Lo prometido es deuda, y les dije que no las dejaría a medias con esta
historia.
Además aquí comienza la parte que me gusta…
Les agradezco muchísimo el cariño y el apoyo, siempre me gusta saber de
ustedes.
Abrazos.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Capítulo 16
Bella POV
-Me duele todo! – Me quejé al despertar de mi corta siesta y
tratar de estirarme.
-No será para tanto – Dijo James rodándome y poniéndose de
pie, y de paso dándome una sonora palmada en el trasero, que me hizo chillar.
-Si lo es! – Exclamé sobándome – Eres un bruto, voy a llegar
a la feria caminando con piernas de alicate!
-Bien! – Sonrió satisfecho – Que a nadie le quede duda de
que mi mujer está siendo bien cogida.
-Que vulgar – Dije haciendo un mohín travieso – Qué hora es?
-Las 4:15 pm – Respondió.
-Uy, estamos atrasados! – Dije saltando de la cama.
-No creo que nos dejen afuera por llegar unos minutos tarde,
es una feria, no hay ni siquiera una puerta que nos puedan cerrar en la cara –
Respondió él, tranquilo, observándome mientras yo corría como un pollo sin
cabeza recogiendo lo necesario.
-Pero no me quiero perder los concursos! – Grité desde la
ducha – Nunca he visto una escultura de mantequilla.
Al pasar frente al espejo constaté que gran parte de mi
cuerpo estaba cubierto por moretones, en especial mi torso y caderas. Aunque ninguno
era serio, ya que se notaban simplemente porque soy muy pálida. Habría que
tener cuidado de no exhibirlos, o la gente imaginaría lo peor.
Lavé mi cabello y al salir lo sequé con la toalla y lo ordené
con una media trenza que conservaba el largo, tal como le gustaba a James, que
puso el grito en el cielo ante mi propuesta de cortarlo como las demás chicas
de la época. No, a él le gustaba empuñar mi cabellera al besarme, como
asiéndome a él, y yo adoraba ese primitivo gesto de posesión.
Sí James, tuya…
Siempre tuya.
Mientras yo me arreglaba, James salió sin decirme dónde.
Sólo sé que fue a pie, ya que las llaves de Blondie quedaron sobre el velador.
Como sabía que pasaríamos
el día en una feria rural, opté por la comodidad por sobre la elegancia, usando
zapatos bajos, pantalones capri y una blusa a cuadros amarrada a la cintura.
Finalmente me puse loción y me vestí, extrañada de que James
no llegara todavía, y cuando estuve lista, me senté en la cama a esperar.
Afortunadamente no esperé demasiado, de pronto la puerta se
abrió de golpe y entró James prácticamente jadeando y cargando varios bultos
que no alcancé a distinguir.
-Schatz! – Reclamé cruzando los brazos – Pensé que me habías
abandonado!
-Nunca! – Exclamó
literalmente lanzándose sobre mí, pero sin aplastarme, porque me encerró en la
jaula de su abrazo.
-Me arrugas! Me arrugas! – Reclamé pataleando y tratando de
alisar mi blusa.
-No pensé que fueras una de esas chicas a las que les
importa – Dijo frunciendo el ceño.
-Antes que nada, soy
una chica – Dije empujándolo – Y segundo, hoy me quiero ver bien …Además no
me queda mucha ropa planchada en la maleta…
-Compramos más en el camino – Se encogió de hombros
-Agh! Contigo no se puede – Dije sacudiendo la cabeza – Pero
dime, adónde fuiste?
-A conseguir un par de cosas que necesitamos – Respondió
sacando de una caja de cartón redonda un sombrero vaquero negro de fieltro, rodeado
con un cordón de cuero negro y adornado con una hebilla plateada. Era
condenadamente sexi, y me encontré mordiéndome los labios para no relamerme
descaradamente.
-Necesitas un sombrero vaquero? – Susurré con voz ronca.
Necesitaba verlo desnudo salvo por ese sombrero. El contraste con su cabello
rubio cayendo sobre sus ojos… Dios! Quería regresar a la cama con él y hacerle
cosas muy, muy sucias.
(De esas cosas que aprendí leyendo fanfiction…)
-La feria es al atardecer, pero no me quiero arriesgar a que
me dé un rayo de sol que me haga brillar y arruinarlo todo – Respondió.
-Qué más trajiste? – Pregunté estirando el cuello, curiosa.
-Esto es para ti – Dijo extendiéndome una bolsa de cartón.
Lo abrí sin dilación, y descubrí que el contenido era un par
de botas vaqueras de media caña, de color chocolate y aplicaciones de cuero
verde y amarillo que formaban flores bordadas… Él las compró para mí… Botas
vaqueras de verdad, no de disfraz. Para mí!
-Pruébatelas, deberían quedarte bien – Dijo pasándose la
mano por la nuca, incómodo.
Me quité los zapatos con los talones lanzándolos a cualquier
parte y me las puse de inmediato.
-Me quedan perfectas! – Lo abracé.
-Es sólo para que no te embarres ni te ensucies en el camino
de tierra… – Musitó – No quiero que termines cojeando.
-No, es porque me amas – Canturreé.
-…Y porque te amo – Admitió con una pequeñísima sonrisa.
-Compraste botas para ti? – Pregunté mirando al paquete sin
abrir.
-No tan llamativas como las tuyas, mi límite es el sombrero
– Dijo mostrándome unos zapatos de cuero de caña alta envejecido y bastante
parecidos a las zapatillas de lona marca Converse del futuro. Mucho más su
estilo y más adecuados para combinarlos con su chaqueta – Son los primeros
zapatos nuevos que uso en ni recuerdo cuanto tiempo – Comentó encogiendo los
hombros – Pero los vi cuando fui a comprar tus botas y me gustaron – Dijo como
esperando que lo regañara por el derroche.
-Me parecen perfectos – Dije besando su mejilla.
-No te importa que haya gastado tu dinero sin permiso? –
Preguntó.
-En el mejor de los casos es nuestro dinero, no mío –
Lo corregí - Y yo no hice nada para ganármelo. De hecho creo recordar que se lo
robamos a Edward…
-Bien – Dijo simplemente – Porque gasté un montón.
-Cuando necesitemos más, lo robaremos – Dije acariciando su
mejilla – No es como si hubiera cámaras de seguridad o bóvedas muy sofisticadas
en los bancos…
-Eres increíble – Besó el lóbulo de mi oreja - Perfecta.
oooOooo
Al poco rato estábamos en Blondie rumbo hacia la granja de
los Mckinnon. Resultó que estaba ridículamente cerca, pero aparentemente
llegamos tarde, a pesar de ser apenas pasadas las 5 pm, lo que significó que no
encontramos estacionamiento tan fácilmente.
Al final debimos dejar a Blondie mucho más lejos de lo razonable,
y caminamos de la mano entre la creciente multitud. Quién hubiera pensado que
una feria rural atraería tanta gente? En realidad, pensándolo bien, debí
imaginarlo, porque estas personas a pesar de ser “vecinos” no tenían ocasión de
reunirse o divertirse más que una vez al año. Sí, el condado completo estaba
presente.
Busqué la rubia cabeza de Ingrid, y en su lugar mis ojos se
cruzaron con los de Ilke, que nos hizo señas para que nos acercáramos a su
puesto de venta de pasteles, ubicado estratégicamente bajo un frondoso árbol.
-Hola querida, todo bien? – Preguntó. James tenía mi mano
entrelazada con la suya, de modo que no se notaba que no estaba usando un
anillo de matrimonio.
-Todo maravilloso – Sonreí. James asintió.
-Pastel? - Nos señaló unos grandes trozos.
-Definitivamente – Respondí – Pero no antes de recorrer un
poco, de lo contrario querré volver al hotel a dormir siesta.
Ilke sonrió, conforme con la respuesta.
-Ingrid me comentó que quería presentarles a John – Dijo
Ilke.
-Sí, yo nunca he conocido a un vaquero de verdad, me muero
de curiosidad – Confesé. James apretó un poco mi mano, como recordándome que lo
único que me debía causar interés era él.
-Estará feliz de conocerlos, cada vez que se accidenta se
deprime mucho. Su vida está en el circuito y cuando está en casa se siente como
un gato encerrado en un cajón – Dijo Ilke.
-Debe ser difícil para Ingrid – Musité. Saber que cada vez
que su marido está a tu lado sólo piensa en largarse otra vez…
-Oh, lo es – Asintió Ilke – Pero así lo conoció y dejándolo
libre es la única forma en que ella lo conservará y él será feliz.
-Isabella! James! – Exclamó una voz entre la multitud –
Vinieron!
Nos giramos para ver a Ingrid, usando un hermoso vestido
floreado y arrastrando del brazo al vaquero más guapo que uno se pueda imaginar…
Bueno, salvo por James, pero él no cuenta porque no es un vaquero de verdad.
Alto… Muy alto. Complexión fuerte, hombros anchos, tez
bronceada, ojos de un tono de verde oscuro que me hicieron querer hundirme en
ellos, y el cabello negro y corto asomando bajo su sombrero Stetson. Aunque
sólo pudiera tenerlo con ella a medio tiempo, Ingrid era una mujer afortunada…
-Hola! – Grazné. No sé por qué los hombres guapos me
cohibían, siendo que había sido novia de dos de los más deliciosos especímenes
que caminan sobre la tierra, y me había codeado con otros… No lo sé, sólo sé
que la belleza sobrenatural intimida.
John se acercó luciendo cabreado de tener que abrirse paso
entre la gente mientras protegía su brazo herido, el que descansaba en un
cabestrillo.
-Mira John, ellos son el matrimonio del que te hablé – Dijo
Ingrid.
-Hola – Dije estirando mi mano hacia su mano sana.
-Hola – Dijo sonriendo un poco. Parece que lo que lo ponía
de mal humor eran las aglomeraciones, no toda la gente.
-Soy Bella y él es James – Dije de sopetón apuntando a mi
novio..
-Hey – Musitaron ambos, haciendo esa extraña cosa que hacen
los hombres cuando se miran como evaluando quién tiene el pene más grande. Al
final se soltaron, sin un ganador claro, ya que James no podía usar su
superioridad física como vampiro, lo que lo cabreó enormemente.
-Cuándo llegaste? – Pregunté para romper el hielo.
-Hace un par de horas – Respondió.
-En todo lo malo hay algo bueno, y justo alcanzó a llegar para
participar en la feria con el resto de la familia! – Exclamó Ingrid mirándolo
con ojos de adolescente enamorada.
John rodó los ojos, exasperado. Claramente esta no era su
idea de diversión, y como tampoco era la de James, así es que algo de
camaradería masculina pasó entre ellos.
-Vas a presentar un ternero? – Le pregunté bromeado.
-No, voy a participar en el tallado de mantequilla – Dijo
mirándome a los ojos, completamente serio. Ingrid le dio un codazo en las
costillas.
-De verdad? – Susurré. Un vaquero y un tallador de mantequilla. Eso debía ser un espécimen único en
el mundo, algo así como un Pie Grande de color morado.
-No Isabella, no es cierto – Rió Ingrid - John nunca
participa en nada...
-Entonces… Qué haces durante la feria? – Pregunté.
-Si tengo la mala suerte de estar en el pueblo en esta
fecha, lo que haría normalmente es beber cerveza con mis amigos – Respondió
encogiendo el hombro sano.
-Si quieres ir a beber no te preocupes por nosotros – Respondí
un poco decepcionada de que no alcanzaría a hacerle todas las preguntas que pretendía
acerca de la doma de potros salvajes.
-Nah, mis amigos están aún en el circuito – Dijo negando con
la cabeza.
-Voy al baño – Dijo James de pronto, desconcertándome. Me
dejaría a solas con John? Con un vaquero?
– Te voy a encontrar, no te preocupes – Susurró en mi oído.
Claro que me encontraría, mi aroma estaba por siempre
impregnado en él!
Ok, eso fue raro, especialmente porque 1.- James no me
dejaría voluntariamente a solas con otro hombre, ni siquiera uno casado, así
como así y 2.- Porque él no necesitaba ir
al baño!!!
Seguimos caminando por los puestos y encontramos a una
señora anciana, digna y orgullosa, y sentada muy derecha. Era una de las mujeres
Mckinnon, no sé si abuela o bisabuela de los chicos que corrían libremente por
ahí.
Habría pasado de largo si no fuera porque en su puesto había
una bandeja de manzanas caramelizadas de un profundo color rojo, que se veían
simplemente deliciosas.
-Uuuuuh! - Exclamé dirigiéndome a ellas mientras tironeaba a
Ingrid de una manga y a John de la otra – Cuánto? – Pregunté.
Apenas unos centavos. Elegí 3 manzanas y se las entregué a
mis nuevos amigos.
Pagué, y al girarme estaba a solas con John.
-Ingrid? – Pregunté mirando para todos lados.
-Se fue a cubrir a su abuela, porque unos niños le
derramaron pastel en el vestido – Respondió resoplando por la nariz.
-Oww, te tienes que ir a acompañarla? – Pregunté. No quería
pasear sola.
-No – Dijo firmemente – no soy el tipo de hombre que se
sienta a vender pastel.
-Ah, no? – Pregunté divertida pensando que la súbita seguridad
en mí misma que sentía me la daba James y la huella de sus caricias que aún
quemaban mi piel.
-No – Afirmó.
-Qué clase de hombre
eres? – Pregunté ayudándolo con el envoltorio de una de las manzanas confitadas
mientras yo me comía una y guardaba la otra para después.
-La clase que adora competir – Dijo empujando mi espalda con
su mano buena, guiándome entre la gente.
Llegamos a los puestos de juegos de tiro al blanco con un
rifle de aire comprimido, el de lanzar bolas de calcetines viejos a una
pirámide de latas, el de acertarle a la boca de un payaso de cartón pintado,
etc.
-Tira – Me dijo poniendo unas monedas sobre el mesón y
acercándome 5 bolas hechas aparentemente, de tiras enrolladas de goma y calcetines
viejos – Si no puedo participar al menos puedo apostar.
-Tira tú – Respondí empujando las bolas hacia él.
-Tengo el hombro dislocado – Dijo entrecerrando los ojos,
aparentemente no acostumbrado a que una chica se negara a cumplir sus
caprichos.
-Tengo mala puntería – Respondí automáticamente, aunque no
era necesariamente cierto. Lo que suelo tener es mala suerte…
-Lo peor que puede pasar es que no aciertes – Insistió.
-No, eso no es lo peor - Dije por sobre mi hombro, lanzando
con todas mis fuerzas una bola que por supuesto no entró en el agujero y rebotó
contra la pared, derribando una repisa cargada de conejos de color rosa.
-Decías? – Pregunté levantando una ceja.
-Eres un desastre natural – Respondió con una media sonrisa,
pasando a otra caseta mientras el tendero maldecía recogiendo muñecos.
-Uh, disparan a los patos! – Exclamé al ver a un chico como
de mi edad disparando un pequeño rifle – Tienes buena puntería?
-Claro – Respondió más honesto que fanfarrón.
-Que lástima que tengas el hombro malo – Le dije – O podrías
llevarle el premio a Ingrid, que se ve súper aburrida en su stand…
-Créeme que este
premio no lo quiero – Bufó.
-Qué dan de premio? – Pregunté al ver que los trofeos no
estaban exhibidos.
-Cerdos – Respondió rodando los ojos. En ese momento el
chico que disparaba perdió su última oportunidad y maldijo entre dientes, causando que un hombre
mayor lo golpeara en la nuca, igual que como Rosalie solía golpear
a Emmett.
-Cuida tu lenguaje Robbie, hay damas presentes! – Y lo
increpó, y dicho esto escupió en el piso, muy cerca de mi zapato.
-Quiero disparar – Dije desafiante al encargado, poniendo
dinero sobre la mesa. Él miró a John como preguntándole si estaba bien, y me
cabreó que pensara que necesito un tutor legal para dejarme jugar a lo que se
me plazca.
-Lo que a la señora se le apetezca – Respondió John en un
tono frío. Un tono que no supe descifrar.
El encargado estudió mi mano izquierda y su falta de
anillos, pero me forcé a ignorarlo. Quería un premio y la única manera en la
que me podría acercar a conseguirlo, era tomando el toro por las astas y disparando
yo misma el rifle.
Aunque desde pequeña siempre
odié la idea de cazar y matar animales inocentes, Charlie se encargó de que
supiera manejar, armar y desarmar todas sus armas de fuego, supongo que para
evitar que me disparara en el pie por error.
Este rifle era pequeño y se ajustaba bien a mis manos, su
peso era ideal para mis brazos, y me sentí confiada en que podía ganar.
La cinta sin fin comenzó a funcionar haciendo desfilar los caricaturescos
patos de lata pintada de color amarillo, y yo apunté cuidadosamente. Cuando
estuve segura de haber calibrado mi cuerpo, disparé.
-Si! – Salté y me giré para chocar la palma de John, que me
miraba atónito.
Lo ignoré por aguafiestas a él y al tendero y apunté de
nuevo.
Balanceé mi peso, y disparé.
Y otra vez di en el blanco.
-Yuhu! – Levanté los brazos en señal de triunfo, ya que
nadie quería chocar palmas conmigo. Algunos hombres se acercaron a mirar y las
mujeres, desde sus puestos de comida, conservas y bordado, se morían de la
curiosidad por no poder acercarse a ver
qué pasaba.
Apunté.
Y acerté.
Cinco veces.
El tendero estaba cabreado y yo me volví más osada.
-Otra vez, ya gané
uno, ahora quiero un cerdito para James – Dije sacando más dinero de mi
bolsillo, a la espera de que me entregaran mi premio, que no se veía por
ninguna parte.
-No creo que sea buena idea – Susurró John acercándose a mí,
protector – Ese hombre acaba de perder un buen montón de dinero, y nada menos
que contra a una chica!
-Montón de dinero? Pero que pedazo de tacaño. Cuánto puede
costar un muñeco? – Pregunté.
-Ah…? – Preguntó John luciendo confundido, pero fue
interrumpido por una voz en un parlante que nos invitaba a la carpa principal,
donde se daría comienzo al concurso de tallado en mantequilla, auspiciado por
una granja lechera local, que regalaría los insumos necesarios.
Como era un concurso que se observaría en vivo, no podía ser
de piezas demasiado grandes, por lo que las dimensiones a trabajar se limitaron
a bustos de personajes literarios ficticios o históricos, y que se debían
terminar en un plazo de 90 minutos, por lo que serían poco más que “bocetos”,
pero suficientes para que los jueces observaran la técnica de los concursantes.
Eran en total 8 artistas, sentados frente a enormes bloques
de mantequilla, y posicionados en una mesa en forma de U.
El representante del auspiciador, un señor gordo y rosado, dio
un discurso y la partida, y los concursantes empezaron a trabajar.
Fue un poco anticlimático, porque el proceso no era muy
distinto a modelar tallando arcilla, así es que después de unos 20 minutos comencé
a aburrirme y a divagar, y miré a John, que estaba aburrido desde hacía 2
horas.
-Nos vamos a dar una vuelta? – Pregunté.
-Siempre que no sea para seguir tirando al blanco – Me dijo.
-Hay algo más que hacer? - Pregunté.
-No mucho – Dijo – Está la exhibición de ganado y las carreras
de barriles de los niños.
-Niños sobre barriles? – Pregunté entusiasmándome.
-No Isabella! – Exclamó él soltando una genuina carcajada –
Carreras a caballo en las que corren de un barril al otro trazando un ocho en
su recorrido. Se mide el tiempo y el si se tocó al barril.
-Suena polvoriento – Dije arrugando la nariz.
-Oh, lo es – Me dijo con una sonrisa.
-Quiero recoger mi premio antes de que regrese James – Dije.
-Vamos – Suspiró – Pero nada de tratar de participar otra
vez.
-No entiendo – Dije – Qué tiene de especial mi premio?
-De verdad no lo sabes? Pertenece a una de las mejores
líneas del país – Dijo guiándome a un galpón donde se guardaban los animales de
competición.
-Un buen fabricante? – Pregunté.
-Dímelo tú misma – Dijo señalándome una pesebrera. En ésta
había una mamá cerda recostada en paja limpia con sus bebés cerditos. Eran lo
más adorable del mundo, pero lo que verdaderamente tenían de especial además de
ser obviamente animales de pura raza, es que eran cerdos miniatura.
-Oh! – Exclamé llevándome las manos a la boca, tratando de
contener la explosión de ternura en mi interior – Pensé que había ganado un muñeco
de peluche – Murmuré.
-El juego que ganaste es el más difícil y tiene el mejor premio.
Ganase un cerdito, y si no lo quieres, aquí mismo vas a encontrar al menos
10 compradores interesados que te darán
buen dinero. La raza se está introduciendo de a poco en el país, y los
purasangre son escasos.
-Claro que lo quiero! – Exclamé sin pensar un segundo en la
logística del asunto.
-Bien, no hace falta que te alteres, elige – Dijo John
gesticulando a la camada.
Había cerditos blancos, cerditos rosa, cerditos marrones y
hasta uno negro. Pero el que se ganó mi corazón fue el más pequeñito, manchado
como un dálmata, que corría de un lado hacia el otro tratando de amamantar sin
que sus hermanos, más fuertes y grandotes, le dieran la oportunidad.
-Ese! – Lo apunté.
-Ese es el peor de la camada Isabella, el más débil! – Dijo John
decepcionado.
-Por eso lo quiero, es el que más me necesita. Además cuando
yo lo alimente como corresponde ya no va a ser débil – Dije desafiante.
-Como quieras… - Me dijo rodando los ojos, y se fue a hablar
unas palabras con el encargado.
Yo me agaché y con infinito cuidado tomé en mis manos al
cerdito, que acurrucado cabía en una de mis manos. Confirmé que efectivamente era
varón y me lo acerqué al pecho, donde él buscó mi calor y gruñó contento
moviendo su colita como un perro.
-Me lo puedo llevar? – Pregunté.
-Firma, recibe el certificado de propiedad y estás lista –
Dijo John con los papeles en la mano.
Hice maromas para firmar apoyada en la puerta del establo,
ya que no quería soltar al cerdito, y cuando al fin tuve en mi poder los
papeles correspondientes, me los metí al bolsillo trasero del pantalón.
-John! Viejo, Ingrid te está buscando como loca por todos
lados! – Dijo un hombre joven entrando al establo y mirando a John y luego a
mí, como buscando rastros de paja en nuestro cabello que nos delatara.
-Qué quiere? – Preguntó John fastidiado.
-No sé, pero creo que su problema parte en que su marido ha
paseado frente a todo el condado riendo con otra chica – Respondió burlón. Creo que se burlaba más de Ingrid y sus
aprensiones que de nosotros.
-Ándate! – Exclamé de inmediato empujándolo con mi mano
libre.
-No voy a huir como si hubiera hecho algo malo – Dijo desafiante.
-No arriesgues problemas por mi culpa, después de mañana lo
más probable es que no nos volvamos a ver, pero Ingrid va a seguir estando –
Razoné.
John suspiró.
-Llevo toda la semana furioso, respirando fuego, y sé que no
soy buena compañía para nadie – Admitió - Pero pasé un buen rato paseando a tu
lado. No exigiste saber qué estaba pensando ni me presionaste para que saludara
o participara. Te lo agradezco Isabella, fuiste un pequeño oasis – Me extendió
su mano para tomar la mía y hacer una pequeña reverencia.
-Espero que te recuperes pronto, y que tengas mucha suerte
en el circuito… Y no seas tan duro con Ingrid, ella todo lo hace porque te
quiere…
-Me ahoga con sus atenciones – Murmuró – Es por eso que
nunca quiero estar en casa – Admitió.
-Se lo has dicho? – Pregunté.
-No, claro que no! – Exclamó choqueado ante la mera
sugerencia.
-Por qué no pruebas ser honesto? – Pregunté – Sé que no es
asunto mío, pero este es un problema que es posible solucionar.
-Rompería a llorar – Argumentó.
-Y no lloraría más si un día decides no regresar? – Pregunté
suavemente.
Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que él asintió.
-Buena suerte Isabella. Espero que tu marido sea lo
suficientemente hombre como para merecerte – Y dicho esto, se alejó.
-Lo es! – Grité antes de que desapareciera por la puerta –
Si lo es! – Dije hablando como bebé a mi cerdito – Sisisisi, papi es todo un
hombre, a que sí…
El hombre que me había dado a firmar los papeles me facilitó
un biberón, y acunando entre mis brazos al cerdito como un bebé, le di de
comer.
Estaba sentada en el suelo sobre un montón de paja jugando
con el cerdito cuando apareció por la puerta James.
-Isabella, qué haces jugando con esa cosa? – Preguntó arriscando
la nariz – Devuélvelo, necesito hablar contigo…
-James, Schatz, acércate a conocer a Jojo – Dije radiante
estirando las manos hacia él.
-Jojo? – Preguntó confundido.
-Claro – Asentí – Así llamaremos a James Junior, nuestro bebé.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Espero que les guste…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No olvides comentar!!!