lunes, 20 de junio de 2011

Regreso a Casa 3





Por la noche
cuando muere el sol,
por la noche
cuando muere el sol
que sola me siento
si no está mi amor.
Por la noche / Christina Rosenvinge
Capítulo 3
Una noche de invierno, típica noche de invierno en Forks, con viento, lluvia y frío, me encontraba durmiendo en mi habitación a las 2:45 am como lo estaría cualquier niña de 6 años en una noche de escuela.
Pero mis sueños fueron interrumpidos por golpes intermitentes en mi ventana… Mi primera reacción fue de pánico, a esa edad aún no descartaba la existencia de monstruos y ya sabía leer por lo que los cuentos de hadas habían alimentado mi imaginación con imágenes horribles!…
Los golpes continuaban, por lo que prendí la luz de mi velador y me atreví a mirar por la ventana esperando encontrarme con un lobo gigante o un vampiro… Pero no, era Jasper! Jasper a los 8 años, completamente empapado y por lo que se veía, congelado.
Corrí hacia la puerta de entrada para dejarlo pasar, y al abrirle lo pude ver de cerca y noté que además de estar empapado, sus ojos estaban rojos y se podía adivinar la sombra de un moretón comenzando a formarse en su mejilla. Qué le había sucedido?
Jazz me abrazó, mojando mi pijama y dejándome sentir su cuerpo helado, y yo lo tomé de la mano y nos dirigí hacia mi habitación.
-Jazz… que te pasó?
-Mamá… -Dijo mirando el suelo –Ha estado tomando otra vez… Pude escapar pero no puedo regresar… no esta noche… Me puedo quedar contigo Bells? Puedo dormir en el suelo… en cualquier parte…
-Mmmmmh claro! –Dije pensando en que a lo mejor Charlie se molestaría por no pedirle permiso, pero el regaño no me importó mucho, no podía dejar a mi único amigo sólo en el bosque en una noche de tormenta, verdad? Busqué entre mi ropa un pantalón deportivo y una camiseta blanca para que Jazz se pudiera cambiar y me dirigí al baño para darle privacidad y poder cambiar el top de mi pijama, que Jazz había mojado con su abrazo.
Al regresar a mi habitación, Jazz se encontraba sentado en el borde de mi cama, temblando de frío y al borde de las lágrimas. Supe instintivamente que además se encontraba avergonzado, por lo que lo tomé de las manos para obligarlo a ponerse de pié y lo dirigí a un lado de la cama donde abrí las sábanas y le señalé que se acostara. Una vez que se recostó lo tapé y rodeé la cama para acostarme a su lado, apagué la lamparita de mi velador, tomé su fría mano entre las mías y murmuré
-Buenas noches Jazz.
-Buenas noches Bells.
A partir de esa noche comencé a dejar la puerta trasera abierta, asumiendo que a nadie en su sano juicio se le ocurriría entrar a robar en la casa del jefe de policía (y afortunadamente estuve en lo correcto, o Charlie me habría estrangulado), por lo que a partir de entonces Jazz simplemente aparecía en la mitad de la noche y se deslizaba dentro de mi cama, muchas veces desapareciendo nuevamente antes de que Charlie se despertara.
Tanto fue nuestro sigilo que Charlie no se enteró de que Jazz pasaba más noches en nuestra casa que en la suya hasta un par de años después, y una vez que le hube confesado las razones de nuestro arreglo Charlie suspiró, dijo un mal de maldiciones en voz baja contra la señora Whitlock y se limitó a arreglar la habitación de huéspedes para Jazz, explicándole que desde ese momento en adelante él podía decorar y usar esa habitación como si fuera suya.
Jazz le tomó la palabra y arregló su nueva habitación con un par de afiches de Clark Gable y mudó todos sus libros de la escuela. Oficialmente aún seguía viviendo con su madre, pero la señora Whitlock pasaba más tiempo borracha que sobria, y nunca visitaba la habitación de Jazz por la noche, por lo que nunca se enteró de que su hijo ya no vivía con ella.
Y noche tras noche Jazz siguió cruzando el pasillo y deslizándose en mi cama… ya ninguno de los dos podía dormir profundamente sin el otro.
…oOo…
Desperté al amanecer sin saber qué había pasado, dónde me encontraba y ni quién estaba a mi lado respirando regularmente contra mi cuello, rodeándome con fuertes brazos… pronto reconocí el aroma de Jazz y la familiar forma en que su cuerpo se amoldaba al mío… mi mente estaba tan confundida que por un momento pensé que volvía a tener 18 años y Jazz me pertenecía.
Poco a poco abrí los ojos y comencé a absorber mi habitación y mi pequeño bolso de viaje, y las memorias de la noche anterior me embargaron… mi llegada a casa, el té, mi ducha, la cena, la discusión, mis pesadillas… Y Jazz arrullándome… Oh mierda! Sabía que volver sería una mala idea!
Pero inmediatamente recordé las razones de mi regreso y me sentí abrumada por el dolor y la culpa… cómo podía ser tan egoísta? Charlie me necesitaba, mi padre estaba en su lecho de muerte y yo sentía autocompasión por enfrentar a mi ex novio? Madura de una vez Bella!
Despacio para no despertar a Jasper me deslicé de la cama prácticamente arrastrándome por el suelo hasta que libré mi cuerpo de su abrazo, poniendo en mi lugar una almohada como había hecho tantas veces en mi juventud. Jazz no era amigo de levantarse temprano si podía evitarlo, pero si no le dejaba algo que abrazar me buscaría en sus sueños y al no encontrarme se despertaría.
Sigilosamente saqué mis zapatillas de mi bolso y me dirigí al baño donde me lavé los dientes, la cara y me peiné levantando mi cabello en una cola de caballo. Al sentirme un poco más presentable, aún usando mi camiseta de manga larga y mis pantalones de yoga (los mismos que me puse la noche anterior, los mismos con los que pasé la noche) bajé la escalera, me calcé las zapatillas, me puse mi chaqueta y tomé las llaves de mi auto para dirigirme al supermercado.
El reloj de mi auto marcaba que eran las 7:08 am, pero Forks era un pueblo de madrugadores y las panaderías y supermercados ya estaban abiertos y ya se podía ver gente caminando por las calles.
Mi lista de compras era corta, simplemente los ingredientes para los muffins de Charlie. Afortunadamente encontré todo lo necesario incluyendo la pulpa de maracuyá, y no me pude resistir, pasé a la panadería y compré un par de croissants de chocolate, el desayuno favorito de Jazz… Ojalá no leyera en ese gesto más de lo necesario…
Definitivamente fue un error dormir con Jazz la noche anterior, pero el acto había sido tan natural… incluso el despertar en sus brazos, era como si nunca me hubiera ido… y Dios! Dormí mejor de lo que había dormido en años sin usar medicamentos… Mierda, mierda, mierda! Era tan fácil caer en las viejas rutinas con Jazz… Control… recuerda por qué te fuiste!
Edward! Oh, había olvidado llamarlo. Estacioné el auto en la entrada de la casa de Charlie y sin salir del auto marqué el número 1 de mi discado automático.
-Alo? –Dijo su voz ronca y lenta, seguro lo desperté.
-Edward? Oh mierda! Lo siento… te desperté… Te llamo más tarde? –Dije sabiendo que Edward no duerme mucho. A diferencia de mí no era por insomnio, si no por sus turnos en el hospital en calidad de interno que nunca tenía las horas necesarias de descanso.
-No, no, está bien, mi alarma iba a sonar en 15 minutos de todas maneras! Como va todo? Pensé que me llamarías ayer… -Dijo ahogando un bostezo.
-Llegué al pueblo tarde anoche y no quise molestarte… cuando llegué Charlie ya estaba dormido, pero voy a ir en un par de horas más a verlo.
-Huummm… estás sola entonces? –Há! Ya me estaba preguntando por qué no había preguntado antes.
-No, Jazz estaba en la casa para recibirme… -Dije sin querer compartir más información.
-Oh… Y cómo está? –(Traducción = Tiene novia? Se declaró gay? Tengo que seguir preocupándome por la extraña relación de ustedes dos?)
-Bien… se compró un potro…-Dije aferrándome a las partes neutras de nuestra conversación, por poco sentido que hiciera a Edward.
-Bien, bien… Llámame después de que hayas visitado a tu padre, y recuerda, si me necesitas puedo tratar de mover algunos turnos, puedo pedir algunos favores… -Casi lo pude ver frunciendo el ceño. Yo bien sabía lo difícil que era en este momento de su carrera pedir días libres… A penas si veía a Edward y eso que vivíamos en el mismo edificio!
-Ok, lo haré. Que tengas un buen día… -No quería colgar… necesitaba sentir una conexión con él, una declaración de amor, oírlo decir que no podía vivir sin mí, que me necesitaba en su cama o que dejaría todo de lado para correr a mi lado… Necesitaba sentir su amor para borrar la noche anterior de mi mente, las atenciones de Jazz, cómo había cuidado de mí alimentándome, consolándome, abrazándome en mis sueños…
-Gracias amor, tu también, adiós! –Y cortó… Un nudo se formó en mi garganta… yo sabía que era injusto culpar a Edward por no cumplir con mis expectativas y menos en una llamada telefónica, pero no pude evitar resentir su frialdad…
Suspirando me bajé del auto y me dirigí a la cocina comenzando inmediatamente con el ritual de preparar el café. Por supuesto Jazz había comprado mi favorito, por lo que a los 5 minutos el olor del café recién hecho impregnaba la cocina, y momentos después vi a Jazz aparecer en un par de pantalones de pijama y el pecho desnudo, el cabello revuelto y refregando sus ojos con sus manos.
-Buenos días cariño! Madrugaste! –Dijo abrazándome por encima de mis brazos, inmovilizándome, y besando mi coronilla, tal como había hecho desde que era lo suficientemente alto para lograrlo sin mi ayuda.
-Jazz! –Quise protestar.
-Cariño! –Dijo en el mismo tono con una enorme sonrisa. No pude evitarlo, sonreí de vuelta. Jazz de buen ánimo era encantador e irresistible. Y el muy cretino lo sabía!
-Dormiste bien? –Dije sin pensar, e inmediatamente sonrojándome y maldiciéndome en silencio. Qué pasaba conmigo?
-Mejor que nunca… -Dijo con una sonrisa sugerente –Y tu cariño? –Dijo levantando las cejas, la más pura imagen de la inocencia.
-Bien, gracias –Dije girándome para darle la espalda y enfocarme en dar 30 segundos al microondas y servirle a Jazz una taza de café. Él me sonrió en agradecimiento y se sentó a la mesa con su café mientras yo sacaba los croissants del horno y los puse frente a él.
-Para mí? –Preguntó mirándome a los ojos, extrañamente emocionado, sus ojos brillantes.
-Ya no te gustan? –Pregunté. A lo mejor había sido un error asumir que aún le gustaban, la gente cambia y también sus dulces favoritos… creo…
-Me encantan… es solo… -Carraspeó –No los he comido en años… desde… desde el desayuno el día de tu graduación… Gracias cariño, no tenías que hacerlo.
-No es nada Jazz, simplemente pasé a la panadería de vuelta del supermercado… –Dije tratando de quitarle importancia.
-Gracias cariño –Repitió seriamente. Luego suspiró de pura alegría y comenzó a atacar sus croissants –Mmmmmmmmmmh… Oh mierda, cariño… -Dijo cerrando los ojos y disfrutando como si estuviera en éxtasis. Ese rostro, sus ojos cerrados, gimiendo de placer…
-Voy a preparar muffins de maracuyá con chocolate blanco! –Exclamé dándole la espalda para que no notara mi rubor.
–Charlie va a estar feliz cariño, tú sabes que la comida del hospital apesta. Yo trato de llevarle algunas cosas de contrabando, pero nada tan bueno como tus muffins –Dijo entre bocados.
Dicho eso me puse manos a la obra. Jazz terminó su desayuno y se dirigió a la ducha mientras yo ponía mis muffins en el horno, y 20 minutos más tarde saqué los muffins y los cubrí con un paño mientras me fui a duchar y vestir.
Al entrar al baño el olor concentrado de Jazz me volvió a asaltar… Su champú, su jabón, su propio aroma… Cada momento en esta casa era un recordatorio de él, de su cuerpo, de nuestra relación. Era como si hubiera sido programada para amarlo, desde mi más tierna infancia había compartido todo con ese hombre y sólo la completa separación y miles de kilómetros de distancia me habían permitido vivir sin él. Pero al volver era como si nunca me hubiera alejado, mi cuerpo reaccionaba a él como siempre lo había hecho.
Una vez que me hube duchado, me vestí con un par de jeans y una camiseta de manga larga con otra de manga corta de color azul que leía "Forks Police Force"… Me imaginé que a Charlie le gustaría. Me quedaba un poco ajustada en el pecho, ya que era una camiseta que Charlie me regaló cuando tenía 13 años y bastante menos busto, pero con todo, imaginé que era el detalle lo que contaba.
Jazz me esperaba en la cocina tomándose una segunda taza de café. Sus ojos brillaron al ver mi camiseta, pero no dijo nada y yo silenciosamente empaqué los muffins. Una vez que estuvo todo listo Jazz se paró a mi lado y tomó el paquete de muffins con una mano y mi mano con la otra.
-Nos vamos cariño? –Preguntó.
-Vamos… -Dije, suspiré y le sonreí. Era tiempo de enfrentar a mi padre.

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