lunes, 24 de octubre de 2016

El Tiempo En Una Botella 19

Como pasa algunas veces, no predije adecuadamente la reacción que provocaría el capítulo anterior. Pensé que me odiarían y al final resulta que a pesar de todo, les gustó.
Producto de su oleada de comentarios, me inspiré y horas después de publicar ya me encontraba trabajando en este nuevo capítulo, ya que no quería alargar el suspenso en una parte tan terrible de la historia.
Espero que les guste y me den su opinión.
Abrazos.
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Capítulo 19
Goin' to the chapel and we're gonna get ma-a-arried
Goin' to the chapel and we're gonna get ma-a-arried
Gee, I really love you
And we're gonna get ma-a-arried
Goin' to the chapel of love
Spring is here, th-e-e sky is blue, whoa-oh-oh
Birds all sing as if they knew
Today's the day we'll say "I do"
And we'll never be lonely anymore because we're
Going To The Chapel Of Love / The Dixie Cups

James POV
Así es que esto era…
Así se siente…
La felicidad.
Sonaba como un concepto lejano, algo que ni siquiera había considerado buscar para mi vida, no era una meta a la que aspirar, era algo que le pasa a los demás, si es que son afortunados...
Hasta que de golpe la fortuna me tocó a mí, y el darme cuenta de que por primera vez en mi existencia tenía algo que perder me aterró por un momento, tanto así que de haber sido humano probablemente habría terminado con una crisis de pánico, paralizado, sudoroso, y sin poder respirar.
Afortunadamente no lo soy.
Reacomodé mi cuerpo para asegurarme de tocar cada milímetro de su espalda con mi frente, y una vez que me aseguré de que dormía tranquila, moví su cabello para despejar su cuello y revelar su perfil, y apoyé mi cabeza en mi mano para poder observarla unos momentos más y convencerme de que ella era real.
Todo entre nosotros había sido tan rápido pero atemporal a la vez… Cronológicamente la conocía desde hacía sólo unos días, pero me sentía como si hubiera estado siempre a mi lado, y no podía imaginar un futuro sin ella para alegrar mis días, para incorporar música, humor y pasión en las horas de un hombre que hasta entonces se conformaba con existir.
Su respiración era regular y una pequeña sonrisa adornaba sus labios, pero a diferencia de otras veces, no hablaba, lo que era una lástima, porque sus sueños suelen ser bastante interesantes.
De pronto el silencio de la noche fue roto por crujidos de tablas viejas… Escuché ruido pisos más abajo… Pasos alejándose, golpeando el piso de madera del vestíbulo. Alguien salió del motel y caminó por la gravilla del estacionamiento.
Al sentir el ruido levanté instintivamente la vista hacia la puerta de nuestra habitación, y mis ojos se encontraron con el saquito de hierbas que descansaba en el velador, siempre al alcance de la mano de Isabella. No sabíamos qué podía ocurrir si lo perdía, pero no estábamos dispuestos a jugar con los elementos que la trajeron a mí.
Por esa misma razón es que el collar del que colgaba el pez dorado no se separaba de ella ni para hacer el amor.
-James… - Suspiró ella de pronto, restregando su trasero contra mi sexo, que descansaba plácidamente hasta que sintió el estímulo extra.
-No, no, no…! – Dije tratando de alejarme, ya que de lo contrario la pondría de rodillas, levantaría su culito al aire y la cogería hasta que faltaran 5 minutos para irnos a la iglesia. Y al  carajo la limpieza, la haría mi esposa en pijama, empapada en mi esencia, y al terminar la marcaría un poco más en el auto.
No es que importara, el párroco era ciego…
-Sí, sí, sí… - Dijo y tomó una de mis manos y la llevó a sus pechos desnudos.
Sin pensarlo por un segundo, pellizqué su pezón, y ella se arqueó aún más.
Mierda! Tengo buenas intenciones, pero no soy un santo, y estaba al borde de despertarla para hundirme en ella.
…Y no es que ella fuera a quejarse, Isabella es una mujer excepcionalmente apasionada, pero los humanos necesitan descansar, y las últimas noches ella las había pasado distraída por mi culpa.
Con la última hebra de fuerza de voluntad que me quedaba, me puse de pie y la tapé bien con el cobertor.
Paseándome por la habitación me di cuenta de que necesitaba salir de ahí y escapar del olor de su sexo que me llamaba y me estaba volviendo loco… Ya habría tiempo de coger por días sin parar cuando ella fuera tan resistente como yo.
Me vestí (obviando la ropa interior) con una camiseta negra y jeans, abrí de par en par la ventana que daba hacia el estacionamiento, escribí en un trozo de papel “con Blondie”, y besando apenas sus labios dejé el papel junto a la almohada.
Salí de la habitación sin esperar encontrarme con nadie, y mientras andaba por los pasillos interiores así fue, pero al llegar al auto me encontré al vaquero esposo de Ingrid apoyado en una pared, fumando a solas.
-Hey – Me saludó con un asentimiento mientras yo escarbaba la guantera de nuestro auto.
-Hey – Respondí, porque en realidad no me ha hecho nada personal, y porque son pocos los humanos que se atreven a dirigirme la palabra.
-Es tarde, tampoco puedes dormir? – Preguntó.
Me encogí de hombros. No, no podía, pero no por las razones que él imaginaba.
-Yo estoy acostumbrado a gastar toda mi energía en el rodeo, y ahora que no puedo moverme libremente no tengo razones para estar cansado – Explicó, como si le hubiera preguntado.
-Isabella habla en sus sueños – Dije al fin, encendiendo mi cigarro. No estaba mintiendo, y que él asumiera lo que quisiera.
-Es una chica interesante – Comentó sin malicia. Y aún sabiéndolo, de todos modos quise estampar su cráneo en la pared.
-No te imaginas cuanto – Dije fríamente sentándome en el capó de Blondie y recostándome en el parabrisas. La noche era clara, el aire limpio y la luna estaba llena.
-Y vaya si que puede disparar! – Agregó sonriendo -Tuve que convencerla de que no era buena idea tratar de ganar un segundo cerdo para ti! – Exclamó con evidente admiración.
-No puedo decir que me extrañe – Dije sacudiendo la cabeza y tratando de reprimir una sonrisa a pesar de mis recelos.
-Cuánto tiempo llevan juntos? – Preguntó. No sé cuál era el afán de hablar de mi vida sentimental cuando yo no le había preguntado nada de la suya. Supongo que en realidad quería saber más de Isabella.
En cualquier otro momento me habría enfurecido de verdad, pero en ese instante, empapado de su esencia, con mi anillo en su dedo y la iglesia reservada, el asunto me pareció apenas patético.
Porque al día siguiente ella y yo nos casaríamos y nos largaríamos para nunca volver…
Sí, me podía dar el lujo de fanfarronear sin miedo a sus avances.
-No mucho, pero se siente como si me perteneciera desde siempre – Respondí mientras hacía trucos entrelazando anillos de humo.
-Podría decir lo mismo, pero probablemente por razones diferentes – Comentó él encendiendo un segundo cigarrillo con la colilla del anterior.
-Sé que no es asunto mío y no me contestes si no quieres, pero por qué demonios te casaste? No haces más que dejar claro a todos quienes te conocen que no estás conforme con tu situación! – Pregunté exasperado. Si yo no estuviera 100% seguro de mi decisión, no hay fuerza en el universo que me obligara a casarme.
-Tenía que casarme – Respondió después de largos segundos de silencio.
-Por qué? Embarazo? – Negó con la cabeza - Una herencia o algo así? – Adiviné.
-Los hombres a cierta edad deben casarse, es lo que se espera, aunque sea sólo una fachada. Me muevo en un ambiente casi exclusivamente masculino, y lo último que quiero es levantar sospechas… - Dijo bajando la mirada.
-Sospechas…? – Repetí sin entender de qué demonios hablaba.
-De ser maricón! – Dijo al fin, con la mandíbula apretada.
-Homosexual – Corregí instintivamente. Isabella era una mala influencia…
-Ugh? – Preguntó.
-Nada, entonces qué, eres maricón? – Pregunté rogando que así fuera. Despertaría a Isabella para darle la noticia…
-Qué? Qué te pasa? Cómo te atreves? No! – Exclamó sacando pecho y cambiando la postura a una defensiva, como si estuviera alistándose para liarse a golpes conmigo.
-Tú lo dijiste, no yo – Dije sin inmutarme – Y por lo demás me da lo mismo para qué equipo bateas, siempre que te mantengas alejado de mi esposa.
-Nada ha pasado entre Be… Tu esposa y yo! – Dijo abriendo mucho los ojos.
-Lo sé – Dije simplemente, desinteresado – Y espero que siga siendo así, o de lo contrario vamos a tener pro…
Mi amenaza se vio interrumpida por una suave brisa que acarreaba un particular olor dulzón. Un olor lleno de connotaciones. Seductor, peligroso, delicioso y criminal.
Sin lugar a dudas, otro vampiro estaba en el área.
Específicamente, una hembra.
Y me estaba llamando, ya que al exponerse contra la brisa me alertaba de su presencia en una ofrenda de paz y sexo.
Mi instinto primario fue el ir a ver de quién se trataba y qué quería. En circunstancias normales tal vez cogeríamos por una semana y luego nos despediríamos con un “gracias y buena suerte”, aunque claro, ahora eso estaba fuera de cualquier discusión.
Aun así la curiosidad…
Me bajé del capó del auto y avancé lentamente en dirección a la oscura carretera. Ella me esperaba en la penumbra. No la vi, pero lo percibí con ese sexto sentido que guiaba mis pasos como vampiro y cazador.
-No… No… Agh que asco… Pegajoso… Óxido… Por qué…? Dónde estás? James… James… - Llegó a mis oídos la voz de Isabella, que tenía una pesadilla. La había escuchado debatirse en sueños anteriormente, pero esto era diferente, éste sueño no era como las demás: Su corazón estaba en plena taquicardia, y por su voz quebrada supe que estaba llorando.
Miré hacia la ventana abierta de nuestra habitación como un idiota, sin saber qué hacer.
Los gemidos de Isabella eran lo suficientemente fuertes como para incluso llamar la atención del vaquero cuyo nombre aún no recordaba.
-Pesadillas? – Preguntó luciendo genuinamente preocupado.
Asentí tratando de escuchar y evaluar si era necesario intervenir.
-Sangre… Padre… No vomites, no vomites… Esto no está pasando… James, dónde estás? – Preguntó cada vez más alterada. Comencé a trotar hacia la entrada del motel – Por favor, Jojo no… Jojo no… Jojo no… AAAAAAAAAAAAAAAH! – Gritó con todas sus fuerzas, probablemente despertando a todo el mundo a un kilómetro a la redonda.
Corrí por los pasillos mientras ella sollozaba desolada. Sus palabras desesperadas se enredaban entre sí y ya no podía distinguir en ellas más que su tremenda angustia.
Abrí de golpe la puerta de la habitación y me la encontré desnuda en el suelo, debatiéndose con las sábanas que se enredaban en sus piernas, llorando y gritando desafiante por favor que la mataran de una buena vez.
Me agaché para recogerla, pero eso fue peor, ya que comenzó a golpearme a mí, haciéndose daño en los puños y piernas.
Debí inmovilizarla por la fuerza y hablarle al oído hasta que logré que su ritmo cardíaco bajara y en vez de hiperventilar llorara más suavemente, pero aún atormentada.
Sólo entonces me atreví a despertarla.
-Isabella… Isabella, mi amor, por favor, despierta, todo está bien… - Dije sacudiéndola suavemente.
Ella abrió lentamente los ojos, pestañeando y mirando hacia todos lados, como buscando la fuente del peligro… Como si esperara que en cualquier momento algo o alguien se abalanzara sobre ella.
-J… James? – Hipó incrédula cuando fijó la vista en mí.
-Sí, aquí estoy preciosa, tranquila, nada ha pasado, todo fue un mal sueño… - Le dije tomándola al fin en mis brazos para depositarla en la cama. Luego me quité la camiseta negra que traía puesta y se la calcé a modo de pijama. Podía escuchar pasos que se acercaban y no permitiría que nadie viera desnuda a mi mujer.
-Un sueño? – Balbuceó, desconfiada.
-Nada más – Dije besando su frente y arreglando un poco la ropa de cama.
-Jojo… - Se le quebró la voz – Ella mató a mi Jojo… - Susurró, y grandes lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
-Jojo está bien – Le dije acunando su mejilla y limpiando sus lágrimas con mis dedos – Está en el baño, no lo escuchas? – Pregunté.
Efectivamente el maldito cerdo estaba armando un escándalo digno de  su dueña.
La mirada de Isabella se dirigió a la puerta del baño y estiró los brazos, así es que me puse de pie para ir a liberar a Jojo. En cuanto hube abierto una ranura el cerdito salió disparado, pasó entre mis piernas y corrió hacia Isabella, gruñendo frustrado cuando se dio cuenta de que no podía saltar tan alto como para subirse a la cama.
-Jojo! – Lo tomó en sus brazos Isabella, llorando con más fuerza aún. El cerdo pareció contestarle con el gruñido adecuado, y ella se fue serenando poco a poco. En ese momento tocaron la puerta de la habitación.
-Es ella! – Susurró Isabella aterrada cubriendo a Jojo con la sábana, lo que a él curiosamente pareció fascinarle.
-Es Ingrid y su marido y más atrás viene Ilke – Respondí abriendo la puerta.
-Hola, está todo bien? – Preguntó Ingrid pasando junto a mí sin saber dónde fijar la vista. Sólo entonces recordé mi pecho desnudo, y haciéndoles un innecesario gesto para que entraran, busqué algo que ponerme.
-Hola, lo siento – Dijo Isabella abrazando sus rodillas – Sufro de terrores nocturnos y pesadillas muy vívidas, los debo haber asustado.
-Lo importante es que estás bien – Dijo Ingrid sentándose al borde de la cama. El vaquero se quedó apoyado en la pared, observando cada detalle de la habitación, pero sin decir nada.
-Nos preocupamos – Dijo Ilke, que ya había entrado al cuarto – Pero lo importante es que estés sana y salva.
-Estamos bien, gracias – Asintió Isabella destapando a Jojo, que volvió a esconderse, como un pequeño topo.
-Es saludable que duermas con un cerdo? – Preguntó el vaquero.
-Por supuesto que sí – Respondió Isabella dando un almohadazo al bultito que era Jojo escondido. El cerdito se apuró a cambiar su ubicación – Está recién bañado.
El vaquero comosellame rodó los ojos.
-Ingrid, prepara una infusión de manzanilla y pasiflora – Indicó Ilke – Y tú, acompaña a tu mujer – Dijo al vaquero. No la había visto tan seca y cortante, pero supongo que el vaquero la sacaba de quicio por su falta de interés hacia su propia esposa. Una vez que hubieron desaparecido, dijo – Isabella, querida, por qué no te metes a esa enorme tina y te das un buen baño caliente que te ayude a relajarte? Mientras, puedo cambiar tus sábanas y ordenar la cama... – Ofreció.
Realmente, el cambio de sábanas era necesario, ya que estaban arrugadas, desordenadas y mancilladas con todo tipo de sustancias, desde sangre, saliva, semen y lágrimas, hasta pelo de cerdo.
-Gracias – Dijo Isabella. Se incorporó para levantarse pero yo me adelanté y la tomé en mis brazos – Pensé que no me cargarías por principio – Me dijo acomodando su cabeza en mi hombro.
-No te cargaré cuando no lo necesites. En este momento lo necesitamos los dos – Respondí apretándola a mí.
De camino al baño pasamos junto a la ventana y aproveché de cerrarla y correr las cortinas.
El rabillo de mi ojo captó a lo lejos el movimiento de algo que al no mirar directamente no alcancé a identificar con precisión, pero que era extrañamente parecido a una viva llamarada de color rojo.
oooOooo
Puse a llenar la bañera de agua caliente y senté a Isabella en el vanitorio mientras esperábamos.
-Quieres hablar de lo que soñaste? – Pregunté.
Negó con la cabeza.
-No – Dijo después de un rato – Pero supongo que deberías saberlo de todos modos…
-Quisiera saber qué te produce tanto miedo – Le dije entregándole al cerdo que se paraba en dos patas tratando de alcanzarla, para que lo acunara como a un bebé.
-Victoria – Dijo exhalando.
-La pelirroja que viajaba conmigo cuando me conociste? – Pregunté con la sensación de una tonelada de ladrillos aplastándome de pronto… La premonición de un desastre inminente. Era ella la hembra a la que había olido? Era ella el manchón rojo que vi a lo lejos? Era eso posible?
-Qué con ella? – Pregunté fingiendo una calma que no sentía ni de lejos.
-Cuando caminé por el pasillo de la iglesia en nuestra boda… - Comenzó a temblar – El pasillo estaba cubierto de sangre, el sacerdote no estaba orando, como pensé, sino que estaba empalado en una cruz, a Jojo le habían abierto la garganta de lado a lado… – Las lágrimas volvieron a caer.
-Oh no…! – La atraje hacia mí, en parte para confortarla y en parte para esconder mi horror. No podía ser, no ahora… O sea, sí, de acuerdo a lo que Isabella me había contado, era muy probable que la pelirroja ya existiera en algún lugar del mundo, pero como el estar con alguien más era un absurdo desde que conocí a Isabella, empujé este conocimiento al fondo de mi mente, ignorándolo  lo mejor que pude.
Pero qué tal si nos la encontrábamos? Y qué sucedería si era tan psicótica como Isabella la recordaba? Qué haría si yo rechazaba su “invitación” y en su lugar me casaba al día siguiente con una chica humana?
Mierda…
Tenía que proteger a Isabella.
No perderla de vista.
Cazar y eliminar a la pelirroja.
Y todo sin que ella se enterara jamás del peligro en el que vivía, o no sería capaz de volver a dormir tranquila.
oooOooo
Ilke dejó un jarro de infusión junto a la cama primorosamente arreglada y se fue sin decir palabra.
Isabella se calzó otra camiseta mía y se acostó abrazando al cerdo como si fuera un animal de felpa, y él disfrutó de ese tratamiento, y en especial de que Isabella compartiera las cobijas con él.
-No acostumbres a ese animal a dormir en nuestra cama, no quiero que apeste a chiquero – Le dije acostándome a su otro lado y amoldando mi cuerpo al suyo.
-Jojo huele a bebé, y no va a dormir todos los días conmigo, sólo aquellos días en los que yo sueñe que esa perra cabeza de zanahoria lo casi decapita – Respondió abrazándolo más fuerte.
-Ok, es justo – Concedí – Pero bebe tu infusión.
Ella obedeció en silencio y comenzó a deslizarse a la inconsciencia lentamente, despertado de inmediato cuando traté de apagar la luz.
-No! No quiero oscuridad – Dijo aferrándose a mi muñeca – Por favor, no más oscuridad…
oooOooo
Al día siguiente Isabella se despertó tarde, como a las 10am, y aunque debíamos estar en la iglesia al mediodía, encerramos a Jojo en el baño y bajamos a tomar desayuno con toda calma. Ella ya había recuperado algo de su buen humor.
-Es cierto que hoy se van? – Preguntó Ingrid haciendo un puchero.
-Lo es – Afirmé haciendo amago de beber mi café negro.
-Qué lástima, pero supongo que no hay forma de retenerlos… – Dijo expectante.
-No, se suponía que esta era una parada de una noche y ya ves cómo se extendió – Dije.
Ingrid miró a Isabella como esperando que participara o diera su opinión.
Isabella miraba ausente por la ventana hacia la ventana de nuestra habitación.
Comió su desayuno en silencio, y cuando nos retirábamos Ingrid corrió detrás de nosotros.
-Isabella, espera! – Exclamó jadeante – Toma, un recuerdo para que no nos olvides – Dijo extendiendo una bolsa de papel de envolver.
Isabella la abrió, le brillaron los ojos como si fuera a romper a llorar otra vez, y se lanzó a los brazos de Ingrid.
-Me encanta! – Exclamó.
-Qué es? – Pregunté.
Isabella me entregó la bolsa. En ella había un pequeño arnés para perros pequeños o cachorros que le quedaría perfectamente a Jojo. Era de cuero rojo y tenía detalles cromados.
-Gracias… – Murmuré. No me gustaba Ingrid particularmente, pero sus intenciones eran buenas y el regalo efectivamente era tremendamente útil.
-Tenemos que hacer una diligencia y al regreso pasaremos a despedirnos – Dijo Isabella.
-Que les vaya bien! – Exclamó Ingrid.
Ninguno de los dos respondió.
oooOooo
La correa resultó ser ideal, porque ya no era necesario dejar encerrado al cerdo en el baño, cosa que a él no le gustaba para nada, y para nosotros era más fácil sacarlo a hacer sus necesidades sin riesgo de que escapara.
Metimos al cerdo en  su jaula, en el asiento trasero del auto, y emprendimos rumbo a la iglesia.
-Estás más tranquila? – Pregunté tomando su mano.
-Sí – Me dijo ella forzando una sonrisa – Ya las cosas son muy distintas a mi pesadilla… El estar juntos hace toda la diferencia.
-Por supuesto que la hace – Dije haciendo un esfuerzo extra por desmenuzar con mi memoria olfativa cada nota del aroma de la hembra, el cual percibí de nuevo mientras Isabella iba a nuestro cuarto a buscar a Jojo.
La pelirroja había vuelto y se había acercado aún más a nosotros: En el pavimento se distinguía claramente un nuevo rastro que atravesaba el estacionamiento, llegando hasta la pared que daba a nuestro cuarto.
Por supuesto, no dije nada, pero podía sentir cómo se erizaban los cabellos de mi nuca.
Alguien nos observaba.
oooOooo
Nuestra ceremonia fue tal como imaginaba. Juntos entramos en la casa parroquial donde vivía el sacerdote, que mientras preparaba nuestros papeles nos ofreció té.
Luego, mientras yo rellenaba las partes en blanco, Isabella lo convenció de dejar que Jojo entrara a la ceremonia con nosotros.
Y finalmente, encendí un par de candelabros junto al altar. El resto de la iglesia estaba iluminada con el sol del medio día que se colaba a través de sus vitrales, haciendo que hasta el desgaste de la piedra adquiriera una cualidad etérea y hermosa en su sencillez.
Con sus últimas palabras el sacerdote dio su bendición a los anillos y procedimos a intercambiar las sencillas argollas de oro que sellaban nuestra unión.
Isabella deslizó mi anillo por mi dedo anular y besó dulcemente mis nudillos mientras me miraba a los ojos
No sé realmente qué más puedo agregar… Ese fue el día en que Isabella se convirtió en mi esposa, y fue todo lo que soñé y más. Al fin éramos una unidad, las cosas avanzaban mejorando a cada momento, y sólo me preocupaba una nube en nuestro horizonte: La hembra, a quien a pesar de no poder ver, presentía.
Por qué era que aún con mis habilidades especiales no era capaz de identificar su locación como con todos los demás? Tenía ella algún don?
Maldición…!
Esa maldita pelirroja nos traería problemas.
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De ustedes depende…











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