Reencuentro. Eso es
todo lo que puedo decir, ustedes decidirán, gusta? No gusta? Lo que sea,
no dejen de hacérmelo saber.
Abrazos
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Capítulo 7
‘Cause we belong in center of the sky
Where the only guests allowed are you and I,
‘Cause I found what I need to get through
It’s all in the shape of you.
Where the only guests allowed are you and I,
‘Cause I found what I need to get through
It’s all in the shape of you.
In the words of my song that’s where we belong
‘Cause you belong asleep right here with me
I sing you all my songs under the willow tree
And oh no, I won’t look forward to tomorrow
‘Cause time without my girl seems unbelievably hollow.
‘Cause you belong asleep right here with me
I sing you all my songs under the willow tree
And oh no, I won’t look forward to tomorrow
‘Cause time without my girl seems unbelievably hollow.
We Belong / Tom Felton
BELLA POV
Pasaron un par de días durante los cuales no supe realmente
qué hacer. No sabía muy bien en quién confiar, no sabía quién era realmente mi
amigo o quién me apuñalaría por la
espalda.
No podía revelar nada de mí, eso estaba claro. No podía
permitir que a través de mí se acercaran a mi familia.
Y además me sentía mal… Me sentía mal pero ya no me daba ni
cuenta, era el estado semipermanente en el que me había encontrado desde que
desperté a esta maldita vida. Hambre, angustia y dolor.
Pero aun asumiéndolo, algo no estaba bien. Más que la agonía
física había algo mucho más profundo que me faltaba. Sentía una ansiedad enorme
y una opresión en el pecho como anticipando algo, pero sin saber qué. Qué era
lo que quería? Qué necesitaba? Cómo encontrarlo? Dónde buscar? A veces cerraba
los ojos e imaginaba al Chico Galleta… Igual como una adolescente tonta que se
enamora de su ídolo o algo así, yo no me podía sacar de la cabeza al chico que
me salvó. Al que abandoné sin darle oportunidad de explicarse.
Porque lo cierto es que una vez que quité el velo del terror
de mis recuerdos mi perspectiva había cambiado bastante… Sería él lo que me
faltaba? Cómo había escuchado que lo llamaban? Oh sí, mi “creador”…
Aparentemente es un lazo importante entre los vampiros, y yo había desertado
huyendo del mío.
Pero lo que realmente me angustiaba era que aún si me decidiera
a volver a él, no sabía dónde buscar. Porque difícilmente viviría en la
Biblioteca Pública de Phoenix… Tal vez él sólo buscaba libros… Tal vez él amaba
la lectura, como yo.
Y qué hay de su grupo? Quienes eran exactamente? La linda
chica rubia que olía a verbena era su novia? Lo había tocado con familiaridad,
eso lo vi al despertar y lo recordaba perfectamente…
Pero y si tenía novia por qué molestarse conmigo? Por qué
salvarme? Por qué había sido tan dulce y cuidadoso? Era yo un simple caso de
caridad? Y ella lo había permitido…?
No, no podía ser tan sencillo… Su mirada era intensa,
íntima… Posesiva.
Yo era... Suya? Querría serlo?
Tal vez, admití avergonzada. Yo quería pertenecer, quería
sentirme segura, quería alguien en quien confiar.
Era así como funcionaba este asunto? Maldita sea! La
transformación debería venir con un manual de instrucciones… “Guía Vampírica
Para Tontos” o algo así…
oooOooo
Edward fue una vez al día a mi habitación a invitarme a
cazar. Me hablaba amigablemente a través de la puerta, trataba de razonar y
hasta me rogaba, pero nunca forzó la entrada. Creo que sabía que yo
reaccionaría mal a la violencia… A cualquier tipo de violencia.
Nunca respondí. Ni siquiera respiré cuando él estaba cerca,
hasta que finalmente se retiraba con paso derrotado.
Podía escuchar vagamente las conversaciones de la familia en
el primer piso.
A veces hablaban de mí…
Que si estaba loca.
Que si estaba enferma.
Que si era suicida.
Que si era peligrosa.
Que si Edward debía renunciar a su afán de ayudarme.
Que si yo no quería ayuda no podían obligarme a aceptarla.
No todos eran intolerantes a mi presencia. Había algunos que
sonaban más acogedores, en particular Alice y Jasper. Por lo que pude inferir,
Jasper podía percibir y manipular las emociones de todos quienes lo rodeaban,
pero no las mías, lo que lo intrigaba y lo atraía, ya que yo representaba un
raro oasis en medio del torbellino de emociones que lo afectaban a diario. Un
punto ciego, por llamarlo de algún modo.
Algo similar a lo que le pasaba a Edward conmigo, pero con
la diferencia de que Jasper no quería sentirme, a él simplemente le producía
curiosidad el saber por qué, en cambio Edward se moría por leerme.
Alice por otra parte no manejaba tan bien la situación con
su don, ya que si bien estaba feliz de mi llegada y del supuesto lugar que yo
tendría en la vida de Edward, la desesperaba el estar “ciega” al futuro que me
involucrara.
Carlisle y Esme no opinaban mucho pero nunca los escuché
decir un comentario negativo en mi dirección. Ellos se mostraban cordialmente preocupados
por mi salud, pero dejaron en manos de Edward el cómo manejarme. Me dio la
impresión de que su preocupación no era por mí sino exclusivamente por su hijo,
y aunque al principio me ofendió un poco la idea, debí aceptar que en realidad
era lógico que antepusieran a Edward frente a una desconocida muda y que
rechazaba todo contacto y asistencia.
Emmett y Rosalie eran un caso interesante, porque aunque
ella demostró abiertamente su desacuerdo con toda la situación, Emmett le daba
su apoyo a Edward en privado, preguntando regularmente por mi bienestar cuando
la bruja no estaba en los alrededores. El grandote claramente estaba asustado
de ella. Qué serían? Matrimonio? Novios? Por como ella lo trataba uno pensaría
que su esclavo/mayordomo, pero a veces y para mi infinita vergüenza, podía
distinguir los inconfundibles sonidos del sexo entre ellos, a pesar de que los
demás al parecer elegían hacerlo fuera de la casa para tener privacidad.
Y así es como pasaron los días…
oooOooo
Nuevamente Edward tocó la puerta… Esta vez decidí abrirle.
Él no me había mostrado más que gentileza, y realmente no merecía mi
desconfianza ni mi mala educación… Además a pesar de estar enormemente
hambrienta me estaba sintiendo marginalmente mejor, y quería aprovechar ese
bienestar seguramente momentáneo, para salir a comer.
-Bella! – Exclamó sorprendido al verme – Me tenías tan
preocupado!
Hice una vaga seña de saludo con la mano.
-Venía a ver cómo estabas, y a invitarte a comer… Debes
estar hambrienta, verdad? – Preguntó anclado al marco de la puerta, sin
atreverse a entrar sin mi permiso.
Asentí y le señalé que pasara.
Yo vestía leggins negros, calcetines gruesos de color gris y
una blusa de mezclilla sobre la cual usaba un cárdigan de punto de color
blanco, así es que evidentemente no había hecho ningún esfuerzo por verme bien.
Simplemente me había duchado y cubierto con ropa abrigada, porque seguía
teniendo frío.
Pero aparentemente Edward no pensó lo mismo, ya que sus ojos
reflejaron pura admiración, la que me hizo sonrojarme… O bueno, me habría
sonrojado si mi nueva condición me lo hubiera permitido.
-Vamos Bella, acompáñame a cazar… Los dos solos… Te va a
hacer bien salir un rato de la casa – Me pidió.
Dudé un momento. Quería salir, y quería comer, pero no
quería encontrarme a los demás y a su escrutinio.
-Podemos salir por la ventana… – Dijo él como adivinando la
razón de mis reservas.
Finalmente asentí. Fui al closet, saqué unas botas de cuero
café de caña alta y un pañuelo con el que envolví mi cuello, a falta de una
bufanda. No me gustaba tener mi cuello desprotegido.
Mientras me calzaba a velocidad humana, Edward había abierto
las cortinas y una enorme ventana que nunca antes noté. Una vez que estuve
lista tomé mi cabello y lo enredé en un moño sobre mi nuca, de modo de tenerlo
despejado al momento de comer, porque no quería tener que volver a remover de
mi cuero cabelludo coágulos apelotonados con ramas, tierra y pelos.
-Ahora, saltamos – Dijo Edward estirando su mano para que yo
la tomara.
Deslicé mi mano en su palma y él la apretó levemente, pero
sin llegar a ser opresivo.
-A la cuenta de tres – Dijo – Uno, dos… Tres! – Exclamó y
nos lanzamos en una caída que sin duda me habría matado de haber sido humana. Y
si me atreví a hacerlo fue solo por el recuerdo de mi primera caída, desde el
tercer piso de la biblioteca de Phoenix.
Aterrizamos sin ningún problema y completamente solos. Todos
estaban en la casa, así es que no debí ver a nadie.
Corrimos internándonos inmediatamente en el bosque y los
sonidos y olores me envolvieron de inmediato. Mis instintos estaban
despertando, y miré hacia a todos lados notando montones de cosas por primera
vez. Cosas que antes estaba demasiado hambrienta y desesperada como para notar.
Noté el palpitar del corazón de cientos de seres a mi
alrededor. Grandes y pequeños, todos eran vida…
Noté el aroma de distintas potenciales presas, unas más
apetitosas que otras, pero todas comestibles.
Noté huellas y rastros que se entrecruzaban, olí territorios
delimitados y hasta cadáveres en descomposición.
Edward me dejó ser, ver y oler, pero sin soltar mi mano.
-Dónde crees que debemos ir? – Me preguntó.
Mi mente fue inmediata en su respuesta, SUR!
Pero por qué al sur?
Me pregunté. No había ningún rastro especialmente interesante en esa dirección,
ni por lo apetitoso ni por la cantidad de presas. Entonces por qué mi mente y mi cuerpo
apuntaban hacia allá cuando se les daba la opción?
Sur, sur, sur!
No! Quién sabe qué extraño instinto me impulsa hacia allá,
pero lo racional es ir al noreste, donde podía oler y oír mi cena.
A desgano apunté al noreste, pero mi rostro aún miraba hacia
el sur, preguntándome qué encontraría si siguiera mi impulso.
-Bien – Dijo Edward – Tú me guías.
Corrimos un buen trecho a velocidad vampírica pero relajada.
No estábamos compitiendo, ni huyendo, ni luchando. No había razón para apurar
la agradable experiencia especialmente después de tantos días encerrada.
Finalmente llegamos a una pequeña laguna en la que bebían
algunos ciervos. Había un macho grandote que sería un buen comienzo… Pero al
concentrarme más percibí otro aroma, mucho más tentador… Escudriñé el paisaje
hasta que lo descubrí. Un total de cinco lobos acechaban desde el otro lado de
la laguna. Tres eran adultos y dos eran más jóvenes y se mantenían más atrás.
Eso, decidí. Eso es lo que quiero comer.
Los ciervos estaban bien, pero los lobos olían muchísimo
mejor.
Oh, estaba tan hambrienta que quizás me los comería a todos,
ciervos y lobos, y que Edward se buscara su propia cena o atrapara a un par de
ardillas por ahí!
Me posicioné para correr apoyando mi mano en el suelo y vi la
manga mi cárdigan blanco. No lo quería arruinar. Mmmmmh… No lo pensé al salir
de la casa.
Me lo quité y lo colgué de una rama.
Y pensándolo mejor me quité la blusa, quedando sobre la
cintura sólo en una camiseta blanca sin mangas, y sin sostén, ya que no tenía.
Tampoco pensé gran cosa del gesto hasta que vi la cara de Edward y sus ojos
fijos en mí.
Oh mierda!
No me di tiempo de avergonzarme, me lancé hacia los lobos
atacándolos uno a uno, rompiéndoles el cuello a velocidad vampírica, de modo
que no huyeran o me atacaran. No quería destrozar mi ropa. Una vez que todos los lobos estuvieron muertos me acerqué
al más grande, al Alpha, y haciendo como Edward me había enseñado, arranqué un
trozo de piel de su cuello e hincándole el diente comencé a beber.
Mmmmmh, maravilloso. No sólo porque esta sangre parecía
saciarme mejor, sino porque era deliciosa en comparación a la alternativa.
Hice lo posible por no ensuciarme demasiado y lo logré. La
camiseta quedó salpicada pero no insalvable, y mi cabello se mantuvo recluido
en su moño. Éxito completo.
Al terminar mi último sorbo del último lobo volví a ganar
consciencia de mis alrededores. Edward? Dónde estaba Edward? Me giré justo a
tiempo para verlo dejar caer la carcasa de un ciervo. Había bebido dos machos y
el resto había huido.
Me sonrió sin acercarse y yo muy despacio sonreí de vuelta.
Lo había hecho! Lo había logrado! Había encontrado una presa deliciosa y la
había cazado por mí misma!
-Lo hiciste muy bien, amor, muy bien – Me felicitó. Yo me
acerqué muy despacio y él me esperó en su sitio junto al agua. Edward no se
había ensuciado para nada. Se veía fresco y limpio y guapo, y aunque mis
modales al comer habían mejorado considerablemente, me sentí una cerdita.
Toqué mi rostro y estaba pegajoso. Mis dedos quedaron
manchados de sangre y pelos. Mierda!
Caminé hasta una roca en la orilla de la laguna y me
arrodillé en ella. Miré mi reflejo en el agua y era espantoso. Frenética
comencé a lavar mis manos y mis brazos hasta el codo, y luego mi rostro, hasta
que estuve segura de que no quedaban rastros de los lobos en mi piel.
Me puse de pié y Edward me miró y bajó la mirada
avergonzado. Fruncí el ceño y miré hacia abajo pensando en qué podía haberlo
ofendido y ahí estaba. Mi camiseta salpicada de agua se había tornado
semi-transparente, dejando mis pechos prácticamente al descubierto.
De inmediato los cubrí con un brazo y me acerqué a Edward
para girarlo empujando su hombro, de modo que quedara de espaldas al árbol en
el que había colgado mi blusa, mi pañuelo y mi cárdigan. Él obedeció mansamente
sin decir palabra y yo me acerqué a mi
ropa, me quité la camiseta mojada dándole la espalda a Edward, y me vestí con
mis prendas secas.
Una vez que terminé de vestirme me acerqué a Edward con la
camiseta húmeda en la mano y lo rodeé señalándole que estaba lista. Él pareció
a la vez aliviado y decepcionado a la vez, y me dio un poco de risa… Edward era
muy dulce y paciente, pero no por eso dejaba de ser un hombre.
Lo que no sabía aún era si yo le gustaba por mí o simplemente
por ser la única chica disponible en el área. Le gustaba yo o era sólo la única
alternativa a vivir solo en una casa llena de parejas?
No lo sabía… Sólo el tiempo lo diría.
De regreso corrimos un poco desviándonos de la ruta más
directa, aprovechando los escasos rayos del sol. No me acostumbraba a ver
brillar a otra persona, mucho menos a brillar yo misma, pero el espectáculo era
hermoso y decidí abrazarlo por lo que era sin darle más vueltas.
Pero nuestro paseo acabó abruptamente, porque cuando ya
íbamos llegando a la casa, escuchamos lo imposible: El sonido de un motor
acercándose.
Con Edward nos miramos y decidimos rodear la casa para
enfrentar la puerta de entrada desde nuestro puesto en el bosque. De ese modo
podríamos ver quién se acercaba y evaluar el peligro que representaban. Cómo es
que tenían un auto funcionando? No había petróleo en ninguna parte, al menos
eso es lo que decían… Entonces?
Llegamos al tiempo que un moderno y lujoso auto negro se
estacionaba frente a la puerta de entrada. Toda la familia estaba reunida en la
escalinata y sólo faltábamos nosotros. Carlisle comenzó a hablar con los
extraños que se bajaron del auto y nos dieron la espalda. Yo me escondí tras
los árboles antes de llegar a verlos, asustada. Eran varios. Varios vampiros
desconocidos… Oh no, yo no me quedaría. Me iría con lo puesto y le mandaría una
postal a los Cullen agradeciéndoles todas sus molestias.
Me levanté de mi escondite para correr a pesar de las señas
de Edward de que me quedara donde estaba pero en ese momento el viento, que estaba
a nuestro favor arrastrando el olor de los extraños en nuestra dirección y
enmascarando el nuestro, me trajo el aroma más maravilloso.
Galletas…
Galletas de navidad.
Sería posible?
Mi Chico Galleta?
Había venido por mí?
Me encontró?
Impulsivamente di un par de pasos al frente para ver mejor,
no confiando plenamente en un sentido tan nuevo para mí como el olfato. Pero en
mi urgencia por ver a mi creador olvidé toda precaución y pisé una rama que se
quebró ruidosamente. Bueno, no sé si realmente el ruido fue tan fuerte, pero
para mis oídos fue estruendoso.
Y entonces… De alguna manera se precipitaron los
acontecimientos…
Edward se lanzó para posicionarse entre mí y los visitantes,
cayendo acto seguido sobre sus rodillas, arqueando la espalda y gritando en
agonía, y yo sentí esa fuerza que me rodea expandirse, pero no explotar.
-Jane, nooooooo! – Escuché gritar a la voz que plagaba mis
recuerdos.
Yo no sabía lo que le pasaba a Edward, alguien lo estaba
atacando, pero no había un objetivo claro a la vista! No podía lanzar esa bola
de energía, pero tan rápido comenzó como se detuvo.
Me acerqué a él y él se incorporó jadeante, se puso de pié y
se puso delante de mí, en posición de ataque, gruñendo.
Y entonces lo vi… Alec.
Alec caminando muy despacio hasta hacerse visible desde
nuestro ángulo.
Dios mío! Mi memoria apestaba! El miedo había teñido mis
recuerdos, y le había dado un cariz duro, casi malvado, pero el chico que tenía
frente a mí era un ángel que me miraba con toda la dulzura del mundo.
Un ángel de ojos rojos, es cierto, pero un ángel al fin.
-Estás aquí – Murmuró – Por fin te encontré – Dijo extendiendo
la mano como cuando desperté a esta vida. Los gruñidos de Edward aumentaron y
varios miembros de la familia le rogaron que se calmara, y creo que se calló,
pero la verdad es que no presté atención. No podía! Era un llamado más poderoso
que la razón. Lo rodeé sin que intentara detenerme y caminé lentamente hacia mi
Chico Galleta sin dejar de mirarlo a los ojos. Necesitaba tocarlo, saber que
realmente había llegado a mí, sumergirme en su expresión dulce y posesiva a la
vez…
Si es que Edward trató de tomarme para retenerme, no lo
logró. No sé realmente si hice algo para evitarlo, demasiado concentrada en dar
un paso al frente y luego otro más.
Murmullos a nuestro alrededor.
No entendí ni media palabra de lo que decían, mis oídos
zumbaban, todos mis sentidos enfocados en una sola tarea.
Llegar a él.
Esta vez lo haría bien.
Cuando estuve frente a Alec debí torcer mi cuello hacia
atrás para mirarlo a la cara, ya que era mucho más alto que yo.
Él se veía tan nervioso como me sentía yo, y simplemente
susurró “Hola” mientras yo tomaba su
mano extendida.
Creo que ambos suspiramos de alivio, era como si hubiéramos
parchado algo roto, algo que nos desgarraba y nos drenaba de energía. Mi mano
en la suya encajaba perfectamente y ese pequeño contacto era un bálsamo no solo
emocional sino físico. Mi pecho ya no estaba comprimido, no sentía punzadas en
el estómago o tras los ojos, y por fin podía respirar profundamente.
Mi mano libre ascendió muy lentamente a su rostro hasta
abarcar su mejilla, y él se reclinó en mi toque cerrando los ojos por unos
segundos.
Como regodeándose en el momento, como grabándolo en su
memoria.
Cuando volvió a abrir los ojos modulé “Lo siento”.
-No, yo lo siento – Dijo él en voz baja, casi rasposa, acercando
su rostro al mío muy despacio, como para no asustarme. Por un momento pensé que
me besaría y no supe si aceptarlo o huir.
Nunca me habían besado… Nunca… Pero mi Chico Galleta era
especial… Sería tan malo ser besada por él? Lo dudé. Sus movimientos eran
cuidadosos, sus ojos reflejaban sólo sentimientos hermosos, su aliento me hacía
querer respirar en su boca y sus labios eran tan invitantes…
No, huir de él no era una opción…
Pero él no me besó. Simplemente apoyó su frente en la mía y
respiró. Estábamos tan cerca que podía absorber su esencia por completo, desde
las especias de su piel hasta la dulzura de su aliento.
-No tienes idea de lo mucho que te extrañé – Me susurró muy
bajito.
Yo bajé los ojos avergonzada. Si lo sabía, yo había sufrido
igual.
Lo miré con ojos tristes y otra vez modulé “Lo siento”.
-Nunca debí dejarte escapar así, fue estúpido de mi parte el
no planear una estrategia de contención – Dijo – Es solo que pensé que al verme
lo sabrías, nunca pensé que huirías.
Fruncí el ceño. “Saber
qué?” Pregunté.
-Puedes susurrar bajito si no quieres que los demás escuchen
– Me dijo rosando la yema de sus dedos de su mano libre en el arco de mis cejas.
Negué con la cabeza.
-No qué? – Preguntó separándose un poco para ver mejor mi
expresión, pero sin dejar de tocarme o soltar mi mano.
Y eso estaba bien... Mientras mantuviera el contacto estaba
bien.
Me encogí de hombros y con mis dedos índice y medio toqué
delicadamente mi pañuelo a la altura de mi garganta. Aún no soportaba ningún
tipo de presión en ella.
-Isabella… Ella no habla – Dijo Carlisle por sobre el resto
del grupo. Yo lo miré al escuchar mi nombre.
-A qué te refieres con que no habla? – Preguntó la chica
rubia que olía a verbena. La que supongo que no era la novia de mi chico, o no
habría permitido un reencuentro tan dulce como el que tuvimos.
-No lo sabemos a ciencia cierta, no habla desde que la
encontramos, no ha emitido ni un sonido y no ha permitido que la examine – Dijo
Carlisle.
-Sabemos que es una especie de escudo, porque es capaz de
repeler todos nuestros dones combinados, además de ataques físicos – Agregó Jasper.
-Ataques físicos? – Gruñó Alec. Los otros tres vampiros
adoptaron posiciones. La chica rubia y el gigante en posición de ataque, la hermosa
morena tras ellos y Alec frente a mí, con una mano en mi cintura.
-No es lo que piensan – Dijo Carlisle sonando forzadamente
calmado – Edward encontró a Isabella en el bosque, en muy malas condiciones.
Estaba débil y al borde de la inanición. Estaba bastante enferma porque había
tratado de beber agua y de comer comida humana… Nueces, carne asada… Ya se
imaginan… No sabía alimentarse, estaba perdida y sucia…
Alec se volvió y me rodeó de modo que quedó detrás de mí,
enfrentando a los Cullen. Rodeó mi cintura acercándome a su cuerpo y apoyando
su mentón en mi hombro susurró en mi oído “Lo
siento… No sabes cuánto lo siento”. Traté de disimular el estremecimiento
que me recorrió por la cercanía de su cuerpo pegado al mío y su aliento contra
mi piel. Era normal? Era eso lo que debía producirme mi creador? No lo creía,
ya que a casi todos los Cullen los había creado Carlisle, Y Rosalie, Emmett o
Edward no actuaban como yo me sentía en ese momento.
-Y el ataque físico? – Dijo la rubia pequeña. Jane?
-Fue un mal entendido, cuando Edward llegó con ella a la
casa hubo un altercado entre él y Rosalie, y cuando ella atacó y Edward se interpuso,
Isabella produjo una suerte de escudo que lanzó a Rosalie a varios metros de
distancia – Dijo Carlisle.
-Cual de ustedes es Rosalie? – Preguntó la chica Verbena.
-Yo – Dijo la bruja mostrándose tan pedante como siempre.
-Cómo te atreves a atacar a una chica vulnerable sin
provocación? A una chica que desconoces? A un miembro de la nobleza? – Dijo las
últimas palabras en un gruñido aterrador.
Mmmmmh… Ok… Algo anda mal. Es que acaso dijo nobleza?
Rosalie no alcanzó a responder, porque cayó de rodillas
dando un grito ensordecedor y comenzó a convulsionar. Emmett trató de
acercarse, pero Jasper lo contuvo con la ayuda de Carlisle.
Me costó un par de segundos darme cuenta de lo que estaba
pasando. Esa agonía… Ese castigo… Me eran familiares… Mi violador! Se lo habían
aplicado a mi violador! Y luego por unos segundos a Edward hasta que lo
protegí! Oh dios! La pequeña rubia tenía un don horrible! Y a Rosalie la estaban
torturando por mi culpa!
-Janey ya basta! – Exclamó Alec sin obtener respuesta.
No lo pensé, simplemente lo hice. Me desprendí de los brazos
de Alec (que no se esperaba que me moviera, ya que ambos estábamos
extremadamente cómodos en esa posición) y me lancé frente a Rosalie.
Sí, puede que la detestara. Puede que ella me despreciara y
estuviera dispuesta a lanzarme a la calle. Puede incluso que haya tratado de
atacarme por la espalda… Pero yo no era como ella. Yo no podía sentir rencor, y
mucho menos disfrutar con su dolor. Yo no era una sádica.
De inmediato Rosalie dejó de sacudirse, y a velocidad
humana, se incorporó, tambaleante. Yo me le acerqué sin perder de vista a los vampiros
de ojos rojos y la tomé del brazo para estabilizarla. Ella no rechazó mi
contacto. La protegí con mi cuerpo retrocediendo hasta que Emmett tomó. La
inquebrantable Rosalie lloró en sus brazos como una niña.
Alec por su lado, trató de acercarse, pero yo retrocedí.
Ellos no eran
confiables… Es que no entendían que los Cullen, a pesar de todos sus defectos,
me habían salvado la vida? Que gracias a ellos no estaba vestida en harapos
ensangrentados, hecha un ovillo en el suelo de alguna cueva? Cómo confiar en
ellos? En gente que tortura… Mi esencia era exactamente lo contrario. Yo odiaba
la muerte y el sufrimiento ajeno. Incluso mi “don” o habilidad se había
desarrollado en base a ese instinto. Yo podía protegerme a mí, pero también a
los demás, y lo haría. Yo había demostrado que prefería morir de hambre antes
que matar a un humano.
Alec me miró confundido pero yo retrocedí otro paso. Debía
proteger. Necesitaba a Alec, pero debía proteger a los más débiles, a quienes
me tendieron la mano. Eso es la lealtad, y eso me lo enseñó mi mamá.
A todo esto… Edward, dónde estaba? Lo busqué con la mirada y
lo encontré con la mirada perdida en el bosque cerca del punto donde lo había
dejado cuando lo rodeé para acudir al llamado de Alec. Qué le habían hecho? Por
qué no reaccionaba?
No podía moverme de donde estaba, frente a la familia, pero
tampoco lo podía dejar ahí, listo para ser despedazado.
Sólo se me ocurrió una solución, que no tenía idea si
funcionaría.
Me concentré con todas mis fuerzas en protegerlo a él, en
cubrirlo con lo que fuera que me cubría a mí. No tenía forma de saber si
funcionaba, ya que mi escudo no es de ningún color ni refleja la luz de forma
distinta. Sólo había que esperar.
Y resultó que no debí esperar demasiado. En sólo segundos
Edward pareció despertar, miró a su alrededor e imagino que leyó en las mentes
de los demás lo que había pasado.
Edward corrió hacia la escalinata y se posicionó frente a mí.
-No se la van a llevar! – Exclamó.
-No te metas en esto Cullen, no es asunto tuyo – Dijo el
grandote de ojos rojos.
-No se la van a llevar! – Repitió con voz más amenazante. Me
preocupó. Si la cosa llegaba a una confrontación física, los vampiros de ojos
rojos a pesar de ser menos tenían todas las de ganar.
-No hagas esto más difícil – Dijo Alec sin apartar los ojos
de mí. Pero yo no quería mirarlo. No quería porque nuevamente sentía que estar
a su lado era estar del lado de los monstruos. Los Cullen al menos eran más
compasivos y civilizados… No era precisamente Alec el que me asustaba, sino el
grupo al que pertenecía en general.
-No es tuya – Dijo Edward como respondiendo a un comentario
silencioso de Alec – No, no lo es, ustedes perdieron ese derecho cuando la
abandonaron. Fui yo quien cuidó de ella, quien e enseñó a cazar, quien la ayudó
a asearse, quien le dio un hogar.
Mierda! Era cierto. Edward había hecho todo eso por mí. Y
más… Me había dado mi espacio cuando lo había necesitado.
-Isabella… - Dijo Alec como saboreando la palabra que
pronunciaba por primera vez. Lo miré a los ojos, no pude evitarlo – Tienes que
venir conmigo, tenemos que estar juntos…
-Tú puedes estar donde quieras, Bella – Dijo Edward
desafiante, disfrutando llamarme por mi sobrenombre – Nadie te puede obligar a
estar donde no quieres.
-Te necesito – Dijo Alec.
-Ese es tú problema – Le dijo Edward.
-Tú también me necesitas a mí – Afirmó Alec ignorando a
Edward.
-Son asesinos Bella – Dijo Edward – Hoy mismo estuvieron de
cacería, míralos, mira sus ojos, todos bien alimentados.
Los miré y efectivamente sus ojos mostraban un color rojo
intenso. Además no tenían ojeras, esas que había a prendido a asociar con el
hambre.
Habían matado gente? Ese mismo día? Eran entonces los
monstruos que imaginé? Los miré uno a uno y ni siquiera se veían arrepentidos.
Asesinos. No distintos a mi violador. Quizás peores, porque en vez de acabar
conmigo rápidamente me habían convertido, por alguna razón, en una de ellos.
Alec… Por qué no lo
niegas? Pensé mirándolo con lágrimas en los ojos. Él me miró de vuelta,
angustiado pero sin decir nada.
Sin defenderse.
Existía defensa posible?
Cerré los ojos. Dolía. Dolía!
Toda la felicidad, todo el bienestar que me generó el
volverlo a ver se fue derrumbando de a poco, y me dejó vulnerable y temblorosa.
A pesar del cárdigan tenía escalofríos, y abracé mi cuerpo.
Por eso cuando Edward me abrazó aferrándome a su cuerpo, yo
simplemente descargué mi peso en él y me puse a llorar.
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