lunes, 20 de junio de 2011

Regreso a Casa 9



Nunca para ti es quizás
yo no me equivocaba
la desazón se va a llevar
en esta temporada
tal vez no debí dejar
que jugaras con mi falda
qué difícil es guardar
la distancia adecuada
La distancia adecuada /Christina Rosenvinge

Capítulo 9
La espera se hizo eterna y pasó como un sueño… o una pesadilla.
Poco después de que nos permitieran ver a Charlie, éste se deslizó en una inconsciencia parcial, interrumpida sólo por sus gemidos de dolor a pesar de los fuertes calmantes que le estaban administrando. Luego pasó a un bienvenido coma en el que el dolor ya no lo pudo alcanzar, y posteriormente sus órganos comenzaron a fallar, uno a uno.
Dos días estuvimos en el hospital, viviendo de la comida de la cafetería y durmiendo en los sofás de la sala de espera, sin ir a casa por miedo a que lo peor (o lo mejor, ya no sabía qué pensar) pudiera ocurrir en nuestra ausencia.
Mantuve a Edward informado de los acontecimientos mediante mensajes de texto y cortas llamadas efectuadas mientras Jasper iba al baño, y él me envió todo su amor y apoyo a la distancia… Lo sentí más lejos que nunca, como si él y mi vida en San Francisco existieran en otra dimensión, donde el tiempo corría a una velocidad diferente, donde había luz del sol y ciclos de sueño normales, donde la comida no olía a medicinas y donde no era necesario hablar en susurros. Me sentí como si siempre hubiera vivido en el hospital, como si el resto del planeta hubiera desaparecido. Todo lo que me importaba estaba ahí… y mi única familia estaba desapareciendo.
En todo momento Jazz y yo mantuvimos contacto físico, excepto para ir al baño. Necesitábamos el soporte del otro, y aunque apenas cruzamos palabra en esos días de agonía, el lazo que nos había unido desde que éramos niños se fortaleció a niveles abrumadores… necesitaba a Jazz como necesitaba aire y la comida… o quizás más. Sin él no creo que hubiera sido capaz de sobrellevar la espera… y luego la noticia. Finalmente, Charlie había muerto.
Charlie murió la madrugada del miércoles a las 4:30 de la mañana. Jazz y yo nos encontrábamos acurrucados en un sillón, cubiertos por una frazada que María le había prestado a Jazz cuando descubrió que estábamos durmiendo en el hospital. Claramente a María le importaba un rábano si yo me moría congelada, pero no perdía la oportunidad de demostrar su interés en Jasper, quién apenas contestaba con monosílabos y parecía mirar a través de ella.
El médico de turno se nos acercó para confirmar el deceso y yo… no sentí nada. Sencillamente firmé los papeles que me pidieron que firmara, con Jasper a mi lado tan aturdido como yo, y luego tomados de la mano, nos dirigimos al estacionamiento, recogimos mi auto y regresamos a casa.
Una vez en casa me sentí abrumada por el agotamiento, por lo que me giré para dar a Jazz un abrazo que él respondió con inesperada fiereza y le dije que subiría a darme una ducha y luego iría a mi dormitorio a descansar. Él simplemente asintió con una expresión de vacío en los ojos y se dejó caer en el sofá del living.
Mientras subía las escaleras envié un mensaje de texto a Edward… no tenía ganas de decir en voz alta lo que acababa de suceder. Luego apagué mi teléfono, lo dejé en mi velador, me fui a duchar, me vestí con ropa deportiva y me recosté en mi cama a descansar.
Cuando desperté estaba oscuro… Cuántas horas había dormido? Qué día era?... Poco a poco los acontecimientos del día fueron cayendo sobre mí. Mi padre estaba muerto. No tenía familia. Estaba sola.
Me dirigí al baño a lavarme la cara y los dientes y luego fuí al dormitorio de Jazz a ver cómo se encontraba. El dormitorio estaba vacío.
Luego bajé al primer piso pero todas las luces estaban apagadas. Me dirigí a la cocina y no había nadie. Entonces me dirigí al living y estuve a punto de darme vuelta pensando que la casa estaba vacía cuando oí un golpe sordo contra el piso.
Sentado en el piso, con la espalda apoyada en el sofá, se encontraba Jasper con las rodillas flectadas, los codos apoyados en las rodillas y la cabeza apoyada en sus manos, creando una imagen doliente y terrible en su sufrimiento.
Me acerqué a él y me senté en el piso a su lado. Afortunadamente mi dolor aún estaba entumecido en alguna parte de mi alma, impidiéndome sentir el efecto de la pérdida y la radical soledad que enfrentaría desde ese momento en adelante.
-Hey… -Lo saludé.
-Hey… -Me contestó. Pude oler alcohol en su aliento, pero no había visto vasos a su alrededor.
-Dormiste algo?
-Nah… No puedo dormir… -Respondió, su voz ronca, sin levantar la cabeza hacia mí.
-Jazz… comiste algo? –Él simplemente negó con la cabeza, aún sin mirarme. Yo me giré hacia él y tomé su rostro entre mis manos y lo obligué a mirarme. Mis manos en su piel pudieron sentir la áspera barba que se estaba formando después de 3 días sin afeitarse y la humedad de las lágrimas que seguían brotando de sus ojos.
Sus ojos azules se veían claros y transparentes, brillantes con las lágrimas que aún no había derramado, sus pupilas casi invisibles por la poca luz de la habitación, sus irises enormes océanos de dolor.
-Jazz… déjame prepararte algo, no es bueno que hayas pasado tantas horas sin comer…
-No tengo hambre -Se negó.
-Jazz… cuánto has bebido?
-No lo sé –Respondió sacando de entre sus piernas una botella de ron y dando un largo trago la dejó en el suelo. Dios, esto estaba mal, Jazz no bebía. A excepción de un par de tragos con Peter en la secundaria, con los que nunca llegó a emborracharse, Jasper odiaba el alcohol. Supongo que eso es lo que ocurre cuando tienes una madre alcohólica que te tortura durante sus borracheras…
-Puedo? –Dije extendiendo mi mano hacia la botella. Súbitamente necesitaba un trago.
-Adelante cariño –Sonrió una sonrisa amarga, mucho más dolorosa que sus lágrimas. Yo tomé la botella y bajé dos largos tragos que me quemaron por dentro, pero el ardor fue bienvenido. Me hizo sentir viva. Jazz tomó la botella de mis manos y tomó otro sorbo.
-Que va a pasar ahora? –Pregunté. No tenía idea de qué sucedería ni de cómo preparar un funeral… el único funeral al que había asistido en mi vida fue al de la madre de Jazz años atrás.
-Ahora cariño, vamos a preparar para Charlie la despedida que se merece. Luego tú te vas a ir a San Francisco y vas a cumplir tus sueños y yo me voy a ir a… no lo sé… no lo he decidido aún.
-Te vas a ir? –Mi voz tembló. Jazz no se podía ir… Jazz pertenecía a Forks, Jazz amaba Forks, y el bosque y sus caballos y a la gente y hasta el clima…
-Si cariño, me voy… ya no hay nada para mí en este pueblo… Lo único que me ataba a este lugar era Charlie, él fue mi padre, más de lo que mi propio padre nunca fue… El fue al único al que le importé un carajo después de que mi padre murió y mi madre se volvió una alcohólica… me recibió en su casa como a un hijo más y me entregó las herramientas para ser una persona normal, pero ahora… ahora ya no me queda nadie, nada más que recuerdos y no los puedo enfrentar... Supongo que después de todo soy un cobarde…
-Jazz no… Tú no estás solo… tu me tienes a mi… yo soy tu familia… tu perteneces a este lugar, tus sueños siempre fueron vivir y morir aquí…
-No cariño… yo siempre quise que tú fueras mi familia, pero supongo que eso no estaba destinado a ocurrir… Tú tienes tu vida y ya tomaste tus decisiones… -Dijo mirando hacia la pared y tomando un trago más.
-Mírame Jazz… -Al no obtener respuesta lo obligué tomando su rostro en mis manos –Jazz no te vayas… yo… no puedo pensar en perderte a ti también… sin ti no voy a sobrevivir todo esto… Jazz, yo te necesito –Dije, mi voz quebrándose al sentir el dolor de la pérdida se Charlie sumada al pánico que me generó pensar en perder a Jasper. Los días en el hospital me habían vuelto totalmente dependiente de él, Jazz no me podía dejar.
Jasper fijó sus ojos en los míos y algo cambió en su mirada. El dolor fue reemplazado por una intensidad abrumadora
-Tú eres todo lo que me queda cariño… -Dijo tomando mi rostro entre sus manos y se acercó lentamente sin dejar de mirarme a los ojos. Alarmas de alerta sonaron en alguna parte de mi cerebro, pero el sonido fue débil, amortiguado por mi necesidad y el alcohol. Sus labios tocaron los míos y me rendí sin luchar.
Su boca era suave y cálida, empapada en alcohol, pero aún conservaba su delicioso sabor. Su lengua buscó entrada en mi boca y la invadió completamente. Yo respondí al beso desesperadamente, buscando alivio a mi desesperación y dolor. Jazz era familiar y confortable, era seguro y olía a mi hogar. Me sumergí en la sensación, tratando de dejar atrás el tumulto que era mi vida. Ambos nos aferramos a ese beso buscando un respiro al sufrimiento. El beso se sentía bien y necesitábamos que algo se sintiera bien.
Una de sus manos se aferró a mi cabello y la otra me tomó por la cintura. En la ferocidad de su agarre pude sentir cuánto él necesitaba esto, cuánto me deseaba, cuánto necesitaba saber que aún quedaba alguien en el mundo que lo quería. Y yo me sumergí en mi propia necesidad de reafirmación, en mi propia necesidad de pertenecer a algo, a alguien.
Mis manos recorrieron su rostro sin interrumpir nuestro beso, familiarizándome con sus rasgos y su textura, recorrí su frente, sus ojos, su nariz y sus mejillas. Mis dedos recorrieron sus labios aún unidos a los míos, y él los besó y lamió, encendiéndome aún más.
Despacio, Jazz comenzó a empujarme sobre mi espalda, dejándome tendida sobre la alfombra y posicionándose sobre mí. Yo gemí al sentir su peso sobre mi cuerpo, anclándome contra el piso, convirtiéndose en lo único en el mundo que hacía sentido, él y yo éramos reales, nada más importaba.
Con la mano que aún tenía enredada en mi cabello posicionó mi cabeza de manera de conseguir un mejor ángulo para profundizar nuestro beso, su lengua reclamando mi boca completamente, mientras la mano que tenía en mi cintura comenzó a acariciar mi costado por debajo de mi camiseta, subiendo hasta tomar uno de mis pechos entre sus manos por sobre mi corpiño. Involuntariamente mi espalda se arqueó contra su contacto, y con un gruñido sus dedos bajaron la copa para encontrar mi pezón, retorciéndolo suavemente.
Mi necesidad por él me intoxicó nublando mi juicio, y frenética aferré una de mis manos en su nuca y la otra en el hueco de su espalda, empujándolo hacia mí. Mi pulso estaba acelerado, mi respiración agitada y sentí la humedad concentrarse entre mis piernas.
Súbitamente Jasper se separó de mí, y rápidamente me sacó la camiseta, uniendo nuestras bocas inmediatamente, como para acallar cualquier protesta que yo pudiera tener. Sus manos rodearon mi cuerpo para desabrochar mi corpiño y segundos después mis pechos estaban libres y desnudos frente a él.
Sus labios trazaron un camino de besos entre mi boca y el centro de mi pecho, y mientras su mano acariciaba mi pecho izquierdo su boca reclamó mi pecho derecho, besando el contorno para finalmente tomar el pezón entre sus labios, succionando suavemente, acariciándolo con su lengua y succionando otra vez.
Sus manos entonces se movieron hacia mis pantalones de yoga, descartándolos junto a mi ropa interior rápidamente, dejándome totalmente desnuda y a su merced en el suelo del living.
Mirándome intensamente, él se arrodilló entre mis piernas, y tomando mi rodilla derecha se agachó poniéndola sobre su hombro y hundió su rostro en mi humedad.
Su lengua recorrió mi hendidura lamiendo mi excitación y gruñendo de placer, hasta encontrar mi clítoris, el que rodeó con la lengua para luego besarlo delicadamente con sus labios, alternando lametazos y besos, suaves y duros. El placer de las caricias era indescriptible, pero el hecho de que fuera Jazz, mi Jazz quién me las proporcionara las hacía un millón de veces más eróticas. Mis manos se enredaron entre su cabello y retorcí mi cadera involuntariamente cuando me penetró lentamente con uno y luego dos dedos, empujándome a un orgasmo poderoso y violento.
Sin darme tiempo para recuperarme, se quitó su camiseta y sus pantalones y ropa interior y nuevamente se posicionó sobre mí desnudo reclamando mi boca, y pude saborear mis jugos en sus besos, excitándome aún más. Sus manos buscaron a tientas en sus pantalones sin separar sus labios de los míos, y lo escuché rasgar el envoltorio de un preservativo. Besó mi boca y mis pechos murmurando incoherentes palabras de amor y pasión y nuevamente se arrodilló entre mis piernas, y tomando mi rodilla derecha la abrazó a su cadera. Cubrió su erección con el preservativo y la posicionó firmemente contra mi entrada.
-Estas lista cariño? –Dijo con esa voz jodidamente sexy. Yo me encontraba más allá de las palabras y me limité a asentir, con los ojos firmemente apretados.
-Mírame cariño te voy a hacer mía y quiero que veas quién te está haciendo estremecerte de placer –Yo abrí los ojos fijándolos en los suyos –Ahora dime Bella cariño, estás lista?
-Si… -Susurré.
Jasper entonces empujó su erección contra mí, llenándome completamente.
-Tan estrecha… tan mojada… te extrañé tanto cariño… me extrañaste a mí? –Dijo marcando cada pausa con una estocada.
-Si… si… te extrañé… aaagh… -Oh Dios, tanto placer me abrumaba… cerré los ojos nuevamente.
-Mírame cariño, no cierres los ojos –Dijo deteniéndose en advertencia. Abrí los ojos y volvió a penetrarme, cada vez más rápido cada vez más profundo. Sus dedos encontraron nuevamente mi clítoris, acariciándolo al ritmo de sus estocadas, y al cabo de unos minutos me encontré nuevamente gritando mi orgasmo.
Una vez que mis espasmos hubieron concluido, Jazz cambió de posición y recostándose sobre mí, me besó y continuó haciéndome el amor, mientras mis manos se aferraban a su espalda y a sus glúteos, maravillándose de sus duros músculos moviéndose bajo mis dedos.
-Mía… mía… mía –Murmuró en mi oído, y con un estremecimiento llegó a su propio orgasmo y cayó rendido sobre mí.

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