martes, 20 de diciembre de 2016

El hijo de La Pincoya 1

Les presento mi primer intento de construir una historia propia. Quiero explorar muchos temas, desde la dinámica de las elites de la sociedad, hasta la distorsión de la realidad producida por las enfermedades mentales, todo sin perder de vista que esta es, al fin y al cabo, una historia de amor.
Ya veremos, capítulo a capítulo, si lo estoy logrando. 
Abrazos
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El hijo de la Pincoya
Capítulo 1
I hate racist blokes, telling tasteless jokes
And explaining where people belong
I hate ignorant folks, who pay money to see gigs
And talk through every fucking song
I hate people in night clubs, snorting coke
And explaining where you’re going wrong
Well if you agree, then come hating with me
And feel free to sing along.
I Hate / Passenger

Ema
…Si me lo preguntaran me sería difícil señalar un principio…
La vida fluye, rara vez hay cortes radicales, y mucho menos para alguien tan joven como yo.
Aun así, si tuviera que pensar en un comienzo, éste no sería cuando se conocieron mis padres o cuando mi mamá quedó embarazada de mí.
Ni siquiera fue cuando mi papá se largó con otra o cuando mi mamá se enfermó.
No.
El momento clave fue cuando arbitrariamente, ellos decidieron mandarme lejos de casa.  
oooOooo
-Ema, terminaste la maleta? – Me preguntó mi papá por tercera  vez. Me vi tentada a seguir ignorándolo como venía haciendo desde hacía días, pero al final decidí prestarle atención por unos instantes, el tiempo justo para dirigirle la mirada más cargada de odio y resentimiento que me fue posible.
Él se encogió visiblemente en el asiento frente a mí, tomó el diario en la sección de economía y negocios y fingió leer, aunque sus ojos miraban fijamente el papel, sin mover las pupilas.

Cobarde.
Asqueroso, patético cobarde.
Su egoísmo había destruido a mi mamá, pero conmigo ya no se atrevería a meterse.
Me levanté de la mesa con la frente en alto y la mandíbula apretada tratando de verme digna e indiferente, y vacié el resto de la leche y los cereales en el compostero que instaló mi mamá en uno de sus días buenos.
Era triste y dulce pensar en ella siempre tan hippie, tratando de salvar el planeta convirtiendo nuestra basura en un abono orgánico que nadie tenía en qué utilizar.
El plato y la cuchara los enjuagué con movimientos bruscos y mucho ruido innecesario, y salí a paso rápido, casi corriendo, de la cocina.
No quería que él me viera llorar.
Y últimamente eso era todo lo yo que quería hacer.
Pero no me lo permitía.
Debía ser fuerte para mi mamá y no podía demostrar grietas en mi armadura frente a mi papá.
Eso me dejaba con una constante sensación de ser una bomba de tiempo a punto de estallar, lo que en cierto modo, era verdad…
A veces sí estallaba.
A veces no aguantaba más y lloraba y gritaba contra mi almohada, temblaba como una hoja, vomitaba e incluso me realizaba cortes pequeños pero profundos en distintas partes del cuerpo, cuidando que no hubiera un patrón definido y que no se vieran como heridas auto infligidas.
Pero había un detalle: El hacerme daño a mí misma no era el típico pedido de ayuda que realizan otros adolescentes… No era la atención lo que yo necesitaba… Al revés, creo que lo mejor que me podría haber pasado en esos momentos habría sido desaparecer, deshacerme en la nada, olvidarme de todo y que se olvidaran de mí.
Lo que yo buscaba era un poco de alivio, una sensación real, carnal, tangible, que me distrajera del terrible caos en mi interior. El dolor físico me anclaba y me daba la perspectiva necesaria para regresar a mí y seguir siendo fuerte para mi mamá.
Lamentablemente, de algún modo ellos se enteraron… Ellos lo sabían… No todo, claro, pero  lo suficiente para arrastrarme a un maldito psiquiatra una vez a la semana, quien me miraba como esperando que a fuerza de ponerme nerviosa me haría escupir mis secretos.
Iluso…
Era la el dinero más mal invertido del mundo.
Llegué hasta la base de la escalera caminando fría como la reina de hielo, pero al llegar al primer escalón, las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. No eran una o dos, eran un flujo constante que mojó el pecho de mi camiseta.
Cuando yo lloraba, rara vez era por pena, que es lo que la mayoría de la gente esperaba que yo sintiera en mi situación. Pero no, las mías eran lágrimas amargas, nacidas de la rabia que me causaba la traición. No era justo que intentaran deshacerse de mí ahora que mi mamá más me necesitaba! El idiota de mi padre era un maldito irresponsable muy capaz de dejar sola a mamá para ir a echarse un polvo con una enfermera en el cuarto de las escobas en vez de cuidar de su mujer como ella lo merece.
Pasé muy despacio por fuera de la habitación de mamá. Estaba en silencio, así es que con suerte se encontraría descansando.
Lo necesitaba, cada día estaba más pálida y sus ojeras estaban más pronunciadas.
Llegué al final del pasillo donde estaba mi dormitorio, con pisos de parqué vitrificado, enorme y bien iluminado, y con un pequeño balcón que daba hacia el jardín trasero.
En las paredes, había apenas unos cuantos centímetros libres que mostraban un muro de color violeta y cornisas blancas, y el resto estaba cubierto por miles de recortes de revistas, citas famosas, fotos de personajes célebres y mis amigos del colegio, autoadhesivos, instrucciones de marcaje de las líneas para doblar de piezas de origami, reproducciones del tamaño de una postal de mis piezas de arte favoritas, lugares que quiero visitar algún día, bandas musicales que quiero ver en vivo, un par de medallas de campeonatos de hockey en césped en los que he participado, y sobre la cama, en el lugar de honor, un gran cuadro pintado por mi madre, por mucho, mi favorito: Un colorido batik en seda que representaba a las figuras de la mitología chilena en un panteón alegre, caótico y desordenado, que no respetaba culturas territoriales, fechas históricas, ni zonas geográficas.
Así, se ve por ejemplo a la Lola nortina mirando con desdén al Trauco chilote mientras éste trata de agasajarla (o quizás distraerla antes de violarla, esa parte nunca me la explicó mi mamá). A sus pies está el Culebrón, y una Calchona vuela en el cielo a lomos de un Alicanto… Son más de 30 personajes en distintos planos, y a veces cuando era más pequeña mi mamá y yo jugábamos a inventar historias sobre cada uno de ellos.
Miré desalentada a mi alrededor. Mi rebeldía autoimpuesta me pasaba la cuenta, y sólo por llevarle la contra a papá no había recogido mi ropa en más de una semana. Estaba todo desarreglado, como si una granada de adolescencia hubiera estallado, y ni siquiera estaba segura de tener suficiente ropa limpia para mi estadía fuera de casa.
Saqué de debajo de mi cama un bolso deportivo grande, y comencé a echar ropa en él sin preocuparme de armar tenidas sino más bien de que las prendas elegidas no apestaran, después de todo hay que considerar que era pleno verano y que en Viña del Mar hace muchísimo calor.
Filtré ropa interior y calcetines sucios, una camiseta manchada con salsa de tomates, y otra con leche con chocolate que expulsé por la nariz de una carcajada mal contenida que me vino mirando un especial de comedia de Louis CK.
El bolso me quedó súper apretado pero entró todo lo que necesitaba, incluyendo mis zapatos y artículos de aseo.
Mis zapatos más aparatosos me los llevé puestos, ya que por ningún motivo abandonaría mis botas Doc Marten de cuero negro y rosas rojas bordadas a los costados. Mirando hacia afuera tuve que reconocer que hacía calor para botas, aún si me las amarraba solamente hasta la mitad, así es que me calcé unos muy cortos shorts de mezclilla para compensar, me puse una camiseta sin mangas de color negro, y me amarré una camiseta de mangas largas a las caderas, sólo por si en la noche refrescaba.
Me miré al espejo, y sonreí: Mi papá odiaría mi atuendo.
Perfecto.
Me aseguré de que no se notara que había llorado, me puse más delineador, y guardé mi cosmetiquero en mi mochila del colegio junto a las demás cosas que necesitaría mantener a mano: Mi billetera, mi celular, cargador, tres gruesos libros, y mi Tablet.
Salí de mi pieza con el bolso y la mochila a cuestas, y parece que mi papá me estaba haciendo guardia en el pasillo, porque de inmediato apareció demandando que le entregara mi bolso para “ayudarme”.
-Gracias – Dije secamente asegurándomelo en el hombro mientras caminaba sin detenerme – Puedo sola.
-Emaaaa – Dijo él como desilusionado – Ya hemos hablado de esto, si tú no te abres…
Mierda!
Puaj!
Lo odio, lo odio, lo odio…
-Durante dos años fui perfectamente capaz de acarrear mis bultos y los de mi mamá yo sola – Le dije – Soy fuerte, no soy una doncella en apuros – Afirmé, y antes de que pudiera responderme, solté ambos bultos, que cayeron con un estrepitoso golpe contra el piso de madera, para poder entreabrir delicadamente la puerta de la pieza de mi mamá, (que de haber estado dormida habría despertado con el alboroto). Ups!
-Pasa – Dijo ella con una voz muy suave. Si no me hubiera estado esforzando en escuchar tal vez la habría pasado por alto.
-Hola mamy… - Dije bajando la guardia de inmediato, mientras me arrodillaba a su lado. Tomé su fría mano entre las mías y besé sus nudillos – Estás helada, quieres que te traiga algo? Te enciendo el calienta-cama?
-No, no, nada – Negó con la cabeza – Te ves linda Emy, te ves tan mayor… Apuesto a que tu papá lo detesta – Sonrió un poco. Me encogí de hombros. Esa era la idea. Era increíble la cantidad de cosas que hacía en mi vida cotidiana sólo para cabrear a ese hijo de puta - Puedes abrir un poco la cortina? Está muy oscura esta pieza y quiero ver bien tu carita antes de que partas...
Obedecí y descorrí las cortinas.
-Abro la ventana? – Pregunté. El aire se sentía viciado. Olía a medicamentos y a muerte.
Olía a muerte
Asintió.
-Acércate – Me dijo estirando los brazos.
Me senté a su lado.
-Ay Ema, estás tan grande… - Suspiró – Me cuesta creer que todavía seas mi Pitufina…
-Sólo me crecieron las piernas – Aclaré con un mohín ante el apodo – El resto de mí es del mismo porte que cuando tenía 10 años.
-Así crecen los adolescentes, tienes suerte que no te crecieron primero las orejas o la nariz como a tu primo Sebastián… Por dios que niñito más mal hecho! – Sonrió.
Solté una carcajada. Mi mamá se burlaba de Sebastián sólo para aligerar el ambiente, ya que no era propio de su carácter el reírse de los defectos de los demás… Esa cualidad era más bien mía.
-Igual parezco un zancudo – Dije arrugando la frente – Me habría gustado ser chiquita y adorable como tú. Si sigo creciendo nunca me voy a conseguir un novio, todos van a ser demasiado bajos para mí.
-El pasto del vecino siempre es más verde – Dijo ella rodando los ojos – Algún día vas a apreciar ese cuerpo de zancudo como lo llamas. Ahora quiero que me prometas que te vas a portar bien.
-Mamaaaá – Me quejé.
-Prométemelo – Exigió sorprendentemente enérgica.
-Qué implica “Portarme bien”? – Pregunté.
-No meterte en más problemas de los estrictamente necesarios – Respondió simplemente.
-Lo prometo – Dije, pensando que esa definición era bastante laxa.
-Y promete que vas a ser educada y cariñosa con tus tíos y no vas a ser demasiado pesada con tus primos – Agregó.
-Voy a ser educada, por ti, pero cariñosa? Con esa vieja de mierda que es la tía Andreína? – Me quejé.
-Ema por dios! Es la tía de tu papá! – Exclamó entre risueña y escandalizada.
-Me importa un huevo, es una vieja habladora y mal intencionada, lo que más puedo prometer es que me voy a mantener lejos de ella y que no la voy a provocar, pero si ella me busca… - Amenacé.
-Emy, por favor, no causes problemas – Me rogó tomando mi mano y apretando – Recuerda que eres una invitada… Este es tu reencuentro con esa otra mitad de tu vida…
-Tranquila – Le dije ordenando un poco su cama con la mano libre, para que no viera que estaba a punto de quebrarme otra vez – Cuándo te he fallado?
-Nunca – Dijo suspirando, aparentemente agotada con la conversación – Tú siempre has sido fuerte para mí.
-Y no voy a empezar a decepcionarte ahora – Le aseguré.
-Gracias por aceptar este viaje – Dijo casi en un murmullo – Sé que es un sacrificio el no estar en tu propia casa ni poder ver a tus amigas, pero creo que puede ser bueno para todos el que no estés aquí cuando… - Se aclaró la garganta - …Y que te reencuentres con tu familia, hace mucho que no ves a tus tíos y tus primos! – Fingió entusiasmo.
-Lo hago por ti, no porque me interese ver a ninguno de ellos salvo a Marcos, que es el único ser humano decente en ese nido de víboras… Seguro es adoptado – Dije.
-Es tu padrino, obviamente es más cercano a ti que los demás, pero eso no quiere decir… – Dijo mamá firmemente, interrumpiéndome.
-…Lo que no significa nada, porque la tía Sara es mi madrina y al primer signo de conflictos nunca más supimos de ella – Rebatí.
-Fue una situación tan difícil… - Comenzó mamá a justificar.
-Como sea, tú no te preocupes. Voy a salir del camino para que puedas tratarte sin tener que preocuparte por mí, pero cuando vuelva te quiero ver sana y fuerte, y tal vez hasta podamos salir unos días de vacaciones juntas. Después de tanto sur me gustaría ir al norte, qué te parece ir a tomar pisco sour al Valle del Elqui?
-Bueno, tal vez si tu papá… - Dijo ella.
-No! – La interrumpí – Cuando digo juntas, hablo de ti y de mí, solas – Aclaré.
-Emy… - Suspiró – Si solamente le dieras una oportunidad…
-Mamá, no tenemos tiempo para volver a discutir esto, pero no me vas a convencer, lo siento. Acepto que viva en esta casa porque es tu marido, pero para mí él dejó de ser mi padre el día que salió por la puerta maleta en mano – Dije – Dame un beso – Dije abrazándola y besándola tan fuerte como resistió. Mierda!  Por qué estaba tan delgada? Y sus huesitos… Era como si fuera un delicado pajarito.
-Te quiero mucho Emy, cuídate y pórtate bien. No seas pesada ni sarcástica con tus mayores, come bien y usa zapatos – Me dijo al oído.
-Chao mamy, te quiero – Susurré porque mi garganta estaba apretada y las lágrimas sin derramar quemaban mis ojos.
Me giré y salí violentamente de la habitación.
Apreté los ojos fuertemente, cayeron las lágrimas que tenían que caer, y mirándome en el reflejo del vidrio de un cuadro y usando un trozo de papel higiénico que traía en el bolsillo, me aseguré de que el delineado de mis ojos se mantuviera impecable.
Mis bolsos no estaban en el pasillo.
Pero por la cresta el gueón porfiado!
Me dirigí a la puerta de entrada, donde ya se encontraba mi tía Sara conversando con mi papá, y a su lado, mi prima Titi (María Cristina).
Titi es un año menor que yo, tenía en ese entonces 16 años recién cumplidos, y por alguna razón que no comprendo, desde que éramos bebés ella ha estado convencida de que yo soy lo más cool que existe en el planeta. Siempre se reía de todo lo que yo decía, estaba de acuerdo con todas mis opiniones por estúpidas que fueran, y se embarcaba en todas las travesuras que yo propusiera, sin importar qué tan mala idea fueran en realidad. A veces me daban gana de impulsarla a hacer algo realmente peligroso para ver hasta dónde llegaría por mi aprobación, pero francamente creo que habría terminado con algún hueso roto o desnucada, y ni yo soy tan maquiavélica.
Pensándolo bien, no es que yo tuviera nada fuera de lo común, sino más bien era que ella veía en mí a una especie de líder, alguien diferente a sus compañeras de colegio, un grupo de clones rubios, niños y niñas mimados con apellidos con 2 “R” que estudiaban en el colegio más caro de Chile.
Todos mis primos pasaron por ahí, y si a mí no me sometieron a ese infierno es porque yo vivía en otra ciudad. Igual mi colegio era lo mejor que existía en la región, era católico (obviamente), admitía sólo a familias conocidas y seleccionadas, sólo a niños bautizados, nada de padres separados, si una chica quedaba embarazada la expulsaban de la manera más humillante posible, y en clases de sexualidad se nos enseñaban sólo  la abstinencia y el método del calendario como métodos anticonceptivos. Nunca se mencionó la palabra “condón” y creo que las monjas no hubieran reconocido uno si les daba en la nariz…
En fin, si bien yo estaba inserta en un entorno elitista y privilegiado, mi prima era parte de la realeza nacional, lo que hace estúpida su fascinación conmigo en vista de que hasta sus genes son superiores a los míos; la familia de mi mamá es cuando mucho de clase media, ella es la primera profesional de su familia, y obviamente toda la parentela de mi papá se opuso a su unión.
Si, Titi tenía sangre azul, y se le notaba en los rasgos europeos, su piel de porcelana, y la larguísima melena rubia natural que le llegaba hasta la cintura. Compartíamos los mismos enormes ojos azules, rasgo dominante de la familia de mi papá, pero mi piel se veía como permanentemente  bronceada y mi pelo era castaño oscuro, casi negro, y estaba lleno de risos ensortijados y caóticos que sólo podía manejar con montones de crema para peinar. Esta característica provenía de los genes plebeyos de mi mamá.
-Emy! – Se colgó de mi cuello Titi, que medía unos buenos 15 cm. menos que yo – Te eché tanto de menos!
La recibí rígida. No la empujé sólo porque mi autocontrol trabajaba a toda máquina. Lo que de verdad quería hacer era empujarla hasta estrellarla en el muro y gritarle que no se atreviera a tocarme sin mi permiso.
-Hola Titi – Dije con poco entusiasmo.
-Ema, estás hecha toda una mujercita! – Dijo mi tía Sara, sin mucha calidez. Hubo un tiempo en que la quería… Pero ahora? Que se pudra.
-Hola… - Dije sin acercarme. No la quería besar y mi papá se dio cuenta, así es que rápidamente cambió el tema.
-Aquí van los remedios de Ema – Dijo dándole una bolsita de lona que sonó como un cascabel – Cada pastillero es una semana. Los blancos son para la mañana, los azules para la noche. Ella maneja sus dosis semanales, y le tienes que dar nuevos pastilleros los domingos en la noche para que empiece los lunes. Ella sabe la rutina…
Odiaba que hablaran de mí como si no estuviera presente!
-Por qué no le das todos los remedios directamente a Ema si ella sabe cuáles tomar? – Preguntó Titi inocentemente.
-Porque me los puedo tomar todos juntos para suicidarme y morir de una sobredosis – Respondí, medio en serio, medio en broma. Era verdad que por eso el médico había aconsejado que no los manejara yo, pero también es cierto que yo ya había investigado en internet lo suficiente como para saber que ni los remedios de 4 semanas combinados serían suficientes para matarme, y yo cometería estupideces que me quitaran aún más libertades: No me suicidaría a medias: O me mato o no me mato. Despreciaba con toda el alma los llamados de atención, a esa gente que se toma un puñado de aspirinas y se pone a llamar a todo el mundo avisándoles que se va a morir. Eso es extorsión, no suicidio, y nos desprestigian a todos los que realmente tomamos la muerte en serio.
Como sea, no me iba a suicidar con mis remedios, pero mi papá no me creía ni lo que rezo (no es que rece mucho tampoco, a pesar de estudiar toda la vida en el dichoso colegio de monjas).
Titi se cubrió la boca con ambas manos, espantada, y mi papá me miró con cara de “cállate antes de que lo arruines todo y te dejen aquí”. Mi tía Sara nos ignoró a todos y se limitó a mirar que estuvieran en la bolsa la cantidad de pastilleros necesarios y preguntó
-Cuando empezamos?
-El lunes – Dijo mi papá – A Ema le quedan en su poder remedios para todo el fin de semana.
-Perfecto – Dijo ella – Niñas, nos vamos?
Asentí e hice una poco entusiasta seña con la mano a mi papá, que se quedó parado como esperando un abrazo.
Já! Sigue soñando!
-Por qué tomas tantos remedios? – Preguntó Titi en voz baja, acercándose con precaución, como si la fuera a morder.
-Porque estoy loca – Respondí encogiendo los hombros.
-Emaaa… - Se quejó.
-Qué quieres que te diga? Es cierto! Tú crees que le dan todo eso a la gente normal?
-Tú eres normal – Afirmó.
-No, la verdad es que no lo soy – Dije soplando un molesto riso que caía sobre mis ojos.
-Yo te conozco, y… - Dijo ella.
-Me conocías, Titi – Aclaré – Cuando todavía éramos primas.
Me subí al monstruoso jeep de mi tía, donde estaban instaladas las gemelas de 3 años María Jesús y María Teresa. Que idiotez que todas las mujeres de esa familia se llamaran María! Cuando les llegue una carta o una cuenta a la casa no van a saber para quién es.
Las gemelas eran preciosas “mini Titis”, rubias, angelicales y vestidas como unas malditas princesitas Disney en rosa y azul, cada una con una tiara dorada. Bien por la liberación femenina! Para qué ser autovalente cuando pueden esperar a que venga un príncipe y les solucione la vida?
Cuando entramos al jeep ni nos miraron. Estaban conectadas a un DVD portátil instalado en la cabecera del asiento del frente mirando a Pepa Pig y no sabían del mundo. No me importó, ya que difícilmente me recordarían, porque la última vez que las vi tenían 1 año.
-Obvio que eres mi prima! De qué estás hablando? - Siguió jodiendo Titi, hablando en voz baja para que no escuchara su mamá.
-Sí? Y me quieres decir dónde estuviste todo este tiempo? Me llamaste cuando mi mamá y yo nos quedamos solas? Me llamaste cuando mi mamá se enfermó? – Pregunté mirándola con rabia. Ella era mi prima más cercana entre más de 10, pero cuando vinieron los problemas, Titi desapareció como todos los demás.
-Emy… - Murmuró con los ojos brillantes – Tú no entiendes, no sabíamos qué hacer, tu papá es mi tío, por mucho que queramos a tu mamá teníamos que apoyarlo a él, no podíamos darle la espalda y dividir a la familia… Al menos eso es lo que decidieron los adultos… Los escuché discutir muchas veces, y al final quedaron en que aunque mi tío sea un tarado y quisieran mucho a tu mamá, él es su sangre y no lo pueden expulsar de la familia por enamorarse de otra… Perdón – Dijo angustiada.
-Exacto – Respondí dolida, pero sabiendo que lo que ella decía era verdad – Y yo tengo que proteger a mi mamá. Ella es mi sangre.
Me volví a la ventana y no le hablé más. Ella se removió inquieta y creo que abrió la boca para tratar de hablarme un par de veces, así es que saqué mi Tablet y le puse los audífonos. Busqué entre mis listas de reproducción y puse una selección de salsa y bachata, no porque me guste particularmente, sino porque el ruido alegre y escandaloso me aislaba completamente del auto y la gente que viajaba conmigo.
El viaje ese primer día fue relajado y silencioso. Paramos varias veces en estaciones de servicio para comer, estirar las piernas, e ir al baño, y llegamos a Chillán a media tarde, y nos dirigimos al hotel que había reservado mi tía.
En una habitación se quedó ella con las niñas y en la otra Titi y yo.
Maldije mi mala suerte, no quería hablar con ella, y menos con total privacidad.
Justamente a quienes más amaba antes del desastre es a quienes menos deseaba ver ahora.
Arreglé mis cosas más cuidadosamente de lo necesario, me puse un pantalón de pijama y una camiseta extra grande y me senté en la cama con la espalda apoyada en el respaldo y mi mochila entre las piernas.
-Qué vas a hacer? – Preguntó mi prima, sin querer entender la indirecta del “no molestar” que implicaban mis acciones.
-Voy a leer – Dije sacando un viejo y maltrecho volumen de “Rimas y Leyendas” de Gustavo Adolfo Becquer.
-Agh, todavía sigues leyendo tanto? – Me preguntó arrugando la nariz, con el mismo tono que si me preguntara si aún me pico la nariz.
-Quizás más – Respondí sin mirarla, hojeando mi libro con reverencia.
-Pero entonces para qué acarreas libros de papel? En una Tablet como la tuya caben como un millón! – Exclamó.
-Si sé, y leo en la Tablet los libros desechables, pero los importantes me gusta tenerlos en papel – Dije acariciando la encuadernación de cuero - Me gusta el olor y el peso, y me gusta especialmente cuando son ediciones ilustradas como esta – Dije mostrándole un elaborado diseño decorativo.
-De qué se trata ese libro? – Preguntó asomándose.
-De amor y de fantasmas – Dije aguantándome las ganas de tirarle el libro por la cabeza.
-Historias de amor? – Insistió, decidida a mantener una conversación.
-Poemas de amor – Corregí yo.
-Me lees uno? – Preguntó instalándose en mi cama, de piernas cruzadas frente a mí.
-No – Respondí.
-Emyyyyyy – Se quejó y saltó en su lugar, sacudiendo el colchón.
-Si te leo una rima corta vas a dejar de joderme? – Pregunté.
-Puedo tratar… - Dijo vagamente.
-Bueno, aquí va:
“RIMA XXI
—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!”
-Aaaaaw! – Dijo ladeando la cabeza y abrazándose a sí misma – Es un poema para nosotras!
-Quizás – Admití tratando de contener una sonrisa. La maldita enana era adorable y debía esforzarme en seguir odiándola - Parece que a Becquer le gustaban las mujeres de ojos azules, hay varios poemas como ese.
Titi sonrió un segundo ante mi respuesta y de inmediato sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Emy, por favor no estés enojada conmigo – Me dijo tomando mi pantorrilla – No sabes lo mucho que te eché de menos, eres mi mejor amiga, pero tú sabes cómo es mi mamá, tú sabes que yo no me mando sola…
-Tú no tienes idea de todas las cosas que he pasado – Le dije tratando de contener mis propias lágrimas – Cuando mi papá se fue con la perra esa, mi mamá quedó en un estado… No sé, era como si no hubiera nadie en casa, ella comía apenas, pintaba apenas y mal, empezaron a llegar las cuentas y mi papá no estaba y mi mamá no producía nada… Sabías que estuve condicional en el colegio por no pagar la mensualidad y que me pusieron en una lista de deudores morosos que todo el mundo podía ver? Sabías que estuve a punto de quedarme sin colegio porque tu tío decidió que lo más importante era tirarse a esa puta en Cancún antes que responderle a su familia…?
-Ay Emy, no tenía idea! – Dijo llevándose las manos a la cara.
-Por supuesto que no, cómo podrías haberte enterado? – Dije amargamente.
-Cómo lo hicieron? – Preguntó – Cómo te las arreglaste?
-Traté de buscar un trabajo, algo para darnos vuelta, para ayudar en la casa, porque no teníamos ni para pagarle al cartero, pero yo era muy joven y nadie me tomó en serio, menos en un barrio arribista como en el que vivo. Las niñas decentes no trabajan… Así es que no conseguí nada. Al final las amigas de mi mamá le hicieron una especie de intervención, lograron sacudirla un poco para que reaccionara y se diera cuenta de nuestra situación, y le prestaron algo de plata para volver a empezar. No era mucho, pero al menos alcanzaba para comprar comida hasta que mi mamá comenzara a trabajar otra vez.
-Y tu papá? No las ayudó? – Preguntó.
-No – Dije simplemente.
-Y no lo demandaron? Cuando volvió de México, digo… Era tu derecho, la pensión alimenticia… Debió haberles dado mucha plata!
-Mi mamá no lo habría hecho, no soportaba ni que se le mencionara en su presencia, y yo no quería nada de él – Le dije – Y mucho menos si era obtenido a la fuerza.
-Pero ustedes dos eran tan cercanos cuando éramos niñas… Me daban celos porque mi papá y yo nunca lo pasábamos tan bien como ustedes…
-Tuvimos buenos momentos… Hasta que se le atravesó un buen par de tetas, y ahí a la mierda el matrimonio, la hija, la casa, la vida, todo.
-Y qué pasó con lodemás? El colegio, la casa… - Preguntó Titi.
-Quién crees? – Pregunté.
-No sé… - Dijo ella frunciendo el ceño.
-Marcos – Dije – Comencé a recibir depósitos todos los meses hasta el día en que el hijo de puta de mi papá regresó. Y después de eso, siguió depositando una cierta cantidad mucho menor, sólo para mí, para que no le tuviera que pedir nada a nadie.
-Tu padrino es el mejor, mira que desafiar a la familia y traicionar a su hermano… - Dijo Titi.
-Tú en cambio quedaste de ahijada de mi padre… Lo siento por ti… - Dije honestamente - Apuesto que no te ha saludado para un cumpleaños desde que cumpliste 8 años – Dije resoplando.
-Emmmm… No exactamente… - Dijo ella mordiéndose el labio tan fuerte que pensé que se arrancaría un pedazo.
-Qué? – Pregunté sin paciencia.
-Emy, tu papá nunca se ha olvidado de nada, desde la navidad hasta mi cumpleaños e incluso mi graduación de la Enseñanza Básica… Nunca olvidó una fecha…
No la quise escuchar más. Sabía que no era su culpa pero si la seguía escuchando terminaría por darle un puñetazo y destrozaría su perfecta nariz.
Me puse de pie y me fui al baño, donde me encerré dando un portazo, furiosa.
Las lágrimas nuevamente comenzaron a caer, esta vez copiosamente, y el familiar dolor de un ataque de pánico se centró en mi pecho.
Me hice una bolita en el suelo y sollocé espásticamente mientras luchaba por respirar. Mi garganta se cerraba lentamente y los oídos me retumbaban.
Dolía… Dolía… Dolía…
Me abracé a mi misma y sentí la piel desnuda de mi costado y estómago, y sin pensarlo me rasguñé lo más profundamente posible. Mis uñas eran cortas y no me hice mucho daño, pero sé derramé un poco de sangre, y en eso me concentré.
Sangre, sangre, sangre…
Concéntrate!
Dolor físico que me distraiga de la carga emocional.
La presión continuaba creciendo.
Me pellizqué con todas mis fuerzas el muslo, y el dolor físico me espabiló un poco.
Golpes en la puerta.
Titi… Llorando… Pidiéndome perdón…
Respira… Respira… Respira…
Dios! Por qué mierda no puedo dejar de llorar?
Al menos eso significa que aún respiro…
No sé si fue la falta de oxígeno o la hiperventilación, pero lo siguiente que supe es que desperté desorientada y sobresaltada. Me había quedado dormida en el piso, con la toalla de mano como almohada.
La toalla blanca estaba manchada de lado a lado con restos de mi delineador.
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Este es el primer boceto. A pesar de que se mueve más lentamente que un fic porque debo presentar a los personajes en más detalle, creo que es interesante explorar lo que vive Ema, las cargas que asume, la rabia que muestra y el dolor que esconde.
Ustedes dirán.







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