A ver qué les parece.
Abrazos y gracias a quienes se toman un momento para comentar.
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Capítulo 14
At last
My love has come along
My lonely days over
And life is like a song
Oh at last
The skies above are blue
Well my heart was wrapped up in clover
The night I looked at you
I found a dream
That I could speak to
A dream that I could call my own
I found a thrill
To press my cheek to
A thrill that I have never known
Well.
My love has come along
My lonely days over
And life is like a song
Oh at last
The skies above are blue
Well my heart was wrapped up in clover
The night I looked at you
I found a dream
That I could speak to
A dream that I could call my own
I found a thrill
To press my cheek to
A thrill that I have never known
Well.
At Last / Etta James
Bella POV
Llegamos de regreso a la casa y mientras yo metí mis cosas a
la maleta James metió mi comida en el auto. Luego fui por última vez al baño y
me fui a sentar al auto mientras él hacía lo posible por disimular mi esencia.
Los Cullen por supuesto sabrían que un humano y un vampiro estuvieron en su
casa, pero no tenían que saber qué humano ni qué vampiro, especialmente Edward,
que se volvería loco de sed.
En definitiva, yo pensé que James trataría de ventilar, pero
en lugar de eso se fue a la cocina a calentar agua y hervir puñados de hierbas
que trajo del enorme jardín y me pidió que saliera de la propiedad y no
volviera a entrar, ya que él trataría de cubrir nuestros rastros con olores que
los hicieran irreconocibles, aunque supieran que estaban ahí.
Me fui a sentar con Blondie y encendí la radio, y esperé
unos buenos cuarenta minutos más aburrida que una ostra. La música de los años
cincuenta es buena, aunque se pone mejor hacia finales de la década, pero
sufría de un defecto enorme, y es que era tremendamente monotemática. Todo era
amor romántico, y nada más. Ni siquiera había vivencias personales o reflexión
en las letras, sino que como todo lo demás, era una pantalla que expresaba lo
políticamente correcto…
Como que me dieron ganas de escuchar a la inigualable Alanis
en plena furia de los años 90s cantando
Te olvidaste de mí?
Señor Duplicidad,
Odio molestarte a
mitad de la cena,
Fue una bofetada en
el rostro,
Lo rápido que fui
reemplazada,
Y estás pensando en
mí cuando te la follas?
(*A/N: You Oughta Know
/ Alanis Morissette)
Canciones que buenas, regulares o malas expresaban
sentimientos a carne viva, emociones violentas, honestidad, y no tanto “Chalalala”, “Mi chica esto o lo otro”, “Chalalala”.
Claro que en mi época seguían apareciendo montones de
canciones huecas de contenido cada día, pero al menos había diversidad, la
posibilidad de elegir entre cientos de géneros y artistas
Es gracioso cómo es cierto el dicho “Ten cuidado con lo que
deseas…”. Lo que pensé que más apreciaría de este período, la “paz y el orden”,
era justamente lo que ahora crispaba mis nervios.
Gracias al cielo me encontré a James el primer día, y
gracias a dios a él le importan bien poco las convenciones sociales y me acepta
como soy.
oooOooo
-Despídete de la casa, nos vamos – Dijo James entrando al
auto y sentándose en el asiento del conductor.
-Adiós casa de Edward! – Me despedí con una seña desanimada.
Éste era un lugar que en algún momento me hizo ilusión conocer, pero ahora
sentía sólo alivio al partir.
-Estás bien? – Preguntó.
Asentí.
-Qué estabas haciendo en la casa? – Pregunté mientras nos
alejábamos por la avenida.
-En el botiquín del baño del doctor encontré una botella de
aceite esencial de eucaliptus, que se usa desde siempre para desbloquear los
pulmones de los humanos, pero para nosotros es un casi olor insoportable por lo
intenso. Lo diluí un poco en agua y lo esparcí con un atomizador que encontré
entre las herramientas de jardín de la bodega. Rocié especialmente los lugares
que más frecuentaste, la habitación de Alice, el sillón, el baño y la cocina, y
quedaron terribles. Además preparé infusiones de hierbas como lavanda y menta y
cítricos como cáscara de limón, los mesclé con bicarbonato y los usé para
rociar los demás sitios, desde la terraza al columpio, la piscina, la escalera,
etc.
-Bicarbonato? – Pregunté – Dónde aprendiste a hacer eso?
-Es una receta antiquísima – Respondió – Los aromatizantes y
perfumes tienen miles de años de antigüedad, recuerda que hasta en la biblia
aparece que a Jesús le regalaron incienso y mirra, 2 de 3 regalos eran
perfumes.
-Crees en dios? – Pregunté de pronto, intrigada.
-No – Respondió con firmeza, súbitamente serio – No creo ni
quiero volver a creer.
Ooooook… Eso fue incómodo… Decidí callarme la boca y dejarlo
en paz por un rato. Estiré mi mano hacia él y entrelacé mis dedos en los suyos,
logrando que se relajara casi de inmediato.
oooOooo
Nos saltamos la hora de almuerzo porque yo tenía algo de
fruta que debía comer antes de que se arruinara, y nos detuvimos pasadas las 3
de la tarde en una parada de camioneros a mitad de la carretera (ya que en ese
entonces las estaciones de servicio no tenían restaurantes como en la
actualidad).
Obviamente, como muchas de las cosas que sonaban bien en
teoría, no resultó como esperábamos en la práctica, porque en cuanto abrí la
puerta del local escoltada por James, las conversaciones se detuvieron y todos
los ojos parecieron fijarse en nosotros. Bueno, más que nada en mí, la verdad
es que los parroquianos fueron bastante groseros.
Incómoda, los ignoré a todos y me aproximé al mesón con
James respirándome en el cuello y la mano firme en mi cintura, y le pedí al
dependiente una gaseosa y un sándwich para llevar. Ni loca me quedaría a comer
“el menú del día” rezando para que nadie comentara algo inapropiado y acabara
ahogándose en su propia sangre o ahorcado en sus propias tripas.
Mal momento para usar pantalones había elegido, ya que podía
sentir las miradas lujuriosas fijas en mi trasero, pero para ignorarlas debía
seguir dándoles la espalda, y aunque mantuve una postura corporal indiferente,
sentí cómo se sonrojaba mi cuello y mis mejillas.
El murmullo de conversación lentamente comenzó a hacerse más
fuerte hasta llegar a su volumen original, pero James se fue envarando más y más,
hasta quede debió soltar mi costado por miedo a hacerme daño. Traté de
abrazarlo para que se calmara, pero fue peor.
-Anda a esperar al auto – Me dijo secamente.
-Pero si el sándwich ya viene! – Me quejé. Cuánto podía
tardar un sándwich de jamón y queso?
-Isabella, ahora! – Exclamó con los dientes apretados
entregándome las llaves de Blondie.
Abrí la boca para rebatir, pero al mirarlo lo vi tan
incómodo que me empiné para plantarle un beso en la mejilla antes de que me lo
impidiera y salí por la puerta con la mirada baja para no provocar a nadie.
El sitio del estacionamiento que elegimos para aparcarnos
estaba cubierto por la sombra de una hilera de enormes pinos, y alejado de los
camiones que se ubicaban en una zona especial para vehículos de carga.
No había nadie a la vista, así es que abrí las ventanas del
auto, prendí la radio, me saqué las sandalias, trepé la carrocería, y me
recosté en el capó apoyando la espalda en el parabrisas. El aire fresco y la
brisa otoñal eran bastante más agradables que el interior caliente del auto.
Pocos minutos después apareció James echando humo por las
orejas y una bolsa de papel en la mano.
-Schatz? – Pregunté confundida.
-Por qué no estás en el auto? – Ladró al verme, metiendo
violentamente la bolsa por la ventana sobre uno de los asientos.
-Agh? – Pregunté – Pero si estoy en el auto, dónde más?
-Estás sobre el
auto, no en el auto como te pedí.
Deberías estar sentada dentro del auto con las ventanas cerradas y los
pestillos puestos! – Dijo furioso.
-Primero que nada, baja el tono, no eres quién para tratarme
de ese modo – Dije bajando el tono pero intensificando mi voz - En segundo, yo
no soy un telépata y no tengo por qué tener que tratar de adivinar tus deseos
si no me los expresas claramente. Me pediste que viniera al auto y yo en vez de
cuestionarte como pude haberlo hecho, te hice caso y salí del lugar, no veo
cual es la diferencia…
-Es que quieres que te vuelva a pasar lo mismo otra vez,
Isabella? – Rugió asustándome como nunca, se veía fiero e incluso menos contenido
que la noche anterior – Quieres que te ataquen como anoche?
-De… De qué estás hablando? – Pregunté alejándome de él todo
lo que me permitió la superficie delantera del auto.
-Es que no fue suficiente que te golpearan y abusaran de ti?
Buscas que alguien termine el trabajo? – Preguntó más enojado al verme
encogerme para que no me tocara.
-No me hables así! – Exclamé tratando de mantener firme la
voz, aunque quería romper a llorar – No te permito que me hables de ese modo!
-No tienes ni siquiera una idea de por qué te pedí que
salieras? – Insistió.
-Me imagino que porque los comensales eran una tropa de
viejos babosos mirando a la única mujer que se les había cruzado en días –
Dije.
-Y si lo sabes entonces qué mierda haces aquí exhibiéndote?
– Se metió los dedos entre el cabello y pareció dispuesto a arrancárselo a
mechones de la frustración.
-Por qué no podría estar aquí? – Pregunté levantando la
barbilla en desafío – No estaba haciendo nada malo.
-Estás recostada aquí, con los ojos cerrados, cantando, un
blanco perfecto, arriesgándote a que cualquiera de esos degenerados se sienta
con el derecho de acercarse! – Su respiración estaba agitada y las venas y
tendones de su cuello se marcaron claramente.
Quedé literalmente tiesa de incredulidad. Es que realmente
lo había oído decir eso? Que si me violan va a ser culpa mía? El machismo de la
época lo teñía todo, y había sido estúpido de mi parte el esperar que James no
hubiera sido contaminado aunque fuera parcialmente con esas ideas, pero hasta
ese momento pensé que él era diferente...
Cerré los ojos unos segundos tratando de morderme la lengua
para no decir algo que después no podría retirar.
-Cuidado James, porque en esto no voy a transar… – Dije
modulando tan lentamente como pude, para que no le quedaran dudas de que
hablaba en serio.
Frunció el ceño, confundido al ver que no lloraba o le pedía
perdón.
-Entiendo que ésta es tú época, no la mía, y entiendo cómo
es que funciona la sociedad en su conjunto, pero yo vengo de una tiempo en el
que la víctima es la protegida, no el victimario, y yo podría estar aquí sobre
el capó asoleándome desnuda y nadie tendría derecho a ponerme un dedo encima.
Tal vez me pasarían una multa por exhibicionista, pero nunca estaría
justificado tocarme – Dije - Si una mujer dice “No” es “No”, no “Tal vez” y menos “No, no, bueno, ya”. Si cualquiera viniera aquí y me tocara o me
forzara, de verdad me culparías a mí James? De verdad eres ese tipo deplorable de
hombre que cree que si ellos las violan es porque ellas las provocan? Porque si
es así estamos en problemas, y serios.
-Isabella, mierda! Es que no entiendes lo que es escuchar… -
Comenzó, frustrado.
-Sé perfectamente que estás escuchando las cosas viles que
dicen esos hombres de mí, pero también sabes que la mayoría habla por hablar. Lamento
que te toque oír sus fantasías, pero te vas a tener que hacer la idea de que
así va a ser siempre, no importa dónde vayamos, no importa qué tan recatada me
vista o qué tan tímidamente me comporte. Es la naturaleza masculina el comportarse
como un grupo de pervertidos, pero mi vida no se detiene porque uno de esos depravados
amaneció con ganas de echarse un polvo, porque siempre van a haber más, y no es
porque yo sea súper atractiva ni mucho menos, sino simplemente porque tengo
agujeros qué coger y pechos qué manosear.
-Entiendo lo que me dices e ideológicamente lo comparto,
Isabella, por supuesto que nadie tiene el derecho de tocarte, pero eso no
significa que en la práctica no lo vayan a hacer… - Dijo él – Isabella, por
favor entiende que no puedo permitir que te suceda lo mismo de anoche o algo
peor, tú misma lo dijiste, ésta no es tu época, y por mucho que te frustre, la
realidad es que si te encuentran violada y ensangrentada en la calle, lo
primero que se va a preguntar la policía no es quién fue el atacante, sino el
qué hacía una blanca chica como tú en la calle sola y a esa hora, y concluirían
que seguramente “buscabas problemas”… Fierecilla… lo siento si te grité, pero
necesito protegerte y necesito que me ayudes a hacerlo…
-No puedo permitir que me trates de esa forma – Le repetí
obstinadamente – No lo voy a permitir. No he hecho nada malo y no me vas a
convencer de lo contrario… - Tomé aire – Dicho eso, voy a ser más cuidadosa,
aunque francamente como no sea usando un burka, no sé qué más hacer…
-Ven, baja – Dijo desde el otro lado del auto – Vamos a una
de esas mesas de picnic y te comes tu sándwich.
-Vas a seguir portándote como un asno neandertal? –
Pregunté.
-No – Afirmó de inmediato – O tal vez sí – Dijo pensándolo
con más calma – En lo que respecta a ti no tengo idea, son las pasiones y no la
razón lo que me guía, así es que por definición eso me convierte en un ser
irracional.
-Al menos eres sincero… - Suspiré deslizándome y cayendo con
fuerza sobre un grupo de gravilla compuesto de pequeñas piedras llenas de
ángulos afilados. El dolor hizo que para evitar la presión en la planta de los
pies, cayera de rodillas y me enterrara piedras ahí también – Aaaaaaaaaagh! –
Caí de lado.
En fracciones de segundo James estaba a mi lado. No creo que
se haya preocupado de disimular una velocidad normal.
-Estás bien? – Preguntó tomándome en su regazo.
-Duele! Mierda! Hay sangre? Si quieres déjame, no me pasó
nada serio… - Dije de inmediato, manoteando para que me soltara.
-Hay sangre – Respondió – Muy poca, pero hay. No te
preocupes por mí, estoy bien alimentado. Déjame ver… - Tomó la planta de uno de
mis pies – Te enterraste algunas piedras, vamos a limpiar y si es necesario
usaremos pinzas para sacar las más pequeñas.
-De verdad no te molesta la sangre? Porque si te molesta te
puedes quedar en el auto mientras tanto… - Ofrecí.
-Tu sangre es sólo eso, sangre. Me sustentaría, pero no me
vuelve loco de necesidad, especialmente cuando no estoy hambriento – Dijo
posándome en la hierba – Déjame ver dónde puse el botiquín… - Dijo revolviendo
el maletero - Aquí está…
Al final, mientras James me limpiaba y desinfectaba las
pequeñas heridas, yo me comí mi sándwich y bebí mi gaseosa; luego me ayudó a
ponerme los zapatos y subimos al auto largándonos para no volver.
oooOooo
Continuamos el viaje algo tensos por el mal rato, sin hablar
ni mirarnos. No estábamos exactamente peleados, pero creo que estábamos
incómodos y preocupados. Paramos a cargar combustible y aproveché de ir al
baño, y cuando salí James me esperaba junto a la puerta.
No dijimos nada y regresamos al auto.
Mientras más se prolongaba el silencio más mal me sentía,
porque no veía una solución posible. Yo no sentía haber hecho nada malo, pero
él tenía razón al decir que sin importar lo que yo pensara, el peligro era
latente, la cultura era distinta a la mía por mucho que en la superficie se
pareciera, y lo cierto es que por mucho que me cabreara, lo entendía.
A eso de las 8 paramos en un motel carretero. Ya estaba
oscuro, así es que James se bajó del auto hacia la recepción seguido por mí, sin
preocuparse por el sol.
El tipo del mesón no nos prestó mucha atención, ya que veía
un show en la tele, así es que hizo todo de manera bastante mecánica… O al
menos así fue hasta que vio mi mano empuñar el lápiz y la otra sujetar la hoja
de papel.
-Lo siento, no tenemos cupo – Dijo atropelladamente.
-Me acaba de pasar la llave del cuarto – Dijo James,
cabreado sacudiendo la llave.
-Me equivoqué, a esa habitación le estamos reparando las
cañerías y no tiene agua corriente – Respondió.
-Habrá otro cuarto? – Pregunté tomando el brazo de James
para evitar que se abalanzara sobre el hombre.
-No – Respondió cortante cerrando el libro de registro de
forma terminante – Estamos repletos.
Miré hacia mis espaldas y vi sólo dos autos estacionados en
el aparcadero.
Maldito mentiroso… Por qué no nos quería alojar? No es que
su negocio fuera muy exitoso…
-Gracias por su tiempo – Le dije fríamente – Vamos Schatz –
Dije a James - De todos modos no me quiero quedar en un lugar administrado por
este señor, quién sabe qué infección me puedo pegar en las sábanas…
-Puedo regresar a matarlo? – Preguntó hablando bastante en
serio.
-No, no quiero que comas porquerías – Respondí acercándonos
al auto.
Él me abrió la puerta y me senté, él se subió y una vez que
partimos golpeó el volante.
-Mierda!
-Hey! Cuidado! Blondie no tiene la culpa – Le dije – Vamos
al siguiente motel y listo…
-Va a pasar lo mismo – Afirmó.
-Por qué? Cuál es el problema? – Pregunté.
-Que tú y yo no estamos casados – Respondió entre dientes.
Yo miré estúpidamente mis manos desnudas de joyas y adornos…
Claro, una pareja joven que no luciera anillos de matrimonio, equivalían a fornicación.
-En el siguiente motel entraré con la chaqueta y los guantes
puestos, está bien? – Pregunté.
-No, no lo está, pero al menos es una solución por esta
noche – Masculló.
Unos 55 km más adelante encontramos el siguiente motel, y yo
me bajé del auto bien abrigada. Lo que no se veía raro porque efectivamente
hacía bastante frío.
Una señora a la que le calculé entre unos 50 a 60 años, y
que tenía el cabello de un tono de rubio muy pálido y los ojos de un color azul
tan puro que se veían como de mentira, atendía el mesón y nos saludó con una
sonrisa.
-Buenas noches- Dijo con un suave acento… No era alemán… Tal
vez polaco…?
-Buenas noches – Respondí yo bien agarrada del brazo de
James para asegurarnos de que él no hiciera o dijera nada que la asustara –
Viajábamos hacia Omaha, pero tuvimos problemas de motor… Tendrá una habitación disponible?
-Creo que sí querida, dime, qué los lleva a Omaha? –
Preguntó la señora mientras trajinaba en un cajón.
-Estamos recién casados y a mi James le ofrecieron una muy
buena oportunidad de trabajo – Sonreí angelical.
-Oh, ya veo, y puedo preguntar de dónde vienen? – Preguntó
con una llave en la mano.
-De St. Louis – Respondió James acercándome a su cuerpo –
Isabella estudiaba para ser maestra de primaria y yo trabajaba con mi padre en
una tienda deportiva. Nos conocimos cuando nuestra tienda donó algunos
implementos deportivos a la escuela en la que Isabella trabajaba como
practicante. Nos enamoramos a primera vista y nos casamos casi de inmediato.
Lo miré orgullosa. Estaba comenzando a inventar mentiras
casi tan rápido como yo.
-Oh, me recuerdan a mi Rudolph y a mí cuando comenzamos –
Dijo ella saliendo de detrás del mesón – Acompáñenme – Nos indicó – Ambos
nacimos en Europa y lo pasamos bastante mal en la Primera Guerra… Vinimos a
América como refugiados y nos conocimos en el puerto de New York al llegar, en Inmigración…
Desde ése momento no hemos pasado ni un día separados – Sonrió.
Subimos unas escaleras y nos llevó por un pasillo hasta dar
con la última puerta a la derecha.
-Mi nombre es Ilke, y estaré en el mesón hasta las 11 pm,
después de eso comienza el turno de Abel, mi sobrino. Si necesitan cualquier
cosa no duden en pedirla, y si quieren comer algo, la cocina funciona hasta las
10 pm. – Dijo abriendo la puerta de una habitación mediana, amoblada en forma
bastante sencilla, pero que lo que adolecía en mobiliario lo compensaba en
detalles como las delicadas cortinas floreadas hechas a mano, la pulcritud de
los pisos y el baño, los almohadones bordados con flores a tono con las
cortinas… Claramente Ilke había dedicado su vida a ese lugar – Les parece bien?
– Preguntó.
-Es perfecta – Sonreí sentándome en el borde de la cama – Es
necesario que bajemos ambos de inmediato a firmar nuestro ingreso?
-No querida, basta con que lo haga tu esposo cuando vaya por
el equipaje – Sonrió condescendiente. Claro, si James era mi marido bien podría
hacer el check inn por los dos… - Descansa y relájate, apuesto que te vendría
bien un buen baño, aquí están las toallas… - Indicó.
Al fin, James y ella bajaron juntos para recoger nuestro
equipaje y checkearnos, e Ilke quedó en enviar algo liviano para nuestra cena.
Yo seguí su consejo y desvistiéndome rápidamente, me amarré
el cabello en un moño alto para no mojármelo y me di una ducha bien caliente.
Al salir me sequé y me envolví en una de las batas que colgaban
detrás de la puerta, lo que normalmente me habría dado asco, pero dudé que
alguien como Ilke dejara batas sucias para sus huéspedes, así es que la usé sin
miedo.
Una vez que me puse algo de crema humectante en el rostro y
revisé las pequeñas heridas en mis pies, me subí a la cama y me acurruqué en el
centro pensando en si encendía o no la tele para esperar a James, pero antes de
decidirme, me fui deslizando lentamente a la inconsciencia.
oooOooo
Deliciosas caricias me fueron despertando lentamente. La
habitación estaba en semi penumbras, iluminada sólo por la luz del fuego, y mi
James estaba recorriendo mi cuerpo desde mis pies hasta mis caderas, una y otra
vez, mientras con la otra mano desamarró mi bata, exponiéndome completamente a
él.
Abrí los ojos un poco confundida, sin saber dónde estaba,
pero sabiendo perfectamente con quién, y recordé todas las discusiones que James
y yo habíamos tenido en tan corto tiempo…
Odiaba pelear con él, y si bien los motivos eran a la larga irrelevantes,
eran un ajuste necesario entre dos personas que pertenecían a distinto sexo, época,
grupo etario y especie. Eran muchas más las cosas que nos separaban que las que
nos unían, pero aun así me bastaba verlo a los ojos por un segundo para darme
cuenta de que valía luchar por nuestra relación. Más allá de todo lo que me
pudiera molestar de él, lo amaba.
-Hola Fierecilla… – Dijo en un tono muy bajo, como un
gruñido, pero no uno amenazante.
-Schatz… - Murmuré con la voz ronca de sueño – Qué me estás
haciendo? Te estabas aprovechando de que estaba dormida para manosearme?
-Todo lo contrario, te estaba despertando para poder
aprovecharme de ti plenamente consciente – Respondió sonriente, delineando mi
mejilla con la punta de su nariz.
-Suena tentador… Pero antes te quería decir algo – Dije
acariciando su mejilla y sintiendo la deliciosa masculinidad de la aspereza de
su piel sin afeitar. Él me miró intrigado – Te amo – Dije sencillamente - Por
encima de los problemas y diferencias, por encima de los malos entendidos, te
amo, y estoy orgullosa de ti y de estar a tu lado… No quiero sonar demasiado cursi,
sé que a los hombres eso no les gusta, pero me haces muy feliz y necesitaba
decírtelo…
-Quisiera poder encontrar las palabras… – Dijo hundiendo el
rostro en mi cuello y abrazándome fuerte. Su cuerpo temblaba un poco contra mi
cuerpo desnudo y supe que a su modo, la represa que contiene sus emociones se
había desbordado. Si pudiera producirlas, James habría derramado sus propias lágrimas
de felicidad - …Quédate conmigo – Susurró después de un rato.
-Qué? Pero claro que estoy contigo, ya huimos juntos, ya
estamos aquí, tú y yo… - Repliqué.
-No… Quédate… Quédate conmigo… Para siempre… Desde hace días
que no pienso en otra cosa que en tu mortalidad y en las muchas cosas que
pueden hacerte daño… Isabella yo te amo y si te perdiera me volvería loco… Sé
que es egoísta de mi parte y que tu vida humana es mucho más variada en muchos
aspectos que la que yo te puedo ofrecer... Sé que no tengo nada y sé que no sé
nada comparado con lo que sabes tú, pero te amo y no puedo dejar de pedírtelo,
por favor quédate conmigo…
Con el rabillo del ojo vi la bolsita de té que nunca se
apartaba más de un metro y medio de mi cuerpo, y sentí entre mis pechos el
pendiente en forma de pez.
Los objetos que me anclaban al futuro…
Realmente quería volver? Podría volver a ser feliz en una
realidad en la que James no existía? O peor, una realidad en la que James era
asesinado frente a mis ojos?
El dolor de la mera idea de perderlo era algo físico.
-Sí Schatz… Me quedo contigo – Dije y besé sus labios
suavemente – Me quedo contigo para siempre…
-Eso significa… Estarías dispuesta a dejar que te
transformara? – Preguntó.
-Siempre que lo hagamos planeándolo, tomándonos nuestro
tiempo… Sí. Quiero que un día tu veneno sea la sangre que corre por mis venas –
Respondí.
-Isabella…! – Suspiró como aliviado y hundiendo los dedos en
mi cabello, me besó desesperado.
-Pero hay algo que quiero a cambio… - Dije susurrando en su
oído cuando me permitió volver a respirar.
-Lo que sea, es tuyo… - Dijo entre besos.
-Quiero que me hagas el amor – Dije juntando todo mi valor.
-Ahora? – Preguntó mirándome a los ojos.
Asentí.
-Segura? – Insistió.
Asentí.
-Está bien, pero prométeme que si algo te duele o te molesta
me lo dirás, y que si te hago daño me vas a pedir que me detenga… Nunca he
estado con una humana, y aunque tengo una idea general de cómo tocar tu cuerpo,
no sé realmente cuánta fuerza utilizar en cada movimiento... – Repuso.
-Tú no me harías daño – Dije besando su mejilla, con plena
confianza en que lo que decía era cierto.
-No, nunca a propósito – Besó la punta de mi nariz – Pero
por accidente… - Encogió los hombros.
-Cuando te vas a sacar la ropa para mí? – Pregunté en un
ataque de intrepidez.
-Cuando tú quieras – Respondió con una sonrisa.
-Qué tal ahora? – Propuse.
Su camiseta voló por los aires y se puso de pie para
quitarse los pantalones, quedando sólo en ropa interior.
-Esto también? - Señaló.
-No, esos te los saco yo – Dije sentándome a la orilla de la
cama, y atrayéndolo a mí. Con mis talones me afirmé a sus pantorrillas y le di
un montón de húmedos besos en el estómago, delineando cada músculo, hasta
llegar a la línea en forma de flecha que apuntaba a su sexo.
Centímetro a centímetro deslicé la pretina de su calzoncillo
hasta que el vello dorado se hizo más espeso y él comenzó a perder la calma.
-Isabella… - Gimió sonando desesperado.
-Tranquilo, no te voy a hacer daño – Dije terminando de
bajar sus interiores, para encontrarme por primera vez frente a mí una erección
en vivo y en directo.
Toda mi bravuconería se fue a la mierda al ver a ese hombre
hermoso y sensual, todo para mí.
No es que me arrepintiera, es que no quería quedar como
idiota nuestra primera vez…
James mientras tanto deslizó mi bata abierta por mis hombros,
y me reacomodó de modo que yo quedara a mitad de la cama, semi sentada con la
espalda apoyada en almohadones y con su cuerpo exactamente entre mis piernas,
mi sexo rozando su vientre bajo.
Una mano se deslizó hacia mi pecho apretando suavemente mis
pezones y la otra descendió hasta llegar a tocar mi entrada, la que penetró muy
despacio con un solo dedo y luego esparció la vergonzosamente abundante humedad…
No hacía falta que lo hiciera, yo estaba tan mojada que probablemente ya había
empapado hasta el colchón, pero se sentía… Agh! Tan bien!
Mis caderas se proyectaron buscando más roce y sus labios se
prendieron de mi pecho, succionando fuerte, en un delicioso castigo que me
recordó que él prefería que me quedara quieta, sometida a sus ritmos y deseos.
…Lo que no me impidió emitir ruiditos de frustración
mientras aferraba su cabello con una mano y su espalda con la otra…
Comenzó entonces a penetrarme con dos dedos sin problemas,
pero para mi desesperación, mientras él no estimulara mi clítoris yo no podría
acabar, y sentí la tremenda presión construirse en mis entrañas pero estancarse
cada vez.
Si tan sólo me permitiera meter mi mano ahí, si tan sólo
quisiera proporcionarme la fricción por cualquier medio…
Varias veces estuve al borde y varias veces me hizo gemir
pidiendo piedad.
Al final, después de lo que se sintieron como horas de
tortura, se posicionó adecuadamente alineándose y presionando mi entrada pero
sin penetrarme, mientras por fin sus dedos se deslizaron hacia mi clítoris,
acariciándolo en círculos a la velocidad justa para hacerme retorcerme pidiendo
más.
Lo sentí venir, sentí una ola de algo cálido y poderoso que
me fue tensando cada músculo desde las extremidades hacia el vientre, y junto
con el primer espasmo de placer, James nos giró de modo que quedó de espaldas
en la cama conmigo sentada sobre él, siendo la propia gravedad la que me empaló
a su sexo tan rápidamente que no pude distinguir entre el dolor que me
desgarraba por dentro y el devastador orgasmo que obligaba a mis caderas a
seguir el ritmo de nuestra unión.
Al bajar un poco de mi nube caí agotada sobre el frío pecho
de James, pero no perdí el ritmo que él imponía con sus manos en mis caderas.
-Levántate Isabella – Me dijo jadeante – Mira como estamos
unidos, es perfecto…
Me enderecé y miré a mi sexo y el suyo acoplados, encajando
perfectamente, haciéndonos dar y recibir placer. Era una imagen erótica y hasta
estéticamente agradable. Nuestros movimientos conjuntos eran armoniosos como
cuando bailábamos swing, y al escucharlo gruñir me di cuenta de que no solo yo
disfrutaba de la vista... Él seguía penetrándome y acariciándome, y aun no
había acabado…
-Quieres correrte, verdad? – Pregunté a su oído – Quieres
marcarme tal como me dijiste, para que nadie se me pueda acercar sin olerte a
ti también?
-Sí… Mía – Aumentó el ritmo de sus movimientos.
-Tuya… Tuya James, te amo… Te amo… Te amo…
Creo que trató de decir “te amo” de vuelta, pero lo que
salió de su garganta fue un rugido bastante aterrador, y llegó a su clímax
arqueando la espalda.
Lo besé en las mejillas, en el cuello, en la frente y en la
comisura de los labios, más efusiva que de costumbre, y él cerró los ojos y se
dejó hacer.
-Estás bien? – Preguntó después de un rato, acariciando mi
espalda.
-Perfectamente – Respondí acomodándome, aún unida a él.
-Te duele? – Insistió.
-No… Bueno, al principio sí, bastante, pero luego ya no… Tú
estás bien con mi sangre? – Pregunté.
-Es apenas un poco, y no es como si nunca la hubiera olido –
Respondió – Puedo pensar en montones de cosas más interesantes que hacer
contigo que cenarte…
-Es bueno saberlo – Suspiré, y hundí la nariz en su cuello –
Tengo yo algo que comer?
-Sí, hay una bandeja con varias cosas junto a la chimenea –
Dijo – Te la traigo?
-Para eso te tendrías que salir de mí? – Pregunté
abrazándolo.
-Probablemente, las otras opciones requieren habilidades
acrobáticas que ni tú posees ni yo tengo ganas de realizar – Dijo.
-Entonces ayúdame a taparnos, porque quiero conservarte así
cuanto sea posible… Nunca has sido más mío que ahora, que te recibo en mi
cuerpo por primera vez – Dije acurrucándome.
-Mía? – Preguntó.
-Tuya – Susurré besando la pálida piel sobre su corazón.
-Me haces feliz – Murmuró contra mi cabello.
-Lo sé – Respondí.
-Lo sabes? – Preguntó curioso.
-Ajá – Afirmé muy segura.
-Cómo lo sabes? – Dijo con una sonrisa en la voz.
-Porque yo me siento igual… - Dije, y sin darme cuenta me
quedé dormida.
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Y ahí lo tienen, varios temas que discutir.
Discutámoslos!
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