lunes, 20 de junio de 2011

Regreso a Casa 24



Capítulo 24
Aquí está tu collar,
aquí está tu collar,
te daré de comer,
te sacaré a pasear.
Yo que quería ser,
yo que quería ser
doblegada por ti
llevo el bastón en vez.
Eclipse / Christina Rosenvinge
Bella POV
Desperté a través de una espesa niebla que amenazaba con volver a tragarme. Mi mente estaba confundida y por un momento no supe ni quién era ni donde estaba ni menos por qué.
Mis brazos y piernas se sentían como apéndices ajenos a mi cuerpo, no les podía ordenar que se movieran. Ni siquiera podía sentir los dedos de mis manos.
No podía ver nada. Me di cuenta de que mis ojos estaban vendados. Bien, eso es progreso. Hora hay una cosa que sabía con certeza.
Luego, tal como La Novia en Kill Bill, decidí ordenar a mis dedos que se movieran uno a uno.
Mi mente poco a poco se comenzó a aclarar y me di cuenta de que había sido drogada. Fuertemente drogada. La sed me estaba matando. Comencé lentamente a tener consciencia de mi cuerpo y me di cuenta de que estaba amarrada de pies y manos y recostada en el piso de cemento de lo que olía como un sótano. Olía ha guardado, a tierra y humedad.
Una vez que fui capaz de mover todos los dedos de mis manos comencé a tomar el control de mis brazos y piernas. Me tomó mucho tiempo. Se sintió como horas y todo el tiempo batallé contra la niebla que me trataba de envolver otra vez.
Una vez que hube recuperado el uso de mis extremidades (a pesar de que estuvieran amarradas) y constaté que no tenía heridas de seriedad más allá de un par de moretones, traté de usar mi voz. Mis primeros intentos fueron patéticos. Sonaba como un gatito recién nacido, débil. Mi garganta seca no ayudó.
Pero a estas alturas no tenía nada más que tiempo y no conté con que nadie viniera a mi rescate. Si salía de esta sería por mis propios medios.
-Hey! –Traté de decir con voz firme. Sonó como un gemido. No lo suficientemente bueno.
-Hey! –Traté otra vez –Hey! Hey! Hey! Hey! Hey! Hey! –Sonaba como el Gordo Alberto. Hey, hey hey!.
Pasó más tiempo. Recuperé mi voz. Grité que tenía sed. No hubo respuesta.
Pasó más tiempo. Necesitaba ir al baño urgente. No dije nada. No rogaría por un baño al bastardo que me hizo esto.
Pasó más tiempo. Tenía hambre, tanta hambre!
Pasó más tiempo. Rogué por un baño con todas mis fuerzas.
Pasó el tiempo. Mi voz se apagó.
Pasó el tiempo. Y escuché pasos que se acercaban desde arriba. Había estado en lo correcto. Estaba en un sótano.
-Despertó la Bella durmiente –Dijo la voz de un hombre. Sonaba joven. Entre 20 y 30 años… tal vez 35. Recordando los consejos de Charlie traté de abrir mis oídos a todo lo que pudiera dar una ventaja o al menos información.
Su modulación sonaba como la de un hombre educado, definitivamente del norte, New York tal vez? No lo pude identificar con claridad. Generalmente soy buena para identificar acentos, tengo muy buen oído, pero mi cerebro aún no funcionaba al 100%.
-Que quieres? –Dije con voz ronca tratando de hacerlo hablar.
-Muchas, muchas cosas Isabella. Eres mi mascota ahora, y voy a divertirme taaanto entrenándote!
-Por qué yo? –Pregunté dando fuerza a mi voz.
-Déjame preguntarte al revés. Por qué no? Eres joven, hermosa, educada. Tienes esa hermosa piel de alabastro que ruega ser azotada hasta hacerla enrojecer. No te preocupes Isabella, seré un buen amo, trataré de no hacerte sangrar, no queremos mancillar con cicatrices tu hermosa piel… Pero no dudes ni por un momento que si no sigues mis órdenes hay muchas maneras de castigar a una mascota desobediente… que no dejan marcas visibles -Mierda! Lo que me faltaba. Caer en manos de un Dominante. Yo no tengo un hueso sumiso en mi cuerpo, esto sería un infierno.
-Yo no tengo nada que ver con ese estilo de vida. No soy Sumisa. Por qué no te buscas una mujer que quiera ser sometida? Por qué precisamente yo? –Traté de razonar.
-Porque tú estás predestinada a ser mía. Me lo dijo una vidente, y en cuanto te vi supe que era cierto. Tú eres exactamente lo que estaba buscando. Un desafío –Mierdamierdamierda, encima está loco!
-Ahora Isabella, te voy a demostrar que soy un buen amo. Te voy a soltar para que puedas hacer tus necesidades. Si te portas bien te daré agua. Y cuando te lo ganes te alimentaré –El entrenamiento comenzaba. Hago un truco y me recompensa… verdaderamente seré su mascota, tal como Clint es la mía. Clint… le habrá hecho daño este desgraciado? No podía recordar nada de mi secuestro, no sabía qué tan lejos me encontraba de casa ni cuánto tiempo había pasado inconsciente.
Escuché el gemido de una bisagra mal aceitada al abrirse una puerta a mi lado. Sentí pasos acercarse hasta que él estuvo a mi lado. Trabajó primero liberando mis piernas y luego mis manos. Por último me sacó la venda de los ojos y me encandilé por un momento por las brillantes luces que iluminaban el espacio donde me encontraba. Una jaula? Estaba encerrada en una jaula? Bastardo enfermo.
Él se retiró y volvió a cerrar la jaula. Una vez que mis ojos se acostumbraron a la luz pude ver a mi carcelero. Alto, pero no tanto como Jazz, probablemente 1.80mt, máximo 1.85mt. Su cabello era de un color rubio opaco, nada que ver con el rubio dorado de mi Jazz. Lo usaba amarrado en una coleta baja. Su piel era pálida, casi verdosa. Este tipo no salía de su casa… a lo mejor había estado en la cárcel? Sus ojos eran de color gris, su mirada fría y cruel. Su contextura era delgada pero adiviné que sería más fuerte de lo que parecía si me había arrastrado a este lugar por sí solo.
Mientras yo lo observaba él me observaba a mí. Y pareció complacido de lo que vio. Lo miré desafiante, negándome a doblegarme a él. Le haría las cosas tan difíciles como pudiera. A lo mejor así podría retrasar sus avances sexuales. La dominancia no es acerca del sexo, es acerca del poder. Mientras no estuviera en control no me tocaría sexualmente. Pero me golpearía…
Me juré aguantar lo más posible. Fue mi compromiso conmigo misma para permanecer con vida.
-No me gusta esa mirada desafiante Isabella. Nunca más me vas a mirar a los ojos a menos que yo te lo ordene. Te vas a referir a mí exclusivamente con los títulos de "amo" o "señor". Nunca me vas a hablar a menos que yo te dirija la palabra primero. Tu vida pasada no tiene importancia. Para todos los efectos tú naciste hoy. El día que conociste a tu amo –Loco! Este tipo está completamente chiflado!
-Necesito ir al baño –Le dije mirándolo directo a los ojos.
-Ese es un privilegio que te daré cuando te lo ganes… Veo que me quieres hacer las cosas difíciles. Vamos a ver quién doblega a quién. Por ahora ahí tienes una lata de café vacía. Úsala para tus necesidades y si te comportas vendré una vez al día a vaciarla.
-Estás enfermo? Cómo pretendes que haga… tienes que estar bromeando!
-Yo no bromeo Isabella –Dijo con calma –Aprenderás eso sobre mí. Por ahora te daré un poco de privacidad. Espero que a mi regreso te encuentres con un ánimo más cooperativo. A lo mejor hasta te doy agua –Ofreció. Luego se dio media vuelta y se largó.
Frustrada comencé a mirar a mi alrededor buscando ventanas, armas, algo que me ayudara a liberarme de la situación en la que me encontraba. Nada, el sótano estaba vacío, no tenía ventanas y sólo una puerta hacia lo que supuse, sería el baño.
Mi jaula medía unos 2x2mt y 1.5mt de altura, lo que me impedía ponerme de pié. El bastardo me obligaría a gatear. Los barrotes eran de acero y estaban perfectamente soldados. No habría posibilidad de doblarlos o romperlos.
La dichosa lata de café que sería mi baño tenía la tapa puesta. Al abrirla constaté que estaba vacía.
Me consolé al ver que al menos era una lata grande…
Me bajé los pantalones mirando fijo a la puerta por donde mi carcelero había entrado. No quería que me viera capitular.
Una vez que hube hecho mis necesidades salpicando el mínimo posible tomé la tapa para cerrar la lata. Aunque fuera mi pis no estaba dispuesta a vivir con el olor.
Pero al tomar la tapa metálica se me ocurrió una idea. La doblé por la mitad usando todas mis fuerzas. Jodida tapa, era más gruesa de lo que había previsto.
Al terminar de doblarla en un sentido la doblé en el sentido contrario. Eso fue mucho más difícil, pero supuse que lo único que tenía era tiempo. Mis dedos se comenzaron a ampollar por el esfuerzo pero no me detuve. Durante horas me esforcé en partir la tapa por la mitad hasta que finalmente lo logré. Eso me dejó con dos potenciales navajas.
Pasé el resto de mis horas afilando las tapas contra el cemento del piso de mi celda y contra los barrotes posteriores. Cuando estuve satisfecha metí una tapa bajo mi manga y la otra dentro de mi calcetín izquierdo. Luego me acurruqué en el extremo más alejado de mi letrina y me quedé dormida.
-Mi mascota duerme! –Me despertó su voz, sonaba complacido. Venía del segundo piso y podía escuchar cómo caminaba de un lado hacia el otro –Sí, ya te lo dije. No hay cabos sueltos, no hay pistas, no hay manera de rastrearnos.
-… -Silencio. La persona al otro lado de la línea estaba hablando.
-Por supuesto que estoy satisfecho! Ella es todo lo que buscaba y más, pero eso tú ya lo sabías no es verdad?
-…
-Sí, ya te lo dije, nos moveré en cuanto sea posible. Ella tiene espíritu. Debo quebrarla primero o sería muy peligroso. No queremos llamar la atención y no la puedo tener drogada permanentemente, puede ser peligroso para ella.
-…
-No hables así de mi mascota Alice! No te lo permito! –Gruñó. Alice? Alice? Nonononononono… Alice…
-…
-Pues peor para ti. Ahora soy yo quién está a cargo –Dijo furioso y cortó la comunicación.
Mierdamierdamierda… era Alice la psíquica que le había hablado de mí? Inmediatamente supe la respuesta. Por supuesto que era ella. Quién más? Alice decía tener poderes para ver el futuro desde que la conocí, y no sólo lo decía. Encima lo creía. Así se había convencido de que Jazz sería el padre de sus hijos. Jazz… estará a salvo? Por dios que esté a salvo…
Mi carcelero bajó la escalera. Yo evité mirarlo a la cara.
-Isabella, estás despierta! Cómo te sientes? –No dije nada –Puedes hablar.
-Sedienta… amo –Agh! Esa palabra casi se atoró en mi garganta. Pero debía conseguir que el hijo de puta abriera mi jaula.
-Muy bien mi mascota. Veo que ya nos estamos entendiendo. No sabes cuan feliz me hace ver tu buena disposición. Cuanto antes aceptes tu situación antes podemos comenzar a vivir la vida a la que estamos destinados. Sólo tú y yo –Se dirigió a un cuarto lateral escuché agua correr. Así es que ese era el baño. Regresó con un vaso y un jarro de agua.
-Bien Isabella. Ahora quiero que te muevas al fondo de la jaula mientras abro la puerta -Yo cumplí sus instrucciones y al momento en que estaba abriendo la puerta le dije
-Amo? Permiso para hablar?
-Concedido mi mascota. Qué deseas?
-Amo, creo que estoy herida y temo que mi herida se pueda infectar…
-Herida? Dónde
-En mi pecho. Aquí –Dije bajando el escote de mi camiseta. Él se acercó a mirar con los ojos brillando peligrosamente. El asqueroso bastardo estaba excitado.
-No veo nada fuera de lo común Isabella.
-Acérquese amo, aquí –Dije casi descubriendo mis pechos para él. Él acercó su rostro y yo en un solo movimiento le corté la cara con la tapa de la lata de café que guardaba en mi manga. Él gritó y cayó de espaldas cubriéndose el rostro con las manos y quedó afuera de la jaula. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar lo pateé con todas mis fuerzas en los testículos y cuando se encogió de dolor lo pateé en los riñones. Luego con mi navaja presioné su cuello y lo obligué a entregarme su celular y las llaves del candado y a arrastrarse dentro de la jaula. Por seguridad lo pateé un par de veces más y aseguré el candado de la jaula. Lo había logrado! No lo podía creer. Toda la defensa personal que me enseñó Charlie había dado sus frutos.
El ex –carcelero me gritó todos los insultos conocidos y en varios idiomas. Como me imaginé, un tipo culto… Rogué que no hubiera nadie más en la casa, pero pasaron los minutos mientras recuperaba el aliento y nadie vino a rescatarlo.
Poco a poco al bajar mi nivel de adrenalina pude oler su sangre y me empecé a marear. Era momento de largarme.
Traté de usar su celular para pedir ayuda, pero estaba bloqueado con una clave personal. Decidí subir al primer piso de la casa y buscar un teléfono. No había nada, la casa estaba casi vacía. Decidí arriesgarme a salir a la calle y pedir ayuda. Lamentablemente mi cárcel estaba en un camino de tierra desierto y sin casas a la vista. Tenía frío, hambre y sed, la lluvia me empapó pero lo ignoré todo y corrí. Era libre!

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