Oh my God! Lo sé! Por qué sigo comenzando fics si no he terminado los
demás? Simplemente porque durante mis días fuera de casa tuve muy poco tiempo
para escribir en el computador pero mucho para pensar en nuevas ideas, y de
pronto PAF! Apareció esto!
Las que me conocen saben que yo me agarro de las ideas con uñas y dientes
antes de que se esfumen, porque mi memoria es frágil, así es que lo escribí y aquí
va el primer capítulo de este fic Draco/Hermione, el primero que intento en el
universo Potter.
NOTA: He cambiado algunas cosas de la historia. El séptimo libro nunca
ocurrió y por lo tanto muchos de los personajes “buenos” y de los magos
tenebrosos siguen vivos.
La guerra por supuesto, sigue en pié.
Hermione tiene veintiún años y es un Auror y miembro activo de La Orden
del Fénix. Más respuestas y detalles en los próximos capítulos.
Ah! Y los hechizos no los inventé yo, son creados por J.K. Rowling, al igual
que sus personajes.
Espero les guste mi visión de este universo, y me cuenten con lujo de
detalles qué les pareció.
Abrazos.
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“Sangre Sucia”,
Un fic de Draco y Hermione
CAPÍTULO 1
I know I should know better
There are days when I'm OK
And for a moment, for a moment I find hope
But there are days when I'm not OK
And I need your help
So I'm letting go
I need you to know
I'm not through the night
Some days I'm still fighting to walk towards the light
I need you to know
That we'll be OK
Together we can make it through another day
There are days when I'm OK
And for a moment, for a moment I find hope
But there are days when I'm not OK
And I need your help
So I'm letting go
I need you to know
I'm not through the night
Some days I'm still fighting to walk towards the light
I need you to know
That we'll be OK
Together we can make it through another day
Courage / Super Chick
HERMIONE
Algo estaba mal, pensó mirando desorientada a su alrededor.
No, se corrigió. No
solo algo. Todo andaba mal.
Alguien, desde algún punto de la organización los había
traicionado, haciéndolos caer en una emboscada que estaba diezmando severamente
las filas de La Orden.
El horror la paralizó por un momento al ver caer y
desaparecer a amigos y compañeros que conocía desde hacía más de diez años,
pero su entrenamiento y años de experiencia en terreno demandaron su atención
para analizar la situación, y el horror fue reemplazado por la rabia e
impotencia que le generó el darse cuenta de que no había ni una maldita cosa
que ella pudiera hacer por ellos.
Sencillamente sus enemigos eran demasiados.
Y ella debía pelear sus propias batallas.
Como siempre, los mortífagos cubrían sus rostros con grotescas
máscaras, pero Hermione los había enfrentado suficientes veces como para
reconocer las voces y gestos de los más importantes.
Por sobre todo el estruendo se distinguía claramente la risa
maníaca de Bellatrix, y en su cercanía pudo reconocer la silueta de Alecto
Carrow por la forma de blandir su varita, con manos temblorosas por la ansiedad
y anticipación que le provocaba la batalla y la perspectiva de realizar sádicos
interrogatorios. Vio a Crabbe padre, enorme y más lento que los demás debido a
su sobrepeso, y dispersos en la calle estaban Gibbon, Goyle padre y el vil hombre
lobo, Fenrir.
Pero había más. Muchísimos más.
Su visibilidad no era muy clara pasados los cinco metros de
distancia debido al humo de las casas muggle que se incendiaban a ambos lados
de la vereda, y gritos estremecedores sobresalían por sobre la cacofonía
general. Gritos de magos torturados? Gritos de muggles quemándose vivos,
encerrados en sus propios hogares?
Tal vez ambas opciones...
“Apagar el fuego”,
se ordenó volviendo a tomar el control de sí misma, aferrándose a su
pragmatismo para no perder la cordura. Apagar el fuego salvaría a los muggle y sus
compañeros ganarían mejor visibilidad para luchar, haciendo más difícil emboscarlos.
Bien. Al menos tenía una meta clara.
Y eso era lo que ella necesitaba, una tarea. Así era como
ella sobrevivía a los días malos, enfocando todas sus fuerzas en una tarea a la
vez… Y últimamente había habido muchísimos días malos.
Hermione corrió hacia la casa más cercana zigzagueando y
esquivando haces de luz de distintos colores que variaban según la maldición que le
lanzaran. Ella era rápida y pequeña, y tenía un excelente estado físico como
parte de los requerimientos de su trabajo, y eso fue precisamente lo que salvó
su vida…
Pero a pesar de toda su destreza, gracias a la infalible ley
de probabilidades era imposible que todos fallaran. Al menos uno de los
mortífagos que la atacaban daría en el blanco, aunque no fuera de lleno.
Y fue por eso, razonó esa parte de su cerebro que rara vez se
apagaba, y no por falta de pericia o agilidad, que una de las maldiciones le
rozó el hombro, carcomiendo su túnica como si le hubiera derramado ácido
encima, por lo que sin perder el paso se la quitó lanzándola al aire y quedó
vistiendo su tradicional atuendo muggle, jeans, sweater, bufanda y su par de
botas Ugg favoritas, tejidas en delicada lana de oveja merino y que se sentían tremendamente
inapropiadas para entrar en la batalla.
Sintió la maldición expandirse desde su hombro y el dolor de
cientos de pequeños puñales clavándose en su piel, bajando lentamente por su
cuerpo.
Pero lo bloqueó todo y siguió corriendo. Detenerse era morir.
-Glacius! – Gritó
enfocando todas sus energías en el hechizo extinguidor de llamas. Solo que esta
vez nada sucedió – Glacius!, Glacius! - Trató
otra vez. Tenía que funcionar, era el
hechizo que Charlie Weasley usaba con los dragones en Rumania! Él mismo se lo
había enseñado!
Pero las llamas se mantuvieron rugiendo y consumiendo todo a
su paso.
-Mierda! – Exclamó ella comprendiendo la gravedad de la
situación – Es un Gubraith – Dijo con
un dejo de admiración. El Gubraith
era un hechizo de llamas eternas muy poderoso y complicado de realizar. Sólo un
mago muy talentoso lo podría lograr, y la asustó pensar que era cierto lo que
decían: Que los seguidores de Voldemort de estaban haciendo cada vez más
poderosos a medida que su Señor recuperaba sus fuerzas.
-“Aguamenti!” – Gritó sabiendo lo fútil de la acción. Su
varita produjo un generoso chorro de agua que ella apuntó al techo de la casa y
las ventanas, detrás de las cuales veía asomadas varias figuras humanas.
Se cubrió tras un árbol mientras seguía mojando la casa y
pensaba en una solución alternativa.
Varias maldiciones hicieron saltar la corteza del tronco, a
pocos centímetros de su cuerpo.
-Mierda! – Volvió a exclamar. Últimamente esa era la palabra
más usada en su desmejorado vocabulario.
Dejó de intentar apagar las llamas y comenzó a planear una
nueva estrategia ignorando el dolor… Estaba transpirando mucho, se sentía
húmeda y pegajosa…
Ok, se concentró, no podremos salvar las casas, pero sí
podemos intentar salvar a la gente. Seguro que ella sería capaz de abrir un
pasaje entre las llamas para que las familias pudieran escapar, verdad...?
Valía la pena intentarlo.
Pero antes de que pudiera concretar su plan pasaron varias
cosas a la vez. La casa vecina explotó matando a todos sus ocupantes y
generando una reacción en cadena que fue consumiendo al barrio entero con todos
sus habitantes incluidos.
Cómo demonios no lo pensó antes? Los mortífagos habían
sellado las puertas y ventanas para impedir que nadie escapara antes de prender fuego a sus casas. Eso
garantizaba una buena carnada para los miembros de La Orden…
Y aún así, el shock de la trampa y el asesinato masivo no
llegó a asentarse en su mente porque a su derecha escuchó el grito desgarrador
de Lavander Brown. La chica que tanto había detestado en el colegio había
demostrado no ser tan mala cuando no había celos de por medio, y si bien no
eran amigas cercanas si eran buenas colegas. Después de años de ayudar a la
causa informalmente, Lavander por fin estaba entrenándose para convertirse en
Auror y no podía estar más orgullosa.
-Seamus! Seamus! – Chilló paralizada en mitad de la calle, su
varita deslizándose de sus dedos petrificados hacia el suelo, dejándola totalmente
expuesta.
Hermione siguió la dirección de la mirada de Lavander y vio
el preciso momento en el que Fenrir desgarraba con sus dientes el cuello de su
compañero.
-Lavander agáchate! – Gritó Hermione disparando hechizos de
protección a Lavander y maldiciones para todo lo demás que se moviera a diestra
y siniestra – Protego! Bombarda!
Desmaius! Protego! Reducto! Lavander! Reacciona!
Pero Lavander simplemente no podía quitar la vista del
horrible espectáculo. Todo su futuro destrozado frente a sus ojos… Seamus…
Seamus… Se casarían en primavera, sólo faltaban algunas semanas, estaba todo
listo! Seamus no podía morir, simplemente no podía, y ella se negó a creerlo.
Si lo miraba atentamente vería alguna seña, algún indicio de que seguía vivo…
-Lavander! Mierda, mierda, mierda! Protego! Desmaius, Desmaius, Everte Statum! Lavander, por favor, muévete,
por Sean! – Rogó. Toda su energía estaba en proteger a su compañera, lo que
sumado a la maldición que había recibido, la tenía en un estado muy vulnerable,
pero no lo pensó dos veces. Era lo que había que hacer. Proteger a los demás
era su trabajo y Lavander era además su pupila.
-Sean… - Murmuró Lavander como despertando, llevándose las
manos a su plano estómago. Hacía menos de un mes que se habían enterado de que
estaba embarazada, y aunque era muy pronto para saberlo, Seamus había insistido
en que era un varón y se llamaría Sean.
-Oh Lavander, por qué tenías que venir? – Murmuró Hermione.
Nadie del equipo quería arriesgar a una bruja embrazada, mucho menos en estos
tiempos de guerra e incertidumbre en que la natalidad había disminuido
considerablemente y un bebé era prácticamente un milagro, celebrado por la
comunidad mágica en general, pero Lavander era un miembro de La Orden como
cualquier otro y era su derecho el participar.
Además, ella siempre había peleado junto a Seamus. Embarazada
o no, ellos eran un equipo.
Y por último, si no la querían llevar llegaría sola por su
cuenta, lo que era aún más riesgoso.
Fenrir dejó caer el cuerpo sin vida de Seamus descuidadamente
y escupió el trozo de tráquea que le había arrancado, y riendo y disfrutando
del evidente dolor de Lavander se acercó tranquilamente a ella, cubierto de la
sangre de su novio y andando como si estuviera de paseo.
El hombre lobo quería jugar y a Hermione no le extrañó. De
hecho de alguna retorcida forma la alegró porque les compraría más tiempo.
Fenrir era conocido por sus perversiones, y una chica hermosa y vulnerable como
Lavander era un premio demasiado bueno para dejarlo pasar.
Hermione miró hacia los lados y comprobó que no había nadie
más que pudiera ayudarlas, por lo que juntando todas sus fuerzas levantó su
varita y gritó el encantamiento protector más potente que pudo conjurar para
rodear a Lavander, con la esperanza de correr hacia ella y llegar indemne al
rango de protección del hechizo.
-Protego Tota…! -
Fue todo lo que alcanzó a decir después de avanzar tres pasos. Una maldición le
dio de lleno en la espalda y la hizo arquearse en agonía cuando todos los
huesos de su cuerpo comenzaron a quebrarse y soldarse una y otra vez.
Esto no era la maldición “Crucio”, o no, esa la conocía bien.
No, esta era algo diferente y tan potente que la hizo perder
la noción del tiempo, pero sin llegar a perder la consciencia.
Sus torturadores parecían ser perfectamente capaces de
determinar sus límites, y cuando la oscuridad parecía absorberla, la intensidad
del castigo disminuía pero sin llegar a desaparecer.
Magia negra
Nueva magia.
Quién querría crear algo como esto si ya existía la maldición
“Crucio”? Es que eso no era lo bastante
sádico como castigo? Estaban experimentando? Por qué motivo? Tantas preguntas
de las que ya no le interesaba conocer la respuesta… Quería morir, quería que
todo se acabara, estaba cansada de la guerra, el dolor, la pérdida, la muerte,
la tristeza, el secretismo y la responsabilidad. Quería morir.
Bastaba con que se les pasara un poco la mano… Tal vez si por
accidente le rompían el cuello…? Pero no, ellos parecían concentrarse en los huesos
de las extremidades y las costillas… Esto podía extenderse más y más.
Crack!
Snap!
Crack!
Rompe, repara, rompe, repara, rompe…
Y de pronto, nada.
Un halo, un fantasma del dolor, la rodeaba, pero ella luchó
por convencerse de que no era real. Si se había acabado el castigo se había
detenido el dolor. Así es como funcionaba.
Ella lo sabía.
Era su trabajo saberlo.
Oh no! Lavander!
Levantó la mirada con la mejilla aún apoyada en el suelo
buscando a su compañera.
Lavander, debía protegerla, a ella por sobre todos los demás.
Lavander y su hijo… Ya no había nada que hacer por Seamus
salvo tratar de recuperar su cadáver cuando esta batalla hubiera terminado. A
veces los mortífagos en un acto extra de crueldad hacían invisibles los cuerpos
para que se descompusieran al sol, a plena luz del día pero completamente indetectables
a simple vista. Otras veces sólo aparecían trozos de los cuerpos.
Malditos dementes, cómo luchar con honor cuando el enemigo no
tiene límites para la maldad?
Lavander no estaba por ninguna parte. Tampoco Fenrir.
Mierda, mierda, mierda!
Lo único que podía ver era el cuerpo de Seamus con los ojos
bien abiertos, mirando hacia el cielo pero sin ver nada.
Muy lentamente Hermione fue recuperando la audición y pudo
escuchar a los hermanos Carrow discutiendo sobre ella.
-… Matar de una vez – Dijo Alecto – …Querosa sangre sucia!
-…Señor Oscuro! – Exclamó su hermano – Debem… Interr…
Miembro… Fénix!
Hermione sabía que moriría antes de revelar una sola palabra
sobre su rol en La Orden. Había sobre ella suficientes hechizos protegiendo los
secretos como para asegurar exactamente esa opción… Pero eso no significaba que
los Carrow y los demás no intentarían hacerla hablar. La torturarían, la
violarían, la mantendrían al borde de la inanición, pero no la matarían. Ella
era una sangre sucia, sí, lo más bajo y asqueroso en su escala social, pero una
muy valiosa.
Rogó para sus adentros que Alecto ganara la discusión o
simplemente perdiera el escaso control que mantenía sobre su temperamento. Así
todo acabaría más rápido.
Pero aparentemente los hermanos estaban tan concentrados en
su ruidosa discusión que no se dieron cuenta de que ella estaba consciente y
haciendo un inventario de su cuerpo. Sería capaz de un último esfuerzo? Había
sido más abusada y maltratada que nunca antes, e incluso su magia se sentía
débil, más bien un zumbido lejano, no el rugir que sentía en su pecho cuando
concentraba sus energías en un hechizo importante.
Concéntrate, concéntrate, concéntrate... Es esto o meses de
tortura… Quién sabe qué nuevas maldiciones tienen bajo la manga…
Y si tal vez? Tal vez
si… No… Era magia oscura que si bien no estaba prohibida, era mal vista… Aunque
se sentía capaz, razonó. El fuego siempre había sido su elemento… No era la
clase de magia con la que se sentía cómoda, pero era tal vez la única que le
sería posible realizar. Desde su primer año en Howarts había sido capaz de ejecutar
encantamientos involucrando fuego a niveles muy superiores a su edad… Podía
hacerlo, esa no era la pregunta. Pero lo haría? Y viviría con aquello? Ese era
el dilema.
Usar fuego contra los Carrow… Sería justo considerando que
fueron ellos los que probablemente habían incendiado la aldea. Amycus era un
conocido pirómano.
Recordó las figuras encerradas tras las ventanas…
Eso la decidió.
Ok. Un hechizo más y a correr.
Sintió su rostro gotear en el piso y trató de controlar su
nerviosismo. No podía transpirar tanto antes de comenzar a huir! Y tenía que
ser transpiración… No estaba lloviendo…
Concéntrate! Se regañó.
Última oportunidad.
Estiró la mano silenciosamente para tomar su varita, que
yacía junto a ella. Los Carrow la subestimaban tanto que no habían pensado en
quitársela.
Idiotas.
-Fiendfyre! –
Exclamó con la voz lo más firme posible, y de su varita surgió una quimera de
fuego rojo que por sus cabezas de león, dragón y macho cabrío expulsaba fuego
azul, el más caliente que se pudiera crear.
Su quimera era poderosa y feroz y ella lo sabía. Si no la
usaba era porque odiaba su capacidad de destrucción. Gracias a ella
probablemente lo que hubiera quedado del pueblo quedaría reducido a cenizas.
Aunque tal vez era mejor, menos trabajo para los equipos de limpieza.
Pero no se detuvo a mirar, se internó en el bosque y siguió
adelante. Escuchó exclamaciones de sorpresa y nada más. Si los Carrow no
gritaban o la perseguían era porque ya eran antorchas humanas. Fue una muerte
rápida y mucho más compasiva de lo que merecían.
Pero seguro que otros la seguirían, la quimera no duraría
mucho tiempo. No con la fuerza que ella había puesto en el hechizo.
Sus manos estaban mojadas.
Y pegajosas…
Agh!
Las miró y comprobó que estaban cubiertas de sangre y
goteando. Donde fuera que tenía la herida, estaba abierta.
Miró lo que pudo del resto de su cuerpo, pero todo parecía
estar en el mismo estado. Todo rojo. Todo chorreando. No sabía dónde estaba el
corte, sentía como si toda su piel fuera una gran yaga. No eran cantidades
copiosas de sangre, pero la pérdida era constante. Si no se curaba pronto
podría desangrarse en cosa de horas.
Y el dolor…
Poco a poco el dolor que había empujado al fondo de su mente
regresó con fuerza, haciéndose presente en cada paso, en cada respiración.
Hermione no conocía este bosque, estaba corriendo a ciegas, y
por todo lo que sabía podía estar corriendo en círculos sin descubrirlo jamás.
Ya no podía realizar un hechizo más. De hecho apenas podía sostener su varita.
Mil veces quiso detenerse a descansar, y mil veces se forzó a
continuar, sabiendo que si Fenrir la rastreaba era simple cuestión de tiempo
antes de que la atraparan, especialmente con el rastro de sangre que estaba
dejando a su paso. Hasta el rastreador más inepto la podía seguir mirando el
color del suelo.
Finalmente sus fuerzas comenzaron a fallar y no pudo mantener
un ritmo constante. Tropezó varias veces y se tambaleó, y su vista se comenzó a
hacer cada vez más borrosa.
Sigue
adelante…
Lucha…
Sigue
adelante…
Pero para
qué?
Lo olvidé.
Descansa…
Descansa…
Recuéstate
y olvídalo todo…
Duerme, no
sufrirás más…
Duerme…
Duerme…
Dejarás de
sentir…
Flotarás en
la nada…
“Esto es lo
que se siente morir?” Se preguntó.
“Desvariar y sufrir? Para esto luché tanto todo este tiempo? “
Se sintió
estafada.
Y entonces, lo inesperado.
Alguien se escabulló sorprendiéndola y la tomó firmemente del
antebrazo, y la hizo girar enfrentándolo.
“Es alto” Fue lo
primero que pensó al ver que sus ojos quedaban a la altura de su pecho.
Había algo familiar…
Ya estaba resignada. Uno de los mortífagos famosos con los
que había luchado antes la había atrapado, no había otra explicación.
Levantó los ojos para ver a su verdugo y se mareó.
Cerró los ojos y los volvió a abrir varias veces hasta que con
esfuerzo pudo distinguir sus rasgos.
Rasgos de un rostro que conocía perfectamente.
Un rostro que odiaba y resentía, porque había sido el primero
en abrirle los ojos e informarle de su condición.
De su estatus en la sociedad a la que se incorporó al
ingresar a Hogwarts. Lo mejor y lo peor de su vida. Lo negaba cada vez, pero
aún le hacía daño… Como muggle su estatus estaba bien definido por sus padres
profesionales de clase media acomodada, y su rol como hija única, en resumen una buena vida.
Pero como bruja?
Sangre
sucia.
No importó cuánto estudiara, no importó cuántas veces
demostrara su valor y su talento. Nada de eso valía, porque él y los demás
purasangre sólo veían una cosa en ella.
Sangre
sucia.
Harry y Ron no entendían… Y no los culpaba, ellos simplemente
eran lo que eran. Ron era un purasangre, y renegado o no su linaje era puro, y
Harry era mestizo pero era “el elegido”, prácticamente el equivalente al Niño
Jesús del mundo de la magia. Cómo podrían entender ellos sus inseguridades
cuando Hermione las escondía en el lugar más recóndito de su corazón?
Sangre
sucia.
“No, no lo
soy!” Se defendió automáticamente.
Ah, pero tú
sabes que si lo eres.
“Soy una
bruja. La mejor bruja de mi generación! Tengo un diploma y una placa que lo
dice!”
De verdad
eres una bruja? Una verdadera bruja?
“Yo…”
Y ahí estaba Draco Malfoy, rubio y perfecto como siempre,
pensó amargamente. Tenía que ser así. Tenía que ser él. Quien más la había
odiado en el colegio era ahora un adulto capaz de cumplir sus amenazas. Y un
adulto enorme por lo demás.
Y se veía tremendamente cabreado.
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Qué tal? No dejen de comentar, que me ayuda cada palabra a escribir
mejor. Y de antemano les digo que no, no abandonaré mis historias, sólo quise
darle a esta una oportunidad.
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