Les presento mi
primer intento de construir una historia propia. Quiero explorar muchos temas,
desde la dinámica de las elites de la sociedad, hasta la distorsión de la
realidad producida por las enfermedades mentales, todo sin perder de vista que
esta es, al fin y al cabo, una historia de amor.
Ya veremos,
capítulo a capítulo, si lo estoy logrando.
Abrazos
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
El hijo de la Pincoya
Capítulo 1
I hate racist blokes, telling tasteless jokes
And explaining where people belong
I hate ignorant folks, who pay money to see gigs
And talk through every fucking song
I hate people in night clubs, snorting coke
And explaining where you’re going wrong
Well if you agree, then come hating with me
And feel free to sing along.
And explaining where people belong
I hate ignorant folks, who pay money to see gigs
And talk through every fucking song
I hate people in night clubs, snorting coke
And explaining where you’re going wrong
Well if you agree, then come hating with me
And feel free to sing along.
I Hate / Passenger
Ema
…Si me lo preguntaran me sería difícil señalar un principio…
La vida fluye, rara vez hay cortes radicales, y mucho menos para
alguien tan joven como yo.
Aun así, si tuviera que pensar en un comienzo, éste no sería
cuando se conocieron mis padres o cuando mi mamá quedó embarazada de mí.
Ni siquiera fue cuando mi papá se largó con otra o cuando mi
mamá se enfermó.
No.
El momento clave fue cuando arbitrariamente, ellos decidieron mandarme lejos de
casa.
oooOooo
-Ema, terminaste la maleta? – Me preguntó mi papá por
tercera vez. Me vi tentada a seguir
ignorándolo como venía haciendo desde hacía días, pero al final decidí prestarle
atención por unos instantes, el tiempo justo para dirigirle la mirada más cargada
de odio y resentimiento que me fue posible.
Él se encogió visiblemente en el asiento frente a mí, tomó
el diario en la sección de economía y negocios y fingió leer, aunque sus ojos
miraban fijamente el papel, sin mover las pupilas.
Cobarde.
Asqueroso, patético
cobarde.
Su egoísmo había destruido a mi mamá, pero conmigo ya no se
atrevería a meterse.
Me levanté de la mesa con la frente en alto y la mandíbula
apretada tratando de verme digna e indiferente, y vacié el resto de la leche y
los cereales en el compostero que instaló mi mamá en uno de sus días buenos.
Era triste y dulce pensar en ella siempre tan hippie,
tratando de salvar el planeta convirtiendo nuestra basura en un abono orgánico
que nadie tenía en qué utilizar.
El plato y la cuchara los enjuagué con movimientos bruscos y
mucho ruido innecesario, y salí a paso rápido, casi corriendo, de la cocina.
No quería que él me
viera llorar.
Y últimamente eso era todo lo yo que quería hacer.
Pero no me lo permitía.
Debía ser fuerte para mi mamá y no podía demostrar grietas
en mi armadura frente a mi papá.
Eso me dejaba con una constante sensación de ser una bomba
de tiempo a punto de estallar, lo que en cierto modo, era verdad…
A veces sí estallaba.
A veces no aguantaba más y lloraba y gritaba contra mi
almohada, temblaba como una hoja, vomitaba e incluso me realizaba cortes
pequeños pero profundos en distintas partes del cuerpo, cuidando que no hubiera
un patrón definido y que no se vieran como heridas auto infligidas.
Pero había un detalle: El hacerme daño a mí misma no era el
típico pedido de ayuda que realizan otros adolescentes… No era la atención lo
que yo necesitaba… Al revés, creo que lo mejor que me podría haber pasado en
esos momentos habría sido desaparecer, deshacerme en la nada, olvidarme de todo
y que se olvidaran de mí.
Lo que yo buscaba era un poco de alivio, una sensación real,
carnal, tangible, que me distrajera del terrible caos en mi interior. El dolor físico
me anclaba y me daba la perspectiva necesaria para regresar a mí y seguir
siendo fuerte para mi mamá.
Lamentablemente, de algún modo ellos se enteraron… Ellos lo
sabían… No todo, claro, pero lo
suficiente para arrastrarme a un maldito psiquiatra una vez a la semana, quien me
miraba como esperando que a fuerza de ponerme nerviosa me haría escupir mis
secretos.
Iluso…
Era la el dinero más mal invertido del mundo.
Llegué hasta la base de la escalera caminando fría como la
reina de hielo, pero al llegar al primer escalón, las lágrimas comenzaron a
deslizarse por mis mejillas. No eran una o dos, eran un flujo constante que
mojó el pecho de mi camiseta.
Cuando yo lloraba, rara vez era por pena, que es lo que la
mayoría de la gente esperaba que yo sintiera en mi situación. Pero no, las mías
eran lágrimas amargas, nacidas de la rabia que me causaba la traición. No era
justo que intentaran deshacerse de mí ahora que mi mamá más me necesitaba! El
idiota de mi padre era un maldito irresponsable muy capaz de dejar sola a mamá
para ir a echarse un polvo con una enfermera en el cuarto de las escobas en vez
de cuidar de su mujer como ella lo merece.
Pasé muy despacio por fuera de la habitación de mamá. Estaba
en silencio, así es que con suerte se encontraría descansando.
Lo necesitaba, cada día estaba más pálida y sus ojeras
estaban más pronunciadas.
Llegué al final del pasillo donde estaba mi dormitorio, con
pisos de parqué vitrificado, enorme y bien iluminado, y con un pequeño balcón
que daba hacia el jardín trasero.
En las paredes, había apenas unos cuantos centímetros libres
que mostraban un muro de color violeta y cornisas blancas, y el resto estaba cubierto
por miles de recortes de revistas, citas famosas, fotos de personajes célebres y
mis amigos del colegio, autoadhesivos, instrucciones de marcaje de las líneas
para doblar de piezas de origami, reproducciones del tamaño de una postal de
mis piezas de arte favoritas, lugares que quiero visitar algún día, bandas
musicales que quiero ver en vivo, un par de medallas de campeonatos de hockey
en césped en los que he participado, y sobre la cama, en el lugar de honor, un
gran cuadro pintado por mi madre, por mucho, mi favorito: Un colorido batik en
seda que representaba a las figuras de la mitología chilena en un panteón alegre,
caótico y desordenado, que no respetaba culturas territoriales, fechas
históricas, ni zonas geográficas.
Así, se ve por ejemplo a la Lola nortina mirando con desdén
al Trauco chilote mientras éste trata de agasajarla (o quizás distraerla antes
de violarla, esa parte nunca me la explicó mi mamá). A sus pies está el
Culebrón, y una Calchona vuela en el cielo a lomos de un Alicanto… Son más de
30 personajes en distintos planos, y a veces cuando era más pequeña mi mamá y
yo jugábamos a inventar historias sobre cada uno de ellos.
Miré desalentada a mi alrededor. Mi rebeldía autoimpuesta me
pasaba la cuenta, y sólo por llevarle la contra a papá no había recogido mi ropa
en más de una semana. Estaba todo desarreglado, como si una granada de
adolescencia hubiera estallado, y ni siquiera estaba segura de tener suficiente
ropa limpia para mi estadía fuera de casa.
Saqué de debajo de mi cama un bolso deportivo grande, y comencé
a echar ropa en él sin preocuparme de armar tenidas sino más bien de que las
prendas elegidas no apestaran, después de todo hay que considerar que era pleno
verano y que en Viña del Mar hace muchísimo calor.
Filtré ropa interior y calcetines sucios, una camiseta
manchada con salsa de tomates, y otra con leche con chocolate que expulsé por
la nariz de una carcajada mal contenida que me vino mirando un especial de
comedia de Louis CK.
El bolso me quedó súper apretado pero entró todo lo que
necesitaba, incluyendo mis zapatos y artículos de aseo.
Mis zapatos más aparatosos me los llevé puestos, ya que por
ningún motivo abandonaría mis botas Doc Marten de cuero negro y rosas rojas
bordadas a los costados. Mirando hacia afuera tuve que reconocer que hacía
calor para botas, aún si me las amarraba solamente hasta la mitad, así es que
me calcé unos muy cortos shorts de mezclilla para compensar, me puse una camiseta
sin mangas de color negro, y me amarré una camiseta de mangas largas a las
caderas, sólo por si en la noche refrescaba.
Me miré al espejo, y sonreí: Mi papá odiaría mi atuendo.
Perfecto.
Me aseguré de que no se notara que había llorado, me puse más
delineador, y guardé mi cosmetiquero en mi mochila del colegio junto a las
demás cosas que necesitaría mantener a mano: Mi billetera, mi celular, cargador,
tres gruesos libros, y mi Tablet.
Salí de mi pieza con el bolso y la mochila a cuestas, y parece
que mi papá me estaba haciendo guardia en el pasillo, porque de inmediato
apareció demandando que le entregara mi bolso para “ayudarme”.
-Gracias – Dije secamente asegurándomelo en el hombro mientras
caminaba sin detenerme – Puedo sola.
-Emaaaa – Dijo él como desilusionado – Ya hemos hablado de
esto, si tú no te abres…
Mierda!
Puaj!
Lo odio, lo odio, lo
odio…
-Durante dos años fui perfectamente capaz de acarrear mis
bultos y los de mi mamá yo sola – Le
dije – Soy fuerte, no soy una doncella en apuros – Afirmé, y antes de que
pudiera responderme, solté ambos bultos, que cayeron con un estrepitoso golpe
contra el piso de madera, para poder entreabrir delicadamente la puerta de la
pieza de mi mamá, (que de haber estado dormida habría despertado con el alboroto).
Ups!
-Pasa – Dijo ella con una voz muy suave. Si no me hubiera
estado esforzando en escuchar tal vez la habría pasado por alto.
-Hola mamy… - Dije bajando la guardia de inmediato, mientras
me arrodillaba a su lado. Tomé su fría mano entre las mías y besé sus nudillos
– Estás helada, quieres que te traiga algo? Te enciendo el calienta-cama?
-No, no, nada – Negó con la cabeza – Te ves linda Emy, te
ves tan mayor… Apuesto a que tu papá lo detesta – Sonrió un poco. Me encogí de
hombros. Esa era la idea. Era increíble la cantidad de cosas que hacía en mi
vida cotidiana sólo para cabrear a ese hijo de puta - Puedes abrir un poco la
cortina? Está muy oscura esta pieza y quiero ver bien tu carita antes de que
partas...
Obedecí y descorrí las cortinas.
-Abro la ventana? – Pregunté. El aire se sentía viciado.
Olía a medicamentos y a muerte.
Olía a muerte…
Asintió.
-Acércate – Me dijo estirando los brazos.
Me senté a su lado.
-Ay Ema, estás tan grande… - Suspiró – Me cuesta creer que todavía
seas mi Pitufina…
-Sólo me crecieron las piernas – Aclaré con un mohín ante el
apodo – El resto de mí es del mismo porte que cuando tenía 10 años.
-Así crecen los adolescentes, tienes suerte que no te
crecieron primero las orejas o la nariz como a tu primo Sebastián… Por dios que
niñito más mal hecho! – Sonrió.
Solté una carcajada. Mi mamá se burlaba de Sebastián sólo
para aligerar el ambiente, ya que no era propio de su carácter el reírse de los
defectos de los demás… Esa cualidad era más bien mía.
-Igual parezco un zancudo – Dije arrugando la frente – Me
habría gustado ser chiquita y adorable como tú. Si sigo creciendo nunca me voy
a conseguir un novio, todos van a ser demasiado bajos para mí.
-El pasto del vecino siempre es más verde – Dijo ella rodando
los ojos – Algún día vas a apreciar ese cuerpo de zancudo como lo llamas. Ahora
quiero que me prometas que te vas a portar bien.
-Mamaaaá – Me quejé.
-Prométemelo – Exigió sorprendentemente enérgica.
-Qué implica “Portarme
bien”? – Pregunté.
-No meterte en más problemas de los estrictamente necesarios
– Respondió simplemente.
-Lo prometo – Dije, pensando que esa definición era bastante
laxa.
-Y promete que vas a ser educada y cariñosa con tus tíos y
no vas a ser demasiado pesada con tus primos – Agregó.
-Voy a ser educada, por ti, pero cariñosa? Con esa vieja de
mierda que es la tía Andreína? – Me quejé.
-Ema por dios! Es la tía de tu papá! – Exclamó entre risueña
y escandalizada.
-Me importa un huevo, es una vieja habladora y mal
intencionada, lo que más puedo prometer es que me voy a mantener lejos de ella
y que no la voy a provocar, pero si ella me busca… - Amenacé.
-Emy, por favor, no causes problemas – Me rogó tomando mi
mano y apretando – Recuerda que eres una invitada… Este es tu reencuentro con
esa otra mitad de tu vida…
-Tranquila – Le dije ordenando un poco su cama con la mano
libre, para que no viera que estaba a punto de quebrarme otra vez – Cuándo te
he fallado?
-Nunca – Dijo suspirando, aparentemente agotada con la
conversación – Tú siempre has sido fuerte para mí.
-Y no voy a empezar a decepcionarte ahora – Le aseguré.
-Gracias por aceptar este viaje – Dijo casi en un murmullo –
Sé que es un sacrificio el no estar en tu propia casa ni poder ver a tus
amigas, pero creo que puede ser bueno para todos el que no estés aquí cuando… -
Se aclaró la garganta - …Y que te reencuentres con tu familia, hace mucho que
no ves a tus tíos y tus primos! – Fingió entusiasmo.
-Lo hago por ti, no porque me interese ver a ninguno de
ellos salvo a Marcos, que es el único ser humano decente en ese nido de víboras…
Seguro es adoptado – Dije.
-Es tu padrino, obviamente es más cercano a ti que los demás,
pero eso no quiere decir… – Dijo mamá firmemente, interrumpiéndome.
-…Lo que no significa nada, porque la tía Sara es mi madrina
y al primer signo de conflictos nunca más supimos de ella – Rebatí.
-Fue una situación tan difícil… - Comenzó mamá a justificar.
-Como sea, tú no te preocupes. Voy a salir del camino para
que puedas tratarte sin tener que preocuparte por mí, pero cuando vuelva te
quiero ver sana y fuerte, y tal vez hasta podamos salir unos días de vacaciones
juntas. Después de tanto sur me gustaría ir al norte, qué te parece ir a tomar
pisco sour al Valle del Elqui?
-Bueno, tal vez si tu papá… - Dijo ella.
-No! – La interrumpí – Cuando digo juntas, hablo de ti y de
mí, solas – Aclaré.
-Emy… - Suspiró – Si solamente le dieras una oportunidad…
-Mamá, no tenemos tiempo para volver a discutir esto, pero
no me vas a convencer, lo siento. Acepto que viva en esta casa porque es tu
marido, pero para mí él dejó de ser mi padre el día que salió por la puerta
maleta en mano – Dije – Dame un beso – Dije abrazándola y besándola tan fuerte
como resistió. Mierda! Por qué estaba
tan delgada? Y sus huesitos… Era como si fuera un delicado pajarito.
-Te quiero mucho Emy, cuídate y pórtate bien. No seas pesada
ni sarcástica con tus mayores, come bien y usa zapatos – Me dijo al oído.
-Chao mamy, te quiero – Susurré porque mi garganta estaba
apretada y las lágrimas sin derramar quemaban mis ojos.
Me giré y salí violentamente de la habitación.
Apreté los ojos fuertemente, cayeron las lágrimas que tenían
que caer, y mirándome en el reflejo del vidrio de un cuadro y usando un trozo
de papel higiénico que traía en el bolsillo, me aseguré de que el delineado de
mis ojos se mantuviera impecable.
Mis bolsos no estaban en el pasillo.
Pero por la cresta el
gueón porfiado!
Me dirigí a la puerta de entrada, donde ya se encontraba mi
tía Sara conversando con mi papá, y a su lado, mi prima Titi (María Cristina).
Titi es un año menor que yo, tenía en ese entonces 16 años
recién cumplidos, y por alguna razón que no comprendo, desde que éramos bebés
ella ha estado convencida de que yo soy lo más cool que existe en el planeta. Siempre
se reía de todo lo que yo decía, estaba de acuerdo con todas mis opiniones por
estúpidas que fueran, y se embarcaba en todas las travesuras que yo propusiera,
sin importar qué tan mala idea fueran en realidad. A veces me daban gana de
impulsarla a hacer algo realmente peligroso para ver hasta dónde llegaría por
mi aprobación, pero francamente creo que habría terminado con algún hueso roto
o desnucada, y ni yo soy tan
maquiavélica.
Pensándolo bien, no es que yo tuviera nada fuera de lo
común, sino más bien era que ella veía en mí a una especie de líder, alguien
diferente a sus compañeras de colegio, un grupo de clones rubios, niños y niñas
mimados con apellidos con 2 “R” que estudiaban en el colegio más caro de Chile.
Todos mis primos pasaron por ahí, y si a mí no me sometieron
a ese infierno es porque yo vivía en otra ciudad. Igual mi colegio era lo mejor
que existía en la región, era católico (obviamente), admitía sólo a familias
conocidas y seleccionadas, sólo a niños bautizados, nada de padres separados,
si una chica quedaba embarazada la expulsaban de la manera más humillante
posible, y en clases de sexualidad se nos enseñaban sólo la abstinencia y el método del calendario
como métodos anticonceptivos. Nunca se mencionó la palabra “condón” y creo que
las monjas no hubieran reconocido uno si les daba en la nariz…
En fin, si bien yo estaba inserta en un entorno elitista y privilegiado,
mi prima era parte de la realeza nacional, lo que hace estúpida su fascinación
conmigo en vista de que hasta sus genes son superiores a los míos; la familia
de mi mamá es cuando mucho de clase media, ella es la primera profesional de su
familia, y obviamente toda la parentela de mi papá se opuso a su unión.
Si, Titi tenía sangre azul, y se le notaba en los rasgos
europeos, su piel de porcelana, y la larguísima melena rubia natural que le
llegaba hasta la cintura. Compartíamos los mismos enormes ojos azules, rasgo
dominante de la familia de mi papá, pero mi piel se veía como
permanentemente bronceada y mi pelo era
castaño oscuro, casi negro, y estaba lleno de risos ensortijados y caóticos que
sólo podía manejar con montones de crema para peinar. Esta característica provenía
de los genes plebeyos de mi mamá.
-Emy! – Se colgó de mi cuello Titi, que medía unos buenos 15
cm. menos que yo – Te eché tanto de menos!
La recibí rígida. No la empujé sólo porque mi autocontrol
trabajaba a toda máquina. Lo que de verdad quería hacer era empujarla hasta
estrellarla en el muro y gritarle que no se atreviera a tocarme sin mi permiso.
-Hola Titi – Dije con poco entusiasmo.
-Ema, estás hecha toda una mujercita! – Dijo mi tía Sara,
sin mucha calidez. Hubo un tiempo en que la quería… Pero ahora? Que se pudra.
-Hola… - Dije sin acercarme. No la quería besar y mi papá se
dio cuenta, así es que rápidamente cambió el tema.
-Aquí van los remedios de Ema – Dijo dándole una bolsita de
lona que sonó como un cascabel – Cada pastillero es una semana. Los blancos son
para la mañana, los azules para la noche. Ella maneja sus dosis semanales, y le
tienes que dar nuevos pastilleros los domingos en la noche para que empiece los
lunes. Ella sabe la rutina…
Odiaba que hablaran de mí como si no estuviera presente!
-Por qué no le das todos los remedios directamente a Ema si
ella sabe cuáles tomar? – Preguntó Titi inocentemente.
-Porque me los puedo tomar todos juntos para suicidarme y
morir de una sobredosis – Respondí, medio en serio, medio en broma. Era verdad
que por eso el médico había aconsejado que no los manejara yo, pero también es
cierto que yo ya había investigado en internet lo suficiente como para saber
que ni los remedios de 4 semanas combinados serían suficientes para matarme, y
yo cometería estupideces que me quitaran aún más libertades: No me suicidaría a
medias: O me mato o no me mato. Despreciaba con toda el alma los llamados de
atención, a esa gente que se toma un puñado de aspirinas y se pone a llamar a
todo el mundo avisándoles que se va a morir. Eso es extorsión, no suicidio, y
nos desprestigian a todos los que realmente tomamos la muerte en serio.
Como sea, no me iba a suicidar con mis remedios, pero mi
papá no me creía ni lo que rezo (no es que rece mucho tampoco, a pesar de
estudiar toda la vida en el dichoso colegio de monjas).
Titi se cubrió la boca con ambas manos, espantada, y mi papá
me miró con cara de “cállate antes de que lo arruines todo y te dejen aquí”. Mi
tía Sara nos ignoró a todos y se limitó a mirar que estuvieran en la bolsa la cantidad
de pastilleros necesarios y preguntó
-Cuando empezamos?
-El lunes – Dijo mi papá – A Ema le quedan en su poder remedios
para todo el fin de semana.
-Perfecto – Dijo ella – Niñas, nos vamos?
Asentí e hice una poco entusiasta seña con la mano a mi papá,
que se quedó parado como esperando un abrazo.
Já! Sigue soñando!
-Por qué tomas tantos remedios? – Preguntó Titi en voz baja,
acercándose con precaución, como si la fuera a morder.
-Porque estoy loca – Respondí encogiendo los hombros.
-Emaaa… - Se quejó.
-Qué quieres que te diga? Es cierto! Tú crees que le dan
todo eso a la gente normal?
-Tú eres normal – Afirmó.
-No, la verdad es que no lo soy – Dije soplando un molesto riso
que caía sobre mis ojos.
-Yo te conozco, y… - Dijo ella.
-Me conocías, Titi
– Aclaré – Cuando todavía éramos primas.
Me subí al monstruoso jeep de mi tía, donde estaban
instaladas las gemelas de 3 años María Jesús y María Teresa. Que idiotez que
todas las mujeres de esa familia se llamaran María! Cuando les llegue una carta
o una cuenta a la casa no van a saber para quién es.
Las gemelas eran preciosas “mini Titis”, rubias, angelicales
y vestidas como unas malditas princesitas Disney en rosa y azul, cada una con
una tiara dorada. Bien por la liberación femenina! Para qué ser autovalente
cuando pueden esperar a que venga un príncipe y les solucione la vida?
Cuando entramos al jeep ni nos miraron. Estaban conectadas a
un DVD portátil instalado en la cabecera del asiento del frente mirando a Pepa
Pig y no sabían del mundo. No me importó, ya que difícilmente me recordarían, porque
la última vez que las vi tenían 1 año.
-Obvio que eres mi prima! De qué estás hablando? - Siguió
jodiendo Titi, hablando en voz baja para que no escuchara su mamá.
-Sí? Y me quieres decir dónde estuviste todo este tiempo? Me
llamaste cuando mi mamá y yo nos quedamos solas? Me llamaste cuando mi mamá se
enfermó? – Pregunté mirándola con rabia. Ella era mi prima más cercana entre
más de 10, pero cuando vinieron los problemas, Titi desapareció como todos los demás.
-Emy… - Murmuró con los ojos brillantes – Tú no entiendes,
no sabíamos qué hacer, tu papá es mi tío, por mucho que queramos a tu mamá
teníamos que apoyarlo a él, no podíamos darle la espalda y dividir a la familia…
Al menos eso es lo que decidieron los adultos… Los escuché discutir muchas
veces, y al final quedaron en que aunque mi tío sea un tarado y quisieran mucho
a tu mamá, él es su sangre y no lo pueden expulsar de la familia por enamorarse
de otra… Perdón – Dijo angustiada.
-Exacto – Respondí dolida, pero sabiendo que lo que ella
decía era verdad – Y yo tengo que proteger a mi mamá. Ella es mi sangre.
Me volví a la ventana y no le hablé más. Ella se removió
inquieta y creo que abrió la boca para tratar de hablarme un par de veces, así
es que saqué mi Tablet y le puse los audífonos. Busqué entre mis listas de
reproducción y puse una selección de salsa y bachata, no porque me guste
particularmente, sino porque el ruido alegre y escandaloso me aislaba
completamente del auto y la gente que viajaba conmigo.
El viaje ese primer día fue relajado y silencioso. Paramos
varias veces en estaciones de servicio para comer, estirar las piernas, e ir al
baño, y llegamos a Chillán a media tarde, y nos dirigimos al hotel que había
reservado mi tía.
En una habitación se quedó ella con las niñas y en la otra
Titi y yo.
Maldije mi mala suerte, no quería hablar con ella, y menos
con total privacidad.
Justamente a quienes más amaba antes del desastre es a
quienes menos deseaba ver ahora.
Arreglé mis cosas más cuidadosamente de lo necesario, me
puse un pantalón de pijama y una camiseta extra grande y me senté en la cama
con la espalda apoyada en el respaldo y mi mochila entre las piernas.
-Qué vas a hacer? – Preguntó mi prima, sin querer entender
la indirecta del “no molestar” que implicaban mis acciones.
-Voy a leer – Dije sacando un viejo y maltrecho volumen de
“Rimas y Leyendas” de Gustavo Adolfo Becquer.
-Agh, todavía sigues leyendo tanto? – Me preguntó arrugando
la nariz, con el mismo tono que si me preguntara si aún me pico la nariz.
-Quizás más – Respondí sin mirarla, hojeando mi libro con
reverencia.
-Pero entonces para qué acarreas libros de papel? En una
Tablet como la tuya caben como un millón! – Exclamó.
-Si sé, y leo en la Tablet los libros desechables, pero los
importantes me gusta tenerlos en papel – Dije acariciando la encuadernación de
cuero - Me gusta el olor y el peso, y me gusta especialmente cuando son
ediciones ilustradas como esta – Dije mostrándole un elaborado diseño
decorativo.
-De qué se trata ese libro? – Preguntó asomándose.
-De amor y de fantasmas – Dije aguantándome las ganas de
tirarle el libro por la cabeza.
-Historias de amor? – Insistió, decidida a mantener una
conversación.
-Poemas de amor – Corregí yo.
-Me lees uno? – Preguntó instalándose en mi cama, de piernas
cruzadas frente a mí.
-No – Respondí.
-Emyyyyyy – Se quejó y saltó en su lugar, sacudiendo el
colchón.
-Si te leo una rima corta vas a dejar de joderme? –
Pregunté.
-Puedo tratar… - Dijo vagamente.
-Bueno, aquí va:
“RIMA XXI
—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—; ¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas? ¡Poesía... eres tú!” |
-Aaaaaw! – Dijo ladeando la cabeza y abrazándose a sí misma
– Es un poema para nosotras!
-Quizás – Admití tratando de contener una sonrisa. La
maldita enana era adorable y debía esforzarme en seguir odiándola - Parece que
a Becquer le gustaban las mujeres de ojos azules, hay varios poemas como ese.
Titi sonrió un segundo ante mi respuesta y de inmediato sus
ojos se llenaron de lágrimas.
-Emy, por favor no estés enojada conmigo – Me dijo tomando
mi pantorrilla – No sabes lo mucho que te eché de menos, eres mi mejor amiga,
pero tú sabes cómo es mi mamá, tú sabes que yo no me mando sola…
-Tú no tienes idea de todas las cosas que he pasado – Le
dije tratando de contener mis propias lágrimas – Cuando mi papá se fue con la
perra esa, mi mamá quedó en un estado… No sé, era como si no hubiera nadie en
casa, ella comía apenas, pintaba apenas y mal, empezaron a llegar las cuentas y
mi papá no estaba y mi mamá no producía nada… Sabías que estuve condicional en
el colegio por no pagar la mensualidad y que me pusieron en una lista de
deudores morosos que todo el mundo podía ver? Sabías que estuve a punto de
quedarme sin colegio porque tu tío decidió que lo más importante era tirarse a
esa puta en Cancún antes que responderle a su familia…?
-Ay Emy, no tenía idea! – Dijo llevándose las manos a la cara.
-Por supuesto que no, cómo podrías haberte enterado? – Dije
amargamente.
-Cómo lo hicieron? – Preguntó – Cómo te las arreglaste?
-Traté de buscar un trabajo, algo para darnos vuelta, para
ayudar en la casa, porque no teníamos ni para pagarle al cartero, pero yo era
muy joven y nadie me tomó en serio, menos en un barrio arribista como en el que
vivo. Las niñas decentes no trabajan… Así es que no conseguí nada. Al final las
amigas de mi mamá le hicieron una especie de intervención, lograron sacudirla
un poco para que reaccionara y se diera cuenta de nuestra situación, y le
prestaron algo de plata para volver a empezar. No era mucho, pero al menos
alcanzaba para comprar comida hasta que mi mamá comenzara a trabajar otra vez.
-Y tu papá? No las ayudó? – Preguntó.
-No – Dije simplemente.
-Y no lo demandaron? Cuando volvió de México, digo… Era tu
derecho, la pensión alimenticia… Debió haberles dado mucha plata!
-Mi mamá no lo habría hecho, no soportaba ni que se le
mencionara en su presencia, y yo no quería nada de él – Le dije – Y mucho menos
si era obtenido a la fuerza.
-Pero ustedes dos eran tan cercanos cuando éramos niñas… Me
daban celos porque mi papá y yo nunca lo pasábamos tan bien como ustedes…
-Tuvimos buenos momentos… Hasta que se le atravesó un buen
par de tetas, y ahí a la mierda el matrimonio, la hija, la casa, la vida, todo.
-Y qué pasó con lodemás? El colegio, la casa… - Preguntó
Titi.
-Quién crees? – Pregunté.
-No sé… - Dijo ella frunciendo el ceño.
-Marcos – Dije – Comencé a recibir depósitos todos los meses
hasta el día en que el hijo de puta de mi papá regresó. Y después de eso,
siguió depositando una cierta cantidad mucho menor, sólo para mí, para que no le
tuviera que pedir nada a nadie.
-Tu padrino es el mejor, mira que desafiar a la familia y
traicionar a su hermano… - Dijo Titi.
-Tú en cambio quedaste de ahijada de mi padre… Lo siento por
ti… - Dije honestamente - Apuesto que no te ha saludado para un cumpleaños
desde que cumpliste 8 años – Dije resoplando.
-Emmmm… No exactamente… - Dijo ella mordiéndose el labio tan
fuerte que pensé que se arrancaría un pedazo.
-Qué? – Pregunté sin paciencia.
-Emy, tu papá nunca se ha olvidado de nada, desde la navidad
hasta mi cumpleaños e incluso mi graduación de la Enseñanza Básica… Nunca
olvidó una fecha…
No la quise escuchar más. Sabía que no era su culpa pero si
la seguía escuchando terminaría por darle un puñetazo y destrozaría su perfecta
nariz.
Me puse de pie y me fui al baño, donde me encerré dando un
portazo, furiosa.
Las lágrimas nuevamente comenzaron a caer, esta vez copiosamente,
y el familiar dolor de un ataque de pánico se centró en mi pecho.
Me hice una bolita en el suelo y sollocé espásticamente mientras
luchaba por respirar. Mi garganta se cerraba lentamente y los oídos me retumbaban.
Dolía… Dolía… Dolía…
Me abracé a mi misma y sentí la piel desnuda de mi costado y
estómago, y sin pensarlo me rasguñé lo más profundamente posible. Mis uñas eran
cortas y no me hice mucho daño, pero sé derramé un poco de sangre, y en eso me
concentré.
Sangre, sangre, sangre…
Concéntrate!
Dolor físico que me
distraiga de la carga emocional.
La presión continuaba creciendo.
Me pellizqué con todas mis fuerzas el muslo, y el dolor
físico me espabiló un poco.
Golpes en la puerta.
Titi… Llorando… Pidiéndome perdón…
Respira… Respira…
Respira…
Dios! Por qué mierda no
puedo dejar de llorar?
Al menos eso significa
que aún respiro…
No sé si fue la falta de oxígeno o la hiperventilación, pero
lo siguiente que supe es que desperté desorientada y sobresaltada. Me había
quedado dormida en el piso, con la toalla de mano como almohada.
La toalla blanca estaba manchada de lado a lado con restos
de mi delineador.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Este es el primer boceto. A pesar de que se mueve más lentamente que un
fic porque debo presentar a los personajes en más detalle, creo que es
interesante explorar lo que vive Ema, las cargas que asume, la rabia que
muestra y el dolor que esconde.
Ustedes dirán.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No olvides comentar!!!