domingo, 31 de julio de 2016

El Tiempo En Una Botella 11

Que disfruten!
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-Isabella – Dijo con los ojos cerrados, su frente contra mi frente.
-Mmmh?
-Vámonos… Ándate conmigo.
Capítulo 11
They say for every boy and girl
There's just one love in this whole world
And I know I've found mine
The heavenly touch of your embrace
Tells me no one could take your place
Ever in my heart
Young Love / Tab Hunter
James POV
Isabella me miró en silencio por los cinco segundos más largos de la historia, hasta me lentamente asintió, dibujando en su rostro una sonrisa tan ancha que casi le llegaba a las orejas.
-Sí… - Susurró – Sí… Me voy contigo.
-Estás segura? – Quise confirmar.
Ella siguió asintiendo.
-Quieres que nos vayamos directo a la casa? – Pregunté. Era temprano aún.

-Podemos caminar un poquito? – Preguntó.
-Me vas a dar la mano, o todavía está mal? – Pregunté, un poco cruel, porque sabía que ella estaba herida por el fracaso en la escuela, pero sin poder evitarlo. A mí también me dolió cuando me negó su contacto para guardar las apariencias, cuando a lo mejor habría sido más sano presentarnos como novios le gustara a quien le gustara y se acabó.
-No seas así – Hizo un puchero – Ya te pedí perdón un montón de veces.
-Isabella, yo no vivo regido por las convenciones de la sociedad humana, nunca me ha importado la opinión de nadie, conocidos o desconocidos, sólo ahora, la tuya, así es que no me pidas que entienda el sacrificar nuestro bienestar en función de lo que piense gente que no tiene nada que ver con nosotros – Dije.
-Es la costumbre – Dijo – Yo siempre traté de ser y hacer lo que se debía, y salvo por lo de involucrarme con vampiros, creo que lo logré. Quería experimentar el pertenecer a este mundo aunque fuera por un día, pero ahora veo que esta tampoco es mi sociedad, yo también estoy al margen… En realidad es por eso que te gusté verdad? Porque me parecía a ti?
-No porque te parecieras, sino porque me sentí identificado contigo. Eras una persona diferente, capaz de pensar más allá de lo convencional, eres irreverente y un poco grosera y única… Eso es lo que me atrajo, pero no lo que me enamoró – Le dije – Es tu corazón Isabella, eres tú, siempre desbordante de todo tipo de emociones, tú crees en mí, tú no tienes miedo de quererme, a pesar de que la razón te diga a gritos que te alejes… Gracias al cielo eres la persona más irracional que conozco
-Ooooye – Me empujó.
-No es cierto? – Levanté una ceja.
-No importa si es cierto o no, deberías estar contento de que te quiera, sin importar la razón – Frunció el ceño.
-Lo estoy – Dije – Pero… Por qué? – La pregunta que me ha atormentado desde que declaró sus sentimientos.
-Porque eres lindo – Se encogió de hombros - Y yo soy tan superficial que eso me basta.
Comenzó a caminar de nuevo.
-No es verdad! – La seguí.
-En serio, eres súper lindo! – Dijo con ojos inocentes.
-Dime por qué me quieres o vamos a dar un espectáculo digno de que nos metan presos, y ni tus ridículas historias nos van a salvar – Dije apretándola a mí, en un abrazo ligeramente inapropiado.
-No serías capaz – Susurró.
-Hay realmente pocas cosas de las que no sería capaz simplemente porque estoy aburrido. Dame un buen motivo y soy capaz de todo – Le dije al oído.
-James…
-Isabella…
-Te quiero… Te quiero porque me dices la verdad, aún cuando sabes que me va a doler. Te quiero porque dices no saber amar, y te preocupa tanto hacerlo bien que terminas siendo infinitamente dulce y cariñoso, pero no tienes miedo de tocarme y apretarme y manosearme. Te quiero por tu falta de prejuicios. Te quiero por tu sentido del humor. Te quiero por tu interés en las cosas nuevas. Te quiero por tu ironía. Te quiero porque cuando te ríes lo haces con todo el rostro, y se marcan unas arruguitas en tus ojos que me muestran que nada de ti es una careta. Te quiero porque mi cuerpo reacciona al tuyo con una química increíble… Y te amo porque robas autos y vas a la escuela por mí – Dijo tomando mi mano – Es suficiente o sigo acariciando tu ego?
-Bueno, si estas ofreciendo caricias… - Comencé.
-Sí me dices una cochinada voy a gritar! – Exclamó – Y cuidado, que al último maleducado literalmente le rompí los huevos.
-El último maleducado tiene suerte de que no le rompí el cuello – Gruñí – Dame un beso – Exigí – Y que sea bueno.
Me miró entrecerrando los ojos como para evaluar qué porcentaje de ella me quería besar y qué porcentaje me quería mandar a la mierda, y después de calcular unos segundos se acercó, empuñó el cuello de mi camisa, se puso de puntillas y me besó con todo lo que tenía.
Me pareció que nunca me acostumbraría al delicioso sabor de su boca, a la suavidad de su piel o a la temperatura de su cuerpo, porque cada vez que nos tocábamos me volvía a sorprender.
La abracé deseando que me crecieran más brazos para poder abarcar más de ella, y en el fondo de mi mente oí comentarios reprobatorios de los transeúntes por el espectáculo que ofrecíamos. No es que le estuviera agarrando el trasero ni mucho menos, pero las expresiones de afecto en público eran muy mal vistas.
Afortunadamente ella no escuchó nada.
Y nos besamos un poco más.
Cuando nos separamos, jadeantes y sonrientes, nos tomamos de la mano y comenzamos a caminar.
Terminamos entrando en una cafetería donde Isabella se bebió una gigantesca malteada de color rosa y yo no me bebí una taza de café negro. Ella pidió una hamburguesa para llevar y seguimos caminando sin rumbo hasta que llegamos a Groveland Park, donde paseamos un poco más, y Luego Isabella se sentó a los pies de un arce y me hizo señas para que la acompañara. Terminé recostado en el pasto mirando a las nubes pasar, con la cabeza en su regazo mientras ella acariciaba mi cabello.
Hablamos de todo y nada, me contó algunas cosas curiosas sobre el futuro y en general nos relajamos después del mal rato que pasamos.
Más tarde Isabella se comió su hamburguesa y luego se levantó para beber de los bebederos instalados en distintos sectores del parque.
-Tengo más sed que un ratón envenenado! – Dijo sonriente al partir.
Volvió furiosa.
-Qué te pasó? –Pregunté sentándome. Nunca la perdí de vista y nadie se le había ni acercado.
-Hay… Hay… Hay bebederos para negros! – Exclamó escandalizada - Dice así! “Negros”! Y el letrero dice que si un negro bebe de una llave de blancos hasta lo pueden meter preso!
-Bueno, claro – Dije sin entender cuál era el problema – Pasa lo mismo en los vagones de los trenes, en los baños de los restaurantes y en las salas de espera… Hay para negros y blancos.
-“Iguales pero separados” – Murmuró haciendo referencia a las leyes de segregación.
-Exacto – Asentí.
-Es horrible – Dijo sacudiendo la cabeza.
-No lo sé, siempre ha sido así, y creo que es mejor, cuando los blancos se ven forzados a compartir espacio con los negros generalmente terminan en violencia. Ni el más pobre e inculto de los blancos se sentaría voluntariamente junto a un negro en el bus – Dije.
-Tú estás justificando esta atrocidad? – Me increpó.
-No justifico nada, a mí los problemas de la sociedad humana me tienen sin cuidado, pero en mi experiencia la separación es preferible a los linchamientos que ocurren cuando una mujer blanca acusa a un hombre negro de mirarla muy intensamente o sin el respeto debido - Dije encogiendo los hombros.
-Oh por dios, el Ku Klux Klan! – Exclamó llevándose las manos a los ojos, como si fuera a empezar a llorar en cualquier momento.
-Claro, ellos – Asentí. Eran una organización ilegal, por supuesto, pero aún muy activa en ciertas partes del país.
-James, esto es tan horrible, tan anacrónico! Cómo lo hacen las parejas interraciales? Viajan en vagones separados? – Preguntó.
-No hay parejas interraciales – Dije declarando una obviedad - Hay hombres blancos que se acuestan con mujeres negras y a veces las tienen como amantes, y alguna que otra mujer blanca caída en desgracia que se empareja con un negro, pero son discriminados por ambas razas, y deben cuidarse de andar por la calle de noche – Dije.
-Sé que es verdad, todo esto lo estudié en clase de historia, pero vivirlo es completamente diferente – Dijo sentándose en el pasto y apoyando la espalda contra mi pecho. Yo de inmediato rodeé su cintura.
-Cómo es en tu época? – Pregunté tratando de que dejara de pensar en la realidad actual.
-Como te dije antes, todos iguales ante la ley. Las personas de color votan, sirven de jurado, y tienen derechos y deberes como cualquiera. Hay parejas interraciales y aunque aún existe gente que discrimina, a nadie se le ocurriría que existiera un baño distinto para cada raza, o vagones especiales para blancos… Sabes? Llegué a esta época pensando que había llegado a un mundo mejor, pero no he hecho sino aprender a valorar mi propio mundo, con sus defectos y todo… - Dijo acariciando mis manos.
-Quisieras no haber venido? – Pregunté temiéndome lo peor.
-Venir y encontrarte es lo mejor que me ha pasado en la vida – Dijo firmemente – Es solo que me duele saber lo que está por venir sin poder hacer nada para evitarlo, la lucha por los derechos civiles va a comenzar en cuatro años más y va a causar un montón de sufrimiento antes de alcanzar sus metas. 
-Isabella… - Dije tratando de formular mi pregunta adecuadamente – Todo lo que sé de ti apunta a que eres tremendamente empática con el dolor ajeno… Cómo es entonces que puedes estar conmigo sabiendo lo que soy, lo que hago?
Suspiró.
-En parte… - Dijo – En parte porque aunque suene ridículo, las personas que mates para mí ya están muertas… Y además porque no puedo enojarme ni revelarme ante lo que eres, porque tú comes lo que tu especie necesita, no es que seas un asesino en serie con la fijación de hacer daño porque sí. Los vampiros son lo que son con o sin mi consentimiento, y si yo me negara a estar contigo a causa de tu dieta no salvaría ni una vida, tú seguirías alimentándote para sobrevivir… Sé que suena a doble moral, pero no está en mí recriminarte el hacer lo que te hace ser quien eres.
-No temes que algún día eso pueda cambiar? – Pregunté.
-No quisiera que torturaras a nadie o que prolongaras innecesariamente su sufrimiento, porque eso es sadismo y yo espero más de ti… Pero los vampiros existen por alguna razón, y se tienen que alimentar. Yo no soy de tomar este tipo de decisiones, pero por mucho que me avergüence decirlo, a cambio de tenerte a mi lado las vidas anónimas que tomas no pesan mucho en mi conciencia… - Terminó en un susurro apenas audible.
Nos quedamos en silencio un largo rato. Ella me aceptaba. Ella verdaderamente comprendía y a pesar de todo me aceptaba.
-Parece que pronto va a despejar – Murmuró Isabella de repente.
Durante la última semana el cielo había estado convenientemente nublado, como suele estar a fines del verano y principios del otoño en estas latitudes, pero Isabella tenía razón. La cubierta nubosa se estaba aclarando y en cualquier momento yo comenzaría a brillar alertando a todo el puto parque de que soy algo sobrenatural.
-Hora de irnos – Dije ayudándola a levantarse.
-Y entonces… Aprovechando que va a salir el sol… Quieres jugar a “la niña rica y el jardinero?” – Preguntó emanando inocencia.
Me quedé tieso. Literalmente. En todos lados.
-Isabella, si  me estás tentando para luego acobardarte… - Le dije en tono amenazante.
-Yo no le tengo miedo a nada – Dijo con falsa bravata – Yo me voy a ir a tomar sol a la piscina. Si da la casualidad de que te dan ganas de podar arbustos en la vecindad, bienvenido seas. Si no, no importa, yo veré cómo me las arreglo para echarme loción en la espalda – Y dicho esto, comenzó a caminar.
oooOooo
Isabella se encerró en su habitación nada más llegar a la casa, y luego salió de ahí para encerrarse en el baño. Yo la esperé pacientemente en el jardín, y cuando emergió vestía una larga bata de playa, sandalias y unas enormes gafas de sol. Llevaba en las manos varias revistas y de su hombro colgaba un gran bolso de paja.
Al cruzarse conmigo se hizo la desentendida y siguió su camino hacia la piscina, y yo como un perro la seguí, expectante a lo que vendría a continuación.
Cuando llegó junto a la piscina sacó de su bolso una toalla y la extendió arqueando su cuerpo de modo de darme una excelente vista de su trasero, delineado bajo la delgada tela de la bata.
Hecho esto, desabrochó la bata lentamente, dejando entrever un bikini azul con un estampado de rosas. Se estiró y la bata se abrió, dándome la primera visión de su cuerpo en lo que básicamente era ropa interior glorificada.
Era perfecta.
Muy lentamente dejó deslizar la bata por sus hombros, dejándola sólo en su bikini y sandalias.
Se arrodilló y se recostó sobre su estómago, sin dar indicios de reconocer mi presencia.
Tomó una revista al azar y comenzó a leer sacudiendo sus pies en el aire como si no tuviera una preocupación en la vida.
Mientras yo ardía por ella.
No sé cuánto tiempo duró esa farsa, ella leyendo, yo mirando, hasta que de pronto se sentó y con todo cuidado se desabrochó una y luego la otra sandalia.
Y eso dio paso a una nueva forma de tortura: la loción.
Se aplicó una generosa ración en la mano derecha y procedió a esparcirla en lánguidos movimientos en su brazo izquierdo. Al terminar pasó al otro brazo, luego el estómago y luego las piernas, quedando perfectamente aceitada.
Y entonces por primera vez se giró a mirarme.
-Hey, tú, eres sólo un mirón o también te gusta ayudar? – Preguntó altiva.
-Soy lo que quieras que sea – Dije comenzando a avanzar hacia ella.
-Tengo tanto calor – Me dio una mirada llena de significado – No te mueres de calor?
-Me estoy asando – Repliqué quitándome la chaqueta y tirándola al suelo. Luego me saqué la camisa literalmente arrancándola de mi cuerpo hecha jirones y la camiseta sufrió el mismo destino.
-Mejor? – Preguntó mirándome con una intensidad que sólo podía rivalizar con la mía.
-Marginalmente – Respondí.
Ya estaba a su lado.
-Necesito que me ayudes a humectar los lugares que no logro alcanzar – Dijo con toda inocencia sacudiendo la loción frente a mí.
Tomé la loción de su mano y ella se volvió a recostar sobre su estómago, moviendo su cabello sobre un hombro para despejar su espalda.
Apreté la botella de loción en dirección a su espalda pero lo hice sin calcular mi propia fuerza y vacié media botella de golpe a lo largo de su columna, haciéndola estremecerse por el súbito cambio de temperatura.
-Vas a tener que masajearme tiempo extra para que se absorba toda esa loción – Dijo mirándome sobre su hombro.
-Me sacrificaré – Mascullé.
Y comenzó la tarea de acariciarla en movimientos circulares, partiendo desde los hombros a la cintura y de la cintura a los hombros, una y otra vez. Mis palmas memorizaron cada centímetro de piel y ella suspiró varias veces, única señal de que no dormía.
Cuando por fin se absorbió la loción, continué con la aplicación en sus piernas, y ella de inmediato las separó parcialmente para darme un mejor acceso a la cara interna de sus muslos, lo que liberó la fresca esencia de su excitación y me hizo titubear un poco.
Qué tan lejos queríamos llegar? Estábamos partiendo, y aunque todo había sido muy rápido entre nosotros no quería empujarla a hacer cosas para  las que no estaba preparada, especialmente conociendo el grado de su inexperiencia.
Con otra mujer la historia ya habría acabado. La habría conocido, la habría cogido y me habría despedido en menos tiempo del que llevaba conociendo a Isabella, pero en este caso las cosas eran radicalmente distintas. Por supuesto que el componente físico era importante, pero no era algo de usar y descartar como había sido siempre, por lo que me encontraba en terreno tan inexplorado como ella.
Comencé por la planta de sus pies, masajeándolos como cuando ella a horas de conocernos me los plantó  encima y demandó que se los frotara. Movimientos circulares, subiendo poco a poco, no había prisa y el trabajo debía hacerse a conciencia.
Subí por sus pantorrillas, por la delicada piel detrás de sus rodillas, por sus muslos, hasta rozar sus glúteos cubiertos por la delgada tela del traje de baño, cada mano abarcando una pierna, las palmas abiertas, mis pulgares encontrándose en su centro, haciéndola jadear y  su corazón latir con fuerza.
Mis dedos se morían por explorar, pero me reprimí. Esto era un masaje, lo que ella pidió y nada más. Este era su juego y ella dictaría los pasos a seguir.
-Creo que estás debidamente embetunada – Dije dándole una sonora palmada en el trasero.
-Ouch! Bruto! – Exclamó sentándose y empujándome (inútilmente, claro) – Oh… - Dijo con un exagerado puchero – Necesitas hidratar tu piel o te vas a despellejar… Y eso no estaría bien, tienes una piel tan bonita…
-Qué propones? – Pregunté levantando una ceja.
-No lo sé… Tal vez yo podría hacer por ti lo que tú hiciste por mí… Siempre que prometas que nadie se enterará. Mis padres morirían si vieran como acaba de tocarme un hombre del servicio – Dijo en tono confidencial.
-Mis labios están sellados – Respondí con la garganta súbitamente seca. Nunca imaginé que este tipo de juegos pudiera ser tan excitante, el sólo pensar que estaba haciendo algo prohibido al manosear a la hija de mi patrón me excitaba más de lo que creí posible.
-Loción – Dijo estirando la mano. Yo apreté la botella y le eché una generosa porción que ella dividió en sus palmas, y arrodillándose frente a mí comenzó a masajear mis pectorales con movimientos irregulares pero simétricos, pasando de una zona de mi torso a la siguiente sin un orden aparente. Simplemente acariciando lo que le apetecía acariciar.
Pero noté que a pesar de que sus movimientos eran extensivos, su mirada se enfocaba en un solo punto, la pretina de mis jeans.
-Algún problema? – Pregunté.
-No tienes idea – Dijo – Lo que esa línea me provoca – Dijo recorriendo con el dedo índice la línea de músculos que marcaba mis caderas en V hacia mi sexo – Es mejor que la de Brad Pitt.
-Vas a seguir con Brad Pitt? – Pregunté.
-Es mi referente – Dijo sin mover los ojos de su nuevo lugar favorito – Y tú ganas una y otra vez… Recuéstate – Me ordenó.
Obedecí recostándome en la toalla, con la cabeza apoyada en mis manos para ver qué se proponía hacer.
Isabella se sentó a horcajadas en mis muslos y volvió a masajear mi abdomen, pero esta vez prestando especial atención a la definición de cada curva y valle, llegando a mi cuello y volviendo a bajar, todo el tiempo sin dejar de mirarme a los ojos.
En mis años de vagar por el mundo tengo una idea bastante acabada de todas las prácticas sexuales posibles, y he realizado todo lo que me pareció hasta moderadamente interesante, y aun así puedo afirmar con certeza que nunca había estado más expectante del siguiente movimiento que con ella sobre mí, explorando.
-James – Susurró sacándome de mi cavilaciones.
-Sí? – Pregunté.
-Si besara tu mejilla le contarías a mi papá? – Preguntó con una sonrisa coqueta.
Sólo atiné a negar con la cabeza.
Ella de deslizó hasta quedar sentada sobre mis caderas y se inclinó hasta que su torso y el mío se tocaron, y me plantó el más pequeño de los besos en la mejilla derecha.
-James – Susurró a mi oído – Le dirías a mamá si te beso en los labios?
Sacudí la cabeza una vez más.
Ella movió sus labios hasta posarlos en los míos y los rozó con un beso.
-James, si beso tu pecho me acusarías a mamá?
Negar.
-James, si beso tu estómago me acusarías a papá?
Negar.
-James, si beso tus caderas me acusarías a mamá?
Negar.
Durante todo el tiempo me las había arreglado para mantenerme inmóvil, pero en el momento en el que  sentí su lengua hacer contacto con la piel cercana a la pretina de mis pantalones mis caderas se proyectaron involuntariamente, y antes de saber lo que hacía la giré dejándola de espaldas debajo de mí.
-Si no me dejas besarte como corresponde le voy a decir a tu papá que su nena no es tan inocente como parece – La amenacé – Y tú no quieres romperle el corazón a papi, verdad?
-Me estás chantajeando? – Preguntó agraviada.
-Te extraña? Después de todo no  soy más que un simple trabajador, no es eso lo que dijiste? – Dije inmovilizándola con una mano con sus brazos sobre la cabeza.
-No, no debería extrañarme que no se pueda confiar en basura como tú. Ni siquiera eres un buen juguete – Hizo un mohín de disgusto.
No necesité más preámbulos para abalanzarme sobre su boca en un beso salvaje que casi la hace sangrar en su intensidad… Esa noche tendría que alimentarme, no quería correr el más mínimo riesgo con ella.
Isabella se revolvió en desafío, pero primero una de sus piernas y luego ambas se fueron trepando por mis muslos hasta que las dos abrazaban mi trasero, anclando cada centímetro de ella a mí.
Mi mano libre comenzó un frenético recorrido por su cuerpo, concentrándome en sus muslos y glúteos mientras mis caderas una vez más parecían actuar por voluntad propia girando contra su centro. Afortunadamente tuve la presencia de ánimo para ser cuidadoso, o fácilmente pude haberla herido en mi frenética búsqueda de fricción.
Cada uno de mis besos fue devuelto con igual fervor. Cada caricia fue premiada con un gemido.
Y el aroma de su excitación me envolvió.
-James… James… James… - Repetía Isabella cada vez que liberaba su boca para que respirara.
-Así? – Pregunté cambiando la presión de mis caderas en su sexo.
-Oh… Oh… James… James…
-O así? – Cambié otra vez.
-Oh… Sí… Por favor… James… - Sonaba cada vez más desesperada, y yo no duraría mucho más con ella rogando y retorciéndose semidesnuda bajo mi cuerpo.
-Isabella, quiero que te corras para mí, fuerte, o le voy a decir a quien quiera escuchar sobre la pequeña zorra que eres en verdad – Le ordené al oído mientras aumentaba la velocidad del movimiento de mis caderas.
No había terminado de pronunciar la palabra “zorra” cuando la sentí comenzar a convulsionarse, desatando en consecuencia mi propio orgasmo.
No tengo recuerdos de haber hecho esto jamás. Besuquearse y frotarse vestidos como adolescentes en el autocinema no es algo que hubiera querido intentar, pero si bien nada se compararía a estar enterrado profundamente en ella, la experiencia me resultó sorprendentemente placentera.
Isabella estaba recostada lánguida, con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa en los labios.
-Estás bien? – Pregunté. La sonrisa creció pero sus ojos no se abrieron.
-La próxima vez la criada voy a ser yo – Afirmó.
oooOooo
-Qué más hay en tu lista? – Pregunté mientras terminaba de encender el fuego.
-No importa, ya no se puede – Dijo encogiendo los hombros mientras peinaba con un peine ancho su cabello mojado.
-A lo mejor sí… - Ofrecí.
-Seguro que no – Afirmó.
-Pruébame – La desafié.
-Quería… Aprender a bailar para ir al baile de la escuela. Pero como no podemos volver a acercarnos a ese lugar, no tiene sentido aprender algo que no voy a poder usar.
-Entonces son dos deseos – Dije – Por qué no comenzar con el más sencillo?
-Cuál sería ese? Porque lograr que yo coordine mis dos pies izquierdos no es tarea sencilla – Dijo.
-Ese va a ser mi problema – Le dije – Y deja de hablar despectivamente de ti. Tú misma lo dijiste, cuando vocalizas las cosas se vuelven más reales.
-Sabes bailar rock and roll? – Preguntó impresionada.
-No realmente – Admití – Pero sé bailar otros ritmos y basta con que vea los pasos una vez para que los grabe en mi mente, y luego necesito  ejecutarlos una vez para retenerlos en mi memoria muscular. Todo lo que tengo que hacer es ver buenos bailarines en acción, pero podemos partir con algunos pasos básicos que sí recuerdo, a menos que… Te gustaría mientras tanto aprender a bailar swing? – Pregunté en un momento de inspiración.
-Swing? Pero eso es mucho más complicado que el rock and roll! – Exclamó, pero sus ojos se iluminaron.
-Todo va en quien te guía, y yo no te voy a dejar caer – Dije muy en serio – Soy bueno, vas a ver – Dije felicitándome por haberme colado en todas esas grandiosas fiestas durante la guerra en las que despedían a los soldados que se iban al campo de batalla. La desesperación por la separación inminente hacía que las personas actuaran como poseídas por una extraña energía, expresada en la pista de baile. Yo observaba, elegía mi cena y esperaba a que saliera del salón, apestando a alcohol y desazón.    
-De verdad quieres enseñarme? – Insistió.
-Nada me haría más feliz – Respondí – Pero tenemos que encontrar música adecuada.
-Edward! – Exclamó – Si alguien tiene todos los discos jamás publicados es Edward – Y poniéndose de pie corrió hacia la habitación de su ex.
oooOooo
Dos horas más tarde Isabella figuraba desfallecida en el suelo de la desordenada sala a la que le habíamos movido todos los muebles para poder armar una improvisada pista de baile.
-Levántate, practiquemos el último giro hasta que te salga, no es tan difícil – Le dije golpeándola suavemente en las costillas con la punta de mi zapato.
-Lárgate! – Manoteó – Eres un negrero, te dije que quería aprender a bailar, no que quería ser profesional en una tarde.
-Pero lo estabas haciendo tan bien, no puedes rendirte ahora! – Insistí.
-A diferencia tuya yo si me canso, y bailar swing es un tremendo ejercicio – Dijo cubriendo sus ojos con su antebrazo.
-Te prometo que esta vez vamos más lento – Le dije.
-Una vez más y nada más por hoy – Dijo asomando un ojo.
-Una vez, pero bien hecha – Acordé.
-Levántame – Dijo estirando los brazos. Una vez que estuvo de pie fui al tocadiscos y volví a poner la pista elegida, “Bugle Call Rag” de Benny Goodman. No era la canción que deseaba llegar a bailar con Isabella, pero era lo suficientemente neutra para propósitos académicos.
-Desde el principio, vamos lento, imita mis pasos, no tienes nada que inventar Isabella, el swing se baila de a dos personas perfectamente coordinadas entre sí – Dije tomándola de la cintura – Vuelta a la derecha, bien! Regresa, perfecto, ahora giramos los dos, patada, patada, regresa, saluda…
Hasta que completamos la canción. Si bien lo hicimos a un cuarto de la velocidad normal, lo importante era que aprendiera los pasos básicos.
-Estoy toda transpirada y apestosa, me voy a tener que duchar otra vez! – Exclamó desfalleciendo en el sillón.
-Esta sería la tercera – Comenté.
-Tú me conviertes en una chica sucia James, espero que eso pese en tu conciencia – Dijo en tono acusatorio y  un evidente doble sentido.
-En realidad es todo lo contrario – Le dije – Te mentiría si te digo que no estoy orgulloso de cada cosa indecente que piensas o haces.
-Entonces vas a pasar tu vida radiante como un pavo real, porque desde que estamos juntos no dejo de imaginar todas las cosas que quiero hacerte a ti y contigo – Dijo levantándose con esfuerzo – Creo que me daré un baño de tina y luego comeré algo y a la cama. Si quieres salir no te preocupes por mí.
-Salir? – Pregunté.
-No soy tonta James, en algún momento tienes que comer, y no quiero que lo postergues por miedo a mi reacción. Sé quién eres, sé lo que eres, y no necesito que te escondas de mí.
-Voy a estar de regreso antes de que despiertes – Prometí.
-Anda tranquilo, tómate el tiempo que necesites – Sonrió levemente – Solo… No alargues su sufrimiento, sí? Has lo que tienes que hacer, pero nada más – Agregó gravemente.
-Lo prometo – Dije acercándome a besarla – Te amo.
-Y yo a ti Schatz – Respondió – Busca a alguien que no vayamos a extrañar, como esos bastardos del Klan. Tal vez no podamos evitar lo que viene, pero podemos aportar nuestro granito de arena.  
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Y ahí lo tienen.
Sugerencias de rol play? Sugerencias de cualquier tipo? Reclamos? Recordatorios? Felicitaciones? Amenazas de muerte?
Todo a sólo un click de distancia!
Abrazos.





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