miércoles, 3 de agosto de 2016

Apocalipsis 11

Último capítulo de este fic., sólo falta el epílogo. Esto es lo que no lograba amarrar, o mejor dicho,  no lo sabía transmitir…. A veces pasa…
 Muchas se preguntan por qué tan corto y la respuesta es que porque ya dije todo lo que necesitaba decir. Exploré una idea diferente y un personaje con el que no me había atrevido, así es que estoy conforme.
Capítulo dedicado a Ángeles Baltazar, que lo espera ansiosa. Muy feliz cumpleaños!
Un abrazo a todas y gracias por acompañarme en este viaje.
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Capítulo 11
Un señuelo
hay algo oculto en cada sensación
ella parece sospechar
parece descubrir
en mí
que aquel amor
es como un océano de fuego
oh mi corazón se vuelve delator
la fiebre volverá
de nuevo
Corazón Delator / Soda Stereo
Alec POV
Janey, Félix y Heidi nos dejaron en el centro de la ciudad de Olympia y se largaron, con el compromiso de que regresarían en una semana o antes si es que los contactaba antes por radio.
Bella entrelazó sus dedos a los míos y miró con tristeza a su alrededor. Todo estaba en un estado de decadencia y abandono que rebatía toda esperanza de recuperar algún día la armonía entre el mundo humano y vampírico. Basura, putrefacción, y perros desnutridos moviéndose en jaurías, alimentándose de las carcasas humanas dejadas por los vampiros que no se molestaron en enterrar o quemar los cuerpos.

Bella lo había visto como humana, pero nuestros sentidos vampíricos más desarrollados hacían que esta fuera una experiencia distinta, más detallada e impresionante.
-Oh, Alec… - Susurró temblorosamente, mirando a su alrededor.
-Lo sé preciosa, lo sé – Dije besando su coronilla – Pero de a poco vamos a recuperar las ciudades para restaurar la civilización, ya verás. Si eso significa acabar con el 70% de la población de vampiros de Norteamérica, que así sea.
-De verdad eliminarías a la mayor parte de tu raza para salvar a los humanos? – Preguntó mirándome incrédula.
-De verdad, y por dos razones – Le dije – En primer lugar porque desde la Gran Revelación la población vampírica explotó, ya que los vampiros más antiguos crearon neófitos sin preocuparse de las consecuencias o responsabilizarse por su educación. Hemos calculado que en los últimos años se ha triplicado el número de vampiros, y estas cifras van a seguir creciendo a menos que alguien le ponga un límite. Logísticamente es imposible educar a todos esos neófitos, los números de La Guardia no dan para encargarse de la tarea, por lo que estamos eliminando a todos los vampiros que creemos que no se pueden reformar.
-Miles de vampiros que despertaron como yo, sin saber nada, sintiendo sólo su sed… - Murmuró desolada – Y sin un Chico Galleta para soñar…
Sonreí ante su referencia a mí. Su Chico Galleta… Era simplemente adorable.
-Somos muy pocos los vampiros que encontramos a nuestra Pareja – Dije – No tienes idea de lo afortunados que somos.
Ella asintió gravemente.
-Bueno, y el segundo punto? – Preguntó.
-Si bien los neófitos deben ser eliminados porque son salvajes y reinsertarlos es logísticamente casi imposible, – Resumí – Sus creadores son peores. Son vampiros viejos que vivieron por décadas o hasta cientos de años bajo las reglas de Los Volturi y que a conciencia decidieron revelarse. Ellos son el verdadero riesgo, ellos son los verdaderos criminales, y quienes deben ser ejecutados si queremos aspirar a reconstruir la sociedad.
-Vas a matar a un montón de gente – Musitó bajando los ojos.
-Debo hacerlo Isabella – Dije tratando de que entendiera mi posición. No quería que me viera como un monstruo, pero aunque ella se incomodara con nuestra misión, ésta era demasiado importante como para abortarla simplemente por no molestarla.
-Porque eres un soldado – Dijo con un hilo de voz.
-No, porque es la única manera! – La giré hacia mí – Mi mundo es brutal Isabella, los vampiros son creaturas peligrosas que no se doblegan a nadie que no sea más poderoso que ellos. Si nosotros demostramos debilidad o condescendencia lo perderemos todo. La única razón por la que Los Volturi han gobernado por tanto tiempo es porque tenemos el mejor ejército, conformado por los vampiros más poderosos del mundo. La mayor parte del tiempo nuestra fama nos precede y basta para mantener a la población vampírica en línea, pero otras veces alguno más idiota que el resto piensa que puede salirse con la suya… Eso no puede ser permitido, sentaría un terrible precedente.
-Comprendo – Dijo asintiendo tristemente – Miro a mi alrededor y comprendo que los responsables de este desastre no van a renunciar al baño de sangre voluntariamente… Racionalmente lo entiendo… Racionalmente… Es sólo que la violencia me asusta, Alec. Me asusta hacer daño y me asusta aún más el que te hagan daño a ti… Tú eres todo lo que tengo… - Sus ojos se humedecieron.
-Nadie nos va a hacer daño Isabella, nadie… - Dejé su maleta en el piso y la abracé – Somos los vampiros más poderosos del mundo, nadie puede llegar a nosotros.
-Tú y Jane? Los Volturi? - Preguntó.
-No preciosa, tú y yo – Aclaré con una sonrisa – Mi poder puede anular a un ejército completo, permitiéndome matarlos uno a uno si es necesario. Jane es temible, sí, pero su debilidad es que puede atacar sólo a un vampiro a la vez. Tú por tu parte, tienes el escudo más completo que he visto. Nadie se puede acercar físicamente, y nadie puede invadir tu mente o la de quienes proteges… Juntos somos invencibles.
-En serio? – Preguntó súbitamente entusiasmada – Entonces crees que te puedo ayudar?
-El hecho de que estés a mi lado es toda la ayuda que necesito – Le dije honestamente – Pero estratégicamente hablando, eres un elemento invaluable. Si no fueras mía, si yo no te necesitara a mi lado para sobrevivir, sé que de todos modos Aro te reclutaría sin dudarlo… No hay nadie en el mundo como tú.
-Pero yo me voy a quedar a tu lado! – Declaró apretando mi mano dolorosamente – Alec, no dejes que nos separen!
-Nunca! – Afirmé acunando su rostro con ambas manos – La ley nos protege Isabella, separar a una Pareja es uno de los mayores delitos que se pueden cometer en nuestra sociedad, ya que irremediablemente lleva a la locura y a veces hasta a la muerte de ambas partes.
-Alec… Yo… Quiero estar a tu lado… Quiero ayudarte y protegerte… No me gusta la idea de matar, pero menos me gusta la idea de que te expongas tú solo sabiendo que yo podría garantizar tu seguridad… A mí cuando era humana tampoco me gustaba la idea de cazar, pero aprendí a hacerlo, para alimentar a mi familia. Puedo aprender a matar a nuestros enemigos, por ti… - Dijo con voz temblorosa. Mi pecho se hinchó de orgullo ante las desinteresadas palabras de mi mujer.
-Vamos a ir con calma – Dije besando su mejilla – No hay apuro, vamos a desarrollar tu escudo, vamos a testear sus límites y cuando estés en control de tus dones, si quieres puedes luchar a mi lado. Si no estás segura, no hay necesidad… Janey y yo somos muy buenos en nuestro trabajo, y podemos continuar peleando como siempre lo hemos hecho.
-No Alec! – Negó con la cabeza – Si algo te llegara a pasar… No podría… No…
-Shhhhh – La abracé a mí besando su cabello – Tranquila… Te propongo algo: La próxima vez que haya una pelea vas a mirar… Así vas a ver por ti misma que no hay peligro… Y más adelante si quieres puedes ayudar a distancia cubriéndonos con tu escudo mental, para evitar que nos afecten los potenciales dones de otros vampiros. No es necesario que pelees, basta que me protejas para que yo haga el trabajo sucio, te parece?
Isabella asintió.
-Me das un beso?
Isabella asintió otra vez.
Me acerqué despacio, deliberadamente, y saboreé sus labios con la punta de la lengua.
Ambrosía.
Nos besamos con abandono por unos minutos hasta que un cosquilleo en mi nuca me dijo que estábamos siendo observados.
-Vamos – Le dije recogiendo su maleta, reacomodando mi bolso y tomando su mano.
Ella no vaciló en obedecer y corrimos por las calles sin dirección aparente.
-Activa tu escudo – Le dije – Puede hacer que seamos menos vulnerables y más difíciles de rastrear.
-Desde que nos bajamos del auto que nos estoy protegiendo a ambos, es lo que me sale natural… Es más difícil bajar los escudos que tenernos cubiertos a los dos – Respondió – Quién nos sigue?
-No sé si nos siguen, pero sé que nos estaban observando – Dije corriendo hacia nuestra meta, en hotel abandonado que por su altura nos daría una buena visibilidad de los alrededores y nos daría un lugar más íntimo para seguir conociéndonos – Es una sensación, no algo tangible, pero mis instintos suelen ser acertados.
-Entrar en el hotel no va a ser como entrar en un callejón sin salida? – Preguntó.
-No, porque nuestra meta es llegar al último piso, el que podremos defender fácilmente al haber sólo un acceso. Ya te lo dije, juntos nada nos puede dañar – Dije mientras entrábamos a la recepción.
Como era de esperarse el lugar se veía abandonado, desordenado y sucio, pero no se veía nadie.
Llegamos a la escalera y subimos corriendo a toda velocidad. En los pisos 7, 10 y 15 oí leves ruidos que me indicaron la probable presencia de otros vampiros, pero seguimos subiendo hasta el piso 20.
En ese piso había cuatro puertas que llevaban a las únicas habitaciones, enormes suites de lujo.
-Cual te gusta más? – Pregunté. Ella caminó con certeza a la más lejana a la escalera y abrió la puerta. Al no haber electricidad los cierres electrónicos no funcionaban, por lo que girar la manilla fue suficiente.
La habitación había sido saqueada por humanos, lo que estaba claro al ver el frigobar botado a mitad de la habitación, pero por lo demás estaba en buenas condiciones. Un poco polvorienta, pero nada que una sacudida y ventilación no pudieran arreglar.
Lo primero que hizo Isabella mientras yo abría la ventana fue poner en su lugar el pequeño refrigerador, y sólo entonces miró a su alrededor-
-Oh! Nunca estuve en una habitación de hotel como ésta – Dijo pasando un dedo ausentemente por el lomo de un sofá.
-A qué te refieres? – Pregunté.
-A que sólo me he quedado en moteles de paso a orillas del camino y hoteles familiares de 3 estrellas, nada elegante o sofisticado. Nunca tuve la ocasión, pero siempre quise hacerlo – Dijo sonriendo soñadora – Me imaginaba pidiendo todos los platos del menú del servicio a la habitación y viendo películas pay per view y comiendo helado directamente del bote. Y un jacuzzi con miles de jets…! Siempre había querido usar uno de esos.
Su sonrisa se había agrandado y sus ojos brillaban de entusiasmo.
-Habías? – Pregunté.
-Sí, en mi habitación en casa de los Cullen había una tina de hidromasaje, y la usé bastante – Respondió.
Maldición! Imaginarla tomando un baño de burbujas tan cerca de Cullen… Él entrando a la habitación y encontrándola desnuda y jabonosa…
Calma… No, no valía la pena enojarme por cosas que no habían sucedido… Respira… Respira…
-La comida gourmet no va a poder ser – Le dije tratando de que mi voz no sonara tirante – Pero tal vez podamos arreglar lo de la película y el jacuzzi.
-No es importante – Musitó – Es sólo algo que me gustaría haber hecho cuando era una posibilidad.
-Es importante para mí – Dije – Hacerte feliz es lo más importante para mí.
-Alec… - Preguntó de la nada, luciendo como si es que si pudiera estaría sonrojada como un tomate – Vamos a hacer el amor?
Casi me atoré, lo que es impresionante considerando que carezco de esos reflejos.
-Cuando estés lista y lo desees – Respondí – No antes. Tenemos la eternidad, y ya he esperado siglos por ti.
-Yo… Creo que estoy lista… Y lo deseo… - Dijo mordiendo su boca y emanando incertidumbre.
-No sé por qué no te creo – Le dije francamente. Obviamente quería acostarme con ella, pero no si rompería a llorar en la mitad del proceso.
-La espera… La anticipación… Si pudiera vomitar ya lo habría hecho al menos tres veces -  Dijo evitando mi mirada – Y pensé… Si de todos modos eventualmente vamos a hacerlo, por qué no salir del trámite de una vez?
Fue un golpe entre las costillas que me dejó sin aire. Era eso lo que ella pensaba de nuestra vida en pareja? Que tendría la obligación de cerrar los ojos y abrir las piernas periódicamente? Que la obligaría a algo que no desea? Ella sólo quería salir del trámite de una vez para poder respirar tranquila sabiendo que cumplió con su parte.
No.
Yo no la quería así.
Retrocedí.
-Creo que lo mejor va a ser que me quede en la habitación contigua – Dije tomando mi bolso – Nadie te va a tocar a menos que tú lo desees Isabella, ni siquiera yo.
Diciendo esto salí golpeando la puerta tras de mí.
-Alec! – Exclamó. Yo la ignoré.
Estaba genuinamente herido. Yo nunca haría algo así a ninguna mujer, mucho menos a la mía. Después de lo que casi le sucedió a Janey… No, jamás.
oooOooo
Probé el tablero de electricidad y no tuve problemas en dar la corriente, ya que cada piso tenía un generador de emergencias particular. Una vez que tuve electricidad comprobé las cañerías, y afortunadamente funcionaban. Hoteles como éste solían tener sus propios tanques de acopio de aguas lluvia y bombas de agua de emergencia, por lo tanto pude darme una ducha, que si bien no estaba caliente al menos sirvió para descontracturarme un poco.
Al salir de la ducha escuché a Isabella llorando en su habitación.
Todo en mí gritaba que fuera ella, que la consolara, que la protegiera, que le prometiera lo que fuera a cambio de una sonrisa, pero no lo hice. Me dije a mí mismo que le estaba dando su espacio, pero si soy honesto, la verdad es que no quería verla. Estaba demasiado enojado y si la tenía al frente quien sabe lo que le diría.
Me vestí y salí de mi habitación pegando un papel con el logo del hotel en mi puerta que decía “Estoy patrullando el edificio. Grita si me necesitas. A”.
Y comencé con el piso directamente bajo nosotros.
Afortunadamente la mayoría de los pisos estaban desocupados, pero 5 estaban siendo utilizados por un grupo de salvajes. Eran una especie de colonia de neófitos en la que el mayor tenía a lo más un año y medio, y me bastó una mirada para darme cuenta de que eran irrecuperables. En total eran once. 2 en un piso, 1 en otro, 3 en otro, 2 en otro y 3 en el último, y los fui eliminando sin dificultad, piso a piso. Al ser mi don un arma silenciosa ellos no alcanzaban a defenderse o pelear, por lo que los maté uno a uno sin que ni se enteraran.
Me sentí mal, eran casi todos chicos de menos de veinte años humanos cuando los convirtieron, pero ya en ellos no quedaba ni una sombra de humanidad.
Tomé una gran sábana de  una cama tamaño King, fui echando trozos de cuerpos en ella, y me la eché en la espalda como si fuera un saco. Debí hacer tres viajes a la caldera para llevar todas las piezas que se retorcían espasmódicamente.
Luego encendí el incinerador y metí en él los cadáveres de los antiguos habitantes del hotel.
Volví a revisar cada piso y cada habitación hasta que decidí que el lugar era seguro.
Finalmente, regresé a mi habitación dispuesto a darme otra ducha para eliminar el veneno que cubría todo mi cuerpo.
La habitación de Isabella estaba en silencio y supuse que seguía enojada conmigo.
Una vez limpio, me vestí y decidí ir a hablar con ella. La tarea de limpieza del edificio se había encargado de gran parte de mi agresividad, por lo que me sentí tranquilo y confiado en que podría hablar sin decir algo de lo que me arrepentiría.
Toqué su puerta y no obtuve más que silencio.
Entré a la habitación. Estaba vacía. Y me refiero a vacía, sin Isabella y sin su maleta.
Me costó unos instantes comprender qué sucedía, pero eventualmente me golpeó como un ladrillo.
Me dejó.
Otra vez.
Mis ojos recorrieron la habitación con más cuidado, y en el escritorio había una nota.
“Siento no ser lo que esperabas.
Esto tampoco es lo que quería para mí.
Te deseo lo mejor.
Adiós.
Bella.”
oooOooo
Salí del hotel como alma que se la lleva el diablo y corrí exactamente hacia donde mis instintos me dirigieron. Ya me habían llevado a ella una vez y lo harían de nuevo.
Su esencia no estaba por ninguna parte, por lo que su escudo debe haber estado bien firme en su lugar.
Corrí por la ciudad sin mirar por donde pasaba, hasta que salí de la zona urbana hacia la carretera 101 que se dirigía al norte. Lo más probable era que Isabella estuviera corriendo hacia los Cullen.
El sólo pensar en ese hijo de puta de Edward tratando de consolarla me hacía querer desmembrarlo, pero la verdad es que también me estaba comenzando a dar cuenta de mis propios errores. Yo era el mayor en la pareja, el más experimentado, pero había fallado en dar a mi mujer la certeza de que nunca le haría daño y jamás la rechazaría. Ella era joven como humana y como vampiro, era profundamente vulnerable, y se sentía a merced de mis demandas… Porque en sus propias palabras, yo soy lo único que tiene en el mundo.
Por eso trataba de complacerme con tanto abandono. Temía perderme y yo la castigué por aquello. La castigué por decirme que estaba dispuesta a lo que fuera por mí.
Corrí con más fuerza, tratando de alcanzarla antes de que se internara en el Olympic National Forest, donde sería aún más difícil encontrarla.
Mi corazón era una dolorosa brújula que apuntaba en una sola dirección, y corrí en línea recta, saltándome largos tramos de carretera, acortando camino. La sentía más cerca, pero también estaba más cerca el bosque, y me di cuenta de que sin importar lo que me esforzara, ella era una neófita y por lo tanto más rápida y fuerte que yo.   
Así es que al fin me interné en el bosque, donde corrí en círculos por un buen rato. Qué estaba haciendo Isabella? Es que estaba tratando de perderme? No se daba cuenta de lo inútil de ese ejercicio?
Llevaba un buen rato vagando cuando de pronto pude sentir su cercanía. No la olí ni la vi, pero sentí en mi pecho que ella estaba a mi alcance.
Corrí más rápido que nunca, y súbitamente la avisté.
Cubierta de sangre, abrazando un cervatillo muerto... Era apenas un bebé, difícilmente una comida sustanciosa.
-Perdón… Perdón… perdón – Repetía llorando, balanceando al animal como si tratara de mecerlo para ayudarlo a dormir.
-Isabella – Dije caminando hacia ella lo más lentamente que pude manejar.
Ella saltó casi un metro del suelo y retrocedió aun abrazando contra su pecho la carcasa de su cena, como si fuera un peluche o una mantita.
-Isabella… Por qué huiste de mí? Es que no sabes que te seguiría hasta el fin del mundo? – Pregunté.
-No… No quiero que me sigas… quiero que te vayas – Dijo otra vez afónica. Era su reacción para aislarse del mundo, cortar comunicaciones, quedar muda. No lo hacía a propósito, pero lo hacía de todos modos.
-Suelta ese animal – Le dije apuntando al maltrecho cervatillo.
Miró hacia abajo y soltó al animal, horrorizada de lo que había hecho.
Fue a cubrirse la boca con las manos hasta que las vio empapadas hasta el codo en sangre.
Trató frenética de limpiarse, pero la sangre seca rápido y no sale fácilmente.
-Ven – Le dije – Hay un arroyo cerca, te puedes lavar ahí – Le dije extendiendo mi mano. Ella dudó, pero caminó en la dirección que señalé sin tomar mi mano. Se veía infinitamente triste y exhausta, y me pregunté cómo luciría yo.
Una vez que llegamos al arroyo ella se arrodilló junto al agua y se lavó los brazos y el rostro, luego el cuello y finalmente frustrada, se metió al agua para lavarse con ropa y todo.
Se quedó unos momentos recostada en el riachuelo que no alcanzaba a tener 30cm de profundidad y yo simplemente la observé. Ella era para mí. Si tan sólo aprendiéramos a confiar el uno en el otro… El instinto ya estaba, los sentimientos habían comenzado a florecer, pero lo cierto es que no nos conocíamos. Yo no podía demandar confianza que no me había ganado aún. Si ella estaba incómoda o ansiosa a mi lado la solución no era empujarla sino demostrarle con paciencia la clase de persona que soy.
Mientras yo pensaba en esto ella había salido del agua y estaba estrujando su largo cabello. Se sentó a unos 10mt de distancia de mí, mirando en dirección al arroyo.
-Qué quieres? – Preguntó apenas.
-Pedirte perdón – Respondí – Te he exigido que confíes en mí sin hacer nada para ganar tu confianza. Te conté una historia que no tengo cómo probar y te arranqué del único lugar que te era familiar. Me sentí ofendido al ver que tú sentías que yo te presionaba para tener sexo, y no me di cuenta de que no tenías por qué pensar otra cosa. Te llevé directo a un hotel después de todo… Isabella, yo nunca te obligaría a nada, ni te manipularía para que hicieras algo que no quieres o no estás preparada para hacer. Pero ahora entiendo que esa fe en mis buenas intenciones no es algo que me haya ganado… Por eso quiero que me disculpes – Dije lanzando una piedra al agua.
-Como te dije antes, nunca… nadie me ha tocado – Dijo muy bajito, abrazando sus rodillas – Tengo miedo de no ser suficiente… No sé hacer… Cosas… No es que no confíe en ti, es sólo que no tengo mucha fe en mí. 
-Pero tenemos la eternidad para aprender juntos! – Exclamé saltando hacia ella y aplastándola contra el manto vegetal – Estamos diseñados para estar juntos, pero aún si algo fallara, debemos confiar en que podemos vencer las dificultades como una unidad – Le dije acariciando su mejilla – Y tienes que dejar de escapar… Tenemos que aprender a hablar de lo que nos pasa… No vas a conseguir nada huyendo porque escudo o no, siempre te voy a poder encontrar, y te voy a ir a buscar las veces que sean necesarias…
-Lo sé – Confesó – Sabía que eventualmente vendrías, pero quería huir de todas formas.
-Vuelve conmigo – Le pedí – El hotel no fue elegido como un rincón donde tener sexo, sino como un buen lugar desde el punto de vista estratégico. Si estamos solos es porque una Pareja necesita tiempo y espacio para conocerse, y eso no lo vamos a lograr encerrados en un auto con esos tres atentos a cada uno de nuestros movimientos. No espero nada de ti excepto la oportunidad de conocerte… Tal vez abrazarte el amanecer, pero nada más.
-Y besarme? – Preguntó.
-Sólo si tú quieres – Respondí.
-Quiero – Dijo mirándome con esos ojos enormes poblados de largas y oscuras pestañas.
-Quieres? – Pregunté sin estar seguro de qué hablaba.
-Que me beses – Dijo.
-Ahora? – Pregunté inseguro.
-Si tú quieres, yo no te voy a presionar, si no estás listo no pasa nada, después de todo tenemos la eternidad para besarnos… - Dijo burlándose de mis palabras.
-De quién te estás riendo? – Pregunté mientras me acercaba a sus labios lentamente.
-De usted señor – Respondió muy seria.
-Isabella, quieres estar conmigo? – Pregunté a milímetros de su boca.
-Sí – Susurró – Sí quiero… Eres mi Chico Galleta.
Suspiré aliviado y la besé apasionadamente, tratando de transmitirle todo de una vez. Amor, alivio, pasión, ternura, miedo, paz, desesperación…
Mi Isabella.
Recuperamos su maleta que estaba botada en algún lugar del bosque y volvimos a Olympia caminando de la mano, hablando de naderías. Nos demoramos varias horas, pero nos comenzamos a conocer como debimos hacer desde el principio, y descubrimos que efectivamente teníamos muchas cosas en común, desde música a programas de televisión, caricaturas, libros y muchas cosas más. En los dos únicos temas fundamentales en los que no nos pusimos de acuerdo por mucho que lo discutimos, fue sobre nuestro superhéroe favorito: A Isabella le gustaba Nightcrawler de Marvel y a mí Batman de DC.
Nuestra otra gran diferencia de opinión fue en cuanto a nuestro artista renacentista favorito. A Isabella le gustaba Miguel Ángel y a mí Leonardo Da Vinci. Visiones artísticas imposibles de congeniar…
Pero con todo, si uno lo piensa, eran sólo temas de conversación y argumentación, y no realmente diferencias que nos pudieran separar.
oooOooo
Esa noche nos sentamos abrazados en el sillón de nuestra habitación y hablamos y hablamos hasta el amanecer. Me contó historias de su niñez y yo le conté anécdotas de palacio, de las bromas que nos jugábamos de vez en cuando los unos a los otros, y mil cosas más.
Pero cuando el sol salió lo observamos en silencio.
Su rostro mostraba maravilla y asombro, ya que obviamente esta era la primera vez que prestaba atención al fenómeno usando sus ojos vampíricos, y podía apreciar los nuevos colores y las facetas de luz reflejadas en nuestra piel. Su mano y la mía unidas mostraban el claro contraste entre su brillo que parecía hecho de fina purpurina y el mío más tosco, de un grano más grueso.
-Es raro no tener que interrumpirnos para hacer nada – Comentó.
-A qué te refieres? – Pregunté.
-A las necesidades humanas, ir al baño, comer, dormir… Es más fácil seguir el hilo de una conversación continua, aunque claro, nuestras mentes de todos modos son más eficientes… - Dijo.
-Yo llevo tanto tiempo siendo vampiro que ya estoy acostumbrado – Dije – Los juegos de cartas en Volterra duran a veces una semana o más, sin parar.
-Es cierto – Dijo – Olvido que tú has sido vampiro por mucho más tiempo del que fuiste humano… Eso seguro cambia tu perspectiva.
oooOooo
-Alec? – Preguntó acurrucada contra mi cuerpo.
-Mmmmmmmmmh? – Pregunté besando su cabello.
-Cómo es que eres tan guapo? – Preguntó tímidamente.
-De qué hablas? Soy un vampiro, todos somos bien parecidos – Repliqué.
-Sí, pero tú eres particularmente guapo, y considerando la época en la que naciste, yo habría imaginado que la gente fuera fea, picada de viruelas y sin dientes… En cambio Jane y tú parecen modelos.
No pude evitar reír y besar su frente.
-Nosotros éramos jóvenes, nuestros dientes estaban bien, si bien es cierto que no había dentistas salvo por alguien que arrancaba dientes, tampoco había caramelos que nos llenaran las muelas de caries. Con respecto a estar picados de viruela, afortunadamente esa plaga no azotó nuestra aldea mientras nosotros estuvimos vivos, y si nos hubiera afectado probablemente habríamos muerto, ya que no estábamos particularmente bien alimentados. No nos moríamos de hambre, en casa siempre había pan y a veces carne, pero el concepto de una alimentación balanceada no existía – Dije – Y sobre lo de parecer modelos, la transformación eliminó nuestros defectos físicos más prominentes. Con todo, supongo que tuvimos la suerte de poseer una buena genética, por lo que el veneno no debió obrar milagros en nosotros.
-Crees que yo cambié mucho? – Preguntó.
-No, no hubo cambios mayores, sólo detalles como un cabello más dócil y brillante, pestañas más largas y un busto más prominente…Nada que te haga irreconocible – Dije.
-Hay quienes cambian mucho? – Preguntó.
-Aunque no lo creas, Heidi es una de esas personas. No era precisamente agraciada cuando la convirtieron, pero tenía algo indefinible…
-Cómo lo sabes? – Preguntó enojada – La convertiste tú?
-Qué? No! Claro que no! – Sonreí ante la ridícula idea y ante los inesperados celos de Isabella.
-Entonces? – Preguntó.
-Los maestros nunca salen del castillo, por lo que la cena se les lleva a ellos. Humanos que creen participar de un tour turístico y que antes de que se enteren de qué es lo que pasa son atacados y consumidos.
-Oh dios! – Se llevó las manos a la cara.
-En una de esas ocasiones estaba presente un antiguo amigo del maestro Aro, Eleazar, quien tiene la habilidad de detectar potenciales dones en humanos. Cuando entró Heidi la reconoció de inmediato por lo que es y le dijo a Aro, quien de inmediato indicó que Heidi era suya.
-Y cuál es su don? No la he visto hacer nada interesante, y cada vez que hay una posibilidad de pelea se esconde detrás de Félix – Preguntó frunciendo el ceño.
-Su don es su encanto – Dije – Es enormemente carismática cuando quiere, y eso sumado a su nuevo atractivo físico la hacen casi irresistible para sus víctimas, sobre todo humanas. Quienes la conocemos ya sabemos que es una cabeza hueca, y por lo tanto su atractivo no es tal, pero quienes la ven por primera vez suelen caer a sus pies.
-Y Félix es uno de ellos? – Preguntó.
-No, a Félix ella no le importa un comino, él simplemente necesita alguien a quien coger, y que ese alguien esté dispuesto a seguirlo por todo el continente en esta misión. No son muchas las candidatas en La Corte de la que los Maestros se desprenderían tan fácilmente, pero Heidi además de ser actualmente bastante inútil, tiene una debilidad por los hombres poderosos – Dije acariciando sus brazos desde la punta de sus dedos hasta el hombro.
-Félix es poderoso? – Preguntó.
-Es el comandante de La Guardia Volturi – Dije.
-Entonces es tu jefe – Dijo ella – Pero no te trata como tal…
-No – Negué – Jane y yo estamos por sobre La Guardia, estamos directamente bajo las órdenes del Maestro Aro. Sería ridículo que alguien menos poderoso que nosotros pudiera darnos órdenes, y por muy fuerte que sea Félix, Janey y yo lo podemos inhabilitar con una sola mirada.
-Entonces eres como un príncipe? – Preguntó girándose para verme - Tu creador es el rey y tú eres más poderoso que nadie…
-De alguna manera… No es que tenga un título ni nada, son sólo protocolos de rango, y yo soy un arma, no un estratega militar – Dije torciendo la boca. Odiaba discutir el tema porque esta era la parte que enloquecía a las chicas pensando en todo lo que podrían obtener de mí.
-No tenía idea de que eres tan importante… - Murmuró – Y qué pasa si no le gusto a tu creador?
-Eso es lo que te preocupa? – Pregunté extrañado.
-Qué más podría preocuparme? – Preguntó.
-No sé, ahora que sabes quién soy, no hay algo que quieras de mí? – Insistí.
-Quiero que me quieras… Quiero quererte… Quiero que me enseñes a usar mi poder para ayudarte a hacer de este un mundo mejor… Quiero poder ayudar a mi familia… Y quisiera conseguir un par de libros,  hace años que no leo nada nuevo. Eso es lo que quiero – Se encogió de hombros.
-Gracias a dios! – Suspiré aliviado abrazándola con todas mis fuerzas.
oooOooo
Era el cuarto día de soledad, y ese confinamiento nos había hecho la mar de bien. Habíamos hablado de todo, nos habíamos contado secretos y miedos, fortalezas y debilidades,  y ya no sabía cómo alguna vez viví en un mundo en el que no estaba ella y sus tímidas caricias, sus brillantes sonrisas y su particular sentido del humor.
Llevábamos horas besándonos recostados en el suelo, junto al fuego, y ya había volado mi sweater, mi camiseta, su sudadera y una de sus dos camisetas.
Sus manos se aferraban a mi espalda y yo anticipaba que en cualquier momento desgarraría mi piel con sus uñas, pero no estaba en mí detenerla, no cuando ambos estábamos tan compenetrados, tan ajenos a la realidad.
Mis manos levantaron de a poco su camiseta y descendí para besar su estómago mientras mis manos subían, subían, esperando encontrar una barrera que detuviera mi avance, pero no la encontré. Porque no la había. Nuevamente no usaba sujetador.
-Isabella, dónde está tu sujetador? – Pregunté contra sus costillas.
-Maleta – Jadeó.
-Y de qué sirven en la maleta? – Pregunté.
-De tanto como me sirven a mí, no es como si los pechos se me fueran a caer, y el elástico me molesta – Dijo con los dedos enredados en mi cabello, obviamente esperando que yo siguiera con lo que veníamos haciendo.
-Sirven para que otros hombres no vean cómo se traslucen tus pezones – Dije fijándome en cómo se marcaban erectos bajo el algodón de la camiseta.
-Hagamos lo siguiente: – Propuso – Cuando esté contigo el sujetador es opcional, y cuando estemos en público es obligatorio a menos que mi atuendo lo impida.
-Qué clase de atuendo te propones usar que no te permite usar un sujetador? – Pregunté cabreado ante la mera idea.
-No lo sé, puede ser un vestido sin espalda, por ejemplo… - Razonó.
-Éstos – Dije desgarrando su camiseta y descubriendo sus pechos – Son míos, para mi exclusivo entretenimiento  y diversión – Dije, y besé cada uno con toda mi atención centrada en sus más mínimas reacciones.
Las que no fueron muy sutiles… Isabella se arqueó y gimió, y yo me fui escalando por sobre su cuerpo decidido a dar un paso más hacia nuestra intimidad física.
Los días que vinieron fueron dedicados a explorarnos, empujando los límites cada vez un poco más, hasta que ambos estábamos hirviendo de deseo, y aun así nada sucedió hasta que ella explícitamente demandó que dejara de atormentarla y la cogiera de una vez.
Fue un proceso complicado debido a su virginidad y la increíble capacidad de regeneración de los vampiros, lo que significaba que corríamos el riesgo de que su himen volviera a crecer, pero una vez que superamos su vergüenza e incomodidad las cosas se fueron dando con mucha más naturalidad y fluidez.
No sé cómo describir lo que sucedió entre nosotros… De hecho creo que ni siquiera quiero hacerlo, porque los susurros y suspiros de mi mujer son sólo míos, creados sólo para mí. Solamente voy a decir que es cierto lo que dicen, nada se compara con hacer el amor a tu Pareja. El placer y la satisfacción no tienen igual, pero además el sexo nos unió a nivel espiritual, sellando el trato.
Para cuando emergimos ella se sentía más segura y yo más calmado, y así es como estábamos mientras esperábamos que Jane y los demás nos fueran a buscar.
Isabella estaba sentada en la vereda abrazada a mi pierna, mientras yo de pie jugaba con su cabello y vigilaba atentamente en busca de potenciales amenazas. Había pasado la hora de nuestro encuentro y yo comenzaba a preocuparme, cuando sentí el motor del auto.
Félix manejaba y Janey venía de copiloto. Y Heidi no se veía por ninguna parte.
-Alec – Se lanzó Jane sobre mí, y luego saludó a Isabella.
Félix nos saludó a ambos con un asentimiento.
-Y Heidi? – Pregunté.
Jane y Félix se miraron culpables. Si Jane hubiera podido sonrojarse lo habría hecho.
-Se fue – Dijo Jane.
-Adónde? Cómo que se fue? – Pregunté. Era una desertora? Una traidora?
-…confelix – Masculló rápidamente Jane. Tan rápido que no alcancé a entender nada.
-Qué? – Insistí.
-Me…ubrió…sándomeconfelix – Dijo Jane.
-Te descubrió besándote con Félix? – Dijo Isabella con una enorme sonrisa en los labios.
-Que qué? – Rugí – Qué es lo que le hiciste a mi hermana, Félix? – Grité enfrentándolo.
Isabella se puso al medio, pero no importaba. Mi poder lo afectaría de todos modos, paralizándolo para evitar que escape.
Solo que Félix no se paralizó, sino que se movió para pararse junto a mi hermana, haciéndola diminuta por contraste.
-Alec! – Exclamó Isabella – Deja de atacar al novio de tu hermana!
-Él no es su novio! Ese cerdo no es el novio de nadie! Ya viste como se acaba de deshacer de Heidi… - Me defendí.
-Eso es culpa mía – Dijo Jane muy satisfecha consigo misma – Le dije que si se volvía a acercar a mi hombre la voy a convertir en una mancha en el piso y que nadie la va a extrañar.
-Alguien me quiere explicar qué mierda está sucediendo? – Exigí.
-Tú sabes cómo me sentía hacia Félix – Dijo Jane – Y pasar todos estos días escuchándolo coger con Heidi era horrible, pero oírlo hablar con ella era incluso más doloroso, porque la chica es más tonta que un saco de ladrillos, y yo ya no lo podía seguir soportando. Me fui de nuestra base a cazar y luego fui a la Space Needle para estar sola un rato… Lo pensé seriamente y decidí que me largaría por un tiempo, o terminaría acriminándome con alguno de los dos o ambos.
Como no volví, Félix se preocupó por mí porque salí sin avisar y me rastreó.
Trató de acercarse a mí y yo furiosa casi lo dejo frito. Olía a ella por todos lados.
Le dije que me iba, que no soportaba a Heidi. Me dijo que qué pasaría con mi hermano, pero le respondí que Alec ya estaba en buenas manos y no me necesitaba…
-Y entonces me di cuenta de lo mucho que extrañaría a esta brujita – Dijo Félix sonriendo a Janey – Ella siempre estuvo ahí, pero el pensar en separarnos fue mucho más doloroso de lo que podía imaginar. Entonces pensé en lo que sentiría al deshacerme de Heidi y lo único que sentí fue una especie de alivio…
-Y qué, ahora están juntos en base a que este idiota tiene miedo de estar en el campo de batalla sin ti? – Rugí, aun tratando inútilmente de atacarlo con mi don. Maldita sea Isabella!
-No todos tenemos la suerte de encontrar a nuestra Pareja, hermano – Dijo Jane fríamente – De entre todas las personas creí que al menos tú te alegrarías por mí.
Félix tomó su diminuta mano entre la suya. Era ridículo, toda la situación era ridícula.
-Sé que vengo recién llegando al grupo, pero felicidades, estoy muy contenta por ambos – Dijo Isabella, quitándome cualquier dejo de autoridad.
Jane le sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos. Estaba profundamente herida por mi rechazo a su relación. 
-Alec, no me hagas elegir- Imploró Jane.
-Elegirías a este mujeriego por sobre tu única familia? – Pregunté – Te va a dejar en un mes Janey! Mierda! En qué estás pensando?
-En que si me deja en un mes va a ser un buen mes para atesorar! - Gritó – Tú no entiendes, nunca entendiste porque los demás no te temen tanto como a mí. La gente me aísla mucho más, ni siquiera quieren estar conmigo por interés como es contigo, así es que no te me pongas moralista ahora hermano, tú nunca estuviste tan solo como yo… Ni tampoco te habías enamorado hasta que conociste a Bella, en cambio yo llevo años esperando que este idiota mirara en mi dirección! – Dijo dando un golpe a Félix en el brazo.
-Y yo la quiero – Dijo Félix – Puede parecer repentino, pero uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde... La verdad es que siempre me pareció bonita y tremendamente graciosa, y si no hice una movida en su dirección hace mucho tiempo es por su rango en La Corte, no porque ella me diera miedo o porque me fuera indiferente. La quiero Alec, y espero que no nos pongas problemas para seguir juntos, o de lo contrario vamos a tener que separarnos de ustedes y trabajar nosotros desde Canadá al sur y ustedes desde Florida hacia el norte.
-No me vengas a decir lo que tengo que hacer! – Exclamé – Y qué pasó con Heidi?
-Jane se ofreció a darle las buenas noticias – Dijo Félix tratando de tragarse una sonrisa orgullosa.
-Le dije que sus vacaciones acabaron y que había sido trasladada a Sudamérica con efecto inmediato – Dijo mi hermana. Isabella se rió.
-Es gracioso, hasta tú debes reconocerlo – Se defendió al ver mi mirada reprobatoria.
-Esta no es nuestra última conversación – Le dije a Félix. Esperaba poder agarrarlo lejos de Isabella y su don.
-No puedo esperar – Respondió sonriendo. Jane sonrió más entusiasta que nunca y sus ojos simplemente brillaban de felicidad.
Lo haría por ella… Aunque fuera un mes… Uno solo… Ella se lo merecía.
Y cuando el hijo de perra le rompiera el corazón sería mi placer destruirlo.
-Está bien – Dije – Si van a estar juntos va a ser donde mis ojos los vean, así es que nada de separarnos. Janey se queda conmigo – Dije cabreado de tener que ceder.
-Yay! – Aplaudió Isabella – Bienvenido a la familia! – Y le plantó un abrazo al hijo de perra.
-Ven aquí Janey – Le dije abriendo los brazos – Te quiero, lo sabes, verdad?
-Y yo a ti hermano… Gracias… - Respondió.
-Gracias por qué? – Pregunté.
-Por no atacarlo con tu poder para desmembrarlo – Se encogió de hombros – Habría odiado darte una descarga.
-Agradece a Isabella, ella es la que lo envolvió en su escudo – Le dije – Créeme que traté.
-No puedo creer que por fin sucedió – Dijo Jane suspirando.
-Qué? Qué es lo que sucedió? – Pregunté.
-Ambos obtuvimos lo que deseábamos. No importa si lo mío con este gorila dura una semana, lo importante es que fue mío, y esto es mi final feliz – Dijo.
-Esto no es el final de nada, nuestra misión apenas comienza - Rebatí.
-Cierto, pero nuestras historias, tuya y mía están en el punto del final feliz de los cuentos. En alguna parte hay que cortarlos, y es cuando los protagonistas parten juntos hacia el horizonte, de lo contrario llegarían al punto en el que el final feliz ya no es tal. Nadie quiere ver años después a la princesa malhumorada y desgreñada o al príncipe barrigón – Explicó – El final feliz siempre ocurre antes de la triste realidad.
-Bueno, tú eres la experta en cuentos de hadas – Encogí los hombros.
-Ves? Yo te dije, eres el príncipe! – Dijo Isabella – Y Jane la Princesa, y Félix el guerrero, y yo… - Frunció el ceño.
-Tú fuiste la damisela en apuros y te transformaste en protectora más fuerte del mundo – Dije atrayéndola a mi cuerpo.
-Entonces hay que decirlo? – Preguntó Isabella a Jane.
-Y vivieron… – Dijo Jane saltando a los brazos del gigante de su novio, que la atrapó con toda naturalidad. De sólo imaginarlos juntos… Agh! Escalofríos.
-Felices… – Dijo Isabella.
-Para siempre! – Dijo Jane.
Félix y yo nos miramos y rodamos los ojos.
-Fin – Dijimos al unísono.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&Fin&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Luego sólo falta el epílogo, para terminar de cerrar esta historia, pero esto es el fin oficial. Espero les haya gustado y no dejen pasar esta oportunidad de hacerme saber sus opiniones.
Abrazos.




  




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