martes, 11 de agosto de 2015

Apocalipsis 9

Nada que decir, salvo que espero les guste este nuevo capítulo. Ya estamos terminando esta historia que siempre planeé que fuera breve, así es que éste es el momento de dejarme sus opiniones, ustedes tienen el poder de influenciar el futuro de nuestra pareja!
Abrazos
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Capítulo 9
Come with me my love
To the sea
The sea of love
I want to tell you
How much I love you
Do you remember
When we met?
That's the day I knew you were my pet
I want to tell you
How much I love you
Sea of love / Cat Power

BELLA POV
Mi Chico Galleta me estaba besando...
El primer beso de mi vida era suyo, y la unión de nuestros labios se sentía como algo mucho más grande que dos bocas explorándose al unísono, era algo mágico, trascendental, algo que electrizaba todo mi cuerpo y bañaba mi alma de luz, como un bálsamo que sanaba mis heridas y calmaba mis angustias.
No se trataba simplemente de besar a un chico guapísimo que me encantaba, y tampoco era un asunto sexual, era una poderosa sensación de compleción, de sellar un trato, de cumplir un ciclo.

Alec guió el beso despacio, pero plantando sus labios firmemente contra los míos, y enredó sus dedos en mi cabello para acercarme a él y posicionar mi cabeza en el ángulo perfecto… Y yo me dejé hacer… Yo era como una marioneta sin voluntad, las sensaciones que me producía eran sencillamente más abrumadoras que la cautela, el miedo o mis principios.
-Te amo Isabella… - Dijo besando la comisura de mi boca - Te amo, lo sientes?
-Mmmmmh… - Es todo lo que pude responder.
-Ahora lo sabes, somos uno… - Dijo descendiendo por la línea de mi mandíbula.
-A…Lec… - Dije probando mi voz, con la garganta rasposa y desentonada por la falta de uso.
-Sí, soy Alec, dilo de nuevo – Me pidió tomando mi rostro con la palma de sus manos de una manera infinitamente tierna. Su expresión era una que no había visto nunca antes dirigida a mí, era asombro, veneración, alegría y amor.
-Alllllec – Susurré y sonreí, aliviada. Podría volver a hablar… Mi garganta se recuperaría, sólo debía atreverme a usarla.
-Te amo – Me besó los párpados – Te amo – Besó mis mejillas – Te amo – Besó el lóbulo de mi oreja.
Lentamente subí mis manos a su rostro y delicadamente delineé sus rasgos con la yema de mis dedos, de modo de memorizarlos y recrearlos cuando no lo tuviera a mi lado.
-Isabella… - Preguntó mirándome a los ojos y luego hacia el suelo, como avergonzado – Yo sé que la idea de nuestra relación es repentina para ti y todo es muy nuevo como para hablarme de amor, pero dime, yo te gusto?
Sonreí. Él tenía cientos de años de edad y me hacía una pregunta tan inocente, tan básica, que me enterneció
Asentí sin poder esconder mi sonrisa.
-Me vas a dar una oportunidad entonces? – Preguntó.
Tomé mi pizarra.
-No! No, por favor, Isabella, háblame – Me rogó.
"Es más rápido escribirte, y no quiero forzar mi garganta" Escribí.
-Eres un vampiro Isabella, nada le va a pasar a tu garganta… - Dijo acariciando mi mejilla.
Fruncí el ceño. Yo no quería arriesgar mi garganta, y me aterraba cualquier cosa que la pudiera afectar.
Negué con la cabeza.
-Está bien, escríbeme, no te enojes… – Dijo besando mi frente.
"A qué vinieron a los Estados Unidos?"
-Los Volturi son la realeza en el mundo vampírico – Dijo – Te importa si me apoyo en ti? – Preguntó apuntando a mis muslos. Estábamos sentados sobre la hierba, junto al río, y en cuanto asentí él se recostó en el suelo, apoyó su cabeza en mis piernas, y cerró los ojos. Mis manos de manera automática se enredaron en su cabello y comencé a jugar con sus suaves mechones de manera ausente mientras grababa en mi mente cada uno de sus rasgos – La principal regla con la que operábamos antes de "La Revelación" era que los humanos nunca se podían enterar de nuestra existencia. Eso hacía que pudiéramos vivir tranquilos sin desatar una guerra entre las dos especies, pero además impedía que ciertos vampiros se descontrolaran provocando masacres. Jane, Félix y yo somos soldados de La Guardia Real y estábamos encargados de hacer cumplir las reglas.
"Y la otra?" Escribí.
-La otra? Qué otra? Ah, Heidi, es la novia de turno de Félix, trabaja en La Corte, pero tiene otras funciones, no es una guerrera – Dijo besando mis dedos cuando pasaron cerca de su boca.
"Es muy bonita" Escribí.
-Sí – Dijo encogiendo un hombro – Pero todos los vampiros son atractivos, en una característica de la raza, una herramienta para cautivar a nuestra presa – Me explicó – Cuando llevas tanto tiempo rodeado de vampiros como lo he estado yo, dejas de prestar atención a esas cosas, todas las caras se ven corrientes…
"Así es como me ves?" Pregunté sin poder evitar sentir una punzada de decepción. Para mí Alec era el chico más perfecto que había visto jamás, desde su contextura hasta la forma de su boca, todo era impecable, salvo tal vez por el temible color de sus ojos.
-Ugh? – Preguntó mirándome extrañado.
"Corriente" escribí "Para ti soy corriente?"
-Isabella, es que no has escuchado nada de lo que te dije? Nada de lo que dijo Jane? Yo me prendé de ti a primera vista, cuando ibas por la calle de camino a la biblioteca, aún humana, con esas flores frescas entrelazadas en tu pelo… El hecho de que no me impresione la mera belleza física no significa que no la pueda apreciar, sino simplemente que no me dejo enceguecer por ella… Yo… Yo sé que tú eres más que eso, porque mi alma te reconoce y te necesita… Yo te necesito… Tal vez porque eres buena y pura, tal vez por tu convicción en tus principios, tal vez por una mescla de todo lo anterior, quién sabe…
"Cómo sabes que soy buena?" Pregunté "O pura?" Agregué.
-Porque así te soñaba – Dijo él sencillamente.
Nos quedamos en silencio después de eso, y como yo había dejado de acariciarlo él tomó la palma de mi mano derecha, la besó y la posó sobre su mejilla, restregándose en ella y haciéndome reír.
-Ese es el mejor sonido del mundo – Suspiró.
"Sigue contándome" Escribí con mi mano izquierda.
-En qué iba? – Preguntó besando mi muñeca… Justo donde me había mordido para transformarme, causándome un escalofrío que recorrió mi cuerpo hasta la punta de los dedos.
"Por qué estás en Estados Unidos…"
-Ah sí… Bueno, los Volturi de Italia han estado en guerra con un clan rumano por milenios, básicamente peleando por el derecho a gobernar a la humanidad. Los rumanos quieren a los humanos como esclavos, tratados como ganado, como simple comida… Los Volturi en cambio creemos que ambas especies podemos convivir en paz y que el mundo está mejor con los humanos desarrollándose libremente, en paralelo con nosotros.
Los Volturi hemos ganado consistentemente cada enfrentamiento, por lo que todo se mantenía en su status quo, hasta que los rumanos decidieron jugar sucio y en lugar de dar un golpe contra los Volturi lo dieron contra los humanos, dándose a conocer por televisión, generando caos y haciendo que muchos vampiros nuevos, que aún no habían sido educados apropiadamente, entraran en un frenesí de anarquía y muerte que creó la situación en la que nos encontramos ahora…
"O sea… No son todos los vampiros quienes destruyeron la sociedad?" Pregunté.
-No! Por supuesto que no, la gran mayoría somos seres civilizados sin amor por la violencia, recuerda que nosotros también solíamos ser humanos – Me dijo arrodillándose frente a mí – Mis compañeros y yo vinimos a retomar el continente y poner orden, por eso fue que estábamos en Phoenix, buscábamos vampiros disidentes, debemos eliminar a todos quienes puedan significar una amenaza para la sociedad…
"Te refieres a matar? Matar a otros vampiros?" Escribí lentamente.
-A aquellos que no estén dispuestos a vivir civilizadamente, lamentablemente sí. Es la única forma de salvar a la humanidad…
"Pero por qué salvar a la humanidad? Si el gato salió de la bolsa ya no lo pueden volver a meter…" Escribí.
-Porque la humanidad tiene valor – Respondió vehementemente – El arte, las ciencias y la tecnología son disciplinas esencialmente humanas que no deben perderse… La mente humana funciona de forma distinta a la vampírica, tal vez porque saben que tienen sólo unos pocos años para lograr dejar su marca en el mundo, no lo sé… Isabella, esto no se trata de tener comida, se trata de vivir en paz.
"Cómo?"
-No lo sé con exactitud, tenemos directrices generales, pero lo concreto es que los vampiros pueden y deben integrarse a la sociedad humana, y reconstruirla si es necesario.
"Temo por mi mamá y su esposo… Creo que mi papá ya no está…" Escribí confesándole mi mayor secreto.
-Tu mamá y su esposo están escondidos? – Preguntó interesado, y yo vacilé… Debía confiar en él?
Sí… Si él era quien decía ser no debía haber secretos entre nosotros, y además él debía saber que si se le ocurría hacer algo contra mi familia lo destriparía con mis propias manos aunque me autodestruyera en el proceso.
Asentí.
-Hummmm… - Dijo frunciendo el ceño - En este preciso momento no podemos hacer nada por ellos, pero en cuanto hayamos barrido un poco el país, será cosa de traerlos a vivir con nosotros… - Dijo él entrelazando nuestros dedos y poniéndose de pie – Vamos, ven conmigo – Dijo.
"Pueden vivir juntos vampiros y humanos?" Pregunté escribiendo a la rápida.
-Lo hemos hecho desde siempre – Respondió – A lo mejor podemos crear algunos centros de refugiados y ellos podrían vivir ahí y hasta ayudar a administrarlos si quisieran… Algo así como un santuario donde ningún humano pudiera ser tocado.
-Alec! – Exclamé desentonada, girándome hacia él y tomando su rostro entre mis manos – De verdad?
-Sí Isabella, salvaría a la humanidad completa sólo para volver a escuchar tu voz… Lo sabes, verdad? – Preguntó rodeando mi cintura.
-Sí – Dije acercándome aún más a él – Alec… - Dije rodeando su cuello con mis brazos y poniéndome de puntillas.
-Mmmmmh? – Preguntó acariciando mi rostro con la punta de su nariz.
-Te puedo dar un beso? – Susurré. Me resultaba más fácil hablar muy bajito.
-Sí, por favor… - Susurró él acercándome aún más a él.
Alec me ofreció su boca pero dejó que yo tomara la iniciativa, lo que me complicó un poco porque yo no tenía ni la menor idea de qué demonios era lo que estaba haciendo.
Despacio humedecí mis labios y él no perdió a vista de mis movimientos, haciendo que su mirada cambiara de tierna a una hambrienta…
Luego, despacio, acerqué mi boca entreabierta a la suya y succioné suavemente su labio inferior, lo humedecí con la punta de la lengua y luego hice lo mismo con el superior… Y eso fue todo lo que mi Chico Galleta se pudo reprimir sin tomar el control. Me apretó con fuerza y me besó apasionadamente, impidiéndome respirar, pensar o sostenerme en mis piernas. Me fallaron las rodillas y me aferré a su cuello, y aunque pude sentir que reía suavemente, no dejó de besarme en ningún momento hasta que me ayudó a sentarme en el suelo y me recostó en mi espalda sobre la hierba.
-Alec… - Le dije muy despacito en un jadeo.
-Dime – Dijo él separándose apenas y apoyando su nariz con la mía y la mitad de su cuerpo sobre el mío.
-Yo… Nunca… Con nadie… - Dije bajando la vista, queriendo que me tragara la tierra.
-Nunca…? Nunca qué? Nunca has hecho el amor? – Me preguntó sorprendido. De qué se sorprendía? No era como si fuera una virgen de treinta y cinco años, era una adolescente de diecisiete años recién cumplidos que había vivido aislada en el bosque desde los quince…
-Nunca ni siquiera me habían dado un beso… – Respondí tratando de sentarme.
-Es verdad? – Preguntó acunando mi mejilla y obligándome a mirarlo.
-Es que acaso mi inexperiencia no se nota? – Pregunté.
-No sé de qué me hablas, tu boca es la cosa más deliciosa que he probado – Dijo plantándome un beso pequeñito - Pero no sabes lo feliz que me haces al saber que no has estado con ese bastardo de Cullen – Dijo adoptando una actitud amenazante.
-No, con Edward no pasa nada, cuando lo conocí yo estaba muy enferma por no estar contigo… - Le dije - Pero él ha sido muy bueno conmigo, me ayudó cuando estaba muriéndome de hambre y me dio un lugar donde vivir, me enseñó a cazar y me ofreció su amistad a pesar de que yo no quería nada de nada y no fui muy amable – Agregué.
-Isabella yo… Yo sé que no tengo derecho a reclamarte ni a pedirte nada, tú apenas me conoces y yo no he hecho más que equivocarme, pero… - Dijo él incómodo y se pasó la mano por el cabello.
-Pero qué? – Pregunté.
-Cuando regresemos necesito que hables con él y le aclares que nada va a pasar entre ustedes… - Dijo casi avergonzado – Si lo vuelvo a ver tratando de ponerte las manos encima o actuando como si le pertenecieras no voy a responder de mí, es puro instinto, apenas me contuve antes y estoy seguro que ahora que tú y yo estamos juntos no podré evitar destrozarlo… Evitemos problemas, si?
-No quiero que ataques a Edward – Le dije firmemente, con la voz más alta y en consecuencia más desafinada.
-Isabella… - Se quejó.
-Bella – Lo corregí hablando despacio otra vez, cansada de que usara mi nombre de pila.
-Bella – Pronunció con su rico acento italiano, alargando la "L", y sonrió - La mia piccola bambola di porcellana – Susurró.
-Qué significa eso? – Pregunté perdiendo el hilo de la conversación, seducida por lo que fuera que mi chico me decía. Esa voz y ese acento podían recitarme la lista de compras de la ferretería en arameo y me habría derretido igual.
-Significa que te amo – Dijo besando la punta de mi nariz.
-Mentiroso – Reí y envalentonada besé su mejilla.
-Te llamé mi pequeña muñeca de porcelana – Aclaró.
-Siempre fui paliducha – Hice un puchero.
-Paliducha? – Frunció el ceño como si no reconociera la palabra y recordé que el inglés no era su lengua materna.
-Pálida, deslavada… - Expliqué.
-Tu piel es perfecta – Dijo rosando las yemas de sus dedos en mis mejillas y estudiando mi piel de cerca.
-Bueno, como vampiro… - Dije levantando un hombro.
-No, no, como humana también… Tu piel era preciosa… La primera vez que te vi estabas sonrojada por el calor del desierto y peinada con esas flores en el cabello y eras la cosa más linda que había visto hasta entonces.
-Bueno, con respecto a Edward – Le dije cambiando de tema un poco avergonzada, desacostumbrada a los cumplidos – Prométeme que no le vas a hacer nada…
-Sólo si prometes que no vas a dejar que él te haga nada a ti – Respondió levantando una ceja.
-Por supuesto que no! – Le dije dándole un manotazo en el pecho.
-Auch! – Se quejó sobándose - Cuidado, recuerda que tienes más fuerza que yo!
-Tengo más fuerza que tú? Por qué? – Pregunté extrañada. No sonaba posible…
-Bella, es que no te han enseñado nada? – Preguntó abrazándome fuerte y posando los labios en mi frente.
-No, la verdad es que no… No he querido hablar con nadie y hoy fue el primer día que quise salir de la casa… - Admití.
-Lo siento – Me dijo al oído – No sabes cuánto lo siento…
-No es tu culpa, fue todo un mal entendido – Dije cada vez más convencida de que él era, después de todo, una buena persona en la que podía confiar.
-Hay tanto que debo enseñarte… Y tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo – Me dijo sonriendo otra vez.
-Quiero… Quiero aprender a ser feliz otra vez… Alec… Contigo – Le dije en un arranque de valentía.
-Te prometo que lo vas a ser – Me dijo – Te prometo que voy a mover cielo, mar y tierra para hacerte feliz.
Sonreí contenta y tomando mi pizarra abandonada en el suelo, me puse de pie de un brinco y comencé a caminar por la orilla del río. Él de inmediato comenzó a caminar a mi lado, tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos.
Caminamos a paso lento un buen rato sin decir nada, sino simplemente disfrutando de nuestra mutua compañía y compartiendo un que otro beso robado… Podía ser el futuro abrirse ante mí… Había miles de cosas por resolver, desde mi dieta hasta mi rol en el nuevo régimen, pero de alguna forma todo el horrible panorama que me había pintado de pronto cambió al incluirlo a él en la ecuación.
Podría amarlo, y juntos podríamos ayudar a reconstruir el mundo como lo conocí. Por supuesto ya nada sería igual, pero de alguna forma me las arreglaría para aportar con mi granito de arena para socorrer a la vapuleada humanidad.
-Bella! – Exclamó Alec pasando la palma de la mano frente a mis ojos.
-Agh? – Pregunté.
-Te estaba hablando y estabas como ida – Dijo haciéndome cosquillas en el costado. Chillé y traté de correr, pero él me atrapó en seguida.
-Dime… - Dije retorciéndome de risa – Qué me dijiste?
-La primera vez que me hablaste, esas primeras palabras… Dijiste "Chico Galleta"… Qué significa eso? – Preguntó.
-Oh… Aaah… Mmmmmh – Balbuceé avergonzada.
-Dímelo o pensaré que es algo malo – Me advirtió moviendo los dedos exageradamente en dirección a mis costillas. Me retorcí chillando entre sus brazos y lo único que logré fue frotar nuestros cuerpos hasta que él me inmovilizó con un abrazo y me calló con un beso.
-Tú – Jadeé – Tú!
-Yo qué? – Preguntó deteniéndose.
-Tú eres mi Chico Galleta… Cuando me estaba transformando decidí que a eso olías, a especias, clavo de olor y jengibre, como una galleta de navidad… No sabía tu nombre así es que así te bauticé en mi mente… - Jadeé.
-Mierda! Cuando creo que no es posible que me puedas gustar más me dices algo así y me derrites – Dijo y me besó un poco más.
-A qué huelo yo? – Pregunté curiosa.
-Tú hueles como las flores del ciruelo – Me dijo de inmediato.
-A flores? Que falta de originalidad – Dije arriscando la nariz. Esperaba algo más interesante.
-Cuando era humano me encantaban las ciruelas – Me dijo al oído y mordisqueó mi lóbulo.
-De verdad te gustaban? – Pregunté muy, muy bajito.
-Me encantaban – Dijo con la voz ronca, súbitamente seductora.
-Y mi sabor? También te gusta? – Pregunté coqueta, mordiéndome el labio inferior.
No me respondió, sino que me giró y me apoyó contra el tronco de un árbol, y me besó como un loco, tomando mi rodilla derecha y apoyándola contra su cadera, de modo de ubicarse entre mis piernas. Podía sentir todo su cuerpo contra el mío… Todo su cuerpo
Me aferré a él pensando que haría combustión espontánea en cualquier momento de pura excitación… Esto era con mucho lo más emocionante que me había sucedido en toda mi aburrida vida anterior.
-Hummmm… Que tiernos tortolitos – Dijo la voz aniñada y desagradable de una mujer pelirroja, muy cerca de nosotros, a pocos metros de Alec.
Alec se tensó, se giró y me cubrió con su cuerpo, escudándome de los atacantes, impidiéndome verlos... Pero pude oler tres esencias distintivas… Dos desconocidas, pero una…
Una oleada de recuerdos de mis horribles últimos minutos como humana asaltó mi mente… Era esa inconfundible mescla de manzanas verdes y cuero… Esa que yo asociaría por siempre a mi violador y verdugo.
Es que acaso no se habían desecho de él?
El pánico me embargó y apretó mi garganta dolorosamente, me llevé las manos al cuello y desesperada desgarré mi bufanda tratando de despejarlo… Pero no sirvió de nada… Comencé a temblar, y no pude hablar ni respirar, aunque mi cuerpo me exigía hiperventilar.
La presión fue creciendo dentro de mí sin poder ni siquiera escuchar lo que se estaba diciendo a mi alrededor debido a un agudo silbido en mis oído… Y de pronto algo explotó en mi interior y el mundo se volvió negro.
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Ustedes dirán…
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