Como pasa algunas veces, no predije adecuadamente la reacción que
provocaría el capítulo anterior. Pensé que me odiarían y al final resulta que a
pesar de todo, les gustó.
Producto de su oleada de comentarios, me inspiré y horas después de
publicar ya me encontraba trabajando en este nuevo capítulo, ya que no quería
alargar el suspenso en una parte tan terrible de la historia.
Espero que les guste y me den su opinión.
Abrazos.
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Capítulo 19
Goin' to the chapel and we're gonna get
ma-a-arried
Goin' to the chapel and we're gonna get ma-a-arried
Gee, I really love you
And we're gonna get ma-a-arried
Goin' to the chapel of love
Goin' to the chapel and we're gonna get ma-a-arried
Gee, I really love you
And we're gonna get ma-a-arried
Goin' to the chapel of love
Spring is here, th-e-e sky is blue, whoa-oh-oh
Birds all sing as if they knew
Today's the day we'll say "I do"
And we'll never be lonely anymore because we're
Birds all sing as if they knew
Today's the day we'll say "I do"
And we'll never be lonely anymore because we're
Going To The Chapel Of
Love / The Dixie Cups
James POV
Así es que esto era…
Así se siente…
La felicidad.
Sonaba como un concepto lejano, algo que ni siquiera había
considerado buscar para mi vida, no era una meta a la que aspirar, era algo que
le pasa a los demás, si es que son afortunados...
Hasta que de golpe la fortuna me tocó a mí, y el darme
cuenta de que por primera vez en mi existencia tenía algo que perder me aterró
por un momento, tanto así que de haber sido humano probablemente habría
terminado con una crisis de pánico, paralizado, sudoroso, y sin poder respirar.
Reacomodé mi cuerpo para asegurarme de tocar cada milímetro
de su espalda con mi frente, y una vez que me aseguré de que dormía tranquila, moví
su cabello para despejar su cuello y revelar su perfil, y apoyé mi cabeza en mi
mano para poder observarla unos momentos más y convencerme de que ella era
real.
Todo entre nosotros había sido tan rápido pero atemporal a
la vez… Cronológicamente la conocía desde hacía sólo unos días, pero me sentía
como si hubiera estado siempre a mi lado, y no podía imaginar un futuro sin
ella para alegrar mis días, para incorporar música, humor y pasión en las horas
de un hombre que hasta entonces se conformaba con existir.
Su respiración era regular y una pequeña sonrisa adornaba
sus labios, pero a diferencia de otras veces, no hablaba, lo que era una
lástima, porque sus sueños suelen ser bastante interesantes.
De pronto el silencio de la noche fue roto por crujidos de
tablas viejas… Escuché ruido pisos más abajo… Pasos alejándose, golpeando el
piso de madera del vestíbulo. Alguien salió del motel y caminó por la gravilla
del estacionamiento.
Al sentir el ruido levanté instintivamente la vista hacia la
puerta de nuestra habitación, y mis ojos se encontraron con el saquito de
hierbas que descansaba en el velador, siempre al alcance de la mano de Isabella.
No sabíamos qué podía ocurrir si lo perdía, pero no estábamos dispuestos a
jugar con los elementos que la trajeron a mí.
Por esa misma razón es que el collar del que colgaba el pez
dorado no se separaba de ella ni para hacer el amor.
-James… - Suspiró ella de pronto, restregando su trasero
contra mi sexo, que descansaba plácidamente hasta que sintió el estímulo extra.
-No, no, no…! – Dije tratando de alejarme, ya que de lo
contrario la pondría de rodillas, levantaría su culito al aire y la cogería
hasta que faltaran 5 minutos para irnos a la iglesia. Y al carajo la limpieza, la haría mi esposa en
pijama, empapada en mi esencia, y al terminar la marcaría un poco más en el
auto.
No es que importara, el párroco era ciego…
-Sí, sí, sí… - Dijo y tomó una de mis manos y la llevó a sus
pechos desnudos.
Sin pensarlo por un segundo, pellizqué su pezón, y ella se
arqueó aún más.
Mierda! Tengo buenas intenciones, pero no soy un santo, y
estaba al borde de despertarla para hundirme en ella.
…Y no es que ella fuera a quejarse, Isabella es una mujer excepcionalmente
apasionada, pero los humanos necesitan descansar, y las últimas noches ella las
había pasado distraída por mi culpa.
Con la última hebra de fuerza de voluntad que me quedaba, me
puse de pie y la tapé bien con el cobertor.
Paseándome por la habitación me di cuenta de que necesitaba
salir de ahí y escapar del olor de su sexo que me llamaba y me estaba volviendo
loco… Ya habría tiempo de coger por días sin parar cuando ella fuera tan
resistente como yo.
Me vestí (obviando la ropa interior) con una camiseta negra y
jeans, abrí de par en par la ventana que daba hacia el estacionamiento, escribí
en un trozo de papel “con Blondie”, y
besando apenas sus labios dejé el papel junto a la almohada.
Salí de la habitación sin esperar encontrarme con nadie, y
mientras andaba por los pasillos interiores así fue, pero al llegar al auto me
encontré al vaquero esposo de Ingrid apoyado en una pared, fumando a solas.
-Hey – Me saludó con un asentimiento mientras yo escarbaba
la guantera de nuestro auto.
-Hey – Respondí, porque en realidad no me ha hecho nada
personal, y porque son pocos los humanos que se atreven a dirigirme la palabra.
-Es tarde, tampoco puedes dormir? – Preguntó.
Me encogí de hombros. No, no podía, pero no por las razones
que él imaginaba.
-Yo estoy acostumbrado a gastar toda mi energía en el rodeo,
y ahora que no puedo moverme libremente no tengo razones para estar cansado –
Explicó, como si le hubiera preguntado.
-Isabella habla en sus sueños – Dije al fin, encendiendo mi
cigarro. No estaba mintiendo, y que él asumiera lo que quisiera.
-Es una chica interesante – Comentó sin malicia. Y aún
sabiéndolo, de todos modos quise estampar su cráneo en la pared.
-No te imaginas cuanto – Dije fríamente sentándome en el
capó de Blondie y recostándome en el parabrisas. La noche era clara, el aire
limpio y la luna estaba llena.
-Y vaya si que puede disparar! – Agregó sonriendo -Tuve que
convencerla de que no era buena idea tratar de ganar un segundo cerdo para ti!
– Exclamó con evidente admiración.
-No puedo decir que me extrañe – Dije sacudiendo la cabeza y
tratando de reprimir una sonrisa a pesar de mis recelos.
-Cuánto tiempo llevan juntos? – Preguntó. No sé cuál era el
afán de hablar de mi vida sentimental cuando yo no le había preguntado nada de
la suya. Supongo que en realidad quería saber más de Isabella.
En cualquier otro momento me habría enfurecido de verdad,
pero en ese instante, empapado de su esencia, con mi anillo en su dedo y la
iglesia reservada, el asunto me pareció apenas patético.
Porque al día siguiente ella y yo nos casaríamos y nos
largaríamos para nunca volver…
Sí, me podía dar el lujo de fanfarronear sin miedo a sus
avances.
-No mucho, pero se siente como si me perteneciera desde
siempre – Respondí mientras hacía trucos entrelazando anillos de humo.
-Podría decir lo mismo, pero probablemente por razones
diferentes – Comentó él encendiendo un segundo cigarrillo con la colilla del
anterior.
-Sé que no es asunto mío y no me contestes si no quieres,
pero por qué demonios te casaste? No haces más que dejar claro a todos quienes
te conocen que no estás conforme con tu situación! – Pregunté exasperado. Si yo
no estuviera 100% seguro de mi decisión, no hay fuerza en el universo que me
obligara a casarme.
-Tenía que casarme
– Respondió después de largos segundos de silencio.
-Por qué? Embarazo? – Negó con la cabeza - Una herencia o
algo así? – Adiviné.
-Los hombres a cierta edad deben casarse, es lo que se
espera, aunque sea sólo una fachada. Me muevo en un ambiente casi
exclusivamente masculino, y lo último que quiero es levantar sospechas… - Dijo
bajando la mirada.
-Sospechas…? – Repetí sin entender de qué demonios hablaba.
-De ser maricón! – Dijo al fin, con la mandíbula apretada.
-Homosexual – Corregí instintivamente. Isabella era una mala
influencia…
-Ugh? – Preguntó.
-Nada, entonces qué, eres maricón? – Pregunté rogando que
así fuera. Despertaría a Isabella para darle la noticia…
-Qué? Qué te pasa? Cómo te atreves? No! – Exclamó sacando
pecho y cambiando la postura a una defensiva, como si estuviera alistándose
para liarse a golpes conmigo.
-Tú lo dijiste, no yo – Dije sin inmutarme – Y por lo demás
me da lo mismo para qué equipo bateas, siempre que te mantengas alejado de mi
esposa.
-Nada ha pasado entre Be… Tu esposa y yo! – Dijo abriendo
mucho los ojos.
-Lo sé – Dije simplemente, desinteresado – Y espero que siga
siendo así, o de lo contrario vamos a tener pro…
Mi amenaza se vio interrumpida por una suave brisa que
acarreaba un particular olor dulzón. Un olor lleno de connotaciones. Seductor,
peligroso, delicioso y criminal.
Sin lugar a dudas, otro vampiro estaba en el área.
Específicamente, una hembra.
Y me estaba llamando, ya que al exponerse contra la brisa me
alertaba de su presencia en una ofrenda de paz y sexo.
Mi instinto primario fue el ir a ver de quién se trataba y
qué quería. En circunstancias normales tal vez cogeríamos por una semana y
luego nos despediríamos con un “gracias y buena suerte”, aunque claro, ahora
eso estaba fuera de cualquier discusión.
Aun así la curiosidad…
Me bajé del capó del auto y avancé lentamente en dirección a
la oscura carretera. Ella me esperaba en la penumbra. No la vi, pero lo percibí
con ese sexto sentido que guiaba mis pasos como vampiro y cazador.
-No… No… Agh que asco… Pegajoso… Óxido… Por qué…? Dónde
estás? James… James… - Llegó a mis oídos la voz de Isabella, que tenía una
pesadilla. La había escuchado debatirse en sueños anteriormente, pero esto era
diferente, éste sueño no era como las demás: Su corazón estaba en plena
taquicardia, y por su voz quebrada supe que estaba llorando.
Miré hacia la ventana abierta de nuestra habitación como un
idiota, sin saber qué hacer.
Los gemidos de Isabella eran lo suficientemente fuertes como
para incluso llamar la atención del vaquero cuyo nombre aún no recordaba.
-Pesadillas? – Preguntó luciendo genuinamente preocupado.
Asentí tratando de escuchar y evaluar si era necesario
intervenir.
-Sangre… Padre… No vomites, no vomites… Esto no está pasando…
James, dónde estás? – Preguntó cada vez más alterada. Comencé a trotar hacia la
entrada del motel – Por favor, Jojo no… Jojo no… Jojo no… AAAAAAAAAAAAAAAH! –
Gritó con todas sus fuerzas, probablemente despertando a todo el mundo a un
kilómetro a la redonda.
Corrí por los pasillos mientras ella sollozaba desolada. Sus
palabras desesperadas se enredaban entre sí y ya no podía distinguir en ellas más
que su tremenda angustia.
Abrí de golpe la puerta de la habitación y me la encontré
desnuda en el suelo, debatiéndose con las sábanas que se enredaban en sus
piernas, llorando y gritando desafiante por favor que la mataran de una buena vez.
Me agaché para recogerla, pero eso fue peor, ya que comenzó
a golpearme a mí, haciéndose daño en los puños y piernas.
Debí inmovilizarla por la fuerza y hablarle al oído hasta
que logré que su ritmo cardíaco bajara y en vez de hiperventilar llorara más suavemente,
pero aún atormentada.
Sólo entonces me atreví a despertarla.
-Isabella… Isabella, mi amor, por favor, despierta, todo
está bien… - Dije sacudiéndola suavemente.
Ella abrió lentamente los ojos, pestañeando y mirando hacia
todos lados, como buscando la fuente del peligro… Como si esperara que en
cualquier momento algo o alguien se abalanzara sobre ella.
-J… James? – Hipó incrédula cuando fijó la vista en mí.
-Sí, aquí estoy preciosa, tranquila, nada ha pasado, todo
fue un mal sueño… - Le dije tomándola al fin en mis brazos para depositarla en
la cama. Luego me quité la camiseta negra que traía puesta y se la calcé a modo
de pijama. Podía escuchar pasos que se acercaban y no permitiría que nadie
viera desnuda a mi mujer.
-Un sueño? – Balbuceó, desconfiada.
-Nada más – Dije besando su frente y arreglando un poco la ropa
de cama.
-Jojo… - Se le quebró la voz – Ella mató a mi Jojo… -
Susurró, y grandes lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
-Jojo está bien – Le dije acunando su mejilla y limpiando
sus lágrimas con mis dedos – Está en el baño, no lo escuchas? – Pregunté.
Efectivamente el maldito cerdo estaba armando un escándalo
digno de su dueña.
La mirada de Isabella se dirigió a la puerta del baño y
estiró los brazos, así es que me puse de pie para ir a liberar a Jojo. En
cuanto hube abierto una ranura el cerdito salió disparado, pasó entre mis
piernas y corrió hacia Isabella, gruñendo frustrado cuando se dio cuenta de que
no podía saltar tan alto como para subirse a la cama.
-Jojo! – Lo tomó en sus brazos Isabella, llorando con más
fuerza aún. El cerdo pareció contestarle con el gruñido adecuado, y ella se fue
serenando poco a poco. En ese momento tocaron la puerta de la habitación.
-Es ella! – Susurró Isabella aterrada cubriendo a Jojo con
la sábana, lo que a él curiosamente pareció fascinarle.
-Es Ingrid y su marido y más atrás viene Ilke – Respondí abriendo
la puerta.
-Hola, está todo bien? – Preguntó Ingrid pasando junto a mí sin
saber dónde fijar la vista. Sólo entonces recordé mi pecho desnudo, y haciéndoles
un innecesario gesto para que entraran, busqué algo que ponerme.
-Hola, lo siento – Dijo Isabella abrazando sus rodillas –
Sufro de terrores nocturnos y pesadillas muy vívidas, los debo haber asustado.
-Lo importante es que estás bien – Dijo Ingrid sentándose al
borde de la cama. El vaquero se quedó apoyado en la pared, observando cada
detalle de la habitación, pero sin decir nada.
-Nos preocupamos – Dijo Ilke, que ya había entrado al cuarto
– Pero lo importante es que estés sana y salva.
-Estamos bien, gracias – Asintió Isabella destapando a Jojo,
que volvió a esconderse, como un pequeño topo.
-Es saludable que duermas con un cerdo? – Preguntó el
vaquero.
-Por supuesto que sí – Respondió Isabella dando un
almohadazo al bultito que era Jojo escondido. El cerdito se apuró a cambiar su
ubicación – Está recién bañado.
El vaquero comosellame
rodó los ojos.
-Ingrid, prepara una infusión de manzanilla y pasiflora –
Indicó Ilke – Y tú, acompaña a tu mujer – Dijo al vaquero. No la había visto
tan seca y cortante, pero supongo que el vaquero la sacaba de quicio por su
falta de interés hacia su propia esposa. Una vez que hubieron desaparecido,
dijo – Isabella, querida, por qué no te metes a esa enorme tina y te das un
buen baño caliente que te ayude a relajarte? Mientras, puedo cambiar tus
sábanas y ordenar la cama... – Ofreció.
Realmente, el cambio de sábanas era necesario, ya que
estaban arrugadas, desordenadas y mancilladas con todo tipo de sustancias,
desde sangre, saliva, semen y lágrimas, hasta pelo de cerdo.
-Gracias – Dijo Isabella. Se incorporó para levantarse pero
yo me adelanté y la tomé en mis brazos – Pensé que no me cargarías por
principio – Me dijo acomodando su cabeza en mi hombro.
-No te cargaré cuando no lo necesites. En este momento lo
necesitamos los dos – Respondí apretándola a mí.
De camino al baño pasamos junto a la ventana y aproveché de
cerrarla y correr las cortinas.
El rabillo de mi ojo captó a lo lejos el movimiento de algo
que al no mirar directamente no alcancé a identificar con precisión, pero que
era extrañamente parecido a una viva llamarada de color rojo.
oooOooo
Puse a llenar la bañera de agua caliente y senté a Isabella
en el vanitorio mientras esperábamos.
-Quieres hablar de lo que soñaste? – Pregunté.
Negó con la cabeza.
-No – Dijo después de un rato – Pero supongo que deberías
saberlo de todos modos…
-Quisiera saber qué te produce tanto miedo – Le dije
entregándole al cerdo que se paraba en dos patas tratando de alcanzarla, para
que lo acunara como a un bebé.
-Victoria – Dijo exhalando.
-La pelirroja que viajaba conmigo cuando me conociste? –
Pregunté con la sensación de una tonelada de ladrillos aplastándome de pronto…
La premonición de un desastre inminente. Era ella la hembra a la que había
olido? Era ella el manchón rojo que vi a lo lejos? Era eso posible?
-Qué con ella? – Pregunté fingiendo una calma que no sentía
ni de lejos.
-Cuando caminé por el pasillo de la iglesia en nuestra boda…
- Comenzó a temblar – El pasillo estaba cubierto de sangre, el sacerdote no
estaba orando, como pensé, sino que estaba empalado en una cruz, a Jojo le
habían abierto la garganta de lado a lado… – Las lágrimas volvieron a caer.
-Oh no…! – La atraje hacia mí, en parte para confortarla y
en parte para esconder mi horror. No podía ser, no ahora… O sea, sí, de acuerdo
a lo que Isabella me había contado, era muy probable que la pelirroja ya
existiera en algún lugar del mundo, pero como el estar con alguien más era un
absurdo desde que conocí a Isabella, empujé este conocimiento al fondo de mi
mente, ignorándolo lo mejor que pude.
Pero qué tal si nos la encontrábamos? Y qué sucedería si era
tan psicótica como Isabella la recordaba? Qué haría si yo rechazaba su “invitación”
y en su lugar me casaba al día siguiente con una chica humana?
Mierda…
Tenía que proteger a Isabella.
No perderla de vista.
Cazar y eliminar a la pelirroja.
Y todo sin que ella se enterara jamás del peligro en el que
vivía, o no sería capaz de volver a dormir tranquila.
oooOooo
Ilke dejó un jarro de infusión junto a la cama primorosamente
arreglada y se fue sin decir palabra.
Isabella se calzó otra camiseta mía y se acostó abrazando al
cerdo como si fuera un animal de felpa, y él disfrutó de ese tratamiento, y en
especial de que Isabella compartiera las cobijas con él.
-No acostumbres a ese animal a dormir en nuestra cama, no
quiero que apeste a chiquero – Le dije acostándome a su otro lado y amoldando
mi cuerpo al suyo.
-Jojo huele a bebé, y no va a dormir todos los días conmigo,
sólo aquellos días en los que yo sueñe que esa perra cabeza de zanahoria lo
casi decapita – Respondió abrazándolo más fuerte.
-Ok, es justo – Concedí – Pero bebe tu infusión.
Ella obedeció en silencio y comenzó a deslizarse a la
inconsciencia lentamente, despertado de inmediato cuando traté de apagar la
luz.
-No! No quiero oscuridad – Dijo aferrándose a mi muñeca –
Por favor, no más oscuridad…
oooOooo
Al día siguiente Isabella se despertó tarde, como a las
10am, y aunque debíamos estar en la iglesia al mediodía, encerramos a Jojo en
el baño y bajamos a tomar desayuno con toda calma. Ella ya había recuperado
algo de su buen humor.
-Es cierto que hoy se van? – Preguntó Ingrid haciendo un
puchero.
-Lo es – Afirmé haciendo amago de beber mi café negro.
-Qué lástima, pero supongo que no hay forma de retenerlos… –
Dijo expectante.
-No, se suponía que esta era una parada de una noche y ya
ves cómo se extendió – Dije.
Ingrid miró a Isabella como esperando que participara o
diera su opinión.
Isabella miraba ausente por la ventana hacia la ventana de
nuestra habitación.
Comió su desayuno en silencio, y cuando nos retirábamos
Ingrid corrió detrás de nosotros.
-Isabella, espera! – Exclamó jadeante – Toma, un recuerdo
para que no nos olvides – Dijo extendiendo una bolsa de papel de envolver.
Isabella la abrió, le brillaron los ojos como si fuera a
romper a llorar otra vez, y se lanzó a los brazos de Ingrid.
-Me encanta! – Exclamó.
-Qué es? – Pregunté.
Isabella me entregó la bolsa. En ella había un pequeño arnés
para perros pequeños o cachorros que le quedaría perfectamente a Jojo. Era de
cuero rojo y tenía detalles cromados.
-Gracias… – Murmuré. No me gustaba Ingrid particularmente,
pero sus intenciones eran buenas y el regalo efectivamente era tremendamente
útil.
-Tenemos que hacer una diligencia y al regreso pasaremos a
despedirnos – Dijo Isabella.
-Que les vaya bien! – Exclamó Ingrid.
Ninguno de los dos respondió.
oooOooo
La correa resultó ser ideal, porque ya no era necesario
dejar encerrado al cerdo en el baño, cosa que a él no le gustaba para nada, y para
nosotros era más fácil sacarlo a hacer sus necesidades sin riesgo de que
escapara.
Metimos al cerdo en
su jaula, en el asiento trasero del auto, y emprendimos rumbo a la
iglesia.
-Estás más tranquila? – Pregunté tomando su mano.
-Sí – Me dijo ella forzando una sonrisa – Ya las cosas son
muy distintas a mi pesadilla… El estar juntos hace toda la diferencia.
-Por supuesto que la hace – Dije haciendo un esfuerzo extra
por desmenuzar con mi memoria olfativa cada nota del aroma de la hembra, el
cual percibí de nuevo mientras Isabella iba a nuestro cuarto a buscar a Jojo.
La pelirroja había vuelto y se había acercado aún más a
nosotros: En el pavimento se distinguía claramente un nuevo rastro que atravesaba
el estacionamiento, llegando hasta la pared que daba a nuestro cuarto.
Por supuesto, no dije nada, pero podía sentir cómo se erizaban
los cabellos de mi nuca.
Alguien nos observaba.
oooOooo
Nuestra ceremonia fue tal como imaginaba. Juntos entramos en
la casa parroquial donde vivía el sacerdote, que mientras preparaba nuestros
papeles nos ofreció té.
Luego, mientras yo rellenaba las partes en blanco, Isabella
lo convenció de dejar que Jojo entrara a la ceremonia con nosotros.
Y finalmente, encendí un par de candelabros junto al altar.
El resto de la iglesia estaba iluminada con el sol del medio día que se colaba
a través de sus vitrales, haciendo que hasta el desgaste de la piedra
adquiriera una cualidad etérea y hermosa en su sencillez.
Con sus últimas palabras el sacerdote dio su bendición a los
anillos y procedimos a intercambiar las sencillas argollas de oro que sellaban
nuestra unión.
Isabella deslizó mi anillo por mi dedo anular y besó
dulcemente mis nudillos mientras me miraba a los ojos
No sé realmente qué más puedo agregar… Ese fue el día en que
Isabella se convirtió en mi esposa, y fue todo lo que soñé y más. Al fin éramos
una unidad, las cosas avanzaban mejorando a cada momento, y sólo me preocupaba una
nube en nuestro horizonte: La hembra, a quien a pesar de no poder ver, presentía.
Por qué era que aún con mis habilidades especiales no era
capaz de identificar su locación como con todos los demás? Tenía ella algún
don?
Maldición…!
Esa maldita pelirroja nos traería problemas.
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De ustedes depende…
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