Carlisle acercarse con un tazón lleno de líquido rojo y espeso y un termo mediano.
-Emmett! – Chilló Rosalie empujando a su hombretón hacia el jardín. Al parecer tampoco él tenía muy buen control sobre su sed… Los pobres Cullen estaban famélicos, lo que reafirmó la idea en mi mente de que aunque el concepto de no matar humanos es muy bonito y utópico, la realidad es que nuestra fuente de alimentación natural no es la sangre animal.
Alec me ayudó a sentarme derecha y recibió el tazón de manos de Carlisle y lo acercó a mis labios. Dios! El aroma era intoxicante, y el sabor… El sabor era una maravillosa explosión de sensaciones en mis papilas gustativas que me hizo gemir de deleite. Era el equivalente gustativo a reencontrarme con Alec, era simplemente lo que se sentía correcto. Cada trago era como una dosis de ambrosía y Red Bull directo a la vena, llenándome de energía y eliminando todos mis malestares.
Para cuando terminé y abrí los ojos, Alec sostenía el termo entre sus manos y tenía los ojos completamente negros. Por un momento pensé que estaba molesto conmigo, pero al chocar nuestras miradas él entrecerró los ojos y se lamió el labio inferior lentamente.
No, no estaba enojado. Estaba excitado.
El espacio entre nosotros pareció cargarse de electricidad y ninguno de los dos se movió, tratando de no romper el hechizo.
-Ejem… Alec… - Interrumpió Carlisle, incómodo después de lo que asumo fue un largo silencio – Bella necesita más de una taza para recuperarse…
Alec pareció despertar de su ensueño y de inmediato llenó mi tazón.
-Mejor? – Preguntó con voz ronca.
Asentí sin dejar de beber. Era maravilloso, la primera vez desde ese horrible día en la Biblioteca de Phoenix que me sentía bien. Nada me dolía, nada me quemaba, no tenía ninguno de los síntomas de mi separación con Alec, ni esa debilidad e insatisfacción permanente.
El Chico Galleta tenía razón… Esto era lo que necesitaba.
Alimento.
oooOooo
Después de algunos minutos, Edward salió del living furioso y corrió hacia el bosque, y Carlisle y Esme se retiraron a su habitación.
Y Alec y yo quedamos solos.
-Alec… - Murmuré entre sorbos de deliciosa sangre.
-Mmmmm? – Preguntó ausente mientras jugaba con un mechón de mi cabello.
-Me quiero ir de aquí… Le estoy haciendo daño a Edward y estamos incomodando a los Cullen, y eso no está bien, ellos me han ayudado mucho… - Dije reclinando mi rostro en su mano y besando castamente su muñeca.
-En cuanto Jane y Félix regresen nos largamos – Dijo él.
-Gracias… - Mascullé.
-Quieres que te ayude a hacer un bolso con tus cosas? – Preguntó.
-No… No tengo cosas… - Admití avergonzada.
-Estoy seguro de que no tendrán problemas en darnos o vendernos algo de ropa para ti – Afirmó.
-No quiero molestar…
-No será una molestia, Bella, los Cullen no son precisamente austeros, si algo les debe sobrar es ropa de mujer  – Dijo él delineando mi perfil con la yema de su dedo índice. Yo cerré los ojos y disfruté del contacto con su piel – Te puedo dar un beso? – Preguntó.
Asentí y me forcé a no desviar la mirada.
Él se acercó muy despacio y yo humedecí mis labios, haciéndolo entrecerrar los ojos, nublados de deseo… Un deseo que nunca antes había visto, y menos dirigido a mí.
Y así, al unir nuestras bocas, toda cautela se fue al demonio… Me besó fuerte, invadiendo cada espacio, explorándome e incitándome a participar, a enredar mi lengua con la suya, a beber sus gemidos, a saborearlo, a sentirlo…
Sus manos se movieron desde mi cintura por debajo de mi ropa, acariciando mi costado, subiendo, subiendo, haciéndome retorcerme de placer. La adrenalina estaba al máximo y lo único que deseaba era sentir mi piel desnuda contra la suya, nuestras respiraciones sincronizadas, la fricción, su textura…
-Isabella, estás desnuda! – Exclamó contra mi boca.
-Ugh? – Pregunté abriendo los ojos apenas.
-Estás. Desnuda. – Me dijo marcando cada palabra y deslizando su mano hacia mi espalda, sin encontrar ningún obstáculo.
-Tengo esta blusa… - Dije sin entender realmente cual era el problema.
-No llevas sujetador – Afirmó – Por qué no llevas sujetador?
-Porque no tengo! – Dije sentándome y alejándome de él. Me estaba haciendo sentirme incómoda – Ninguna de las mujeres de esta casa tiene mis medidas, y no veo cual es el problema! No es que se note – Dije y bajé los ojos avergonzada al recordar que Edward sí que lo había notado cuando me lavé en el río.
Viéndolo desde su punto de vista… Me gustaría que otras chicas vieran a Alec medio desnudo? Un gruñido amenazante estuvo a punto de emerger de mi garganta.
Oh no, hasta ahí me llegaba lo pacifista… Mataría a quien se atreviera a mirar con deseo a mi Chico Galleta.
-Hay algo que no me estás diciendo – Afirmó tomando mi mentón y apuntando mi rostro hacia él.
-No es nada importante – Le dije suspirando – Supongo que tienes razón, necesito ropa interior – Admití bajando la mirada otra vez.
-Bella, no quiero que pienses que soy un troglodita controlador y celoso, yo rara vez me comporto así, pero tú me provocas todos estos nuevos sentimientos… Contigo es todo tan intenso… Y el hecho de que aún no me hayas aceptado por completo… Voy a aprender a controlarme… Te lo prometo – Me dijo mirándome con ojos de cachorrito regañado. Me derritió.
-Yo no dejaría que nadie más que tú me tocara – Le dije calladamente después de un incómodo rato de silencio – Y tengo mi escudo para impedirlo…
-Lo sé, preciosa, lo sé… No dudo de ti, simplemente aún no me acostumbro a tenerte a mi lado, a que me vayas a dar una oportunidad… Bella, has sufrido tanto en tu corta vida que tienes todo el derecho de estar amargada y desconfiar de todos, pero en lugar de eso sigues adelante, y no sólo eso, sino que estás dispuesta a darme una chance a pesar del miedo que te produje al transformarte… - Me explicó.
-Ya no me das miedo – Dije estirando la palma de mi mano para abarcar su mejilla. Él besó mi muñeca.
-Qué te doy? – Sonrió travieso.
-Mariposas en el estómago – Admití.
-Preciosa… – Beso en la mejilla – Preciosa… - Beso en la otra mejilla – Preciosa… - Beso en la frente – Preciosa – Un gran beso en los labios.
-Qué te doy yo? – Pregunté jadeando, modulando las palabras contra su boca.
-Tú? Me das un motivo para vivir – Respondió con su frente contra la mía.
oooOooo
Un rato después aparecieron Carlisle y Esme en el living. Alec se levantó y se llevó a Esme a la cocina y Carlisle se acercó lentamente a mí y se sentó en la poltrona que estaba a mi lado.
-Cómo te sientes Bella? – Preguntó.
-Mejor de lo que me he sentido desde que era humana – Respondí sonriendo serena.
-Me alegro… Supongo que eso confirma lo que ya sabíamos… - Dijo vagamente.
-Qué cosa? – Pregunté.
-Que la dieta animal no es para ti – Respondió.
-Cómo puedes decir eso? – Pregunté escandalizada – Pensé que odiabas a los come-humanos.
-Yo no odio a nadie, simplemente elegí la opción que me permitía vivir en paz conmigo mismo… Pero eso no quiere decir que no acepte lo que soy – Dijo en un tono de voz extremadamente razonable.
-Yo no quiero convertirme en una asesina… - Confesé - No quiero ser como esos animales que vi en la tele el día de “La Gran Revelación”.
-No lo serás – Me aseguró – Eres una buena chica, con el corazón bien puesto en su lugar... El sólo hecho de que hayas luchado tan fuertemente contra tus instintos de alimentarte y de emparejarte para evitar dañar a inocentes lo demuestra.
-Pero necesito a Alec… – Admití como si fuera un pecado muy terrible.
-Por supuesto que lo necesitas – Asintió – El de la Pareja es el lazo más importante y poderoso que puede unir a dos vampiros, y eres muy afortunada de haberlo encontrado desde el principio.
-No estás enojado porque no me quedaré con Edward? – Pregunté curiosa.
-Enojado? No – Negó – De ninguna manera… Tal vez un poco decepcionado, después de todo no me gusta ver sufrir a mi hijo – Afirmó. Yo sentí nuevamente el peso de mis decisiones y agaché los hombros avergonzada – Pero… – Dijo y llamó mi atención – No hay absolutamente nada qué hacer al respecto, no es una situación que esté bajo tu control, y aún si racionalmente decidieras quedarte con nosotros, nunca podrías sentirte plena. Siempre extrañarías a Alec, y Edward finalmente no podría ser feliz sabiendo que existe la sombra de otro hombre entre los dos.
-Edward sabe todo eso? – Pregunté.
-Lo sabe a un nivel intelectual – Respondió – Pero se niega a creerlo, porque está prendado de ti. Eres su primer amor.
-Pero él apenas me conoce… - Argumenté.
-Eso no es relevante – Dijo Carlisle encogiéndose de hombros – El amor no sabe de lógica ni de tiempos apropiados… Pero no te preocupes lo va a superar…
-Lamento haber irrumpido en la vida de todos de esta manera – Le dije.
-Para nosotros ha sido un placer tenerte entre nosotros, lástima que no pudimos ayudarte más – Respondió.
-Carlisle… Te puedo preguntar algo? – Dije con voz temblorosa.
-Por supuesto – Dijo inclinándose hacia mí.
-Los Volturi… Son malos? Por qué estaban ustedes tan asustados cuando ellos aparecieron?
-No Bella, no son malos. Pero si son los vampiros más poderosos del mundo, y en este complejo momento de caos y violencia no es una buena idea estar del lado errado de la ley. Tú eres la Pareja del Regente de Norteamérica – Dijo – Esa es una responsabilidad muy grande, porque vas a tener influencia sobre muchas vidas, tanto humanas como vampíricas
-Yo? Qué influencia podría tener yo? – Pregunté – Ni siquiera sé beber sangre como un vampiro de verdad…
-Tú conservas mucho de tu humanidad, y por eso puedes ayudar a protegerla, porque los humanos aún te importan. No digo que te convertirás en gobernante, pero sí que vas a ser la consejera de Alec, porque eres una de las pocas personas a quienes le pedirá su opinión antes de actuar.
-Alec dijo que me ayudaría a proteger a los humanos – Confesé – Partiendo por mis padres, hablamos de que tal vez podríamos crear santuarios o algo así…
-Me parece excelente – Me sonrió Carlisle – Ves cómo ya estás ejerciendo una influencia positiva sobre él?
-Carlisle… - Murmuré – Tú crees que llegado el momento te interesaría participar conmigo en el proyecto de los santuarios? Eres el único vampiro que conozco al que le importan las condiciones en las que viven actualmente los humanos, y voy a necesitar la guía y la ayuda de alguien más sabio y experimentado…
-Viejo Bella – Rio – Viejo, puedes decirlo.
-Bueno, necesito de la ayuda de un vampiro viejo como tú – Reí.
-Va a ser un honor y un privilegio Isabella, cuando necesites de mi ayuda no tienes más que pedirla. Ahora… Me dejarías revisar el estado de tu cuello? – Preguntó sin moverse.
Inmediatamente me lo cubrí con ambas manos y negué con la cabeza.
-Te prometo que no te voy a tocar – Me dijo – Sólo déjame acercarme un poco. Voy a necesitar que abras la boca y saques la lengua, eso es todo. Cualquier palpación te la vas a hacer tú misma, está bien?
Asentí renuente y me quedé tiesa como una estatua mientras él me revisaba desde la mayor distancia posible.
-Y? – Preguntó Alec detrás de mí. No me había dado cuenta de que había entrado a la habitación, tan asustada estaba de que si me descuidaba, Carlisle me tocaría.
-No veo nada anormal – Dijo Carlisle – De acuerdo a lo que me dijeron Isabella como humana sufrió un daño severo en la tráquea, el cual fue reparado con su transformación. Sus cuerdas vocales se ven saludables y no veo problemas anatómicos de otro tipo.
-Entonces por qué no puede hablar? – Preguntó Alec – Y por qué cuando habla lo hace como si estuviera afónica… - Dijo con su mano sobre mi hombro – Algo debe haber quedado dañado, no? Cómo la podemos ayudar?
-Bella sufrió un trauma bastante severo, y la consecuencia es esta disfonía psicológica. Ella no tiene un problema físico, sino mental... Bella probablemente siente que aún está dañada y ultrajada por el ataque sufrido. Cuando se sienta a salvo y tranquila otra vez, va a volver a hablar a un volumen normal… Y tú juegas un papel importante en esa recuperación – Agregó.
-Qué crees tú? – Me preguntó Alec a mí sentándose en el sillón y levantándome para sentarme en su regazo. Me dio un poco de vergüenza que Carlisle nos viera así, pero me distraje rápidamente por sus manos en mi estómago.
-Me siento segura contigo – Susurré en su oído.
-Y eso es más de lo que logramos en todos los días que te quedaste con nosotros – Concluyó Carlisle poniéndose de pie.
-Es una buena persona – Hablé contra la mejilla de Alec, que acariciaba mi costado en pequeños círculos que no hacían más que desconcentrar mi de por sí disperso cerebro de neófita.
-Lo es – Asintió lamiendo el lóbulo de mi oreja y causándome escalofríos – Puedo entender por qué Aro lo respeta… Sobre el resto de su familia no estoy seguro, pero Carlisle es un hombre decente.
-Entonces por qué te portaste tan grosero cuando llegaron? – Pregunté.
-Porque en lo que respecta a ti y a mí no hay medias tintas Isabella. Necesitaba encontrarte, y si Carlisle o cualquiera de los Cullen se interponía, lo pagaría con su vida – Dijo sin cambiar el tono de voz, como si estuviera relatando algo obvio.
-Alec – Dije acariciando su cabello – Prométeme que te vas a portar bien… Entiendo tu trabajo, aunque no me guste, pero no quiero que mates por matar o que hagas sufrir innecesariamente a tus víctimas… Es la única manera en la que voy a respetarte y en la que no te voy a tener miedo…
-No quiero que me temas! – Exclamó – A ti jamás te haría daño…
-Físicamente tal vez no – Concedí – Pero no puedo vivir con un hombre cruel y sanguinario… Yo quiero trabajar por la paz, y no puedo hacerlo si lo que yo construyo lo destruyes tú…
-Vamos a trabajar juntos, ya te lo prometí – Me dijo acomodándome para que yo quedara a horcajadas sobre sus muslos, mirándolo de frente.
-Y me vas a querer? – Pregunté muy bajito.
-Y te voy a amar – Me aseguró con una brillante sonrisa.
-Y me vas a cuidar? – Pregunté dándole besitos de esquimal.
-Con mi vida – Dijo estirando los labios para besarme, pero yo me retiré justo a tiempo. Él hizo un precioso puchero.
-Vamos a ser un cambio positivo, verdad? – Pregunté.
-Para quién? – Preguntó confundido.
-Para tu gente – Le dije – Para los vampiros y humanos de Norteamérica, los que viniste a gobernar…
-Tal vez no para todos, para ordenar y reconstruir primero deberemos tener mano dura con los malos elementos – Dijo honestamente – Pero trataré de ser justo y no abusar de mi poder.
-Supongo que es todo lo que te puedo pedir – Le dije, e inclinándome lentamente, lo besé por mi propia iniciativa.
oooOooo
Nos fuimos apenas unas horas después. La despedida no fue difícil ya que no había creado lazos cercanos con nadie salvo con Edward, quién estaba mucho más afectado de lo que me pareció adecuado considerando que apenas nos conocíamos. Era como si más que el hecho de que yo me fuera, le afectara el perder la “idea” de lo que podríamos haber sido juntos.
Era triste, pero no podía hacer nada al respecto. No podía quedarme a su lado, porque no podía separarme de Alec, y más importante que eso, porque no quería hacerlo.
Al subir al auto noté que Alec subía un gran bolso al maletero.
-Y eso? – Pregunté.
-Tu ropa –Respondió sentándose a mi lado y dejándome al medio entre él y su hermana.
-Yo no tengo ropa… - Balbuceé.
-Claro que tienes – Me dijo – Es el regalo de despedida de Esme.
-Oh! No era necesario! Le pediste su ropa vieja! Qué vergüenza, se debe haber sentido obligada por esto de que ustedes son los Regentes y todo eso… - Dije con el rostro entre las manos.
-Nada que ver! – Exclamó – Le ofrecí comprársela, pero no quiso ni oír hablar de algo semejante! Me dijo que todo lo que había en el closet de tu habitación ya era tuyo, así es que sólo agregamos un par de artículos extra…
-“Artículos extra”? – Pregunté.
Él levantó una ceja.
Oh… Oooooh… Sostenes… Alec había estado negociando por sostenes! Trágame tierra! De haber podido habría enrojecido hasta las orejas.
-Y ahora, adónde vamos? – Pregunté para cambiar de tema.
-Tú y yo vamos a Olimpia,  Félix, Heidi y Jane seguirán de largo hasta Seattle. Cuando hayan terminado la limpieza allá, regresarán a recogernos y volveremos a sur, para retomar nuestro cronograma – Me explicó Alec.
-Y nosotros nos quedaremos en Olimpia porque… - Dije sin comprender cuál era la idea. Querían que comenzara a trabajar con ellos así nada más? Nop, no lo haría.
-Porque necesitamos un tiempo a solas – Respondió encogiéndose de hombros. Dios! Es que nada lo avergonzaba? Por el espejo retrovisor pude ver que Heidi tenía una sonrisa divertida en el rostro, Félix manejaba y miraba por la ventana, y Jane me observaba abiertamente.
Bajé la mirada otra vez, mortificada. Tal vez algunos días a solas nos harían bien, porque una cosa era aceptar mi relación con Alec y otra muy distinta era desarrollarla a vista y paciencia de tres desconocidos en el reducido espacio del interior de un auto.
-Quieres quedarte en Olimpia o prefieres que vayamos todos juntos a Seattle? – Me preguntó Jane de frente, sin dobleces.
Miré a Alec y me perdí en sus hermosos ojos, en su cabello desordenado y su delicioso aroma a galletas de navidad. Me miraba expectante y también un poco nervioso, y supe que yo no era la única que tenía miedos e inseguridades… Por muchos siglos que Alec hubiera vivido, nunca antes estuvo con su Pareja, por lo que la experiencia era en cierta forma, nueva para él también.
-Olimpia – Respondí sin dejar de mirarlo – Nos quedamos en Olimpia.
La sonrisa que mis palabras provocaron en Alec, fue maravillosa.
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