martes, 12 de mayo de 2015

Sangre Sucia 1

Oh my God! Lo sé! Por qué sigo comenzando fics si no he terminado los demás? Simplemente porque durante mis días fuera de casa tuve muy poco tiempo para escribir en el computador pero mucho para pensar en nuevas ideas, y de pronto PAF! Apareció esto!
Las que me conocen saben que yo me agarro de las ideas con uñas y dientes antes de que se esfumen, porque mi memoria es frágil, así es que lo escribí y aquí va el primer capítulo de este fic Draco/Hermione, el primero que intento en el universo Potter.
NOTA: He cambiado algunas cosas de la historia. El séptimo libro nunca ocurrió y por lo tanto muchos de los personajes “buenos” y de los magos tenebrosos siguen vivos.
La guerra por supuesto, sigue en pié.
Hermione tiene veintiún años y es un Auror y miembro activo de La Orden del Fénix. Más respuestas y detalles en los próximos capítulos.
Ah! Y los hechizos no los inventé yo, son creados por J.K. Rowling, al igual que sus personajes.
Espero les guste mi visión de este universo, y me cuenten con lujo de detalles qué les pareció.
Abrazos.
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“Sangre Sucia”,
Un fic de Draco y Hermione

CAPÍTULO 1
I know I should know better
There are days when I'm OK
And for a moment, for a moment I find hope
But there are days when I'm not OK
And I need your help
So I'm letting go
I need you to know
I'm not through the night
Some days I'm still fighting to walk towards the light
I need you to know
That we'll be OK
Together we can make it through another day
Courage / Super Chick
HERMIONE
Algo estaba mal, pensó mirando desorientada a su alrededor.
No, se corrigió. No solo algo. Todo andaba mal.
Alguien, desde algún punto de la organización los había traicionado, haciéndolos caer en una emboscada que estaba diezmando severamente las filas de La Orden.
El horror la paralizó por un momento al ver caer y desaparecer a amigos y compañeros que conocía desde hacía más de diez años, pero su entrenamiento y años de experiencia en terreno demandaron su atención para analizar la situación, y el horror fue reemplazado por la rabia e impotencia que le generó el darse cuenta de que no había ni una maldita cosa que ella pudiera hacer por ellos.

Sencillamente sus enemigos eran demasiados.
Y ella debía pelear sus propias batallas.
Como siempre, los mortífagos cubrían sus rostros con grotescas máscaras, pero Hermione los había enfrentado suficientes veces como para reconocer las voces y gestos de los más importantes.
Por sobre todo el estruendo se distinguía claramente la risa maníaca de Bellatrix, y en su cercanía pudo reconocer la silueta de Alecto Carrow por la forma de blandir su varita, con manos temblorosas por la ansiedad y anticipación que le provocaba la batalla y la perspectiva de realizar sádicos interrogatorios. Vio a Crabbe padre, enorme y más lento que los demás debido a su sobrepeso, y dispersos en la calle estaban Gibbon, Goyle padre y el vil hombre lobo, Fenrir.
Pero había más. Muchísimos más.
Su visibilidad no era muy clara pasados los cinco metros de distancia debido al humo de las casas muggle que se incendiaban a ambos lados de la vereda, y gritos estremecedores sobresalían por sobre la cacofonía general. Gritos de magos torturados? Gritos de muggles quemándose vivos, encerrados en sus propios hogares?
Tal vez ambas opciones...
Apagar el fuego”, se ordenó volviendo a tomar el control de sí misma, aferrándose a su pragmatismo para no perder la cordura. Apagar el fuego salvaría a los muggle y sus compañeros ganarían mejor visibilidad para luchar, haciendo más difícil emboscarlos.
Bien. Al menos tenía una meta clara.
Y eso era lo que ella necesitaba, una tarea. Así era como ella sobrevivía a los días malos, enfocando todas sus fuerzas en una tarea a la vez… Y últimamente había habido muchísimos días malos.
Hermione corrió hacia la casa más cercana zigzagueando y esquivando haces de luz de distintos colores  que variaban según la maldición que le lanzaran. Ella era rápida y pequeña, y tenía un excelente estado físico como parte de los requerimientos de su trabajo, y eso fue precisamente lo que salvó su vida…
Pero a pesar de toda su destreza, gracias a la infalible ley de probabilidades era imposible que todos fallaran. Al menos uno de los mortífagos que la atacaban daría en el blanco, aunque no fuera de lleno.
Y fue por eso, razonó esa parte de su cerebro que rara vez se apagaba, y no por falta de pericia o agilidad, que una de las maldiciones le rozó el hombro, carcomiendo su túnica como si le hubiera derramado ácido encima, por lo que sin perder el paso se la quitó lanzándola al aire y quedó vistiendo su tradicional atuendo muggle, jeans, sweater, bufanda y su par de botas Ugg favoritas, tejidas en delicada lana de oveja merino y que se sentían tremendamente inapropiadas para entrar en la batalla.
Sintió la maldición expandirse desde su hombro y el dolor de cientos de pequeños puñales clavándose en su piel, bajando lentamente por su cuerpo.
Pero lo bloqueó todo y siguió corriendo. Detenerse era morir.
-Glacius! – Gritó enfocando todas sus energías en el hechizo extinguidor de llamas. Solo que esta vez nada sucedió – Glacius!, Glacius! - Trató otra vez. Tenía que funcionar, era el hechizo que Charlie Weasley usaba con los dragones en Rumania! Él mismo se lo había enseñado!
Pero las llamas se mantuvieron rugiendo y consumiendo todo a su paso.
-Mierda! – Exclamó ella comprendiendo la gravedad de la situación – Es un Gubraith – Dijo con un dejo de admiración. El Gubraith era un hechizo de llamas eternas muy poderoso y complicado de realizar. Sólo un mago muy talentoso lo podría lograr, y la asustó pensar que era cierto lo que decían: Que los seguidores de Voldemort de estaban haciendo cada vez más poderosos a medida que su Señor recuperaba sus fuerzas.
-“Aguamenti!” – Gritó sabiendo lo fútil de la acción. Su varita produjo un generoso chorro de agua que ella apuntó al techo de la casa y las ventanas, detrás de las cuales veía asomadas varias figuras humanas.
Se cubrió tras un árbol mientras seguía mojando la casa y pensaba en una solución alternativa.
Varias maldiciones hicieron saltar la corteza del tronco, a pocos centímetros de su cuerpo.
-Mierda! – Volvió a exclamar. Últimamente esa era la palabra más usada en su desmejorado vocabulario.
Dejó de intentar apagar las llamas y comenzó a planear una nueva estrategia ignorando el dolor… Estaba transpirando mucho, se sentía húmeda y pegajosa…
Ok, se concentró, no podremos salvar las casas, pero sí podemos intentar salvar a la gente. Seguro que ella sería capaz de abrir un pasaje entre las llamas para que las familias pudieran escapar, verdad...?
Valía la pena intentarlo.
Pero antes de que pudiera concretar su plan pasaron varias cosas a la vez. La casa vecina explotó matando a todos sus ocupantes y generando una reacción en cadena que fue consumiendo al barrio entero con todos sus habitantes incluidos.
Cómo demonios no lo pensó antes? Los mortífagos habían sellado las puertas y ventanas para impedir que nadie escapara antes de prender fuego a sus casas. Eso garantizaba una buena carnada para los miembros de La Orden…
Y aún así, el shock de la trampa y el asesinato masivo no llegó a asentarse en su mente porque a su derecha escuchó el grito desgarrador de Lavander Brown. La chica que tanto había detestado en el colegio había demostrado no ser tan mala cuando no había celos de por medio, y si bien no eran amigas cercanas si eran buenas colegas. Después de años de ayudar a la causa informalmente, Lavander por fin estaba entrenándose para convertirse en Auror y no podía estar más orgullosa.
-Seamus! Seamus! – Chilló paralizada en mitad de la calle, su varita deslizándose de sus dedos petrificados hacia el suelo, dejándola totalmente expuesta.
Hermione siguió la dirección de la mirada de Lavander y vio el preciso momento en el que Fenrir desgarraba con sus dientes el cuello de su compañero.
-Lavander agáchate! – Gritó Hermione disparando hechizos de protección a Lavander y maldiciones para todo lo demás que se moviera a diestra y siniestra – Protego! Bombarda! Desmaius! Protego! Reducto! Lavander! Reacciona!
Pero Lavander simplemente no podía quitar la vista del horrible espectáculo. Todo su futuro destrozado frente a sus ojos… Seamus… Seamus… Se casarían en primavera, sólo faltaban algunas semanas, estaba todo listo! Seamus no podía morir, simplemente no podía, y ella se negó a creerlo. Si lo miraba atentamente vería alguna seña, algún indicio de que seguía vivo…
-Lavander! Mierda, mierda, mierda! Protego! Desmaius, Desmaius, Everte Statum! Lavander, por favor, muévete, por Sean! – Rogó. Toda su energía estaba en proteger a su compañera, lo que sumado a la maldición que había recibido, la tenía en un estado muy vulnerable, pero no lo pensó dos veces. Era lo que había que hacer. Proteger a los demás era su trabajo y Lavander era además su pupila.
-Sean… - Murmuró Lavander como despertando, llevándose las manos a su plano estómago. Hacía menos de un mes que se habían enterado de que estaba embarazada, y aunque era muy pronto para saberlo, Seamus había insistido en que era un varón y se llamaría Sean.
-Oh Lavander, por qué tenías que venir? – Murmuró Hermione. Nadie del equipo quería arriesgar a una bruja embrazada, mucho menos en estos tiempos de guerra e incertidumbre en que la natalidad había disminuido considerablemente y un bebé era prácticamente un milagro, celebrado por la comunidad mágica en general, pero Lavander era un miembro de La Orden como cualquier otro y era su derecho el participar.
Además, ella siempre había peleado junto a Seamus. Embarazada o no, ellos eran un equipo.
Y por último, si no la querían llevar llegaría sola por su cuenta, lo que era aún más riesgoso.   
Fenrir dejó caer el cuerpo sin vida de Seamus descuidadamente y escupió el trozo de tráquea que le había arrancado, y riendo y disfrutando del evidente dolor de Lavander se acercó tranquilamente a ella, cubierto de la sangre de su novio y andando como si estuviera de paseo.
El hombre lobo quería jugar y a Hermione no le extrañó. De hecho de alguna retorcida forma la alegró porque les compraría más tiempo. Fenrir era conocido por sus perversiones, y una chica hermosa y vulnerable como Lavander era un premio demasiado bueno para dejarlo pasar.
Hermione miró hacia los lados y comprobó que no había nadie más que pudiera ayudarlas, por lo que juntando todas sus fuerzas levantó su varita y gritó el encantamiento protector más potente que pudo conjurar para rodear a Lavander, con la esperanza de correr hacia ella y llegar indemne al rango de protección del hechizo.
-Protego Tota…! - Fue todo lo que alcanzó a decir después de avanzar tres pasos. Una maldición le dio de lleno en la espalda y la hizo arquearse en agonía cuando todos los huesos de su cuerpo comenzaron a quebrarse y soldarse una y otra vez.
Esto no era la maldición “Crucio”, o no, esa la conocía bien.
No, esta era algo diferente y tan potente que la hizo perder la noción del tiempo, pero sin llegar a perder la consciencia.
Sus torturadores parecían ser perfectamente capaces de determinar sus límites, y cuando la oscuridad parecía absorberla, la intensidad del castigo disminuía pero sin llegar a desaparecer.
Magia negra
Nueva magia.
Quién querría crear algo como esto si ya existía la maldición “Crucio”? Es que eso no era lo bastante sádico como castigo? Estaban experimentando? Por qué motivo? Tantas preguntas de las que ya no le interesaba conocer la respuesta… Quería morir, quería que todo se acabara, estaba cansada de la guerra, el dolor, la pérdida, la muerte, la tristeza, el secretismo y la responsabilidad. Quería morir.
Bastaba con que se les pasara un poco la mano… Tal vez si por accidente le rompían el cuello…? Pero no, ellos parecían concentrarse en los huesos de las extremidades y las costillas… Esto podía extenderse más y más.
Crack!
Snap!
Crack!
Rompe, repara, rompe, repara, rompe…
Y de pronto, nada.
Un halo, un fantasma del dolor, la rodeaba, pero ella luchó por convencerse de que no era real. Si se había acabado el castigo se había detenido el dolor. Así es como funcionaba.
Ella lo sabía.
Era su trabajo saberlo.
Oh no! Lavander!
Levantó la mirada con la mejilla aún apoyada en el suelo buscando a su compañera.
Lavander, debía protegerla, a ella por sobre todos los demás.
Lavander y su hijo… Ya no había nada que hacer por Seamus salvo tratar de recuperar su cadáver cuando esta batalla hubiera terminado. A veces los mortífagos en un acto extra de crueldad hacían invisibles los cuerpos para que se descompusieran al sol, a plena luz del día pero completamente indetectables a simple vista. Otras veces sólo aparecían trozos de los cuerpos.
Malditos dementes, cómo luchar con honor cuando el enemigo no tiene límites para la maldad?
Lavander no estaba por ninguna parte. Tampoco Fenrir.
Mierda, mierda, mierda!
Lo único que podía ver era el cuerpo de Seamus con los ojos bien abiertos, mirando hacia el cielo pero sin ver nada.
Muy lentamente Hermione fue recuperando la audición y pudo escuchar a los hermanos Carrow discutiendo sobre ella.
-… Matar de una vez – Dijo Alecto – …Querosa sangre sucia!
-…Señor Oscuro! – Exclamó su hermano – Debem… Interr… Miembro… Fénix!
Hermione sabía que moriría antes de revelar una sola palabra sobre su rol en La Orden. Había sobre ella suficientes hechizos protegiendo los secretos como para asegurar exactamente esa opción… Pero eso no significaba que los Carrow y los demás no intentarían hacerla hablar. La torturarían, la violarían, la mantendrían al borde de la inanición, pero no la matarían. Ella era una sangre sucia, sí, lo más bajo y asqueroso en su escala social, pero una muy valiosa.
Rogó para sus adentros que Alecto ganara la discusión o simplemente perdiera el escaso control que mantenía sobre su temperamento. Así todo acabaría más rápido.
Pero aparentemente los hermanos estaban tan concentrados en su ruidosa discusión que no se dieron cuenta de que ella estaba consciente y haciendo un inventario de su cuerpo. Sería capaz de un último esfuerzo? Había sido más abusada y maltratada que nunca antes, e incluso su magia se sentía débil, más bien un zumbido lejano, no el rugir que sentía en su pecho cuando concentraba sus energías en un hechizo importante.
Concéntrate, concéntrate, concéntrate... Es esto o meses de tortura… Quién sabe qué nuevas maldiciones tienen bajo la manga…
 Y si tal vez? Tal vez si… No… Era magia oscura que si bien no estaba prohibida, era mal vista… Aunque se sentía capaz, razonó. El fuego siempre había sido su elemento… No era la clase de magia con la que se sentía cómoda, pero era tal vez la única que le sería posible realizar. Desde su primer año en Howarts había sido capaz de ejecutar encantamientos involucrando fuego a niveles muy superiores a su edad… Podía hacerlo, esa no era la pregunta. Pero lo haría? Y viviría con aquello? Ese era el dilema.
Usar fuego contra los Carrow… Sería justo considerando que fueron ellos los que probablemente habían incendiado la aldea. Amycus era un conocido pirómano.
Recordó las figuras encerradas tras las ventanas…
Eso la decidió.
Ok. Un hechizo más y a correr.
Sintió su rostro gotear en el piso y trató de controlar su nerviosismo. No podía transpirar tanto antes de comenzar a huir! Y tenía que ser transpiración… No estaba lloviendo…
Concéntrate! Se regañó.
Última oportunidad.
Estiró la mano silenciosamente para tomar su varita, que yacía junto a ella. Los Carrow la subestimaban tanto que no habían pensado en quitársela.
Idiotas.
-Fiendfyre! – Exclamó con la voz lo más firme posible, y de su varita surgió una quimera de fuego rojo que por sus cabezas de león, dragón y macho cabrío expulsaba fuego azul, el más caliente que se pudiera crear.
Su quimera era poderosa y feroz y ella lo sabía. Si no la usaba era porque odiaba su capacidad de destrucción. Gracias a ella probablemente lo que hubiera quedado del pueblo quedaría reducido a cenizas. Aunque tal vez era mejor, menos trabajo para los equipos de limpieza.
Pero no se detuvo a mirar, se internó en el bosque y siguió adelante. Escuchó exclamaciones de sorpresa y nada más. Si los Carrow no gritaban o la perseguían era porque ya eran antorchas humanas. Fue una muerte rápida y mucho más compasiva de lo que merecían.
Pero seguro que otros la seguirían, la quimera no duraría mucho tiempo. No con la fuerza que ella había puesto en el hechizo.
Sus manos estaban mojadas.
Y pegajosas…
Agh!
Las miró y comprobó que estaban cubiertas de sangre y goteando. Donde fuera que tenía la herida, estaba abierta.
Miró lo que pudo del resto de su cuerpo, pero todo parecía estar en el mismo estado. Todo rojo. Todo chorreando. No sabía dónde estaba el corte, sentía como si toda su piel fuera una gran yaga. No eran cantidades copiosas de sangre, pero la pérdida era constante. Si no se curaba pronto podría desangrarse en cosa de horas.
Y el dolor…
Poco a poco el dolor que había empujado al fondo de su mente regresó con fuerza, haciéndose presente en cada paso, en cada respiración.
Hermione no conocía este bosque, estaba corriendo a ciegas, y por todo lo que sabía podía estar corriendo en círculos sin descubrirlo jamás. Ya no podía realizar un hechizo más. De hecho apenas podía sostener su varita.
Mil veces quiso detenerse a descansar, y mil veces se forzó a continuar, sabiendo que si Fenrir la rastreaba era simple cuestión de tiempo antes de que la atraparan, especialmente con el rastro de sangre que estaba dejando a su paso. Hasta el rastreador más inepto la podía seguir mirando el color del suelo.
Finalmente sus fuerzas comenzaron a fallar y no pudo mantener un ritmo constante. Tropezó varias veces y se tambaleó, y su vista se comenzó a hacer cada vez más borrosa.
Sigue adelante…
Lucha…
Sigue adelante…
Pero para qué?
Lo olvidé.
Descansa…
Descansa…
Recuéstate y olvídalo todo…
Duerme, no sufrirás más…
Duerme…
Duerme…
Dejarás de sentir…
Flotarás en la nada…
“Esto es lo que se siente morir?” Se preguntó. “Desvariar y sufrir? Para esto luché tanto todo este tiempo? “
Se sintió estafada.
Y entonces, lo inesperado.
Alguien se escabulló sorprendiéndola y la tomó firmemente del antebrazo, y la hizo girar enfrentándolo.
“Es alto” Fue lo primero que pensó al ver que sus ojos quedaban a la altura de su pecho.
Había algo familiar…
Ya estaba resignada. Uno de los mortífagos famosos con los que había luchado antes la había atrapado, no había otra explicación.
Levantó los ojos para ver a su verdugo y se mareó.
Cerró los ojos y los volvió a abrir varias veces hasta que con esfuerzo pudo distinguir sus rasgos.
Rasgos de un rostro que conocía perfectamente.
Un rostro que odiaba y resentía, porque había sido el primero en abrirle los ojos e informarle de su condición.
De su estatus en la sociedad a la que se incorporó al ingresar a Hogwarts. Lo mejor y lo peor de su vida. Lo negaba cada vez, pero aún le hacía daño… Como muggle su estatus estaba bien definido por sus padres profesionales de clase media acomodada, y su rol como hija única, en resumen una buena vida.
Pero como bruja?
Sangre sucia.
No importó cuánto estudiara, no importó cuántas veces demostrara su valor y su talento. Nada de eso valía, porque él y los demás purasangre sólo veían una cosa en ella.
Sangre sucia.
Harry y Ron no entendían… Y no los culpaba, ellos simplemente eran lo que eran. Ron era un purasangre, y renegado o no su linaje era puro, y Harry era mestizo pero era “el elegido”, prácticamente el equivalente al Niño Jesús del mundo de la magia. Cómo podrían entender ellos sus inseguridades cuando Hermione las escondía en el lugar más recóndito de su corazón?
Sangre sucia.
“No, no lo soy!” Se defendió automáticamente.
Ah, pero tú sabes que si lo eres.
“Soy una bruja. La mejor bruja de mi generación! Tengo un diploma y una placa que lo dice!”
De verdad eres una bruja? Una verdadera bruja?
“Yo…”
Y ahí estaba Draco Malfoy, rubio y perfecto como siempre, pensó amargamente. Tenía que ser así. Tenía que ser él. Quien más la había odiado en el colegio era ahora un adulto capaz de cumplir sus amenazas. Y un adulto enorme por lo demás.
Y se veía tremendamente cabreado.
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Qué tal? No dejen de comentar, que me ayuda cada palabra a escribir mejor. Y de antemano les digo que no, no abandonaré mis historias, sólo quise darle a esta una oportunidad.











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