viernes, 2 de diciembre de 2016

El Tiempo En Una Botella 21

Holas, estamos llegando al final de esta historia, le falta muy poquito, porque como les había comentado, la reduje un poco para poder terminarla. En todo caso, creo que con esto vamos a crear un poco de controversia, ustedes dirán qué les parece…
Abrazos gigantes.
A.
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Capítulo 21
You know I love you,
You know I care,
With you, my new heart I want to share,
Darling I need you,
With all your heart and soul,
To know that I want you, and I'll never let you go,
But forgive me,
Please forgive me,
Please forgive me,
For I knew not what I was sayin'.
I´m Sorry / Bo Diddley
James POV
Estaba desesperado, impaciente, paranoico… Era como si mi alma estuviera expandiéndose lenta pero inexorablemente para absorber la de Isabella, y yo mismo ya no cabía dentro de la carcasa terrenal que era mi cuerpo. Sé que es difícil de entenderlo para quien no lo ha vivido, pero literalmente quería arrancarme la piel a jirones para escapar de la inquietante sensación que me embargaba: Mi naturaleza obsesiva se estaba manifestando con más fuerza que nunca, haciéndome aferrarme a ella, a seguirla con la mirada, a tocarla todo el tiempo, a respirarla, lamerla y beberla.
Ella, que lo era todo… Todo lo bueno, todo lo real…
Ella, mi mujer.

Pensé que todos mis miedos se esfumarían cuando Isabella se convirtiera en mi esposa, pero la unión no había hecho más que acrecentarlos cuando caí en cuenta de que nuestro estado civil era en realidad intrascendente, ya que nada me aseguraba que ella no desaparecería frente a mis ojos como un hermoso espejismo, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
Y claro, fue en esos días que encontré las huellas de la hembra vampiro que resultó ser Victoria, la que según Isabella se convertiría en mi compañera en el futuro.
Inconcebible. Ridículo!
Desesperado por resguardar a mi mujer, como un cobarde decidí que lo mejor era huir… Después de todo era lo razonable, ya que Isabella no tenía forma de sobrevivir un encuentro con esa hembra y su extraña fijación conmigo.
Pero a pesar de que traté de mover a mi esposa cada día y de cambiar de hotel tan seguido como nos fue posible dadas las condiciones climáticas, la perra de Victoria siempre logró encontrarnos, tentándome, desafiándome, haciéndome buscarla, y en definitiva alejándome de Isabella cuando debí estar a su lado, protegiéndola.
Por supuesto la razón por la que me arriesgaba y salía de nuestra cama cada noche abandonando el calor del cuerpo de mi mujer, era porque ya estaba harto del juego macabro, y había decidido terminar de una vez con el problema. Victoria por su parte, parecía pensar que a fuerza de paciencia y de ofrecerse de las más creativas maneras, lograría conquistarme.
La hembra y yo no tuvimos una comunicación real, o no verbal al menos; todo entre nosotros era una serie de provocaciones mortales que implicaban escondidas y engaños, en las que a veces yo casi llegaba a rozar su piel para luego perderla como agua entre mis dedos. Nunca dejé de saber dónde encontrarla, en ese sentido mis instintos no fallaban, pero gracias a algún tipo de don ella era imposible de capturar, lo que celebraba riendo con voz infantil de cada uno de mis humillantes fracasos.
A veces me dispuse a abandonar nuestro juego para para poder alimentarme,  ya que no podía arriesgar a Isabella intimando con ella estando hambriento, pero ahí estaba mi acosadora para solucionar el problema: Como si fueran huevos de chocolate en la Pascua de Resurrección, derramados por el campo, algunas noches encontré humanos maniatados y con las gargantas rebanadas segundos antes, lo suficiente para hacerlos imposibles de resistir, pero no tanto como para que murieran desangrados desperdiciando el sustento que ofrecían. Era ofrendas de la perra.
De alguna retorcida manera, ella era el paquete completo: Diversión, comida y sexo.
En cualquier otro momento de mi vida, habría sido una buena oferta.
Debo confesar que más de una vez bebí de sus víctimas… No porque quisiera sus regalos, y mucho menos incitarla a u me hiciera más, sino porque no tenía otra forma de alimentarme y a la vez volver a Isabella antes del amanecer.
Maldición! Yo sólo quería acabar con ella de una buena vez.
Me esforcé en no demostrar mi preocupación abiertamente, pero Isabella era perceptiva y si bien no supo interpretar exactamente lo que pasaba, sus malos sueños y pesadillas aumentaron hasta  hacerse cotidianos, lo que me dio más motivo para cerrar la boca y no decirle nada sobre Victoria.
Saber la verdad sólo empeoraría las cosas. De qué  serviría que supiera algo malo sobre lo que no podía hacer nada?
oooOooo
Una noche saqué a Isabella a bailar.
Sabía que Victoria estaba al acecho, pero aunque me pareció ver su cabellera a través de la ventana, nunca se acercó demasiado, y de todas formas el lugar más seguro para mi mujer era en público y a mi lado.
Era un pequeño club, mitad bar mitad salón de baile, nada elegante o sofisticado, pero nos sirvió para relajarnos y practicar. Isabella estaba simplemente radiante en su vestido azul, sus mejillas sonrojadas y sus ojos que gritaban sus emociones sin tapujos… Y lo que gritaban era simple: Gritaban un TE AMO a todo pulmón.
Toda la complejidad de mis emociones y preocupaciones se vieron enfrentadas a algo tan simple y poderoso, a una verdad que justificaba todo lo que pretendía hacerle a la perra que me acosaba.
Isabella, esa niña inteligente y hermosa que había (por alguna razón desconocida) decidido entregarse a mí, era el centro de todo. Por ella cometería los crímenes más atroces. Por ella diezmaría poblados y torturaría. Por ella es que ya era suficiente de huir tratando de ser “caballeroso” a la espera de que Victoria se cansara. Por ella las palabras y la diplomacia dejaban de ser una opción.
Por ella mataría y mentiría, así tuviera que pretender buscar a la hembra para mi propia satisfacción personal.
oooOooo
Cuando llegamos al motel después de bailar lo percibí de inmediato.
Ella había estado ahí.
Ya se había largado pero su esencia lo impregnaba todo.
Afortunadamente no entró al baño, donde dormía el cerdo, que gritaba como si alguien lo amenazara con convertirlo en jamón. Si algo le pasara a Jojo… Me estremezco al imaginarlo.
Mientras Isabella se ocupaba de tranquilizar a su mascota, yo escudriñé disimuladamente entre nuestras cosas. Me di cuenta de inmediato de que faltaba una de mis camisetas favoritas, ya que no tenía mucha ropa, pero lo que me hizo estremecerme de asco es que toda la ropa de Isabella tenía la esencia de la hembra. La perra se había probado vestidos y zapatos… Se había probado hasta su ropa interior.
Reprimí mi impulso de encender una hoguera en el estacionamiento y arrojar en ella todas las pertenencias de mi mujer, y en cambio me prometí crear algún tipo de distracción o accidente que nos obligara a lavarlo todo.
Y me encargaría de que en el intertanto no usara ningún tipo de bragas.
oooOooo
La cacería se volvió más frustrante con el paso de los días.
Sé que Isabella comenzó a sospechar que las cosas no estaban del todo bien, aunque ella siendo ella, no me preguntó nada directamente. Mi esposa se esforzaba en confiar en mí aunque yo no lo mereciera, aun cuando día a día le mintiera mirándola a los ojos.
Pero ella sabía… O al menos presentía: Su preocupación no expresada se tradujo en una tensión imposible de soportar y un agudo dolor en la espalda y cuello, lo que la paralizó casi por completo.   
Me di cuenta de que la situación se escapaba de mis manos, el status quo se mantendría con Victoria, que si algo tenía de sobra es tiempo, pero Isabella seguiría empeorando, y la única forma de garantizar la seguridad de mi esposa sería convirtiéndola. Tendríamos que adelantar nuestros planes, tendríamos que renunciar a San Francisco por un tiempo, tendría que lograr convencerla, tendría que conseguir un lugar adecuado para su primer año… Y si era necesario tendría que morderla contra su voluntad.
Era una movida deplorable, sí.
Pero la prefería cabreada y viva a cualquier alternativa posible.
Ojalá no llegáramos a eso.
Isabella entendería… Y con el tiempo me perdonaría. Me ganaría su perdón.
Comencé a rediseñar nuestros planes.
Como un cretino la acarreé sin su consentimiento aprovechando el efecto somnífero que tenían los calmantes que tomaba por su dolor de espalda y nos dirigimos a la zona donde pensé que encontraríamos lo que buscábamos, entre la naturaleza salvaje y agreste, a cientos de kilómetros de cualquier asentamiento humano.
oooOooo
Y una vez instalados en el hotel de Newcastle, como un bastardo, la volví a drogar. Pensé en el bien mayor a largo plazo y le di dos píldoras para el dolor, esperando que fueran suficientes para noquearla hasta la mañana, lo que me daría tiempo de encontrar a Victoria y disponer de su cadáver.
Una vez que sentí su respiración regularse escapé por la ventana como un vulgar ladrón, y corrí un par de kilómetros donde ella me esperaba.
La hembra sonrió satisfecha al verme y por primera vez me permitió acercarme, despreocupada, como si yo no representara una amenaza, como si no tuviera el poder de destruirla.
-Soy James – Dije rodeándola, buscando un flanco vulnerable por el que atacar.
-Victoria – Ronroneó con una irritante voz infantil. No sé a quién pretendía engañar, ella había sido convertida siendo una mujer adulta, probablemente mayor que yo.
-Dejemos los jueguitos de lado, y dime de una vez, qué es lo que quieres, Victoria? – Pregunté, amenazante.
-Es que no lo he dejado perfectamente claro? – Preguntó inocentemente – A ti!
-No estoy interesado – Respondí con desdén – Déjanos en paz.
-“Déjanos”? – Preguntó levantando una ceja, incrédula – Como en “A la humana y a mí”?
-Mi esposa – Aclaré.
-Esa cosita insignificante no puede ser tu esposa! – Bufó incrédula.
-Cuidado con tus palabras – Gruñí – Si no la respetas te voy a enseñar a respetar.
-Me vas a castigar? – Preguntó levantando una ceja y lamiendo sus labios en lo que supuse era un gesto seductor. Pude oler el aroma de su excitación y recordé otra transgresión.
-Te voy a quitar las ganas de meterte en lo que no te importa – Repliqué entrecerrando los ojos – Agradece que no eres ya una pira de cenizas después de haberte probado toda la ropa de mi mujer.
-Me queda mejor a mí  - Dijo encogiendo los hombros, sin inmutarse.
-Y robaste una de mis camisetas – Agregué.
-Sí – Admitió quitándose el viejo abrigo que traía puesto y revelando la camiseta en cuestión… Y nada más – Quería comenzar a acostumbrarme a tu olor.
-Estás enferma… - Dije haciendo una mueca de asco. No la quería matar, pero no me podía arriesgar a no matarla.
-Sí… Tengo fiebre – Dijo pellizcando sus pezones por sobre la ropa y mordiendo sus labios. Obviamente no llevaba sostén.
-Victoria, no te quiero volver a ver – Le dije tratando de ser paciente y dando un paso atrás. La pobre estaba claramente chiflada – No me obligues a hacerte daño.
En una fracción de segundos ella estaba frente a mí, su cuerpo contra el mío y mi pene flácido firmemente sujeto en su mano. Me contuve ante el instinto de retirarme bruscamente, ya que arriesgaba perder mi apéndice favorito, y entonces a ver cómo le explico a Isabella por la mañana que perdí el pito.
-Aún en descanso eres grande… – Dijo a mi oído.
-Suéltame Victoria – Gruñí forzando las palabras, tratando de no sentir.
-Ooooh! – Gimió – Sólo con tu voz me podrías hacer acabar...
Sus caricias se volvieron más enérgicas, y mi sexo comenzó crecer y a reaccionar por cuenta propia.
-Victoria… - Dije tratando torpemente de retroceder –Basta!
Las bolas me dolían. Simple. Una vez que se produce una erección lo natural es eyacular. Cualquier alternativa al orgasmo es simplemente dolorosa.
Ella apretó más.
Aumentó la velocidad.
No acabaré en sus manos, me repetí. No, no lo haría, de lo contrario quien sabe que pasaría por su mente, y no me podría deshacer de ella nunca más.
-Victoria… - Repetí.
Y entonces escuché más que sentí el sonido de mis pantalones al rasgarse, al tiempo que la boca de la hembra arrodillada frente a mí se prendía de mi erección. Con una mano me complacía a mí y con la otra se complacía a sí misma, mascullando obscenidades contra mi piel.
Me descolocó más que nada por su desfachatez.
La empujé por los hombros pero lo único que logré fue que chupara con más entusiasmo. Tiré su cabello y ella se calentó más.
Al final, a punto de perder el control, lo que hice fue lo único que pude pensar en el momento, me agaché y la mordí en el primer lugar que alcancé, el sitio entre el cuello y el hombro, pero en vez de desconcertarla o hacerla retroceder, el dolor la hizo gritar en éxtasis, lo que a su vez produjo vibraciones en su garganta que me hicieron acabar a mí.
No acabé porque yo lo deseara, ni tampoco porque estuviera excitado. Era un asunto biológico, una respuesta automática ante un estímulo familiar… Pero sin importar lo que me dijera, sin importar cómo lo justificara, no había nada que pudiera borrar de mi mente la imagen de la hembra a mis pies que se relamía tratando de beber hasta la última gota de mi semilla.
No… Si bien de alguna manera me sentía violado y Victoria me había forzado a someterme a sus caricias a pena de castración, el hecho de haber alcanzado el clímax me hacía sentir podrido. Había engañado a mi esposa. Llevábamos dos semanas de casados y ya había puesto en riesgo lo más valioso de mi vida, lo único bueno y puro de mi existencia.
Estaba petrificado ante la inmensidad de mi falta.
Y mientras, Victoria pasaba su lengua lánguidamente entre mis muslos.
Me retiré asqueado.
Asqueado con ella, conmigo, con el mundo.
Cómo enfrentar a Isabella? No tenía cara, no tenía orgullo, no tenía… No tenía ni pantalones!
-No te quiero volver a ver – Le dije a Victoria temblando de rabia – Si veo tan solo uno de tus putos cabellos rojos cerca de mí o de mi mujer, tu cabeza se va derecho a la hoguera, está claro? – Pregunté tomándola del cuello con una sola mano y levantándola varios centímetros.
Ella asintió luciendo sumisa, pero con sus manos rodeó mi cuello, como si fuera a abrazarme esperando ser besada.
Pero en realidad no creo que me haya llegado a abrazar…
No sé.
Porque todo se volvió oscuridad.
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Ahí tienen saquen sus conclusiones y me cuentan qué opinan, que siempre es entretenido saber. Abrazos!




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