miércoles, 11 de mayo de 2016

El Tiempo En Una Botella 1

Mensaje telegráfico: Nuevo fic. James/Bella. No me pude resistir. Lo siento. Debo terminar “En Silencio” antes de Julio. No se preocupen. Espero que les interese esta idea. No dejen de contarme qué les pareció. Se les quiere. Stop.
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“El Tiempo En Una Botella”
Capítulo 1
If I could save time in a bottle
The first thing that I
'd like to do
Is to save every day till eternity passes away
Just to spend them with you
If I could make days last forever
If words could make wishes come true
I'd save every day like a treasure and then
Again, I would spend them with you
Time in a Bottle / Jim Croce

Bella POV
Si debiera marcar con el dedo el principio del fin, sin duda señalaría que todo empeoró después de los acontecimientos sucedidos en Phoenix, ya que después de regresar a Forks nada volvió a ser  igual entre Edward y yo.
Nuestra naciente relación tenía sólo un día de vida cuando aquellos tres nómades nos enfrentaron, y yo me vi forzada a escapar con Alice y Jasper (a quien yo apenas conocía y quien evidentemente batallaba con la terrible sed que yo le provocaba), mientras los demás Cullens trataban de acabar con la amenaza.

Nunca entendí ni nadie me explicó realmente el por qué Edward no se fue conmigo en lugar de dejar que Jasper, que según he escuchado es un experimentado soldado, se hiciera cargo del asunto.
A mí me parecía que las tareas no estaban bien distribuidas, ya que quién podría llegar a imaginar a la dulce Esme enfrentándose con El Cazador o con la salvaje que era su pareja?
Pero yo era la chica nueva, peor aún, la humana, por lo tanto nadie pidió mi opinión. Las decisiones fueron tomadas y las medidas adoptadas, y a mí no me quedó más que acatar.
Forzando mi mente, es realmente poco lo que recuerdo del viaje, ya que todo parece envuelto en una bruma de sedación emocional generada por Jasper, que simplemente no soportaba mi tumulto interior. Es por eso que sólo tengo algunos escasos flashazos de lo que sucedió en el auto y el motel, ya que la sedación emocional dio paso a la sedación física y me tuvieron durmiendo por interminables horas para no tener que lidiar conmigo.
Y no crean que me estoy quejando! Los entiendo, de verdad… Ellos en ese entonces no me conocían demasiado, no éramos amigos realmente, y no sólo se estaba arriesgando toda su familia para protegerme, sino que el hecho de ser humana significaba que estar a mi alrededor era una lucha interminable por mantener el autocontrol, algo que debido a mi cercanía les era literalmente doloroso.
Alice parecía batallar menos con sus instintos, y aunque a veces al mirarme sus ojos se oscurecían un poco, su disciplina era notable… Pero el pobre Jasper en cambio, estaba siempre tenso como las cuerdas de un violín. Un predador listo para saltar a la primera provocación.
Y eventualmente vino el llamado del Cazador.
Él tendió la trampa y yo caí.
Por algún milagro logré escapar de mis cuidadores.
Me dirigí al Estudio de Ballet.
El Cazador me torturó en busca de una reacción por parte de Edward.
Los Cullen aparecieron.
El Cazador me mordió.
Los Cullen atacaron.
El Cazador murió.
Edward succionó el veneno.
Yo milagrosamente sobreviví.
Y pasé meses en terapia física recuperando la movilidad de mi pierna, tiempo durante el cual fui forjando relaciones de cordialidad y amistad con varios miembros de la familia de Edward, que lentamente se abrieron a mí, pero por alguna razón que no llegué a dilucidar, mi relación con Edward es la única que no evolucionó…. Es la única que se quedó estancada.
Si bien es cierto que Edward se mantuvo a mi alrededor, nunca más bajó la guardia, y muchas veces en que se encontraba en mi presencia lo vi enfocarse en un punto distante como si se encontrara en animación suspendida, su cuerpo a mi lado, pero su mente en otro lugar.
oooOooo
Con el paso de los días y al ver que la situación no mejoraba pese a mis mejores esfuerzos, me encontré constantemente variando entre sentirme confundida, triste, o desesperada… Qué estaba sucediendo? Obviamente yo no tenía experiencia en asuntos del corazón, pero mi relación con mi novio era forzada, no se sentía normal, más allá del asunto vampiro/humano.
Yo lo amaba, o eso creía, pero al mirar a mi alrededor y comparar mi relación con la de otras parejas, me daba cuenta de que a la mía le faltaban elementos clave, un “nosequé” que me hacía sentir defectuosa, inadecuada…
Era como si… Como si todos los demás parecieran divertirse más… Como si una relación amorosa fuera más que meras miradas penetrantes y terribles luchas internas por ganar autocontrol… Como si la risa fuera parte de la ecuación…
Edward y yo rara vez reíamos o bromeábamos. De hecho no recordaba haberlo visto reír libremente jamás! La nuestra era una relación intensa, más cercana a un thriller psicológico que a una comedia romántica.
Lo cierto es que no me di cuenta de qué tan extraña era mi relación con Edward hasta que comencé a ver a Jacob.
oooOooo
Fue un domingo cualquiera durante el verano, cuando mi pierna se encontraba casi recuperada… Los Cullen se fueron a cazar y Charlie y yo fuimos a La Reserva.
Al llegar y luego de saludar a Billy tomé mi toalla y me dirigí a la playa semi desierta, decidida a adquirir un poco de color bajo el sol, así es que me recosté de panza en la arena, me quité mi solera y abrí mi raído libro, sumiéndome en la terrible narración de “A Sangre Fría”, de Truman Capote. A Edward no le gustaba que leyera libros como este, que aparentemente me provocan pesadillas (aunque no me consta), por lo que aprovechaba de leer lo que quería cuando él no podía verme.
Aunque no llegué a leer demasiado… No había terminado una página cuando un frisbee voló a centímetros de mi frente, y aterrizó a mi lado.
-Ups! Lo siento! – Gritó un chico a lo lejos.
-Bella? Eres tú? – Preguntó alguien con un vozarrón. Marqué  la página, levanté la cabeza, y luego la levanté un poco más. El tipo era un gigante, enorme, sonriente  y musculoso.
-Jacob? – Me senté tratando de reconciliar la imagen de mi flacucho amigo de infancia con esta mole.
-Bella! Qué haces aquí? Por qué no me avisaste que venías? – Preguntó poniéndome de pie sin ningún esfuerzo, y abrazándome como si aún fuéramos grandes amigos.
-Último minuto – Mascullé contra su pecho desnudo, un poco incómoda por la intimidad y cercanía, a la que no estaba acostumbrada, con nadie.
-No me vas a presentar? – Preguntó otro chico, sonriente y mirándome sin disimulo.
-Quil, esta es Bella, la hija de Charlie, Bella, este es Quil Ateara, tal vez lo recuerdes, alguna vez jugó con nosotros cuando éramos pequeños…. – Dijo Jacob sin mucho entusiasmo – Y ese que de ahí es Embry Call – Apuntó a otro chico que se mantenía un poco alejado y mirando al suelo. Tal vez era tímido.
Me pareció adorable.
-Hola – Los saludé con una seña general – Sí, los recuerdo a ambos, aunque han cambiado un montón, es que los alimentan con extracto de somatotropina?
-Qué es eso? – Preguntó Quil arrugando la nariz.
-La hormona de crecimiento – Sonreí – Tengo un examen de ciencias el lunes – Expliqué.
-Nah, son sólo buenos genes – Dijo Jacob fanfarroneando, y Quil asintió y Embry pareció encogerse y retraerse aún más.
-Quieres jugar con nosotros? – Preguntó Quil.
-Gracias, pero no, no soy muy buena en deportes, así es que prefiero no arriesgarme ni a mí ni a ustedes. Voy a tratar de broncearme un poco – Respondí reacomodándome en mi toalla.
-Buena idea, yo también me siento un poco paliducho – Dijo Jacob deslizándose hasta quedar recostado a mi lado, sobre la arena.
Miré su hermoso rostro moreno y no pude evitar sonreír. Su tono de piel acaramelado era envidiable, y era obvio que no necesitaba cultivarlo exponiéndose a rayos cancerígenos.
Jacob y yo nos quedamos lado a lado en cómodo silencio, yo leyendo y él dormitando. Era tan fácil estar a su lado, tan simple el compartir mi espacio sin tensiones ni expectativas… Sonreí y me giré sobre mi espalda para broncearme de frente.
Quil y Embry jugaron un rato más con el frisbee hasta que se eventualmente aburrieron y se nos unieron en la arena, y luego de conversar un rato de todo y nada, decidimos ir a comer algo a una cafetería cercana.
Desde ese día en adelante las cosas gradual pero irrevocablemente fueron cambiando. En primer lugar, Edward estaba furioso por mi visita a La Push, ya que al parecer había desaparecido intermitentemente del radar de Alice. Creo que tampoco le gustó que mis nuevos amigos fueran chicos de mi edad, pero por una vez me puse firme y me reusé a renunciar a ellos sin un buen motivo. Como Edward no me dio ninguno, seguí yendo a La Push cada fin de semana con Charlie, y hablando por teléfono al menos dos o tres veces por semana con Jake y una o dos con Quil. Embry siguió siendo el más tímido y retraído, pero de a poco se fue relajando en mi presencia, hasta que eventualmente llegamos al punto en el que se sintió lo bastante cómodo como para llamarme simplemente para conversar.
oooOooo
-No veo por qué tengo que ir yo también – Me quejé con un puchero, apretujándome junto a Embry en el asiento trasero del pequeño auto de Jake.
-Porque la última vez que la visité ella me dijo específicamente que te quiere conocer – Dijo Quil desde el asiento del copiloto – Y si Aponi dice que te quiere conocer, tú asientes y preguntas cuándo le conviene.
Jacob y Embry asintieron gravemente. Aparentemente la bisabuela de Quil era una anciana de temer.
-Cómo es que ella sabe siquiera quién soy yo? – Pregunté.
-Le deben haber llegado rumores – Dijo Embry calladamente.
-No son muchas las chicas albinas que se pasean por La Reserva del brazo de galanes como nosotros – Dijo Jake mirándome por el espejo retrovisor.
-Albina tu abuela! – Le dije sacando la lengua – Mi piel está tomando un tono dorado fascinante – Dije levantando un brazo para mostrarles que efectivamente ya no estaba tan pálida, cosa que curiosamente, tampoco le gustaba a Edward, aunque sí a Emmett, que decía que podía oler el sol en mi piel.
Los chicos se rieron y  no comentaron más sobre mi colorido.
El viaje duró unas pocas horas, y paramos a medio camino para ir al baño, abastecernos de bencina, y comida chatarra.
Cerca del medio día llegamos a la Reservación Macah.
Cruzamos la Reservación a lo largo hasta que parecía que no había nada más que árboles por todos lados, pero con las instrucciones precisas de Quil, llegamos a una pequeña cabaña que parecía tan vieja que se confundía con el agreste paisaje.
-Aponi? – Gritó Quil- Aponi, ya llegamos! – Dijo bajándose del asiento del pasajero y acercándose a la puerta de entrada.
La puerta se abrió antes de que alcanzara a golpear, y él se abalanzó a abrazar a la pequeña figura frente a él.
Cuando la soltó pude distinguir a una señora muy anciana, que debe  haber medido un metro y medio más o menos, vestida a la usanza tradicional, y que tenía tal aire de dignidad que era realmente imposible calcular su edad. Podía tener cualquier edad entre los 85 y 125 años… Aunque si verdaderamente esta era la madre del Viejo Quil, debe haber tenido como 150 años a lo menos…!
-Mira Aponi, te acuerdas de Jacob? El hijo de Billy Black? – Preguntó Quil. Ella asintió y sonrió cuando Jake se le acercó y en vez de darle la mano la abrazó como si fuera su propio nieto.
-Billy le manda saludos y una hielera llena de salmón ahumado – Le dijo Jacob cariñosamente, besando su arrugada mejilla.
-Y ese es Embry – Dijo Quil señalando a su otro amigo. Embry fue más tradicionalista y tomó respetuosamente la mano de la anciana entre las dos suyas, e hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.
La anciana volvió a sonreír.
-Y por último, esta es Bella Swan, nuestra amiga, hija del Jefe de Policía de Forks – Dijo Quil.
-Encantada de conocerla – Dije aguantándome las ganas de hacer una reverencia. Era casi como conocer a la realeza, su aire de autoridad y tranquila dignidad hacía que quisiera instintivamente postrarme ante ella.
-Déjame verte, querida – Dijo hablando por primera vez, con la voz un poco temblorosa como por falta de uso, estirando las manos para tomar mi rostro. Yo me agaché un poco para facilitarle la tarea, y ella me estudió con detenimiento – Eres una chica bonita, muy bonita – Comentó por fin peinando un mechón de mi cabello que se había escapado de mi coleta – Pero tal como imaginaba, tu camino está completamente torcido – Dijo decepcionada sacudiendo la cabeza.
-Qué significa eso? – Pregunté sin saber qué pensar, mirándola primero a ella y luego a los chicos. Ellos lucieron tan confundidos como yo.
-Más tarde – Respondió haciéndonos una seña para que entráramos a su casa. La cabaña estaba en semi penumbras y el punto focal del espacio era un gran fogón al centro. No había más decoración que algunos tejidos tradicionales, y había estantes cubriendo cada pared. No me extrañó que el lugar no contara con luz eléctrica, a pesar de que el resto de La Tribu contaba con todas las comodidades modernas.
Nos sentamos en unos cojines cerca del fuego y Quil ayudó a su abuela a servir la comida que se calentaba en una olla en el fogón.
Almorzamos en medio de la cháchara incesante de Quil y Jacob que eran incapaces de soportar lapsus de silencio, y Embry y yo nos limitamos a escuchar y absorber cuanto pudimos.
Aponi era la viuda del antiguo Jefe de La Tribu y la madre del actual, pero era además una conocida sanadora, por lo que su estatus entre los Macah era importantísimo. Además de ser muy talentosa, era una testigo presencial de muchos de los hitos históricos de su gente, por lo que era una especie de celebridad local que había aparecido varias veces en la tele y hasta en un par de documentales.
Cuando terminamos de comer, Aponi dijo a Quil bruscamente
-Vete a ver a tu abuelo.
-Ok… - Dijo él un poco desconcertado – Déjame lavar los platos antes de irnos, quieres que regresemos a despedirnos?
-Váyanse ahora, déjenme hablar con Bella en paz – Dijo haciendo un gesto para que se largaran – Ella puede lavar los platos.
Ok, me encogí de hombros. Por supuesto que no me importaba lavar los platos, pero sí me asustaba un poco estar a solas con esa anciana.
Los chicos me miraron como preguntándome si estaba bien conmigo y yo asentí sin saber qué alternativa tenía. Ellos prometieron regresar en un par de horas y yo los vi partir con un nudo formándose lentamente en mi estómago.
Me puse a trabajar en silencio y Aponi se sentó a fumar de una larga pipa. Cómo era posible que esa anciana fumara tabaco sin filtro y no estuviera muerta o con enfisema? No lo sé, pero fumó un buen rato, hasta que todo estuvo limpio y ordenado.
-Siéntate – Me señaló el cojín frente a ella al otro lado del fogón, mientras ella escarbaba en un pequeño baúl de madera.
Obedecí.
-Tienes alguna idea de por qué te mandé a llamar? – Preguntó recargando su pipa. El aroma del tabaco me estaba mareando, y eso sumado a la falta de ventilación de la cabaña me tenía un poco descompuesta.
-No señora – Respondí tratando de ser respetuosa. Llamarla por su primer nombre me pareció descortés de mi parte.
-Aponi, dime Aponi como todos los demás – Dijo.
-Qué significa su nombre? – Pregunté tratando de cambiar de tema.
-Mariposa – Dijo simplemente – Ahora, no te distraigas, que no tenemos demasiado tiempo – Dijo.
-Ok, lo siento – Asentí.
-Desde muy pequeña he tenido un don, una sensibilidad especial que me ha permitido desempeñar los distintos roles que he debido representar – Dijo – Es algo intangible, pero no menos real… Comprendes? – Levantó una ceja, como retándome a decir que yo no creía en fenómenos de ese tipo.
-Sí… Aponi – Asentí. Claro que comprendía. Lo había visto cada día de mi relación con los Cullen.
-Hace algunos meses tuve una serie de… Visiones, por decirles de algún modo. No estaba completamente segura de qué se trataban o de cuando se concretarían, pero las he vuelto a tener periódicamente, cada vez más detalladas, hasta la semana pasada, cuando Quil me contó sobre su nueva amiga Isabella, y supe que debías ser tú… La chica en mis visiones eres tú.
Asentí, sin saber qué decir.
-Qué es lo que vio? – Pregunté por fin.
-Vi muchas cosas – Dijo vagamente – Muchas cosas, pasadas, presentes y futuras, y sólo puedo resumirlas diciéndote que tu camino se ha torcido, y que con él has torcido el de todos los demás… -Estudió mi reacción - Serás la causante de mucho sufrimiento Bella Swan, especialmente a aquellos a quienes más amas…
-No! Yo no quiero eso! Nunca haría algo que dañara a mi familia o amigos… - Exclamé negando con la cabeza, completamente convencida.
-Los eventos se están precipitando – Continuó ignorando mi exabrupto – Y todos a tu alrededor pagarán el precio de tu egoísmo.
-Qué puedo hacer para evitarlo? – Pregunté. Yo tenía suficiente experiencia con lo supernatural como para aceptar que aunque odiara admitirlo, lo que me decía esta mujer como una posibilidad concreta. Por qué no? Mi novio era un telépata después de todo… Un vampiro telépata.
-Ya es demasiado tarde – Dijo tristemente – Demasiado tarde… En el curso de esta vida arriesgarás una y otra vez a tus padres, romperás el corazón de Jacob y Embry, dividirás las lealtades de La Tribu de La Push, y eventualmente incluso destruirás a los propios fríos que tanto amas…
-Fríos? – Murmuré sin mirarla a la cara. Mis mejillas flamearon al sentirme descubierta.
-No necesitas mentirme niña - Dijo con gesto severo – Ya lo he visto, y no es mi responsabilidad el decirte cómo vivir tu vida, o con quien o con qué puedes relacionarte, excepto que no es sólo tu vida la que se verá afectada por tus acciones, es la de todos los que te rodean… Incluidos los inocentes habitantes de La Push, y eso sí me compete.
-Quiere… - Tragué para aliviar el nudo en mi garganta, pero casi me ahogué en el proceso – Quiere que deje de ver a los muchachos? Que me aleje de La Reserva?
-No servirá de nada, como te dije los eventos ya se han puesto en marcha y no hay cómo detenerlos. Quil, Embry y Jacob te aman, tus vampiros te aman, tu familia te ama, y la única bifurcación en el camino que los podía salvar a todos ya no existe… Traerás contigo destrucción Isabella, violencia, muerte y odio. Desatarás guerras, romperás amistades y alianzas, inocentes que ni siquiera te conocen perecerán en  tu nombre… Eres poderosa y terrible niña, como una reencarnación de Helena de Troya…
-Oh por dios! – Exclamé cubriendo mi boca con la mano - Qué puedo hacer? – Pregunté aterrada – Debo… Debo morir para evitarlo?
Me pareció que a esas alturas era lo único que podía hacer. Yo no quería destruir la vida de quienes me rodeaban, y mucho menos que inocentes murieran por mi causa… Así es que si mi muerte remediaba el desastre por venir, tal vez no era descabellado considerarla… No es que quisiera morir, de hecho yo lo único que quería era vivir para siempre con los Cullen, pero ese era un deseo que no parecía que fuera a concretarse en un futuro cercano, ya que Edward se negaba rotundamente a siquiera considerarlo.
-No – Negó con la cabeza – Como te dije los eventos ya se han comenzado a desencadenar… Y nadie estará dispuesto a simplemente dejarte morir…
-Entonces qué puedo hacer? Aponi, estoy dispuesta a lo que sea, le juro que nunca ha sido mi intención arruinar la vida de nadie… - Dije con lágrimas derramándose por mis mejillas.
-Lo sé, niña, lo sé… - Dijo más dulcemente – Es por eso que quise hablar contigo, sé que no has actuado con mala intención, pero eso no significa que tus acciones no tendrán consecuencias…
-Entonces…? – Pregunté.
Me miró intensamente por unos segundos y luego dijo
-Quiero que tomes este cuaderno y que escribas todo lo que te ha sucedido desde que llegaste a Forks, como si fuera un diario de vida – Me dijo estirándose para entregarme una tosca y vieja libreta encuadernada en cuero de color chocolate que sacó del baúl. Tenía las hojas amarillentas por el paso del tiempo – Debe ser bien detallado, como si te estuvieras contando tu propia historia. No lo censures, nadie más lo va a leer…
-Ok… - Dije esperando más instrucciones.
-Cuando hayas terminado de escribir, lo vas a estudiar. Vas a señalar los momentos clave, y vas a determinar cual de entre ellos fue el punto en el que las cosas pueden haber tomado un mal rumbo… Qué eventos pueden llegar a afectar tu futuro y sobre todo, el de los demás.
Asentí.
-Cuando hayas identificado ese acontecimiento  especial, deberás marcar la página donde está descrito pintándola con tu sangre, y luego describir ese hecho en un pequeño trozo de papel aparte y quemar el cuaderno por completo – Instruyó.
-Sangrar? – Pregunté como una pusilánime. Ahí estaba yo, ofreciéndome a morir, pero Dios prohíba que deba sangrar en el proceso!
-Sangrar – Asintió – Cortándote con este cuchillo – Sacó del baúl una daga envuelta en un estuche de cuero ornamentado con tejidos a telar. El cuchillo era obviamente antiquísimo, tenía la empuñadura corta y era de cuerno de ciervo tallado. Se veía manchado por el tiempo, pero la hoja era extremadamente filosa.
Asentí, estremeciéndome un poco.
-Una vez que hayas quemado el cuaderno completamente quiero que guardes un poco de ceniza en este relicario – Me entregó un collar con una intrincada cadena de dorada del que colgaba un pequeño pez dorado con piedras de color azul como ojos, escamas talladas a la perfección,  y la cola articulada. Era una joya  exquisita… Y al manipularlo me di cuenta de que la cabeza se podía desprender, haciendo del pez un pequeño contenedor. Al abrirlo comprobé que tenía un tamaño suficientemente grande como para almacenar tal vez media cucharadita de ceniza.
Asentí otra vez, aferrándolo con fuerza.
-Por último vas a enrollar el trozo de papel en el que escribiste el acontecimiento elegido, lo vas a meter en el relicario y vas a colgar el collar guardándolo dentro de tu ropa. Vas a usar el talismán siempre, y antes de irte a la cama vas a beber un té preparado con estas hierbas – Me entregó una pequeña bolsita de gamuza – Puedes usar la mitad del contenido – Me miró como para ver si la seguía. Asentí nuevamente – Y el resto lo vas a guardar en tu bolsillo o lo vas a empuñar en tu mano. No dejes de cargarlo o vas a estar en serios problemas – Me advirtió.
-Comprendo – Musité.
-Cuando sientas que es el momento adecuado te vas a preparar el segundo té – Terminó – No dejes nunca de usar el talismán y no pierdas de vista el té, está claro? – Repitió.
-Sí, pero… Cómo sabré el momento de hacerlo? – Pregunté – El segundo té?
-Lo sabrás – Dijo simplemente.
Suspiré y asentí.
Qué es lo peor que podía pasar? Nada era peor que no hacer nada…
Nos quedamos en silencio el resto del tiempo, ella fumando y yo mirando las llamas y perdida en mis pensamientos. Dios! Era posible que todo lo que Aponi me había dicho fuera real?
No es que dudara de la posibilidad de que la magia o lo que fuera que le entregara su don existiera, después de todo ahí estaban Alice, Jasper y Edward, con dones más allá de lo meramente sobrenatural, pero el potencial del desastre causado por mí era lo que me hacía incrédula. Sería posible que mis acciones afectaran a tanta gente a la vez?
oooOooo
Los chicos regresaron a la cabaña y nos regresamos a Forks en silencio. Ellos trataron de interrogarme, pero yo no supe qué responder, después de todo no podía decir nada sin revelar la identidad de mis vampiros.
Al llegar a mi casa Edward me estaba esperando, visiblemente molesto, como cada vez  que iba a pasar tiempo con mis amigos de La Push. Jacob en particular parecía cabrearlo más que los demás. Según me comentó Alice alguna vez, esto es porque la imaginación de Jake era muy vívida y sus pensamientos eran particularmente “ruidosos”.
Quién sabe qué se imaginaba Jake qué hacía a Edward apretar la mandíbula y rechinar los dientes.
-Hueles a humo y hierbas – Me dijo cuando me acerqué a besarlo – Dónde estabas?
-La Reserva Macah – Respondí frunciendo el ceño cuando él evitó mis labios - Fuimos a visitar a la bisabuela de Quil.
-Date una ducha y vamos a mi casa – Me dijo arriscando la nariz – Podemos  ver una película, Alice tiene algo que mostrarte, y Esme preparó algo para tu cena.
-Estoy algo cansada – Le dije, lo que era cierto – Podemos dejarlo para mañana?
-No quieres ir a mi casa? – Preguntó sorprendido – Y la comida de Esme?
-Dale las gracias en mi nombre, y mañana me comeré lo que sea que haya preparado… - Respondí rogándole que comprendiera. Necesitaba estar a solas, necesitaba pensar en lo ocurrido.
-Estás segura de que estás bien? – Preguntó.
-Bien, no hay problema – Le dije – Sólo quiero meterme a la cama.
-Bueno, está bien – Dijo a regañadientes – Quieres que me quede? – Negué con la cabeza - Te llamaré mañana para saber cómo estás – Dijo cortante.
-Gracias por entender – Dije débilmente.
-Humph – Resopló, totalmente fuera de personaje. El nunca hacía gestos tan vulgares, verdaderamente debía estar descolocado.
Y sin más, saltó por la ventana y desapareció.
oooOooo
 Después de una larga ducha me puse un grueso pijama de franela y me metí a la cama cuaderno en mano, y comencé a escribir. Eran como las 7 de la tarde cuando comencé, y escribí y escribí sin parar más que para saludar a Charlie y calentar algo para comer.
A las 4:30am terminé con mi tarea, y releí todo lo plasmado en el cuaderno, marcando las páginas en las que creía haber cometido errores o al menos actos que pudieran alterar el curso de los acontecimientos.
Eran muchos sucesos, más de los que podía contar… Honestamente, debía admitir al menos para mí misma que al involucrarme con vampiros estaba arriesgando no sólo mi vida, sino la de muchos otros, como mi padre y mis amigos y hasta mis compañeros de colegio. Mientras estuviera con los Cullen mi presencia entre ellos llamaría la atención de cualquier vampiro que estuviera de paso, y los Cullen se verían obligados a actuar, tal como había sucedido con El Cazador…
El Cazador… Ese evento era el más importante y traumático en el que podía pensar, el que más potencial de destrucción y consecuencias tenía, de hecho él perfectamente pudo haber tenido en su poder a mi madre, tal como me lo hizo creer.
Sería ese el evento que debía marcar con mi sangre?
En estricto rigor ya estaba marcado con mi sangre… Con montones de ella…
Pero eso ya había pasado, era historia antigua… O no? Con El Cazador muerto y Laurent en Alaska viviendo como vegetariano, la amenaza estaba controlada, salvo por un pequeño detalle… La pelirroja, Victoria.
Sería posible que ella buscara venganza? Sería tan estúpida como para tratar de enfrentarse sola a un grupo como los Cullen? Importaba si era racional? Probablemente sin su pareja ya no tenía mucho por qué vivir, y cuando no se tiene nada que perder es cuando se es más peligroso.
Edward había dicho en alguna ocasión que ella no sería un problema, pero… Y si lo fuera? Edward no podía saber cómo actuaría Victoria, ya que no la veía desde el día del juego de baseball, por lo que todo lo que él tuviera qué decir al respecto eran meras suposiciones.
Sí, ese era el día que había marcado mi futuro. Más que el día en que Edward me salvó de ser aplastada por la van de Tyler. Más que el día que me salvó en Port Ángeles. Más que el día de nuestro primer beso.
Porque ese día se desató una fuerza casi incontrolable dispuesta a todo por capturarme a mí, incluso jugar con la vida de mi familia, que nada tenía que ver… Y además ese día fue cuando casi me morí.
Y también fue el día en sellamos nuestro destino y todos nosotros nos transformamos en el blanco de la venganza de la pelirroja…
Con la certeza de haber resuelto el dilema, puse el cuaderno bajo mi almohada y me dormí.  
Al día siguiente, domingo, desperté temprano a pesar de haber dormido apenas un par de horas.
Charlie se había ido de pesca a La Reserva y yo le envié un mensaje de texto a Edward diciendo que había pasado una mala noche y quería unas horas extra para recuperarme. No lo quería ver aparecer en medio de lo que debía hacer a continuación.
Me duché otra vez, me vestí con una sencilla solera celeste y zapatillas de ballet azules, me ordené el cabello con un medio moño y me fui al living a realizar el ritual.
Herví agua y preparé el té remojando las hierbas.
Posicioné el cuaderno de  modo que la hoja sobre la que debía sangrar quedara abierta y chorreé abundante  alcohol sobre el filo del cuchillo, rogando al cielo que no me diera tétanos por cortarme con metal oxidado.
Respirando profundamente deslicé la hoja de la daga por la palma de mi mano izquierda, presionando lo suficiente para cortar piel y músculo.
No demasiado profundo, pero lo suficiente para que doliera, ardiera y sangrara copiosamente.
Apreté y solté el puño, hasta que me pareció que tenía suficiente cantidad de sangre, y luego la desparramé como si estuviera pintando con los dedos, de modo de cubrir cada palabra escrita, y como no dejé de sangrar, aproveché de chorrear un poco la portada de cuero.
Luego me limpié la mano con un paño de cocina empapado en alcohol y me vendé la herida.
Por último lancé el cuaderno a una bandeja del horno en la que solía hacer galletas y le prendí fuego, de modo que las cenizas obtenidas fueran las del cuaderno y nada más.
El proceso tomó más de lo esperado, así es que mientras veía el cuaderno arder, bebí mi té, y para cuando lo hube terminado con el cuaderno no era más que cenizas y algunos trozos de cuero chamuscado.
Revolví las cenizas con una cuchara y deposité el papel enrollado en el pececito. Luego agregué una pizca de ceniza hasta rellenarlo y lo cerré cuidadosamente, de modo que quedara sellado aún si me duchaba usándolo.
El resto de la ceniza la deposité en la chimenea, y lavé cuidadosamente la lata del horno.
Me sentía extraña, curiosamente desapegada de lo que estaba sucediendo, como si me hubiera desdoblado, como si estuviera viéndolo todo a través de los ojos de otra persona.
De hecho ni siquiera me quise desmayar al ver mi propia sangre…
Con el collar en su lugar entre mis pechos y el resto del té en mi bolsillo, me fui a recostar, súbitamente agotada. Tal vez por la mala noche, tal vez por efecto del té, no lo sé, porque la abuela de Quil no aclaró lo que sucedería a continuación.
Me cubrí con el quilt que estaba a los pies de mi cama, pensando en que a lo mejor debía llamar a Edward para hacerle saber que llegaría más tarde de lo esperado, pero me quedé dormida en cuanto mi cabeza tocó la almohada.
oooOooo
Desperté como cuando uno abre los ojos después de la anestesia, confundida y medio estúpida, sin saber dónde estaba, ni qué hora era, de qué día o qué año.
Estaba incómodamente sentada en una superficie dura y había luz y ruido a mi alrededor…
Cuando logré enfocar los ojos vi que estaba en una plaza pública, ni más ni menos, sentada en una banca de madera y rodeada de madres y niñeras que vigilaban a los pequeños que jugaban en los juegos infantiles frente a mí.
Qué demonios?
En Forks ciertamente no había una plaza como esta, y menos una tan grande…
A pesar de que era verano hacía algo de frío, un viento helado me calaba los huesos y mi solera apenas me protegía. Miré a mi alrededor una vez más a ver qué usaban el resto de las mujeres, y entonces caí en cuenta de que la ropa efectivamente era diferente…
Algo había cambiado… Esta no era mi época.
Todos los vestidos eran extremadamente femeninos y resaltaban la cintura, los pantalones eran de tiro ridículamente alto, y ninguna de ellas tenía el cabello tan largo como yo.    
Y los peinados… Esos peinados…
Las chicas más jóvenes se parecían a las chicas pin up de los carteles vintage de Coca Cola…
Las mujeres mayores se parecían a las dueñas de casa de la película “Stepford Wives”.
Desesperada por entender lo que estaba pasando me giré hacia la calle, y vi con desazón que los autos que circulaban eran modelos antiquísimos, pero parecían ser nuevos…
Viajé en el tiempo?
En el espacio?
Pero adónde?
Para qué?
Qué mierda hizo esa anciana conmigo?
Debía volver a Forks y encontrarla, ella estaría viva y podría ayudarme. Es más, DEBÍA ayudarme!
Oh, mierda! Dónde estoy?
Nada peor que no saber…
-Hola, disculpa, me podrías decir qué parque es este? – Le pregunté a una chica de mi edad que cuidaba a quien supuse sería su hermanito pequeño.
-Peanut Park – Respondió con una sonrisa. No me sirvió para nada ese dato, no sabía en qué lugar podía estar ese parque – Primera vez que vienes? – Preguntó.
Asentí.
-Si caminas en esa dirección te vas a encontrar el lago, puedes caminar a lo largo del Lakeshore Trail… - Sugirió.
-Muchas gracias – Sonreí y poniéndome de pie caminé en esa dirección, segura de que si había un lago seguro habría un letrero que me dijera dónde estaba…
El parque era enorme, y muy bonito. El césped estaba perfectamente manicurado y había macizos de flores y arbustos podados. Pero lo que realmente me llamó la atención es la forma de vestir de la gente… Todos los hombres usaban traje y sombrero, casi todas las mujeres vestidos hasta la rodilla y algunas pocas, pantalones, pero todos se veían como si se dirigieran a una ocasión especial, todos arreglados con esmero, todos bien peinados.
Agradecí al cielo por mi sencilla solera, ya que de la misma forma en que me había puesto un vestido, esa mañana me podía haber calzado un par de roñosos pantalones de deportes y una vieja camisa de Charlie.
La moda era claramente de mediados del siglo XX, y el acento de las personas que pasaban a mi lado era marcado pero educado, casi pretencioso, y definitivamente americano. Tal vez de la Costa Este… Aunque no lo pude distinguir con certeza qué región.
Caminé un buen rato hasta llegar a Lakeshore Trail, y miré a mi alrededor buscando algún letrero.
Fue sencillo… Ahí estaba. Una placa que decía “Lago Michigan, Chicago Park District”.
Chicago…
Pero por qué Chicago?
Y cuando en Chicago?
Qué sabía yo de Chicago?
Bueno, básicamente lo que me había contado Edward, ahí es donde se había criado, donde vivió hasta su transformación… Luego se largó de ahí con Carlisle, y no volvieron hasta muchos años después…
Y luego fue ahí donde los encontró Alice y Jasper después de conocerse en Philadelphia en 1948…
Busqué a mi alrededor frenética hasta que vi un cubo de basura.
Corrí hacia él y me asomé a ver si encontraba un periódico. Afortunadamente había uno apenas arrugado, y cuando lo tomé entre mis manos temblorosas pude leer “Chicago, Illinois, Agosto 27  1950”.
Había retrocedido exactamente 65 años en el tiempo.
Me sentí mareada y debí sentarme y apoyar mi cabeza entre mis rodillas, comenzando a hiperventilar.
-Estás bien? – Preguntó una amable voz femenina.
Musité algo pero no levanté la mirada.
Oh por dios!  Qué haría a continuación?
Respira… Respira… Respira…
Piensa Bella, piensa… Qué estaba sucediendo con los Cullen en 1950?
No recordé nada más que el hecho de que Jasper y Alice se integraron a la familia ese año, pero ni siquiera sabía la fecha exacta… Cómo encontrarlos?
Hoy era domingo, y aunque supiera a qué colegio asistían (y no lo sabía) difícilmente podría dar con ellos, ya que Chicago es enorme, y yo ni siquiera estaba segura de qué nombre estaban usando como familia en esa época.
No, no sería a través del colegio que daría con ellos, además no era buena idea encontrar a Edward primero, ya que como su cantante era cosa de que estuviera un poquito hambriento y me mataría…
No, Carlisle era la clave!
No podía haber tantos hospitales como colegios, y seguro que él con su talento estaría trabajando en uno de los grandes.
-Disculpe – Le dije a una anciana que le arrojaba migas de pan a un grupo de palomas – Me podría decir dónde está el hospital más cercano?
oooOooo
Caminé feliz al saber que el hospital más cercano, el “Ann & Robert H. Lurie Children's Hospital of Chicago” quedaba a sólo 2, 5 km, algo así como media hora de camino.
Al llegar a recepción pregunté si el doctor Carlisle Cullen trabajaba en el lugar, pero nadie pareció reconocer el nombre, así es que pedí direcciones para el siguiente hospital y partí.
Esa caminata fue más larga, ya que eran más de 5,5 km de distancia. Me dolían los pies y ya comenzaba a tener hambre. Qué haría si no tenía nada de dinero? Dónde pasaría la noche?
Llegué al “Rush University Medical Center” y pregunté por todos lados sin resultados. Podía ser que Carlisle se estuviera tomando un año sabático? Y si no estaba trabajando?
El siguiente hospital. Debí elegir entre visitar el “Mercy Hospital & Medical Center” y el “Saint Anthony Hospital”, y me decidí por el primero simplemente porque estaba cerca del lago y prefería caminar por un parque que por el cemento.
Más de 7 km más tarde estaba lista para rendirme…
Entré por urgencias y me dirigí directo al baño, ya que estaba toda transpirada y me ardía el rostro, y luciendo así nadie me daría información.
Me lavé la cara y las manos, refresqué mis antebrazos y m peiné con los dedos, y una vez que vi que estaba todo lo presentable que era posible, me acerqué al mesón de atención, toda sonrisas y amabilidad.
-Buenas tardes, conoce usted al Dr. Carlisle Cullen? – Pregunté.
-Sí, claro querida – Dijo la regordeta recepcionista.
-Podría verlo? - Pregunté tratando contener mi alegría y de no  parecer demasiado ansiosa.
-Tendrías que consultar en el ala de pediatría, al fondo del pasillo, subes la escalera hasta el tercer piso y preguntas en el mesón…
-Muchas gracias! – Exclamé a punto de reventar de entusiasmo. Qué le diría a Carlisle? Cómo explicar lo sucedido? Cómo decirle que soy la novia del futuro de su hijo Edward?
- Buenas tardes, sabe usted si está disponible el Dr. Carlisle Cullen? – Pregunté en el mesón de pediatría cuando la chica dejó el teléfono.
-No, no está – Me dijo – Hoy es su día libre, tiene tomada una hora? – Preguntó.
-No – Dije casi a punto de colapsar de cansancio, hambre y decepción – Soy la sobrina de su esposa Esme, hermana menor de Emmett – Agregué – Vine a visitar a mi hermano, pero me robaron mi bolso en la estación, y ahí es donde llevaba la dirección de la casa… Es posible que me de usted la dirección para poder llegar?
-Hermana de Emmett? – Preguntó escéptica, probablemente constatando que sólo nos parecíamos en nuestro cabello oscuro.
-Su hermana menor – Asentí – Después de que nuestros padres murieron debimos separarnos, el Dr. Cullen ya tenía sus propias obligaciones con los otros chicos – Dije lastimeramente.
-Lo siento querida – Dijo finalmente comprando mi historia – El Dr. y su familia viven cerca, al otro lado del parque Dunbar… Justo en la esquina de S Indiana Ave y S Michigan Ave. – Dijo y anotó un número en un papel – Este es su número de teléfono, quieres que los llamemos?
Asentí a punto de llorar de puro alivio.
-No contestan – Dijo después de varios intentos.
-Deben haber salido aprovechando que el día está tan bonito – Comenté. Seguramente estaban cazando.
-Bueno, aquí te anoto la dirección y el número de la casa – Dijo extendiéndome el papel – Espero que te vaya bien.
-Muchísimas gracias - Le sonreí.
oooOooo
Quince minutos después me encontraba frente a una hermosa casona victoriana rodeada de un cuidado jardín. La casa era enorme, de madera, pintada en color beige con marcos en blanco y con techo de color gris. El único detalle que escapaba de la severidad tradicional típica de Edward era la puerta de entrada, pintada de un brillante color rojo.
La reja de entrada estaba entreabierta, así es que pasé sin más, y aunque sabía que no había nadie, toqué el timbre varias veces.
Por supuesto, no respondieron.
Encogiendo los hombros rodeé la casa y busqué la puerta de la cocina, pensando que nadie sería tan estúpido como para tratar de robar en una casa llena de vampiros.
Afortunadamente, la puerta estaba sin seguro, así es que me limité a entrar, demasiado cansada y hambrienta como para ser cuidadosa o bien educada.
Me dirigí al refrigerador sin vacilar… Y me lo encontré vacío, y es más, ni siquiera estaba enchufado.
Busqué entonces entre los estantes de la alacena y lo único que encontré es comida en lata y galletas de cóctel, probablemente lo que le darían a un humano que estaba de visita.
Me apuré a buscar un abrelatas y un tenedor, y vacié un tarro de espárragos en conserva en un plato.
Mmmmmmmh… Generalmente no me gustan los espárragos, pero esos estaban deliciosos!
Luego fue el turno de un jamón enlatado. Normalmente era "Puaj!", pero en esta ocasión se sentía "Yummy!"
Por último abrí una lata de ensalada de frutas y saqué una cuchara para comer directamente del tarro.
Estaba bebiendo el almíbar usando el tarro como vaso cuando una voz muy cerca de mí ronroneó
-Vaya, vaya… - Me estudió interesado, con sus hermosos y terribles ojos rojos – Qué tenemos aquí?
-Oh mierda! – Exclamé dejando caer el tarro – James!

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Chan!
Qué tal? Tenía ganas de hacer algo con un viaje en el tiempo y con James, y ahora que se me ocurrió la idea no la quise dejar escapar. Espero les haya gustado.
Y como siempre, no dejen de comentar!




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