Hola a todas, antes que nada, lo
sé, he estado desaparecida y no había escrito nada hasta hoy que me asaltó esta
historia. No voy a entrar en detalles, sólo prometo retomar mis otras historias
esta semana, ya que las cosas están mejor.
Ojalá les guste esta idea, es
distinto a lo que he hecho hasta ahora, pero me gusta, a ver qué piensan
ustedes.
Cariños
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Well
all I wanted was to be your one and only
And all I ever got from you was being lonely
Now that dream is laid to rest
'Cause you have failed the test
Hey blame it on your lying, cheating, cold dead beating,
Two-timing, double dealing
Mean mistreating, loving heart
And all I ever got from you was being lonely
Now that dream is laid to rest
'Cause you have failed the test
Hey blame it on your lying, cheating, cold dead beating,
Two-timing, double dealing
Mean mistreating, loving heart
Blame It On Your
Heart / Patty Loveless
BELLA
POV
Nashville,
Tennessee
Como cada año en esta
fecha, despejé cuarenta y ocho horas de mi apretada agenda para poder salir de
la ciudad, chequearme en un anónimo hotel, y poder beber, comer ,y rememorar en
paz… Es el único momento del año en el que me permito ser completamente
egocéntrica y hacer exactamente lo que secretamente desearía poder hacer cada
día de mi vida: quedarme todo el día en cama, ordenar servicio a la habitación,
y beber todas las pequeñas botellitas de licor del mini bar.
Es el fin de semana en
el que me permito ser miserable, cuando puedo llorar y gritar hundiendo mi
rostro en la almohada sin temor a ser descubierta, y darme duchas eternas sin
que nadie crea que me caí y me ahogué en la tina.
Y no me malentiendan,
a mí me gusta mi vida… Bueno, vale, no me disgusta… Ok, al menos reconozco que
las cosas podrían haber salido mucho peor, y que mal que mal tengo a Daniel a
mi lado.
Tengo su amor
incondicional, y si todo lo que he sufrido fue a cambio de contar con su
presencia en mi vida, sé perfectamente que en ese trato la que salió ganando
fui yo.
Y aun así, no hay día
en el que no piense en él… En ese
misterioso vaquero que se tomó mi corazón por asalto y alteró mi destino para
siempre: Jasper.
Solamente en el
aniversario del fin me permito sentir
este dolor invalidante, que me sorprende cada vez por su intensidad. Sólo una
vez al año y por unas horas, vivo mi luto por mi alma rota.
Al principio pensé
ilusa, estúpidamente, que el tiempo cicatrizaría mis heridas, que su rostro se
haría borroso en mi memoria, que se esfumaría de mi mente el recuerdo de su
olor, su sabor, el sonido único de su esquiva risa.
Pero en cambio, puedo
cerrar los ojos y rememorar con lujo de detalles la sensación de sus risos
dorados entre mis dedos, su aliento agitado contra mi oído, el cambiante color de
sus ojos expresando su conflicto… Y no,
no se debatía por la culpa de engañar a su esposa o de dañar a su hermano, no,
lo cierto es Jasper ese día se debatía entre dos poderosos apetitos: Su sed y
su lujuria.
Afortunadamente para
mí (o desafortunadamente, según como se mire), ganó la lujuria, o de lo
contrario a estas alturas ya me habría convertido en compost en algún escondido
lugar del Olimpic National Forest
Lo nuestro duró sólo
un día, y ni eso, sólo unas horas, pero esos instantes bastaron para cambiarlo
todo. Lo aposté y perdí todo, a todos, y lo más doloroso, a él.
oooOooo
Llamo al servicio a la
habitación y ordeno una ensalada de pollo, papas fritas, Coca Cola y una
rebanada de pie de manzana. Son las cuatro de la tarde del sábado, pero recién
ahora me dieron ganas de emerger de entre las sábanas y comer.
No importa, estos son
mis días y como exactamente a la hora
que se me antoja.
Mientras espero por mi
comida, llamo a Daniel.
Sé que él acepta mi
necesidad de soledad aunque en realidad no la entienda, y que aunque nunca me
lo pide verbalmente en mis días privados, él está esperando mi llamada.
Daniel… Si no fuera
por él toda mi vida sería como este fin de semana. No habría nadie que me
obligara a salir de la cama y seguir viviendo… El motor de mi vida es su amor
callado e incondicional, y si no estuviera conmigo amándome como solo él lo
sabe hacer… Probablemente me habría lanzado por un risco o habría perecido de
hambre o algo así.
Me atraviesa una
punzada de culpa por sentir la compulsión de escaparme de él… Específicamente,
por necesitar esconderme de él para que no me vea desmoronarme y deshacerme en
llanto por ese hombre… Ese hombre que
me usó, me traicionó, trató de matarme y finalmente me abandonó sin decir adiós.
Tomo el teléfono con
manos temblorosas, siempre temiendo el día en que Daniel pierda la paciencia y me
haga una pregunta que no quiero contestar.
Y enfrentémoslo,
Daniel no es un idiota, y la excusa de mis viajes de negocios que, oh
sorpresa!, coinciden con mi cumpleaños, pueden haber servido al principio, pero
hasta yo me doy cuenta de lo absurdas que son mis historias.
Y esa precisamente es
una razón más para amarlo: él sabe muy bien que escondo algo, pero me da el
espacio que necesito, y me permite guardar mis secretos, porque sabe que no
estoy lista para compartirlos.
-Aló? – Respondió sonando
un poco ansioso al primer timbrazo.
-Daniel, mi amor… -
Suspiré botando la tensión que no sabía que acumulaba.
Sí, compartir mi vida
con él era la respuesta a mis plegarias.
Después de una pequeña
pausa, dijo
-Estás bien? –
Preguntó tratando de sonar casual.
-Sí, todo bien, recién
acabo de pedir comida y voy a comer en la habitación, tal vez hasta vea alguna
película en pay per view – Dije acurrucándome inconscientemente en la orilla
derecha de la cama, acostumbrada aunque no estuviéramos juntos, a que el lado
izquierdo y gran parte del centro le pertenecían a él, que tendía a dormir
atravesado y ocupando la mayor cantidad de espacio posible.
-Pediste algo bueno? –
Preguntó refrenándose las ganas de preguntarme por qué iba a almorzar sola o tan
tarde.
-Papas fritas,
ensalada de pollo y pie de manzana – Dije con una sonrisa. A él también le
gustaba ese menú.
-Es bueno el pie de
manzana donde sea que estás? – Preguntó curioso y encantador.
-No lo sé, pero pronto
lo voy a averiguar – Contesté sacudiendo la cabeza.
-Me vas a traer un
trozo si es bueno? – Preguntó.
-Por supuesto, cielo –
Dije. Era una tradición, cada vez que salía de la ciudad por negocios le
llevaba un trozo fresco del pastel que hubiera probado. Era una tradición
engorrosa, pero era nuestra.
TOC
TOC
TOC
-Tu comida? –
Preguntó.
-Mi comida – Respondí.
-Vas… Vas a regresar
mañana por la noche, verdad? – Preguntó inseguro.
-Viajo mañana por la
noche, estaré en casa el lunes a eso de
las 5 am. No te preocupes, trataré de no hacer ruido y despertarte – Le dije
mientras abría la puerta.
-No! Despiértame! –
Exclamó él – No me importa, siempre puedo dormirme de nuevo… Contigo…
-Está bien, te daré un
beso de buenas noches, si despiertas, bien, y si no, siempre podemos hablar al
desayuno… - Dije.
TOC
TOC
TOC
-Dan, me tengo que ir
– Susurré – Te amo.
-Te amo – Repitió y
cortó la llamada.
Amarré más fuertemente
el nudo de mi bata y saqué ciegamente un par de billetes de mi bolso. Me pasé
los dedos bajo los ojos para recoger cualquier resabio de humedad y abrí la
puerta dejando pasar al mozo.
oooOooo
Después de comer volví
a dormitar un rato, aferrada fuertemente a mi almohada. Era una de esas
costumbres que no podía abandonar sin importar cuanto tiempo hubiera pasado
desde el fin, yo siempre me sentía
sola, aunque tuviera a Daniel a mi lado, lo que era enormemente injusto y me
hacía sentir culpable y malagradecida.
Tuve una pesadilla…
Mis peores pesadillas
no eran, como podría esperarse, sobre el fin o los terribles días que vinieron
después… No, mis pesadillas eran acerca de recrear de mil formas distintas aquel
día perfecto. Cada sonrisa, cada gesto, cada roce, cada susurro, todo lo sentía
como algo real y tangible, y el despertar para darme cuenta de que todo era sólo
una fantasía me resultaba devastador. Cada vez…
Comencé a sentirme
inquieta dentro de mi propia piel, como si quisiera arrancármela a jirones con
mis propias uñas. Rodé de un lado al otro, me reacomodé cien veces, prendí la
tele… Pero nada. Quería gritar hasta quedar afónica, quería llorar a gritos,
quería huir y perderme entre la multitud. No quería pensar en volver a ser yo
una vez más, no quería pensar en que al día siguiente regresaría a casa y
debería volver a ser “Bella la normal”, “Bella la responsable”, “Bella la que
nunca se cruzó con lo sobrenatural”…
Me levanté completamente
desnuda y me encerré en el baño para darme una larguísima ducha en la cual me
exfolié y me depilé, me puse una costosa máscara nutritiva en el cabello y me
mimé como sólo podía hacerlo en mis días personales.
Una vez fuera de la
ducha me sequé cuidadosamente y peiné mi cabello usando el secador de pelo.
Generalmente lo ordenaba en una cola de caballo alta, por comodidad, pero ahora
iba a salir, así es que me di la molestia de alisarlo para resaltar las capas y
reflejos que mi amiga Tracy insistió que enmarcarían mi rostro haciéndolo lucir
más adulto y profesional… Y es que me gustara o no, a pesar de haber cumplido
veintitrés años yo aún lucía como una niña, tal vez por mis rasgos juveniles,
la constante ausencia de maquillaje o la falta de malicia en mi mirada, quién
sabe…
Y sí, debo reconocer
que a pesar de todo seguía siendo muy inocente y esa inocencia era como un
cartel reflectante sobre mi cabeza, haciendo que cada vez que Tracy y yo
salíamos a tomarnos una copa por ahí, el guardia del bar de turno me exigiera
mi identificación. Tracy decía que debería estar contenta de verme más joven de
lo que soy, que ya lo agradecería cuando me acercara a los cuarenta, pero lo
concreto es que poniendo la vanidad de lado, yo no necesito verme joven,
necesito verme competente. Necesito ser tomada en serio.
Una vez conforme con
mi cabello, humecté mi cuerpo y caminé desnuda hasta el closet, en un
desafiante acto de libertad. Nunca podía hacer esas cosas en casa, pero en un
hotel? Ahí sí, los hoteles eran impersonales y estériles, a nadie le importaba
un carajo lo que yo quisiera hacer o lo que quisiera vestir.
Saqué del armario un
vestido de coctel de color marfil, decorado con lentejuelas en café y dorado,
en degradé. No era muy revelador, ni siquiera era demasiado ajustado, pero se
separaba completamente de mi look habitual.
Es más, si no hubiera
estado Tracy insistiendo a mi lado cuando me lo compré, y si no hubiéramos
usado el descuento de empleada del treinta por ciento que tenía su prima por trabajar en la boutique, jamás
habría optado por algo tan… llamativo.
Pero el resultado
final era perfecto. Me veía bien, me sentía bien y me volví a sentir un poco en
control de la situación.
Respira…
Llamé a recepción para
pedir que me llamaran a un taxi y le di los últimos toques a mi maquillaje.
Ojos oscuros, labios
adornados simplemente con brillo con sabor a melocotón... Eso también me lo
enseñó Tracy: Identificar un punto focal de mi rostro y destacarlo. Si
destacaba mis ojos no podía distraer la atención pintarrajeando mi boca. Ese,
me explicó, era el error de muchas chicas que no entendían que “menos es más”.
Chicas que terminaban luciendo como payasos…
En fin, tomé mi bolso sobre
de lentejuelas y mi lindo pañuelo de seda de color beige, regalo de cumpleaños
de Tracy, que sabía que complementaría mi vestido nuevo. Me envolví en él más
que nada para cubrir mis brazos y hombros desnudos, desacostumbrada a llamar la
atención, pero lamentablemente al subir al ascensor en éste había varios
hombres en traje, probablemente ejecutivos jóvenes asistiendo a una convención.
Las miradas
interesadas fueron instantáneas, haciéndome bajar la cabeza avergonzada,
rogando que los doce pisos hasta el lobby pasaran rápido para poder bajarme y
huir.
-Hola, cómo te llamas?
– Me preguntó uno que usaba un impecable traje gris.
-Jessica Stanley –
Dije con la respuesta que estaba siempre en la punta de mi lengua, como siempre
que no me apetecía decir la verdad.
-Estás sola, Jessica?
– Preguntó otro a mi lado. Su acento sureño era muy marcado, de Texas o Georgia
tal vez, e hizo que mi estómago se apretara un poco al recordar la deliciosa
forma en que Jasper arrastraba las vocales, especialmente ese día,
especialmente cuando sus ojos estaban negros.
-No, estoy con mi
esposo – Dije. Vamos, vamos! Avanza!
-No veo un anillo en
tu dedo – Dijo un hombre detrás de mí.
-Mi esposo y yo no
usamos anillos, nos hicimos tatuajes – Dije. No era la primera vez que debía
esquivar avances masculinos, sólo era la primera vez que debía hacerlo con
tantos hombres a la vez y en un espacio tan reducido.
En ese momento las
puertas del ascensor se abrieron en el sexto piso, pero antes de que yo pudiera
escapar se subieron una pareja de ancianos que bloquearon mi camino.
-No veo tatuajes
- Susurró el del traje gris.
-Me alegro, porque no
está en un sitio que deberías poder ver a menos que tuvieras visión de rayos X
– Dije levantando la mirada, ya un poco cabreada.
El bastardo era guapo,
eso había que reconocérselo. Era alto, sus facciones eran regulares y armónicas, vestía un traje evidentemente hecho a su medida, y olía limpio y a “Polo Black”
de Ralph Lauren. Sí, si yo fuera una chica normal probablemente me habría
sentido compelida a coquetearle, sólo por diversión, pero... No soy normal.
Además Dan… No,
incluso coquetear inocentemente estaría mal.
El tipo del traje gris
se vio sorprendido por mi respuesta, y los demás se largaron a reír.
Gracias a Dios, en ese
momento se abrieron las puertas.
-Estaremos en el bar
del hotel preciosa – Dijo el que estaba detrás.
-Pasa a tomarte un
trago con nosotros si te aburres de tu maridito – Rió el del lado.
-Gracias, si mi marido
tiene ganas después de su entrenamiento de “Todo Vale”, quizás nos demos una
vuelta y se los presento – Mascullé prácticamente corriendo hacia el lobby.
Los hombres volvieron
a reír.
No lo hicieron
burlándose, más bien divertidos mis respuestas, pero igual me molestó. No por
ellos, sino por mí. Por tonta. Por dejar que me afectaran.
El chico de Recepción
me hizo una seña apuntando al taxi que me esperaba, y me dirigí prontamente al
vehículo, pero cuidando no tropezar. Caerme en este vestido sería no sólo
humillante, sino casi pornográfico, considerando el tipo de ropa interior que
usaba.
-Buenas noches –
Saludé al taxista – Al Tennessee Performing Arts Center.
-Ah, Patty Loveless? –
Preguntó él haciendo partir el auto.
-Sí – Sonreí.
-Imagino que tiene
entradas, verdad? Porque si piensa comprarlas en el teatro, lamento decirle que
están agotadas.
-Oh no, mi entrada la
he tenido por meses, tengo la página de Patty en alerta, así es que la compré
en cuanto salieron a la venta.
-Una verdadera fan –
Asintió aprobadoramente.
-Podría decirse –
Murmuré. Cómo explicar que no era Patty en particular sino su música country,
que ni siquiera me gustaba, lo que me llamaba? El año anterior había sido Carrie
Underwood en Oklahoma y el anterior Garth Brooks en Dallas, y antes de eso Jace
Everett…
-Tiene buenos
asientos? – Preguntó.
-Ajá – Respondí con
una sonrisa.
Después de ese breve
intercambio nos quedamos en silencio, y yo me dediqué a verlo todo por la
ventana. Me encantaba esa ciudad, las luces, el movimiento, el entusiasmo… Por
algo esta ciudad estaba bautizada como La Meca de la música country.
Poco antes de llegar
al Teatro vi una pequeña heladería artesanal, e hice una nota mental de
visitarla antes de regresar al hotel.
Una vez en el Teatro
pasé fácilmente por los controles de seguridad y me ubiqué en mi butaca roja:
Quinta fila al medio.
Durante media hora esperé
mientras el espacio se comenzaba a llenar. Grupos de chicas, parejas y hasta
familias… Y yo. No vi a nadie más que hubiera acudido a solas, y ese hecho me
alienó aún más.
Ocupé mi tiempo
revisando mi celular por si tenía algún mensaje de Dan, y como no lo había
saqué la pequeña libreta que acarreo a todas partes y di rienda suelta a mi
compulsión de hacer listas.
Sí, dije listas;
listas de tareas, planes, cosas que necesito, cosas que debo hacer, pros y
contras de decisiones difíciles… Listas, listas, listas…
Listas que me hacían
sentir en control cuando estaba vulnerable, listas que me ayudaban a ordenar mis
prioridades, listas que me ayudaban a tomar decisiones lúcidas y prácticas en
momentos en los que quería bajar los brazos y dejar de luchar.
Listas, listas,
listas.
oooOooo
El concierto fue todo
lo que podría haber esperado y más, y por supuesto mi parte favorita fue cantar
a todo pulmón "Blame It On Your
Heart" (*Culpa a tu corazón)
“…Bueno,
todo lo que quería era ser la única
Y todo
lo que logré fue quedarme sola
Ahora
el sueño se ha acabado
Porque fallaste la prueba
Hey culpa a tu mentiroso,
embaucador, frío y muerto,
Tramposo e hipócrita,
Maltratador, corazón amante.
Te van a destrozar el corazón,
oh, sí
Tendrás un mal rompimiento, oh,
sí
Cometiste un grave error, oh, sí
Bueno, nunca vas a encontrar otro
amor como el mío
Alguien te va a hacer lo que me
hiciste, cariño,
Y cuando ella te lo haga no será
divertido,
Necesitarás comprensión,
Pero no vengas a buscarme a mí,
Hey culpa a tu mentiroso,
embaucador, frío y muerto,
Tramposo e hipócrita,
Maltratador, corazón amante…”
Oh sí, todo lo que
hubiera querido decir… Todo lo que habría dicho si hubiera sabido… Si hubiera
sabido que aquella sería la primera y última vez antes de…
Mierda! De pronto tenía
los ojos tan cargados de lágrimas que casi no podía ver nada. Aguanté las ganas
de pestañear hasta que hurgué en mi bolso y saqué un pañuelo desechable, y
delicadamente me sequé los lagrimales, como toda una dama, más por no terminar
luciendo como un mapache que por tratar de verme elegante.
Una vez acabado el
concierto no me demoré en salir, ya que al tener buenos asientos tenía acceso a
salidas especiales.
Ni me molesté en
tratar de conseguir un taxi en el caos que había afuera del Teatro, así es que
aprovechando la cálida noche, con toda calma comencé a caminar hacia la
heladería que había visto antes desde el taxi.
La heladería era uno
de esos lugares que desearías que no estuvieran ubicados en una ciudad grande,
sino en un pueblito, de modo que no fuera contaminado por la industrialización,
la globalización y las economías de mercado.
Era atendida por los
dueños y sus dos hijas adolescentes, y el helado era preparado por la abuela,
con la ayuda de un par de señoras que habían trabajado con ellos toda la vida.
Pero lo mejor: El
helado era delicioso y ellos eran tan amables que al verme indecisa con
respecto a qué pedir, me dejaron probar más de diez sabores antes de elegir.
Al final opté por un
cono de dos bolas: Una de “Puré de Castañas” y el otro de “Chocolate Suizo con
Nueces”. Tracy pondría el grito en el cielo si pudiera verme empuñar tantas
calorías vacías en una mano, pero yo afortunadamente me podía dar el lujo… Mi
metabolismo es muy rápido y mi contextura naturalmente delgada, así es que
puedo comer lo que quiera. Bueno, en rigor no lo que quiera, porque cuando estoy con mi amiga debo adherir por
solidaridad a todas sus nuevas dietas para bajar de peso, y Tracy comienza una
distinta cada lunes, sin falta.
Antes de salir de la
heladería le pedí a una de las chicas que me sacara una foto comiendo helado, y
de inmediato se la envié por WhatsApp con el mensaje “Ojalá estuvieras aquí”.
Me amarré con más
cuidado el pañuelo y comencé a caminar
lamiendo mi helado con toda calma. Nadie me esperaba, no había nadie a quién
complacer más que a mí misma… Y hablando de complacer… Tal vez podía estrenar el
regalo de navidad de Tracy. En el momento me dio tanta vergüenza que me regalara
un vibrador, que simplemente lo escondí en un cajón y me olvidé de él hasta que
fue el momento de empacar para este viaje.
Estaría afuera…
Nadie me
interrumpiría…
Nadie tenía por qué
saberlo…
Y por Dios, sí que
necesitaba un buen orgasmo!
Uno estremecedor, como
los experimentados cinco años atrás, capaces de sacudir cada uno de mis
músculos, capaces de quitarme el habla, capaces de…
-Qué mierda haces
caminando en un barrio como este y en
esa facha? – Siseó una voz furiosa.
Una voz que pensé que
no volvería a escuchar jamás…
Moví la cabeza en
dirección al sonido y me encontré con un cuerpo sólido como una pared de roca.
Muy despacio deslicé mis ojos desde su pecho hasta su rosto, a la vez furibundo
e inescrutable.
-Qué…? - Dije ahogada,
sintiendo honestamente que me desmayaría en cualquier momento.
Era una alucinación?
Quería que lo fuera? Cuáles eran las probabilidades de que algo como esto
sucediera? De encontrarlo justamente en mi escape anual?
Miré a mi alrededor,
súbitamente asustada de encontrarme con un puñado de vampiros vegetarianos,
pero no, no había nadie más que un vagabundo sentado junto a un tambor metálico
en el que brillaba un débil fuego, lo bastante lejos como para no escucharnos
ni prestarnos ninguna atención.
-Pregunté… Qué mierda
haces caminando en un barrio como este
en esa facha? – Se atrevió a gruñirme. A gruñirme! El muy hijo de perra,
después de todo lo que me hizo aún se creía con derechos sobre mí?
Que se pudra!
-Estoy trabajando – Le
dije levantando la barbilla, enderezando la espalda, sacando pecho, y mostrando
el escote… Unos pechos bastante más desarrollados de los que él llegó a conocer
– Aquí recibo a mis clientes y esa de ahí es mi oficina – Le dije apuntando un asqueroso
muro mal iluminado, manchado de grafitis y orina.
-No es gracioso
Isabella – Gruñó otra vez.
-Me ves riéndome? –
Pregunté tratando de rodearlo para avanzar, y dispuesta a subir al primer auto
que se detuviera. Casi valdría la pena contraer sífilis si lograba escapar de
él… Al menos para la sífilis hay tratamientos, en cambio para la devastación
que Jasper me produciría… No, bien lo sabía, no había cura.
-No te vas a ninguna
parte – Dijo tan bajo que creí imaginarlo… Excepto que me agarró el brazo y me
encogí de dolor… Aparentemente había perdido la práctica de tratar con humanos…
O quizás simplemente me quería hacer tanto daño como pudiera en el menor tiempo
posible… Eso si es que me dejaba ir… Me mataría? De eso se trataba? No, no
podía! Daniel… Daniel se preocuparía, se quedaría esperando por mí… Por el beso
de buenas noches que le prometí…
-Jasper por favor –
Susurré desesperada. No podía morir así, en un callejón que olía a baño
público. Mi cuerpo no podía desaparecer, de lo contrario Tracy y Dan nunca
sabrían qué fue de mí – Por favor, no me mates aquí… O si me matas… Podrías
pretender que sufrí un accidente? Hay gente en mi vida… Gente que sufriría
mucho si desaparezco y me tienen que empezar a buscar…
-No te voy a matar! –
Escupió soltándome como ofendido – Te estoy diciendo justo lo contrario, que es
peligroso que camines en esa facha por lugares como este – Dijo estudiándome
atentamente. Me sentí desnuda, y no supe decir si me gustó o me incomodó su
escrutinio.
-Entonces qué haces
aquí? – Pregunté tratando de que no me flaqueara la voz.
-Te vi en el teatro –
Respondió – Estaba ocupando uno de los palcos y te vi.
-Y me seguiste –
Afirmé.
Él asintió.
-Por qué? Por qué
ahora?- Pregunté.
-Porque antes no sabía
dónde estabas, te perdimos la pista poco después de irnos de Forks – Respondió.
-No! No… No lo
menciones, sí? No me gusta hablar de ese lugar – Dije cubriéndome los oídos, y con
los ojos brillantes otra vez.
-Qué te pasó,
Isabella? – Susurró frunciendo el ceño, en
un tono mucho más amable.
-Que qué me pasó? En
serio? Tú me lo preguntas? Precisamente tú? – Dije indignada. Bien, el enojo y
la rabia dolían menos que todo lo demás.
-Bella… - Susurró, probablemente
atormentado por mis emociones.
-Ya no soy Bella –
Gruñí, y me maldije por compartir ese pedazo de información – Quieres saber qué
me pasó, Jasper? Me pasaste tú! Me pasó que me enamoré como una idiota, me pasó
que creí en ti, me pasó que traicioné a un hombre bueno, que me amaba a cambio
de lo que fuera que tú estuvieras dispuesto a ofrecer. Me pasó que en lugar de
abandonarme después de obtener lo que querías como un bastardo cualquiera, trataste
de matarme como un bastardo psicópata. Me pasó que ese hombre bueno me dejó
junto a toda su familia, dejándome sola y desprotegida ante amenazas como
Laurent y Victoria. Me pasó Jasper, que lo arruinaste todo y nunca miraste
atrás para pensar en el daño que causaste. Debiste matarme, sabes? A la larga
habría resultado mucho más compasivo… No sé para qué me molesto en decirte
nada, supongo que no te importa un pepino qué es lo correcto o no, después de
todo eres el gran Mayor Whitlock, no?
-Isabella, ya basta! –
Exclamó. Sus ojos por primera vez dejaron de parecer un par de rocas y dejaron
ver trazas de emoción. Qué emoción? No lo sé, pero algo de lo que le dije lo
afectó.
-Déjame, sí? No
deberíamos habernos cruzado, ese nunca fue el plan, y si me viste debiste
correr en la dirección opuesta. Yo nunca lo habría sabido y habría podido
volver a casa en paz – Dije mirándome los zapatos. Eran lindos mis zapatos, y
dejaban ver la pedicura francesa que me había hecho yo misma antes de viajar a
Nashville.
-Dijiste que hay gente…
Gente que te extrañaría si desaparecieras – Dijo ignorando todo lo que dije –
Quiénes son? Tienes… Tienes un hombre en
tu vida?
-No es tu problema –
Le dije levantando la mirada – Tú tomaste tus decisiones hace tiempo, no tienes
derecho a meterte en las mías.
Él pareció listo para
contestarme, pero en ese momento…
“…Tu eres mi rayo de sol
Mi único rayo de sol
Tú me haces feliz cuando el cielo
es gris
Nunca sabrás, cariño
Cuanto te amo,
Por favor no me quites mi rayo de
sol…”
Eran Bob Dylan y Johnny Cash cantando “You
Are My Sunshine”... Dan… Mierda!
La canción de Dan!
La música murió en el
primer párrafo, lo que me hizo suspirar de alivio. WhatsApp… Sólo era WhatsApp.
-No vas a contestar? –
Preguntó Jasper apretando la mandíbula y cruzando los brazos. Se habría visto
hermoso de no haber sido tan intimidante.
-No, no es nada
importante – Dije encogiéndome de hombros.
-Siempre fuiste la
peor mentirosa – Afirmó.
-Y tú el mejor, pero
qué importa a estas alturas? – Respondí.
Y entonces, “You Are
My Sunshine” otra vez. Probablemente esta sería una de aquellas conversaciones
en las que Dan escribía párrafos completos línea por línea… Un día estuvo una
tarde entera enviándome de esa forma un poema que me escribió él mismo… El
poema era fatal, pero el gesto era de una dulzura infinita.
-Parece urgente –
Entrecerró los ojos.
-No lo es – Dije forzándome
a parecer calmada, aunque sabía perfectamente que él sentía e interpretaba cada
una de mis emociones.
-Cómo lo sabes?
-Porque es la manera
que tiene de textear él – Dije levantando las manos exasperada.
-Él… - Dijo Jasper con
voz baja y ronca. Como imagino que habría sonado un león si dijera lo mismo.
Asentí. En mi cabeza
sonaban todo tipo de alarmas y alertas.
PELIGRO, PELIGRO,
PELIGRO!
-Un él al que le dedicas justamente esa
canción… Un él que te hace latir el
corazón con fuerza y que trae color a tus mejillas pálidas por tu encuentro
conmigo, un él que de solo imaginarlo
te llenas de tanto amor que te olvidas del miedo que te da estar en un callejón
oscuro conmigo o el dolor que te causé… El hombre que te llama no es cualquiera
Isabella… No lo es… - Dijo sonando casi… Cansado.
No supe qué responder.
No podía predecir su
reacción.
Y si decidiera
matarnos a los dos?
“…Tu eres mi rayo de sol
Mi único rayo de sol…”
Sonó mi teléfono otra vez.
Lo ignoré.
-Por la mierda Bella!
Quieres contestar ese aparato de una buena vez? – Exclamó.
Sin decir nada, saqué
mi celular de mi bolso, lo desbloqué y entré a mi conversación con Dan…
“Si le arrancas la cabeza a una cucaracha,
puede sobrevivir nueve días decapitada, y al final se muere de hambre, no por
falta de cabeza” Decía su primer mensaje.
Resoplé por la nariz
de manera bastante burda. Pero es que Dan era así, si algo le llamaba la
atención, me lo hacía saber. Y a mí me gustaba, para eso existe la tecnología.
El siguiente mensaje decía
“Y adivina qué! Los koalas pueden vivir
toda su vida sin tomar agua”
Levanté las cejas,
incrédula. Esa información tendría que corroborarla, ya que a veces Dan
inventaba datos curiosos sólo para reírse de mí cuando yo lo tomaba en serio.
-Algo interesante? –
Preguntó Jasper. Estaba furioso y parecía haber crecido unos diez centímetros
de altura en menos de dos minutos.
-Los koalas pueden
vivir toda su vida sin tomar agua – Me encogí de hombros y leí el siguiente
mensaje.
“En Francia está prohibido bautizar a un cerdo
con el nombre de Napoleón”
Solté una carcajada y
supe cuál sería nuestra próxima mascota en cuanto tuviéramos el espacio
necesario… Una casa con jardín… Por mí estaba bien.
-Qué? – Ladró Jasper.
-Mi cerdo se llamará “Napoleón”
– Contesté calmadamente mientras respondía a Dan con un montón de caritas
sonrientes.
-Te ves bien… Eres
feliz? – Preguntó después de estudiarme unos segundos.
-Yo… No lo sé… Tanto
como es posible, supongo… - Respondí insegura, sabiendo que él reconocería una
mentira.
-Me alegro por ti…
Dile a ese tipo que si no te trata bien se las va a ver conmigo – Dijo con una
amarga media sonrisa.
-No Jasper – Le dije
mirándolo fijamente.
-No? No qué? – Preguntó desconcertado.
-No, no tienes derecho
a amenazar a nadie, y mucho menos considerando que nadie nunca me va a volver a
hacer tanto daño como el que me hiciste tú – Dije sintiéndome un poco culpable
de la punzada de dolor que vi en sus ojos.
-Bella…
-Adiós Jasper – Dije e
hice señas a un taxi. El taxi se detuvo de inmediato y Jasper no tuvo más
alternativa que dejarme ir.
Corrí al auto y me
lancé adentro.
-Buenas noches, al
Hutton por favor – Dije al taxista.
Partimos de inmediato
y yo no quise mirar atrás.
Ok… Todo lo había
imaginado… Todo… Jasper no existía…
Maldita sea!
Esa noche pedí una
botella de vodka a mi habitación y bebí hasta caer inconsciente.
El domingo desperté tarde,
con el maquillaje corrido y una jaqueca terrible, pero me tomé un par de
analgésicos y me metí a la ducha. Luego pedí un grasoso desayuno que me ayudara
a absorber el alcohol, y mientras llegaba llamé a mi aerolínea para cambiar mi
pasaje de regreso a casa.
Luego hice check out
en el hotel y me dirigí al aeropuerto, y ahí me subí al primer vuelo
disponible. No podía parar, debía seguir haciendo cosas, de lo contrario
comenzaría a pensar, y mi vida se destruiría una vez más…
Pero no, no, no, ahora
era distinto… Ahora tenía a Dan y él no me traicionaría jamás…
Aterrizamos tarde en
la noche y tomé un taxi hacia mi casa. Llegué a eso de las doce de la noche, y
todas las luces estaban apagadas, así es que dejé mi maleta en el living y me
fui de puntillas a mi dormitorio, cuidando no hacer ruido.
Aspiré profundo… Olía a hogar…
Olía a Daniel…
En la penumbra
distinguí su silueta cruzada a través del colchón, ocupando toda la cama doble.
Sonreí y me acerqué a
su rostro, acaricié su mejilla y besé su frente.
-Hola rayito de sol –
Murmuré sin separar mis labios de su piel.
Sus ojos grises se
entreabrieron, somnolientos.
-Mamá?
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Espero les haya gustado, no dejen
de compartir sus opiniones.
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