viernes, 9 de diciembre de 2016

El Tiempo En Una Botella 22

Muchas no entienden qué le pasó a James el capítulo anterior, y mi respuesta es: Nada, no le pasó nada más que le salió lo hombre. No es que él quiera menos a Bella, y no es que le interese Victoria, es simplemente que una erección casi siempre es más fuerte.
Podría haber matado a Victoria antes de que lo agarrara de la entrepierna, pero no lo hizo porque le daba pena la loca, sin darse cuenta de lo peligrosa que realmente es. Recuerden que este aún no es el James malvado en el que se convirtió. Una vez que la sangre había bajado por su cuerpo, ya no quedaba mucha en su cerebro.
Este capítulo va dedicado a AnyerV59 , que me lee en la otra plataforma, wattpad.
Abrazos.
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Capítulo 22
Cómo será...?
Caminar el sendero de mi nostalgia
Un sendero de ausencias
Que no acaba.
Cuando salga el sol, no estarás aquí
Y te irás con mis sueños
Arrancándolos de mí.
Cuando salga el sol
Me dirás adiós
Y quisiera saber
Lo que yo seré sin ti.
Cómo será / Soledad
Bella POV
Después de un rato comencé a dormitar sentada en una poltrona, con Jojo en mi regazo, ambos cubiertos con una gruesa frazada de lana. Cada cierto rato cabeceaba, comprobaba que James aún no llegaba, y volvía a dormir sin descansar.
Estaba agotada y adolorida, pero más que nada estaba triste y me sentía profundamente perdida. Había puesto todos mis huevos en una canasta, James, dejando de lado lo único que me era familiar, los Cullen, y si mi esposo me fallaba o resultaba no ser todo lo que me había hecho creer, pues estaría bien jodida.

Sentí movimiento y la ventana crujir detrás de mí, y me desperté de mi vigilia sobresaltada, tanto así que Jojo casi se me cae al suelo.
-Me vas a decir dónde demonios estabas? – Pregunté mordaz, contra todas mis buenas intenciones de ser una esposa más cool y comprensiva. Si el bastardo desconsiderado se va hasta las 6 de la mañana sin dejarme ni una nota, sabiendo que estoy enferma, pues se merece que le diga un par de verdades.
-Podría decirte, pero no creo que te guste la respuesta – Respondió burlona la voz que más temía en el mundo. Me giré lentamente, sintiendo que el dolor de mis músculos se sumaba al peso de la resignación. Aquí estaba ella, la razón de mi regreso al pasado, mi némesis, mi fin.
Victoria lucía, de ser posible, más salvaje que nunca, era un desastre, su cabello largo y ondulado estaba enredado y sucio. Claramente lo único que lo hacía atractivo era el ser cabello de vampiro, por lo tanto siempre lucía suave y brillante. Su atuendo dejaba bien poco a la imaginación, un abrigo desabotonado y una camiseta negra. Nada de zapatos, ni calcetines, ni pantalones. Sospeché que tampoco nada de ropa interior.
-Cómo me encontraste? – Pregunté con los dientes apretados. No quería que me viera castañear los dientes del miedo que comenzaba a embargarme hasta la médula. Lo olería, sin duda, pero no me vería temblar ni me haría pedir piedad.
Por favor James… Por favor Schatz, dónde estás…?
-A ti? – Bufó – A ti no te estaba buscando – Dijo moviéndose por la habitación como si le perteneciera – Para qué querría a una mocosa desnutrida como tú? Ni siquiera eres una buena comida.
-Entonces qué haces aquí? – Pregunté luchando por mantenerme erguida a pesar de las dolorosas punzadas musculares que recorrían mi espalda.
-Vine por las cosas de James – Respondió sin mirarme, sacando del closet el bolso de James y metiendo la ropa sin molestarse en doblarla. En el intertanto Jojo despertó y la escena no le gustó para nada al darse cuenta de que el otro actor no era James sino esta extraña.
-Qué haces? – Me adelanté hacia ella, sin saber exactamente qué hacer, o sea, estamos hablando de Victoria, quien no sólo era una vampira, sino una a quien claramente le faltaban palitos para el puente.
-Reúno las cosas de mi Pareja – Dijo saboreando cada palabra como si fueran caramelos – No pretenderás quedarte tú con sus pertenencias.
-Deja las cosas de mi esposo Victoria! – Me adelanté un poco más y me agaché a duras penas para cargar a Jojo, que aparentemente tenía una alta opinión de sí mismo y quería atacar a la pelirroja. Agh… Mierda! Necesitaba acostarme cubierta de compresas calientes, no enfrentarme en discusiones inútiles con esa mujer.
-Esposo? – Rodó los ojos - De verdad eres tan ingenua y estúpida como para creer que un hombre tan guapo y viril como él se va a casar con una cosa insignificante como tú? Que tú podrías complacerlo como está acostumbrado en siglos de experiencia? Como se lo merece? Creíste en serio que no se aburriría de controlarse y cogerte despacito para no pulverizarte los huesos? James es un hombre, niña, un vampiro, y por supuesto que le gusta coger duro, con una mujer capaz de entregarle lo que necesita, que pueda recibir el castigo delicioso que es su sexo ardiente – Dijo terminando de llenar el bolso.
-No sabes lo que dices – Murmuré – Estás loca…
Y no se equivoquen, no es que le creyera… No… Pero no dejaba de tener razón. Yo sabía que sus palabras estaban diseñadas para herirme,  pero eso no las hacía menos certeras. Yo era, efectivamente, un obstáculo en su vida, al menos hasta que no me transformara… Y entonces, vendría al menos un año de luchas para controlarme y enseñarme a controlar mi sed. Era esto lo que él deseaba?
Sí Bella.
James me ama!
Él y yo nos amamos, no caeré en el juego de Victoria.
Que se lleve la ropa, que se lleve lo que quiera, nosotros siempre podríamos comprar o robar más y recomenzar, y si a ella la tranquilizaba una bolsa de trapos, que se los lleve.
James no me engañaría.
Mucho menos con ella, loca perdida.
Ni  siquiera le gustan las pelirrojas.
Ándate a la mierda, Victoria!
Hasta ahí llegó mi línea de pensamiento. Aparentemente a Victoria no le gustó que la llamara “loca”. Qué sensible.
En una fracción de segundo su chaqueta estaba en el suelo y yo estaba presionada contra la pared con su mano apretando fuertemente mi cuello.
Me habló mostrando los dientes, pero no pude escuchar, sólo oía un zumbido en mis oídos anunciando mi muerte. Mis pulmones no recibían oxígeno y mi cerebro no recibía sangre. Mis ojos estaban a punto de salirse de sus cuencas y casi podía sentir mis vasos sanguíneos explotar uno a uno.
Y tan rápido como empezó, cuando me tenía al borde de la inconciencia, nada.
Caí al suelo como una muñeca de trapo, tosiendo y haciendo arcadas en cuatro patas, en la posición más indigna y humillante posible, con ella erguida, perfecta y orgullosa frente a mí.
Cuando me recuperé un poco y dejé de escupir, me tomó de un brazo bruscamente y me puso de pie otra vez. De milagro no me lo dislocó, pero dolió.
-James es mío, entiendes? – Moduló como si estuviera hablando con un deficiente mental – Vine a buscar sus cosas porque él se va conmigo, y tú puedes elegir entre irte por las buenas y agradecida por la maravillosa verga que tuviste entre tus piernas, o te mato aquí y ahora. Sólo te doy  la opción porque él se molestaría si no lo hago, él es así, considerado…
-Tú… Tú mientes, no lo conoces! – Dije con la voz ronca, como una rana croando.
-No? – Preguntó disfrutando más de lo razonable de la situación.
-Él me ama… Es mi esposo y me ama… - Dije casi inaudiblemente.
-Te ama? – Me presionó otra vez contra la pared, pero sin ahogarme – Dime una cosa, de quién es esta camiseta? – Señaló la camiseta negra que usaba. Era de James, la reconocí de inmediato por un par de agujeritos que tenía en el pecho, agujeros en los que yo más de una vez había metido los dedos para acariciar su piel desnuda – Quién crees que me la regaló galantemente para que me cubriera luego de que él mismo destrozara mi ropa y folláramos como animales toda la noche?
-No… Eso no es…  -Sacudí la cabeza. Había otra explicación. Había otra explicación. No caigas en su juego…
-Quién crees que me marcó como suya, estúpida? – Preguntó descubriendo su cuello y mostrándome de cerca una mordida fresca – Esto es un compromiso eterno, humana! Pasión, dolor y veneno, eso es lo que somos, no simples palabras dichas en una iglesia medio destruida o papeles firmados, pero que ni siquiera son legales.
-Cómo sabes…? – Balbuceé.
-James y yo tenemos una historia juntos – Dijo sonriente, maléfica. Dios! Cómo estaba disfrutando mi dolor!
-Esa mordida puede ser de cualquiera… – Dije con falsa calma, buscando argumentos que me ayudaran a contradecir las horribles cosas que me decía.
Ella sonrió aún más ampliamente, triunfal, como si todo el tiempo hubiera estado esperando para darme la estocada final.
Su mano derecha en mi nariz.
-Lo reconoces, no es cierto? – Preguntó forzando mi cabeza a mantenerse quieta mientras yo me negaba a respirar, lo que me resultó por unos 30 segundos, momento en el que tomé una bocanada de aire que me llenó de él. Su esencia.
Su piel… Por supuesto que podía oler su piel…
Ella lo tocó.
Para eso hay mil explicaciones posibles, pero cómo justificar el olor de su sexo?
Su sexo impregnando la mano y hasta el antebrazo de la perra.
Ella me soltó, descartándome completamente. Yo no era nada. Ya no era nadie.
Caí al suelo otra vez, en calidad de bulto, tan shockeada que no pude reaccionar ni para amortiguar la caída. Ni hablar, ni moverme, ni siquiera ver.
La oí ir al baño y salir. Oí sus pasos silenciosos de pies desnudos en el piso de madera y oí a Jojo chillando como un condenado.
Mi Jojo actuando de perrito guardián, cuidando de mí al verme derrotada.
Traté de ordenar a mi cuerpo levantarse y contenerlo, pero era como si me hubiera desdoblado y lo mirara todo desde el cielo, desde la perspectiva del observador.
La habitación.
La cama deshecha.
Las cosas de mi esposo en manos de esa mujer.
Mi esposo que brillaba por su ausencia.
Mi pequeño cerdito mordisqueando y tironeando con su hociquito sin dientes de la chaqueta que Victoria se había vuelto a poner.
Era irreal… Todo era irreal…
El material de las pesadillas.
Tenía que irme de ahí.
Respiré profundo.
Tenía dinero, tenía a Blondie y tenía a Jojo.
James sin-apellido se podía ir muy a la chingada.
Mi corazón estaba destrozado, pero no pensaría en eso.
Mañana…
Mañana…
Cuando no duela tanto…
Lo primero era largarme… Lejos… Lejos… Donde pudiera pensar…
Tal vez llamar a Alice… Ella era mi amiga…
Mierda James! Qué carajo hiciste? Por qué destruir nuestra vida por una follada? Tan buena era la pelirroja endemoniada? Era cierto lo de la vagina vibradora?
El estupor fue lentamente reemplazado por la rabia más pura, lo que era bueno.
La rabia no dolía. La rabia me impulsaba a la acción.
-Ándate a la mierda Victoria! Váyanse los dos a la mierda! Se merecen, son tal para cual! – Grité lo más fuerte que pude, poniéndome de pie, tambaleante.
Ella me miró sobre su hombro antes de salir por la ventana, y con una última sádica sonrisa de triunfo, pateó a Jojo con fuerza, azotándolo contra el muro opuesto.
Escuché el chillido y corrí a él como en cámara lenta, gritando su nombre desgarrada, pero sabiendo, antes de tocarlo, que era demasiado tarde.
Mi bebé… mi pobre bebito… Estaba muerto antes de cruzar la habitación.
oooOooo
Pocas veces en mi vida había pensado seriamente en mi propia muerte, y menos considerado el suicidio como una opción, pero las horas que siguieron fueron una sucesión ininterrumpida de planes para concretar mi fin.
Ya no quería seguir… Dolía mucho seguir…
Si el hijo de puta de James se quería ir con la loca de patio esa, bien por él, ojalá viviera mucho tiempo para que el arrepentimiento fuera largo. Yo estaría herida pero al menos sabría que él se fue por su voluntad, pero Jojo… Aún sollozaba al pensar en su nombre… Mi Jojo era lo más dulce e inocente del mundo, era un bebé de peluche que dormía y jugaba conmigo, y era tan pequeñito… Cómo pudo esa…? Cómo pudo?
Por qué no me mató a mí? Por qué sigo aquí? Qué mierda es lo que se supone que debía aprender? Logré evitar lo que debía evitar? Importa?
Terminé de envolver a Jojo en una sábana y con todo el amor del mundo cargué el bultito hasta el auto.
Dejé todo en el hotel, lo único importante estaba en mis brazos.
Era un autómata.
Sin emociones.
Sin corazón.
Conduje.
Nada importaba. Si mi plan no resultaba me pegaría un tiro, o rebanaría mis muñecas, o buscaría un edificio bien alto… Rápido, antes de volver a sentir esos puñales desgarrando mis entrañas.
Oh, Jojo… Cerdito… Te quiero tanto…
Fui directo a una ferretería, estacioné dejando a Jojo en el asiento del pasajero, y entré a comprar una pala. El chico que me atendió me miró raro y supongo que no era para menos, ya que me debía ver fatal, desgreñada, con el cuello y los brazos amoratados, y los ojos rojos y carentes de vida. Lo ignoré y me fui a una cafetería, donde pedí una taza de agua caliente.
Cuando la chica me la trajo eché en la taza las hierbas que siempre llevaba conmigo en un saquito amarrado a mi ropa interior. No sabía exactamente qué sucedería si me las tomaba, pero esperaba que me sacaran de ese momento y ese lugar podridos de  malos recuerdos.
Bebí con calma, o más bien indiferencia, pagué y dejé una buena propina, y me fui al auto.
Acaricié a Jojo con ternura. Mi bebé dormido.
Conduje, conduje, conduje, hasta estar rodeada de bosque, en pleno parque nacional.
Si esto no resultaba no sabría ni cómo regresar. No es que pretendiera hacerlo.
Qué estaría haciendo James?
Estaba cogiendo con su puta?
Ojalá que la vagina robótica de esa sicópata lo electrocutara y se le cayera el pito.
Comencé a cavar.
Me demoré mucho rato en hacer un agujero semi-decente, y para cuando estaba listo ya me caía de sueño.
Deposité a mi cerdito en su camita de tierra y llorando con lágrimas renovadas, lo cubrí.
-Descansa  bebé… Perdona a mamá que no supo protegerte… Te amo Jojo… Si hubieras estado aquí las cosas habrían sido distintas… Pero sin ti… Perdóname bebito… Lo siento – Sollocé entrecortadamente.
Me acurruqué en el suelo junto a la pequeña tumba y me dejé llevar por un sueño abrumador, más cercano a un coma que a una siesta.
oooOooo
Abrí los ojos y me estaba moviendo.
Estaba completamente desorientada.
Era de día.
Los autos y edificios se veían modernos.
Miré hacia adelante y vi que estaba sentada en el asiento trasero de un taxi.
Déjà vu.
Estaba petrificada, sin saber si lanzarme del auto en movimiento o esperar a ver dónde me llevaba.
Miré mi ropa. Ropa normal, sencilla.
Estudié las calles, que me eran perfectamente familiares. Yo había estado aquí. Muchas veces.
Aún estaba aturdida.
Esto no era Chicago.
La luz era distinta, más… Amarilla…
Mierda! Phoenix!
Estaba en Phoenix, pasando justo frente a la casa de mi madre, a punto de llegar al estudio de ballet donde sin duda me esperaba James.
Sin mi madre.
Para torturarme.
El muy hijo de puta.
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Uy, estoy súper emocionada!
Cuéntenme qué opinan, que como saben, me inspira a escribir más rápido.
Muack!


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