sábado, 25 de abril de 2015

Apocalipsis 5

Por fin! Bella y los Cullen, espero les guste aunque es cortito.
Cariños.
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Capítulo 5

Words like violence
Break the silence
Come crashing in
Into my little world
Painful to me
Pierce right through me
Can't you understand
Oh my little girl
All I ever wanted
All I ever needed
Is here in my arms
Words are very unnecessary
They can only do harm
Enjoy the Silence /Depeche Mode

BELLA POV
-Edward! – Exclamó una mujer de cabello color caramelo de unos veinticinco años saliendo por la puerta de la casa y deteniéndose en el acto al verme.
Inmediatamente me puse en guardia, pero sin asumir posición de ataque a pesar de lo que me exigían mis instintos. No atacaría sin provocación, me dije. Sería civilizada. Trataría de encajar.
Rodeé el cuerpo de Edward y me ubiqué cubriendo mi cuerpo con su espalda.
-Tranquila – Susurró Edward – Ella es Esme, mi mamá.
Me asomé un poquito, estudiándola. Se veía demasiado joven para ser la madre de Edward.
-Mi mamá adoptiva – Aclaró al sentir mi confusión.
En ese momento irrumpieron por la puerta tres vampiros más, casi chocando con la madre de Edward.

Me aferré a Edward con más fuerza y lo hice encogerse de dolor. Lo solté de inmediato.
-Alice! – Exclamó Edward molesto – Podrían tener más cuidado?
-Pero la queremos conocer! – Exclamó el hombre/vampiro más grande que haya visto en mi vida, haciendo un dramático y ridículo puchero.
-Esta es Isabela – Dijo Edward sonando resignado – Isabela, estos son mis hermanos Emmett y Jasper y esta es mi hermana Alice.
Estudié a "Jasper", el vampiro de las cicatrices. Era alto, rubio y guapísimo, pero tenía un montón de marcas en la piel, que si bien no le quitaban atractivo, lo hacían claramente peligroso. Además, aunque no tenía una expresión abiertamente hostil, me miraba con el ceño fruncido como quien se enfrenta a un puzle que no logra resolver.
Luego miré a "Alice". Era una chica de mi edad, muy pequeña y francamente preciosa. Se aferraba a la mano de Jasper, que claramente hacía un esfuerzo por contenerla, ya que ella prácticamente vibraba en su lugar de pura ansiedad por abalanzarse sobre nosotros.
Hice un gesto de saludo con una mano y esbocé una débil sonrisa, todo sin soltar el brazo de Edward.
-Hola – Dijeron los hermanos de Edward.
-Bienvenida, querida – Dijo la madre.
-Lo sabía! Lo sabía! Te acuerdas que te dije Jazz? Lo sabía! – Exclamó Alice tironeando la manga de quien asumí que era su novio.
-Cuál es el alboroto? - Preguntó otro vampiro saliendo de la casa. Era alto, rubio y guapo, como Jasper, pero ahí se acababan las similitudes. Este hombre era mucho más parsimonioso y mucho menos sexi.
-Carlisle, esta es Isabela – Dijo Edward – Isabella, él es Carlisle, mi padre.
Lo estudié unos segundos y cuando él me sonrió abiertamente decidí que me gustaba. No me daba miedo.
Lamentablemente detrás de él venía una chica alta y hermosa, pero intimidante y fría como la bruja blanca de "Las Crónicas de Narnia". Me miró sin esconder su desprecio y desdén, y todo el calor y bienestar se esfumó de golpe. Me encogí en mi lugar.
-Y "esa"? – Preguntó la bruja apuntándome con su barbilla – De qué acequia la recogiste?
-"Esta" es Isabela, Rosalie, y si no puedes ser educada mantente al margen – Le dijo Edward rodeándome los hombros con un brazo protector.
-Estás sola? – Preguntó Emmett el gigante, curioso y gentil.
Asentí.
-No puedes hablar? – Preguntó Esme.
Negué.
-Nunca había escuchado de algo semejante – Dijo Carlisle frunciendo el ceño – La transformación debería haber curado cualquier patología...
-Podías hablar antes? – Preguntó Alice – Como humana?
Asentí.
Dios! No quería que siguieran preguntando sobre mi voz. No quería admitir que no hablaba porque no quería. No hablaba porque me daba miedo usar mi garganta y descubrir que no podía hablar. Era mejor mantener la incertidumbre como mi decisión.
-Edward, puedes escucharla? – Preguntó Jasper aún con el ceño fruncido.
Edward negó con la cabeza.
-Lo sé – Respondió Edward a un comentario silencioso.
-Lo sabes? Qué sabes? – Preguntó Emmett.
-Isabela… Ella parece ser una clase de escudo – Dijo Edward suavemente, como para no asustarme.
-No puedes leer sus pensamientos? – Preguntó Carlisle – Nada?
-Nop – Dijo Edward – Y Jasper no puede leer sus emociones y Alice no puede ver su futuro, por eso en cuanto crucé mi camino con el suyo me perdió de vista.
-Pensamos que estabas muerto por ahí – Exclamó Esme con un mano en el pecho – Estábamos tan asustados!
-Qué sabemos de ella? – Preguntó la bruja blanca – No sabemos si es peligrosa, se ve salvaje.
-No hables de ella como si no te pudiera entender Rose – Dijo Alice – Es muda, no sorda.
-Me importa un comino si me puede entender – Dijo la bruja, altanera – Mejor si me entiende. No estoy dispuesta a arriesgar la familia por una niña/lobo. Por dios, mírenla! – Exclamó.
-Rosalie! – La reprendió Carlisle – No es tu rol el decidir por la familia, menos en asuntos como este.
-Si Rose – Dijo el gigante – Dale una oportunidad, no nos va a hacer daño, mira que pequeña es…
-Por qué estaba sola? – Preguntó la bruja sin ni mirar al gigante.
-Escapó de su creador – Respondió Edward – El mal nacido no le enseñó ni a alimentarse, cuando la encontré se estaba enferma y muriendo de hambre porque trató de comer desde nueces hasta carne asada y claro, nada se asentó en su estómago…
-Oh querida – Dijo Esme acercándose un paso. Yo me envaré y ella se detuvo.
-Entonces su creador debe estar buscándola – Afirmó la bruja – Como dije, esa chica no va a traer más que problemas.
Traté de soltarme de Edward. No quería oír más. No era bienvenida y no estaba dispuesta a ser pisoteada. No tenía la necesidad.
Edward me había enseñado a cazar y eso debía ser suficiente. A lo mejor más adelante podría incursionar en una de las ciudades fantasma y buscar algo de ropa. Daba lo mismo. Viviría sola, no importaba si mi ropa estaba cubierta de sangre y pelos, no tenía a nadie a quién impresionar.
-Isabela… No… - Dijo Edward sin soltar mi mano, tratando de retenerme. Yo seguí retrocediendo sin querer darles la espalda. No quería ataques sorpresa.
-Maldita seas, Rosalie! – Masculló Edward – Recuerda que cuando Carlisle te encontró tú tampoco estabas en óptimas condiciones… Ninguno de nosotros lo estaba.
-Cómo te atreves a mencionar eso frente a una extraña! – Rugió la bruja.
-…Te recogió moribunda, sangrante y humillada. Y te dio una segunda oportunidad… - Siguió Edward sin inmutarse.
-Edward… - Dijo Carlisle en tono de advertencia.
-Siempre has sido amargada y egoísta, y todos te hemos soportado a pesar de todo, en consideración por tu pasado, pero tú no estás dispuesta a dar una oportunidad a nadie que lo necesite. No has aprendido nada de Carlisle o Esme – Insistió.
-No tienes derecho a hablarme así! – Chilló la bruja.
-Si Isabela se va yo me voy con ella – Afirmó Edward hablando para todos.
Yo tironeé más fuerte, negando con la cabeza. Yo no quería esto. No quería separarlos.
-Destrozarías esta familia por esa cosita insignificante? – Preguntó la bruja, asombrada.
-Eres una idiota ególatra – Respondió Edward. Entonces se volvió hacia mí dándole la espalda al resto y me dijo – Déjame recoger un par de cosas y nos iremos, está bien?
Me negué. No! No estaba bien!
Pero no alcancé a enfatizar mi punto porque en ese momento la bruja atacó.
Me atacó lanzándose sobre mí, pero Edward leyó su intención y puso su cuerpo entre nosotras.
El impacto sería brutal…
Pero Edward no alcanzó a recibir el choque porque un golpe de energía lanzó a la bruja varios metros hacia el interior del bosque, y sólo se detuvo cuando un enorme pino se interpuso en su camino. El pino se tambaleó y cayó ante el impacto.
Todos quedaron paralizados de la impresión.
Yo empecé a temblar. Sabía que el daño no era duradero, porque el chico galleta se había recuperado casi de inmediato, pero era una agresión efectiva, y peor aún, una humillación.
Quise correr pero mis piernas no respondieron, estaba paralizada. Me costó un segundo darme cuenta de que estaba llorando, y sólo lo procesé cuando Edward me abrazó fuerte y comenzó a susurrar contra mi cabello.
-Shhhh… No pasa nada… Rosalie está bien… Sólo nos estabas protegiendo… De hecho le hiciste un favor… Si yo la hubiera atrapado ella luciría una o dos extremidades de menos… Tranquila Isabela… Tranquila… Shhhhhh…
-Rose, estás bien? – Escuché a Emmett preguntar.
-Perra! Te vas a arrepentir! – Gritó la bruja ignorando la mano extendida de Emmett.
-Ya basta! – Gritó Esme – En mi casa no existen las amenazas. Edward tiene todo el derecho de traer a su amiga y todos la vamos a recibir como corresponde!
-Esme! Ella es… - Dijo la bruja, ofendida de que no tomaran inmediato partido por ella.
-Dije "basta" Rosalie – Dijo Esme – Cuando tú trajiste a Emmett nadie te cuestionó, ten esa deferencia con tu hermano.
-Carlisle… - Dijo entonces.
-Ni lo intentes Rosalie – Dijo Carlisle - No me vas a poner en contra de tu madre, sobre todo en un asunto en el que siempre hemos concordado. La familia es lo primero.
-Ella no es mi familia! – Argumentó ella.
-Edward lo es – Afirmó Esme parándose junto a Carlisle.
Me debatí en los brazos de Edward.
-Lo siento – Me susurró – Tenías razón, venir fue una mala idea.
Le regalé una sonrisa triste. Yo también lo sentía.
-Ven conmigo, acompáñame a mi habitación para recoger algunas cosas y partimos – Me dijo.
-Momento! – Exclamó Esme con esa voz de mamá que poseen algunas mujeres y que nadie se atreve a contrariar – Aquí nadie se va a ninguna parte.
-Pero… - Dijeron al mismo tiempo Edward y la bruja.
-Pero nada. Isabela es nuestra invitada y la vamos a tratar como tal – Afirmó – Algún problema? – Preguntó desafiante a todos en general.
-Por mí ninguno, bienvenida Isabela – Dijo Alice.
-Bienvenida a nuestro hogar – Dijo Carlisle.
-Bienvenida – Dijo Jasper sonando formal – Lamento que nos hayas conocido de esta forma.
-Bienvenida – Dijo Emmett – Me tienes que enseñar ese truco!
-Emmett! – Siseó la bruja.
-Rosalie… - Advirtió Esme.
-Lo que sea – Dijo la bruja.
-Bienvenida – Me dijo Edward mirándome a los ojos – Danos una oportunidad, no todos somos como Rosalie…
-Quédate unos días, Isabela – Dijo Esme – Y luego si quieres puedes continuar tu camino.
Sonaba tentador… Muy tentador… Y no es como si la bruja me pudiera tratar de apuñalar mientras dormía o me pudiera envenenar.
Ok, les daría una oportunidad…
Lentamente, asentí.
La sonrisa de alivio de Edward hizo que valiera la pena.
-Ven conmigo – Dijo Edward – Te voy a mostrar tu cuarto y te puedes dar un baño. Cuando estés lista te daré un tour por la casa.
Asentí y entramos a la casa.
oooOooo
Veinte minutos más tarde yo figuraba cubierta de burbujas hasta el cuello, disfrutando de cantidades inusitadas de agua caliente y los chorros focalizados de una tina de hidromasaje.
Era maravilloso, sobre todo porque tenía tanta sangre seca cubriendo mi cuerpo, mis manos, mi cabello y bajo las uñas, que solo un remojo profundo me podía hacer sentir limpia otra vez.
Una vez que el agua comenzó a enfriarse y las burbujas a desaparecer, pude ver que el agua en la que me bañaba estaba francamente asquerosa, así es que me puse de pié para desaguar la tina y moverme a la cabina de ducha, en la que había boywash de glicerina sin perfume, champú y una esponja, todo nuevo.
Cuando terminé me envolví en una enorme toalla turca extra absorbente, e hice un turbante con una toalla más pequeña. Una vez que mi cabello estuvo apenas húmedo lo peiné con un peine de dientes anchos para desenredarlo. Esperaba tener problemas considerando todo el tiempo que pasé en el bosque con mi cabello cubierto de sangre, ramitas, hojas y tierra…
Pero no. Otra característica de mi nueva condición era la docilidad de cada hebra. Nada de enredos, frizz o rebeldía. Mi larga cabellera se veía mejor que nunca.
Solté la toalla que me cubría y me estudié en el espejo de cuerpo entero… Había cambiado, y a pesar de que como vampiro era mucho más atractiva, mi cuerpo más curvilíneo, mi rostro más simétrico, mis pestañas más largas y mi piel perfecta sin marcas de ningún tipo, habría dado toda mi nueva belleza a cambio de un atisbo de mi perdida humanidad.
O a cambio de volver a ver a mi mamá y a Phil.
Me envolví en la toalla nuevamente y salí del baño en suite. Sobre mi cama descansaba un montón de ropa que Esme había dejado para mí mientras yo estaba en la otra habitación. Vestidos, pantalones de yoga, camisetas, bragas y calcetines. No había sostenes. Supongo que no tenían de mi talla, ya que si bien soy delgada y mi espalda angosta como la de Alice, mi nueva condición había acarreado cambios como un incremento en mi copa, lo que me hacía más voluptuosa que Alice, aunque menos que Rosalie. (No es que ella fuera a ceder una prenda de ropa para mí).
Bueno, no los necesitaba. Mis pechos eran firmes y evitaría la ropa que hiciera evidente mi falta de soporte.
Me puse unas bragas que tenían aún la etiqueta puesta y me calcé unos pantalones de yoga grises bien oscuros. Me puse una camiseta sin mangas de color gris claro y me cubrí con un cárdigan largo y suavecito de color ciruela. Me calcé unas zapatillas deportivas y listo. No era una tenida elegante, pero el algodón limpio se sentía maravillosamente contra mi sensible piel y la lana me hacía sentir contenida, protegida.
Me hice media trenza como la que me hacía mi mamá y salí muy sigilosamente de mi habitación.
Ni muerta bajaría sola, así es que venciendo mi timidez golpeé la puerta de la habitación de Edward. Sentí movimiento, papeles removiéndose y la invitación.
-Pasa Isabela – Dijo Edward.
Abrí la puerta y miré al interior. La decoración era radicalmente distinta a la de mi habitación, que estaba delicadamente ambientada en el estilo "shabby chic" con muebles blancos de estilo country y detalles florales por todas partes.
El cuarto de Edward en cambio, era completamente funcional. Las paredes estaban tapizadas en tela, y uno de los muros estaba completamente dedicado a la música, sosteniendo cientos, tal vez miles de CDs. Otro muro sostenía estanterías con libros de todo tipo, desde valiosas ediciones antiguas y medio ajadas hasta ediciones modernas y baratas de tapa blanda.
Contra la tercera pared había un enorme escritorio de vidrio y metal sosteniendo un laptop y varios cuadernos de cuero, y a su lado en vez de cama había un gran sofá de cuero negro y cromo.
El último muro era de vidrio. Una enorme ventana que daba hacia el bosque. Probablemente mi habitación también la tenía, pero no me había molestado en abrir las cortinas.
-No te quedes ahí, entra! – Me dijo Edward desde su sofá, golpeándolo para que me sentara a su lado.
-Estaba pensando en cómo podríamos hacer para conocernos mejor, y se me ocurrió que podemos usar esto – Me dijo mostrándome una pequeña pizarra blanca, un trozo de franela y un marcador no indeleble de color negro -Tu lengua materna es el inglés? – Preguntó.
Asentí.
-Eres estadounidense? – Preguntó.
Asentí.
-Sabes leer y escribir? – Preguntó muy en serio. Qué se había imaginado?
Le quité la jodida pizarra de las manos.
-"El que me hayas encontrado en el bosque no significa que siempre haya sido una salvaje" - Escribí rápidamente, con mi orgullo bastante herido. Qué impresión tenían de mí?
-No! No quiero que te ofendas! Pero debía preguntar, para que funcione este sistema debes saber leer y escribir, y ya veo que puedes, y que por lo demás tienes muy bonita caligrafía – Dijo urgido, tal vez creyendo que me pondría de pié y me largaría, o que le rompería la pizarra en la cabeza.
Asentí pero aún estaba dolida.
-Bien! – Exclamó aliviado – Hay algo que me quieras decir? Algo que quieras preguntar?
-"Montones" – Escribí simplemente.
Edward sonrió.
-Partamos con algo sencillo – Me dijo – Lo que quieras.
-"Isabella" – Escribí y dibujé una flecha que apuntaba hacia mí.
-"Isabella"… - Dijo él como saboreando la palabra – Italiana. La "L" es más larga entonces, verdad? – Preguntó.
Asentí.
-"Bella" – Escribí más abajo dibujando otra flecha que me señalaba.
-Sí, lo eres – Me dijo tomando entre sus dedos la punta de un mechón de mi cabello.
Negué con la cabeza rodando los ojos y apunté a mi nombre y la flecha frunciendo el ceño, y como no dio señales de entender, subrayé las dos últimas sílabas de mi nombre.
-Es tu sobrenombre? Te llaman "Bella"? – Preguntó comprendiendo.
Asentí.
-"Isabella sólo para regañarme" – Escribí.
-Entonces nunca más vas a ser Isabella – Me dijo.
Sonreí.
-"Desde cuando que eres… Esto?" – Escribí.
-"Esto" – Preguntó – Te refieres a un vampiro?
Asentí.
-Bastante tiempo, me convirtieron a principios del siglo pasado – Dijo Edward – Estaba muriendo de gripe española y Carlisle me salvó.
-"Salvó?" – Escribí.
-El cambio ayuda a sanar y regenerar tejidos. Si alguien está desahuciado el cambio es la única alternativa para sobrevivir. Esme tenía el cuerpo destrozado al caer de un barranco, y Emmett fue atacado por un oso… - Me explicó – Carlisle nunca nos habría transformado de haber habido una alternativa.
Fruncí el ceño, pensativa. Yo había sido atacada sexualmente por un vampiro… Y había estado moribunda…
Había sido atacada y prácticamente violada…
Pero el chico galleta peleó por mí.
No lo hizo para comerme.
No lo hizo para violarme.
Sería que lo hizo para salvarme? Para ayudarme?
Pensé con más fuerza, porque los detalles estaban borrosos… No, no me atacó, él había sido dulce y amable. Ni cuando me mordió lo hizo de forma agresiva… Y cuando desperté… Dios! Cuando desperté él trató de presentarse, trató de acercarse con cuidado, y yo qué hice? Lo lancé lejos y escapé obligándolo a seguirme a través de los lugares más aislados e indómitos que pude encontrar.
El chico galleta no era malo… Alec… Ese era su nombre… Alec… Alec me había salvado.
-Bella? – Preguntó Edward – Qué pasa?
-"Creo que me equivoqué" – Escribí – "Con mi creador".
-Te equivocaste en qué? – Preguntó Edward intrigado.
-"Yo ya estaba muriendo" – Escribí – "Otro vampiro me atacó antes, pero no para comerme".
Edward rugió como cuando estábamos en el bosque y yo retrocedí de un salto, asustada. Alcancé a llegar a la puerta cuando me dijo
-Bella no! No te vayas! No estoy enojado contigo… Nunca contigo.
Apoyé mi espalda en la puerta pero no me acerqué.
-Vuelve… Toma tu pizarra – Me dijo extendiéndola.
La tomé y escribí cambiando de tema a algo que no lo enojara.
-"De adónde sacaste la pizarra?"
-Es la pizarra que teníamos en la pared de la cocina, para los recados – Dijo.
-"Esme se va a enojar?" – Escribí.
-No, Esme está feliz de ayudar. Además ya no hay muchos recados que dar, rara vez vamos a ninguna parte y nadie llama por teléfono – Dijo encogiéndose de hombros.
-"Cómo es que tienen electricidad?" – Pregunté.
-Esta casa la tenemos desde hace mucho tiempo, desde antes de la revelación, y como está tan aislada no llegan los cableados eléctricos, así es que siempre ha funcionado con generadores, primero petroleros y luego con placas solares – Me explicó.
-"Lo mismo hizo mi familia" – Le escribí –"Instalamos placas solares".
-Tu familia está viva? – Preguntó interesado. Demasiado interesado. No me gustó – Dónde? – Insistió al ver que no escribía nada.
Me paralicé. De ninguna manera le diría donde encontrar a Renee y Phil. Confiaba en que Edward no me haría daño a mí, pero quién me garantizaba que no se tentaría con un par de humanos sanos y fuertes?
Cerré la boca y crucé mis brazos.
Edward me miró sin entender, más desconcertado aún por el hecho de que yo era muda no solo vocal, sino mental.
-"Estoy cansada, voy a mi habitación" – Escribí, solté la pizarra y poniéndome de pié, huí.
-Bella! – Exclamó él.
Pero yo ya no estaba ahí.
Y la verdad es que no era mentira que estuviera cansada. Estaba agotada mentalmente, pero tenía tanto en qué pensar! Y luego ese malestar que acarreaba desde hacía tantos días… Esperaba que comiendo se me pasara, pero no fue así. Era algo más profundo, algo que no me permitía respirar profundamente, algo que me angustiaba sin saber la razón. Me faltaba algo, pero no sabía por dónde empezar a buscar porque no sabía lo que era!
Me quité las zapatillas y me recosté cubriéndome con un chal que estaba doblado a los pies de la cama. No es que me afectara la temperatura, pero me sentía más contenida siguiendo esas pequeñas rutinas humanas.
Y Alec volvió a invadir mis pensamientos…
Mi chico galleta…
Quién todo el tiempo me quiso ayudar.
La culpa me abrumó y el malestar general aumentó.
Y otra vez me puse a llorar.
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