Actualización extra rápida, de esas que escribo para que no se me
escapen las ideas.
Ojalá les guste.
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Capítulo 4
Put your head on my shoulder
Hold me in your arms, baby
Squeeze me oh so tight
Show me that you love me too
Put your lips next to mine, dear
Won't you kiss me once, baby
Just a kiss goodnight, maybe
You and I will fall in love
(You and I will fall in love)
Hold me in your arms, baby
Squeeze me oh so tight
Show me that you love me too
Put your lips next to mine, dear
Won't you kiss me once, baby
Just a kiss goodnight, maybe
You and I will fall in love
(You and I will fall in love)
Put Your Head On My
Shoulder Paul Anka
James POV
-James, suéltame, la gente está mirando – Dijo Isabella con
voz forzadamente tranquila. Yo dejé de sacudirla, pero no la solté.
Cómo era posible que ella no fuera capaz de actuar en su
propio beneficio? Yo sencillamente odiaba que se hubiera resignado a morir;
odiaba que se hubiera resignado a que el que la mataría sería yo; odiaba las
sensaciones y sentimientos foráneos que estaba despertando en mí, haciéndome
reír por primera vez en lo que se sentían siglos, interesándome en cosas nuevas,
despertando mi ansia de conocimiento, haciéndome desear ampliar mis horizontes,
e incluso demandando que masajeara sus pequeños pies…!
Isabella definitivamente estaba chiflada, lo que no me
importaría si no fuera por su estúpida temeridad a la hora de enfrentar a sus
predadores naturales…
-En primer lugar – Continuó hablando - He sabido desde el
principio que comes humanos, así es que no es una sorpresa para mí. En segundo
lugar, no hay nada de malo en usar ropa de segunda mano, yo he encontrado cosas
súper interesantes en la tienda del Ejército de Salvación; simplemente no veo
por qué sería mejor desperdiciar la ropa de quienes perdieron la vida por ti. Y
en tercero, de toda la gente de este lugar, soy la que está más a salvo, porque
de momento te divierto y no me quieres matar, en cambio los demás no significan
nada para ti – Terminó muy satisfecha consigo misma.
Mierda, la humana tenía razón… Al menos en parte… Ella era
la primera persona o creatura en tratarme como algo más que el predador. Ella
sabía que bajo mi disfraz humano se escondía la piel de un asesino, pero no me
cuestionó.
Tan maldito fui en el futuro que en comparación mi yo actual
le resulta hasta agradable?
Ante esta idea por fin mis manos se destrabaron liberando
sus brazos, pero no fui capaz de alejarme, demasiado aturdido por sus palabras.
Su aceptación a mi especie y a mí en particular era completa. Ella no me idealizaba
por mi atractivo exterior ni se extrañaba por mi dudosa moralidad, (lo que
demostraba su inteligencia, ya que estaba totalmente en lo correcto). Pero lo
más importante, es que ella sabía o al menos intuía que ella sería la última
humana del planeta que yo asesinaría, porque de alguna retorcida manera la
comenzaba a considerar como mía.
Y eso, en la vida de quien nunca tuvo nada ni a nadie, es un
enorme hito.
Montones de emociones opuestas me embargaron. Quería yo ser
parte de algo más grande que yo mismo? Quería involucrar en mi vida a una
humana? A una muy joven por lo demás…
Era esta una oportunidad o una maldición?
Qué hay de los Cullen?
De Mary Alice?
Era mi interés en Isabella más poderoso que mis ganas de
volver a ver a mi cantante?
Y de verdad quería verla si ya no me interesaba matarla?
Preguntas, preguntas, preguntas…
-Todo bien? – Preguntó un hombre de unos 40 años,
probablemente el administrador de la tienda.
-Sí, todo bien, muchas gracias – Sonrió Isabella, encantadora
aunque no muy convincente.
-Está bien, si me necesita estaré al frente – Dijo él, a
todas luces cagado de miedo de que yo me pusiera violento y lo enfrentara.
-James – Susurró ella acercándose aún más a mí. Yo no
reaccioné – Vamos, ven conmigo – Dijo y entrelazó su brazo al mío y empujó el
carrito con su cuerpo y la mano libre. Una vez que hubimos doblado por otro
pasillo ella se giró a mirarme – Estás bien?
Simplemente la seguí mirando como si estuviera catatónico,
planeando en mi cabeza miles de escenarios
posibles... No había realmente nada que pudiera decir para explicarme,
porque los humanos no comparten nuestros más básicos instintos, y además no sabría
exactamente qué decir, cómo revelar lo que yo mismo no comprendía… Y claro, porque
en ese instante yo no la conocía lo suficiente como para predecir sus
emociones, ni sabía qué tan bien se tomaría el saber que planeaba quedármela
para mí.
-James… – Repitió acunando mi mejilla con su mano. Era la
mano del brazo que marcaba mi mordida, y su caricia ponía inconscientemente su
muñeca justo a la altura de mi boca.
-Por qué insistes en tratar de que te mate? – Pregunté con
un gruñido, tomando su antebrazo y acercando aún más el punto de su pulso a mi
boca. Su corazón se disparó, y dejó de respirar.
Se veía como un conejo encandilado por un foco, y no supe
discernir su expresión: No supe si estaba demostrando miedo, sorpresa u otra
cosa…
Así es que presioné un poco más, tal como ella hacía constantemente
conmigo.
Mirándola a los ojos me esforcé en transmitir todo lo que aún
no le podía decir en palabras, y deliberadamente lamí la cara interior de su
muñeca, sintiendo su sangre pulsar aceleradamente contra mi lengua.
Su sangre olía… Cómo expresarlo? Pura y joven, libre de
enfermedades, de medicinas, y otros químicos. Isabella olía deliciosa, pero a
nivel alimenticio “gourmet” no era muy diferente a otras chicas de su edad.
Si me viera demasiado tentado por su sangre y sintiera que
estoy cerca de perder el control, simplemente me alimentaría de una adolescente
cualquiera que sacie mi sed.
Soy un monstruo? Sí.
Egoísta? También.
Que qué derecho tengo yo al asumir un complejo de dios y
decidir salvar una vida y condenar a otra? Hay varias respuestas a esa
pregunta, la principal es que soy parte del punto más alto de la pirámide
alimenticia. Así como yo elijo qué humanos comer, los humanos deciden qué
animales faenar…
Respiré profundamente y descubrí que su piel sí era
distinta… Su PH y química personal tenían leves notas florales que no tenían
nada que ver con jabones o cremas. Era ella, nada más que su esencia.
Deliciosa.
Y luego estaba su sabor… Mierda! Quise seguir lamiéndola, trazar
caminos con mi lengua por todo su cuerpo, sólo para comprobar si su dulzura
emanaba de cada poro de su piel, o estaba localizada en ciertos puntos clave.
-Cuidado Isabella, no quieres que me de hambre y se produzca
un accidente, verdad? – Pregunté besando su muñeca apenas rosando su piel, y
disfrutando de otra alza en su ritmo cardíaco.
Pero qué pasó con mi amenaza? Pasó que la señorita aún
ante ese desplante no me tuvo miedo.
La única humana del mundo que no me teme!
-Deja de ser un asno! – Dijo mirándome a los ojos en tono de
regaño, levantando la otra mano para acunar firmemente mis dos mejillas en sus
cálidas manos – Estamos en un lugar público y no quiero que nos prohíban la
entrada. Recuerda que voy a necesitar seguir comiendo…
-No me temes? – Pregunté, porque por mucho que tratara no
olía ni trazas de su miedo… – No me temes?
-No, James, no realmente – Dijo soltándome como resignada, bajando
sus manos.
-Pero tu pulso se aceleró… - Afirmé tomando sus muñecas con
mis manos, manteniendo las palmas presionadas contra mi pecho, a la altura del
corazón.
Ella se sonrojó escarlata, enrojeciendo hasta los confines
de su blusa y más allá.
-Dilo – Gruñí muy bajito.
-Eres un hombre tremendamente guapo que me acaba de lamer una
zona… - Se aclaró la garganta – Sensible –
Dijo bajando la mirada – Y todo en la mitad del pasillo de las sopas en lata! -
Exclamó mirando a su alrededor – Claro que mi pulso se aceleró, no soy de
piedra! – Susurró casi a gritos.
Cuando se movió pude oler su fresca excitación.
Fue una inyección revitalizadora a mi ego… Me sentí como si
midiera diez metros de altura, absolutamente invencible. Y es que hasta ese
momento no estaba muy seguro de ser capaz de producir ninguna reacción en ella.
Pero nuevamente todo lo que yo quería decir se confrontó con lo que podía decir, así es que al final no supe qué decir, y la empujé suavemente con mi cuerpo, haciéndola a un
lado para que soltara el carro, y comencé a caminar.
-Qué nos queda en la lista? – Pregunté mirando al frente, concentrándome
en cualquier cosa que no fuera el veneno acumulándose en mi entrepierna.
-Cereales para el desayuno, (si es que ya los inventaron),
azúcar, té, café, fideos, chocolates y caramelos, salsa de tomates y tal vez
algo de carne… - Leyó del papel que empuñaba - Si quieres nos dividimos la
lista y nos separamos? – Preguntó.
-No – Dije sin más explicaciones. Con todas las epifanías
que estaba teniendo, me sería imposible perderla de vista, al menos hasta
llegar a casa.
A casa.
La casa de los Cullen era nuestra casa?
En qué mierda estaba pensando?
-Oooookay – Dijo ella alargando la palabra y mirándome de
reojo – Te estás portando un poco rarito, estás seguro de que estás bien?
-Humph – Resoplé frunciendo el ceño, cabreado conmigo mismo.
Por qué estaba actuando así? La asustaría… Me comportaba como un psicópata, y
no sólo por lo de los asesinatos. Sacudí la cabeza, tratando de despejarme – Lo
siento – Musité casi inaudiblemente.
-No te preocupes, sigues siendo un amor comparado con el
James que conocí en el futuro – Dijo sobándose la muñeca mordida, de manera inconsciente.
-Estamos en un lugar extraño lleno de olores y sonidos
desconocidos – Le dije – No sabemos si hay otros vampiros en el área y no quiero
correr riesgos...
Al menos no contigo,
quise agregar.
Y mientras yo me sumía otra vez en mis pensamientos, ella
tomó mi mano, que descansaba sobre la otra posada en la barra del carro, y sin vacilar
un segundo, la acercó a su boca y asomando su perfectamente rosada lengua,
lamió un área de unos 15 centímetros desde el punto del pulso, subiendo en
dirección al codo.
Abrí los ojos del tamaño de platos, y de haber tenido un
corazón se habría detenido.
Tan húmeda…
Tan cálida…
Tan suave…
Ella tenía fija la mirada en mí, con los ojos llenos de
risa, y al fin depositó un minúsculo beso en el lugar donde se ubicaba mi
mordida en su brazo y se enderezó, mirándome expectante.
-Te apuesto que si hubieras tenido un corazón funcionando
tendrías taquicardia y ya te habrías caído de culo! – Exclamó riendo, y comenzó
a caminar.
Yo me quedé ahí parado como un idiota, paralizado por mi
erección y el desconcierto, rodeado de algunos otros compradores que estaban
atentos a nuestros desplantes y no se habían perdido el show.
Casi podía sentir las vibraciones de lujuria en los hombres
y algunas de las mujeres, y la envidia y reprobación generalizada.
Acomodé mis lentes fotocromáticos, que se habían deslizado
por mi nariz, y seguí a paso rápido a Isabella, haciendo todo lo posible por
contenerme y no lamer mi propio brazo, lo que quería hacer de modo de saborear
su saliva.
Enfermo? Sí.
Pero es que una vez que tenía un objetivo en mente no había
obstáculo que me hiciera desistir.
Mi objetivo ahora era Isabella: Salvaría su vida, y luego la
haría necesitarme tanto como yo estaba seguro de que la necesitaría a ella.
Era precipitado? Tal vez pueda parecerlo… Pero la mente de
un vampiro funciona distinto a la mente humana, puede procesar muchos más datos
a la vez, y lo más importante, mis instintos nunca me fallan, y todos apuntaban hacia esa chica que acababa de lamerme como parte de una broma, frente
a quien quisiera mirar.
oooOooo
-Gracias James… - Dijo ella depositando una bolsa de papel
sobre la mesa de la cocina mientras yo descargaba tres.
-Por qué? – Pregunté.
-Por ser tan dulce, por robar el auto, por acompañarme al
supermercado… Y sobre todo por no matarme. Lo siento si te he ofendido
esperando continuamente que tu control falle, pero es la fuerza de la costumbre
– Dijo mordiendo su labio y volteándose para comenzar a guardar los productos
en el refrigerador, que había enchufado antes de salir.
-Costumbre? Por lo que me contaste no hubo acostumbramiento
conmigo, las cosas se desarrollaron rápidamente y no estuviste en peligro el
tiempo necesario para sentirte paranoica – Rebatí hurgando las bolsas y dejando
el contenido de cada una sobre la mesa para que ella lo organizara a su gusto.
-Tienes razón, la amenaza no eras tú, eran los Cullen –
Murmuró dejándose caer sobre una de las sillas de la cocina.
-Pero me dijiste que ellos eran prácticamente tu familia! –
Exclamé.
-Y es verdad, pero como te dije antes, ellos se alimentan de
animales, y esa dieta si bien los sustenta, nunca los deja completamente
satisfechos – Respondió – Tenerme paseándome por su casa era como tentar a un
gordo a dieta frente a su pastelillo favorito: Es sólo cosa de tiempo antes de
que pierda el control.
-Y tú sabiendo esto te involucraste con ellos de todas
formas – Afirmé.
Asintió.
-Te asustaban?
-No realmente, aunque Jasper tenía algunos problemas de control
de impulsos, pero él se mantenía alejado y Alice siempre anticipaba sus movimientos
y evitaba un desastre – Dijo encogiendo los hombros - Esme y Carlisle eran como
mis padres, Emmett era mi hermano, y Rosalie me detestaba, así es que la mayor
parte del tiempo me ignoraba… - Se detuvo.
-Te falta uno – Dije sabiendo perfectamente cual. La idea no
me gustaba para nada.
-Edward – Suspiró sonando… Cansada – Soy su cantante, pero
nos enamoramos, o eso pensé…
-Eres su cantante – Repetí pensando que era más probable el
que mi perfecta audición fallara a que un vampiro se reprimiera más que un par
de días conviviendo tan cercano a su cantante.
-Sep – Dijo asintiendo – Edward es… Distinto a otras
personas – Dijo frunciendo el ceño – Es más determinado, más disciplinado…
Estructurado, excelentes modales, varios títulos universitarios en distintas
áreas, toca y compone música en su piano… Es como… Demasiado bueno para ser
real, es perfecto – Dijo con una mueca de resignación.
Sentí un golpe en el estómago y apreté los dientes. Oírla
hablar del novio era… Repugnante… Pero el saber el peligro que ella corría cada
segundo en su presencia… Mucho peor.
Nadie se acercaría a mi humana.
-Dijiste antes que no estás segura de si te enamoraste? –
Pregunté tratando de sonar casual.
-No debí decir eso – Dijo frunciendo el ceño, girándose totalmente
para enfrentarme, y se apoyó en la pared abrazando su torso.
-Por qué no? – Pregunté.
-Suena como una traición el decirlo en voz alta – Confesó
sin dejar de mirarme a los ojos – Te pasa a veces que las cosas no parecen
reales hasta que las enuncias?
-Tú dijiste que somos amigos… - Dije.
-Hasta que me comas – Asintió. Me cabreó que siguiera con la
cantinela, pero dejé ese tema para otro momento.
-Los amigos se dicen secretos – Afirmé totalmente disparando
al aire, sin saber qué mierda decía.
-No somos amigos desde hace mucho tiempo – Sonrió – No llevamos
ni 24 horas.
-Pero nos conocemos desde antes – Dije.
-Y no tuvimos la mejor de las relaciones – Dijo sin dejar de
sonreír.
-Cuánto tiempo debemos ser amigos para empezar a ser amigos?
– Pregunté – No recuerdo las reglas de la amistad, pero no es como si fuera a
salir por ahí a contar tus intimidades…
-No es eso – Dijo acercándose y enganchando su brazo en el
mío – Es que me siento una mala persona de puro pensar que Edward podría ser
mejor de lo que es. A lo mejor soy inconformista, o poco comprensiva, o muy
demandante – Nos dirigió al sofá y lanzó sus zapatos al otro lado de la
habitación.
Nos sentamos lado a lado, pero ella no se alejó. En vez de
eso mantuvo nuestros brazos unidos y eventualmente apoyó la cabeza en mi
hombro, que estaba rígido por la tensión de mi forzada inmovilidad, ya que no me atrevía ni a
respirar para que no se diera cuenta de lo que hacía, y se alejara.
-No sé mucho de estas cosas, pero creo que lo mínimo que
puedes exigir en una relación es el derecho a tener una opinión – Dije con el
aire que me quedaba.
-Lo sé – Dijo acomodándose para hacer de su cuerpo una
bolita – Pero en realidad no se trata de lo que él me permita, sino de mi
propia conciencia diciéndome que él es demasiado bueno y decente y yo demasiado
imperfecta, lo que me hace creer que lo que siento, mis dudas, son una
traición.
-Eres feliz a su lado? – Pregunté.
-Feliz… - Repitió – No lo sé… Quién es realmente feliz?
Existe la felicidad? – Se preguntó apretando mi brazo un poco más.
Tuve la certeza de que ella y yo podríamos ser jodidamente
felices, aún si no fuera de manera romántica. Nos imaginé viajando por todo el
país en un convertible robado, nos imaginé conociendo los hitos de cada Estado
y visitando los circos, shows de fenómenos, zoológicos y rarezas. Todo lo que
nunca me interesó hacer solo se veía increíble con ella a mi lado, visto a
través de sus ojos.
No, no sé quién es realmente feliz, pero juntos ella y yo
podríamos crear algo bastante parecido.
-Estás con un hombre al que ya no amas… – Dije contra su
cabello – Espera! No dije que no lo quieras, pero no estás enamorada – Agregué.
Ella no dijo nada y lo tomé como un signo de que estaba en lo correcto – Y sigues
con él porque en teoría es perfecto, y te sientes parte de su familia y te da
miedo perderlos – Continué.
-Cuando lo dices así suena tan horrible – Susurró y levantó
la vista hacia mí. Estábamos tan jodidamente cerca que podía sentir su
respiración contra mi piel.
-Eres una buena persona, Isabella – Susurré besando su
frente y apoyando el mentón en su coronilla, de modo de sentirla pero no
mirarla más, o no podría continuar – Estás apoyada en un asesino, un ser
verdaderamente vil y no me juzgas por mis pecados ni las atrocidades cometidas.
En vez de eso te flagelas por herir hipotéticamente los sentimientos de tu
novio al permitirte dudas perfectamente razonables… - Aspiré la fragancia de su
cabello – Mira, no dudo que él de verdad te ame, pero debes dar por seguro que
se pasa al menos la mitad del tiempo fantaseando con miles de maneras de drenarte.
-Pero… - Dijo tratando de defenderlo.
-No es por una falla en su carácter, Isabella, es
simplemente como son las cosas, sino mírame a mí, aún rondando a Mary Alice a
pesar de todos los años que han pasado y de que ya se esfumó la fragancia de su
sangre… Es un instinto de posesividad sin parangón. En su mente, para un
vampiro su cantante le pertenece, y es imposible ignorarlo… - Expliqué lo mejor
que pude.
-Dices que para Edward soy algo así como un hueso que un
perro guarda para cuando tenga ganas? Que me protege hasta que quiera cenarme?
– Preguntó con un hilo de voz.
-No Isabella – Reí a pesar de mí. No le podía mentir – No
creo que sea premeditado, simplemente te digo lo que en este caso el instinto es
el que manda. Si un vampiro se resistiera a matar a su cantante por la razón
que sea, la tendría bajo constante vigilancia, no la perdería de vista, y
trataría de controlar la mayor cantidad de aspectos posibles de su vida, de
modo de proteger lo que inevitablemente considerará su propiedad más valiosa…
Si no la mata al momento de conocerla la mantendrá a su lado, pero no podrá
ignorar la atracción, y nunca cometería el derroche de desperdiciar su sangre
transformándola.
Pasaron cinco segundos de silencio.
Y entonces Isabella comenzó a llorar.
Y llorar.
Y llorar un poco más.
Hasta que poco a poco se fue trepando en mi regazo y hundió
su rostro en mi pecho, mojando mi camiseta con sus lágrimas y otros fluidos que
prefiero no detallar.
Durante varios instantes no supe reaccionar, pero finalmente
sujeté su nuca con una mano y su espalda
con la otra.
No dije nada, porque no sabía qué mierda se le dice a una chica
que rompe en llanto por razones desconocidas, pero acaricié su espalda en
círculos y enredé mis dedos en su cabello deslizándolos fluidamente por los
sedosos mechones, disfrutando lo que a mi parecer es una de las caricias más
sensuales que se le puede hacer a una mujer.
Pasaron varios minutos antes de que ella se calmara un poco
y dejara de llorar.
Pasó otro rato antes de que estabilizara el ritmo de su
respiración.
-Isabella – Murmuré acariciando su húmeda mejilla con mis
dedos.
Ella levantó el rostro, y sus grandes ojos estaban
enrojecidos y brillantes, a punto de desbordar las lágrimas que aún le quedaban
por derramar. Pequeñas manchas rojas marcaban su piel, y exhibía una expresión
de la más absoluta vulnerabilidad.
-Qué es Isabella? Dime para tratar de ayudarte… Haré lo que
esté en mis manos para que nunca vuelvas a llorar… - Prometí, con toda
honestidad.
-Lo que dijiste… Eso de cómo un vampiro trata a su cantante…
Edward era exactamente así… Me vigiló mientras dormía incluso meses antes de
tener una verdadera conversación conmigo, me seguía cuando salía de compras con
mis amigas y cuando iba a La Reserva a ver a mis amigos. Con el tiempo comenzó
a elegir hasta el cómo me vestía… Yo pensé que era porque me amaba tanto, pero
por lo que tú me dices… - Hipó.
-Yo te dije lo que sé de lo que sucede en general, pero a
ustedes no los conocí juntos, no los he visto interactuar – Me obligué a decir.
Si las cosas eran como decía Isabella, sus días estaban contados a menos que se
transformara.
-No es sólo eso – Argumentó – También se niega a
transformarme, lo que siempre me pareció estúpido, sabes? Después de todo cuál
era su idea, que yo envejeciera y me deteriorara pero mantuviera a un novio
adolescente? Yo estaba dispuesta a abandonarlo todo por él, y habría sido fácil
el simplemente dejar que el veneno actuara cuando tú me mordiste…
-Por qué intervino? Cuál fue su argumento? – Pregunté,
curioso, mientras mi mente pensaba: Mi
veneno… Yo la habría transformado…
Sentí una enfermiza añoranza por ese futuro imposible en el
que dañaría a mi Isabella, sólo porque admitía la posibilidad de que en él
Isabella llevara eternamente una parte de mí.
-Que no quería condenar mi alma o alguna mierda semejante… -
Suspiró – Tú tienes miedo de haber perdido tu alma? – Preguntó reacomodándose
contra mi hombro para ver mi rostro.
-No lo sé Isabella, no soy un filósofo, hace mucho que dejé
de preguntarme cosas imposibles de responder – Le dije sin dejar de dibujar
círculos en su espalda - Lo que creo es que si de verdad existe un ser divino,
éste nos creó tal como lo que somos, depredadores que se alimentan de sangre
humana. Eso nos convierte en asesinos, y también eso es parte de lo que somos,
por lo que está fuera de nuestro control. Yo no creo que si de verdad hay un
dios éste nos haya creado de cierta manera para luego castigarnos por actuar en
base a esos instintos. A mi modo de ver, la principal diferencia entre lo que
hacemos los vampiros y lo que hacen los humanos, es que nosotros cazamos
personalmente nuestra comida, no la compramos procesada y trozada en el
supermercado – Dije - Miles de animales mueren cada día de maneras nada
“humanitarias”, pero a los humanos no les molesta, porque no tienen que lidiar
con lo feo y lo incómodo, la sangre ni las entrañas.
Un rato largo de silencio.
Un largo bostezo.
Isabella revolviéndose.
-Tengo sueño – Dijo poniéndose de pie. Su rostro confirmaba
que estaba triste y exhausta.
-Ándate a la cama – Le dije sin demostrar mi decepción – Vas
a estar en la habitación de Edward? –
Pregunté tratando de controlar mi rostro para evitar la mueca de disgusto ante
la idea.
-No… - Sonrió como si hubiera dicho algo absurdo.
-Por? – Pregunté.
-Edward no tiene una cama – Susurró. Al ver mi cara de extrañeza,
continuó – Los demás tienen camas porque son parejas – Se sonrojó – Pero Edward
no tiene una, nunca la ha tenido.
-Ni en el futuro? – Pregunté, porque no me pude aguantar.
Ella negó con la cabeza.
-Es otra de sus reglas – Dijo - No al sexo prematrimonial.
Para ti eso es la norma de la época, no es raro, pero en mi tiempo la gente sí tiene
sexo sin necesidad de casarse. Por eso me sentía rechazada a veces… Me sentía…
Poco atractiva, entiendes?
-Perdón, cómo es la cosa? – Pregunté distraído, a la vez
aliviado y furioso de que su novio se negara a tocarla.
-Las parejas pueden simplemente convivir, divorciarse y
hasta existe el matrimonio homosexual – Dijo como si nada.
-Qué? – Exclamé creerlo. El futuro era una especie de orgía
desenfrenada? Cuál era el orden? No se supone que los legisladores actúan
basados en “valores cristianos”? Y los famosos “valores de familia” de la sociedad
humana? Yo no soy ningún puritano, en mis años he visto y hecho de todo, pero humanos
permitiendo matrimonios homosexuales? Dónde se ha visto algo semejante? Ni en
la Roma antigua…
-Es el matrimonio homosexual, verdad? - Sonrió ella emanando indulgencia - Bueno, acostúmbrate,
existen parejas de hombres y de mujeres, y son reconocidos y hasta pueden
adoptar bebés. De hecho te anticipo que la gente de color también tiene
igualdad ante la ley, su lucha por los derechos
civiles comenzará en 5 años más, y aunque aún en mi tiempo existe gente que
discrimina, al menos legalmente somos todos iguales.
-Negros y maricones? – Pregunté sin mala intención. Eran simplemente
los términos que se usaba en la época actual para referirse a esos grupos, nada
más.
-Afroamericanos y homosexuales – Me corrigió – Vas a tener
años para aprender y abrir tu mente, pero no quiero escuchar comentarios
racistas u homofóbicos – Bostezó y se estiró mostrando una franja de su blanco
estómago – Ah! Y espero que no seas un cerdo chovinista, porque las mujeres ya
nos liberamos de la opresión masculina y trabajamos en puestos de poder y no
sólo como secretarias o enfermeras. En el futuro vamos a ir la universidad y
somos científicas, políticas, empresarias, corredoras de carreras de autos,
doctoras, arquitectas, economistas… Lo que se te ocurra!
-Bueno, si los negros y los maric… - Dije sin pensar.
Recibí un cojinazo en la cabeza.
-Si los afroamericanos
y los homosexuales tienen igualdad de
derechos, no veo por qué las mujeres no – Me corregí.
-Muy bien – Me felicitó burlona, palmeando mi mejilla – Vas
a salir esta noche?
-Salir? – Pregunté.
-A… A cazar… - Balbuceó.
-No, estoy bien – Dije – Me voy a quedar aquí.
No quise agregar que no la dejaría desprotegida con el
riesgo de que ese tal Edward regresara y la oliera sin conocerla.
-Gracias – Dijo lanzándose a mi cuello y apretándome tan
fuerte como pudo – Gracias – Besó mi mejilla y se dio media vuelta en dirección
al pasillo.
Yo me quedé aturdido, congelado en mi lugar. No recordaba la
última vez que alguien me había regalado una caricia tan dulce… A las humanas
no las tocaba más que como alimento y las hembras de mi especie con las que he
tenido relaciones han sido encuentros pasajeros más relacionados con
desfogarnos que con expresar algún sentimiento, mucho menos ternura.
La escuché trajinar en una de las habitaciones y apareció de regreso. Al escuchar sus pies
descalzos contra el piso de madera, me giré.
Usaba una camiseta enorme que le caía hasta pasada la mitad
de los muslos y había ordenado su cabello en dos largas trenzas. La camiseta no
era particularmente delgada, pero mis ojos distinguieron claramente la forma de
sus pechos y el color más oscuro de sus pezones.
Entre sus pechos tenía un collar comprendido por una gruesa
cadena dorada y un particular colgante
con forma de pez. Lo había llevado todo el día? Probablemente, debajo de la
ropa.
En una mano cargaba la ropa que había usado ese día.
-Es de Emm – Explicó apuntando a su pecho – Siempre me las
presta cuando duermo en su casa, son mucho más cómodas que las camisolas que me
dejó Alice, llenas de cintas y encajes – Arrugó la nariz.
Me limité a asentir. Qué clase de ropa usaban en el futuro
para dormir? Al parecer no era mejor que la actual si es que ella veía la
necesidad de robas camisetas a Emmett.
Por qué usaba camisetas de ese tal Emmett y no una mía?
Agh, no preguntes idioteces, o vas a recibir una respuesta
que no te gustará.
Si abría la boca diría alguna estupidez, de eso no había
duda, así es que esbocé una sosa sonrisa y me mordí la lengua.
-Voy a dormir en la habitación de Alice – Dijo – Mis cosas
ya están ahí. Buenas noches – Sacudió la mano libre y subió por la escalera,
dejándome ver una buena porción de sus piernas.
Tal vez hasta un trocito de sus nalgas.
Después de todo ese prolongado contacto físico estaba duro,
casi desesperado, y necesitaba alivio.
Salí al jardín y la fuerte brisa de Chicago me ayudó a
quitarme su esencia de la nariz y despejarme un poco.
Caminé por el prado y después de dar una vuelta apoyé mi
espalda contra un viejo sauce. Inmediatamente al quedar protegido de la brisa por
el tronco y dejar de moverme, pude sentir la esencia de Isabella impregnando mi
ropa y mis manos, y no tuve alternativa… No realmente…
Debía descargarme, o no aguantaría otra jornada como la
anterior; Isabella me estaba destruyendo, robándome mi sanidad, y lo seguiría
haciendo hasta que finalmente fuera mía.
Ella, la única mujer que no me temía, a pesar de tener todos
los motivos para hacerlo.
Ella, la única que me demostró ternura.
Ella, que ve más allá del asesino.
Ella era la única capaz de amarme, su opinión era la única
que me importaba desde que tengo memoria, y yo quería… No, necesitaba su amor.
Mi mano descendió por mi estómago hasta mis jeans y los
desabrochó mientras con la otra los bajaba hasta mis rodillas. Una posición
bastante indigna, pero mi razón para estar ahí era justamente el no hacerlo
bajo el mismo techo donde se encontraba ella.
No quería faltarle el respeto, no a Isabella, pero la
alternativa era caminar doblado y adolorido al día siguiente.
Empuñé mi erección, que estaba como para tallar diamantes, y
me di un par de caricias tentativas.
No eran necesarias, estaba más que preparado.
No requerí ningún esfuerzo para recrear en mi mente la
textura de su cabello, la suavidad de su piel, su sonrisa fácil y su mente
veloz. Sus labios perfectos y la ironía y desfachatez que salía de ellos. Sus
ojos enormes. Sus pechos…
Faltaba poco… Apreté y bombeé más rápido. Mis bolas comenzaron
a tensarse…
De pronto un ruido en la casa. Algo que golpea el suelo.
-Ah! Mierda! – Exclamó ella, y pude ver la luz encendida de
una de las habitaciones, y cerca de la ventana, ella desnuda junto a la cortina
cerrada, a contraluz, delineando para mis ojos todo su cuerpo: hasta el más
mínimo detalle de su silueta.
Como si hubiera necesitado un incentivo…
Todos los músculo de mi estómago y de mis piernas estaban en
máxima tensión.
Comencé a eyacular y no parecía que me fuera a detener
jamás.
Perdí la noción del tiempo.
Mi orgasmo fue casi doloroso en su intensidad.
Chorros de mi semilla cubrieron mi mano y el árbol, mis
rodillas flaquearon, y caí, exhausto.
La conocí hoy, me
dije aturdido. Menos de 24 horas y me tiene de rodillas a sus pies,
literalmente.
24 horas? Pero si la conozco desde siempre.
No recuerdo el tiempo en que ella no estuvo a mi lado. No lo
quiero recordar.
Matarla?
Antes camino directo a una hoguera.
Cuál es la atracción? Por qué ella?
Isabella es hermosa, sí. Pero no es por eso que la quiero
para mí.
La quiero porque ella es interesante, inteligente, tiene un
buen sentido del humor, no tiene prejuicios, tiene un corazón enorme y la
capacidad de perdonar.
Qué tengo yo para ofrecer?
Ciertamente no dinero o casas con prados, como ésta.
Ni siquiera una familia.
Pero le ofrezco una vida llena de aventuras, y le ofrezco
complicidad.
Le ofrezco mi amor y lealtad.
Le ofrezco mi certeza de que cada día la amaré más que el
anterior.
Es eso suficiente? Nunca me importó demasiado lo que
opinaran mis amantes, pero Isabella es diferente, ella es una persona, una
mujer real en medio de los fantasmas que han pasado incesantemente por mi vida
sin dejar huella.
Desde el supermercado, en el momento de mi epifanía, no he
podido dejar de pensar en que la quiero para mí, aunque deba robármela, pero
ahora por primera vez caigo en cuenta de que la razón por la que la quiero es
porque la respeto y quiero que me quiera.
Quiero ser merecedor. Digno de su amor.
Y raptarla sería hacer trampa…
Pero cuántos días me quedan a solas con ella?
Cuántos días tengo para ganar su corazón?
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Oooooopinen!
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